El siguiente es un escrito según lo dice el mismo autor, por un
sacerdote católico convertido del protestantismo. El padre, inicia con unas
consideraciones generales respecto a los fundamentos teológicos que provocaron
dudas y vacilaciones en los ministros protestantes. Frente a los planteamientos
de la llamada Reforma, se elevó con un vigor nunca sospechado, la Contra-Reforma de la Iglesia católica (Concilio
de Trento 1545 – 1563). Luego el padre Struve en su escrito presenta un
completo listado de más de 140 conversos del protestantismo al catolicismo, con
una somera descripción de cada uno de ellos. El autor relaciona los prejuicios
expresados en muchas de las autobiografías de los conversos que suelen comenzar
con su dura lucha hasta llegar a la claridad y la luz de la verdad, casi
siempre lo primero es la ignorancia y los prejuicios que les fueron inculcados
desde su niñez contra el catolicismo.
Padre Richard Struve Haker. †
Sacerdote católico, alemán convertido del protestantismo.
Fundador y promotor de la Sociedad Mariológica
Colombiana y su Revista Regina Mundi;
excapellán y expárroco del santuario de la sagrada Familia de la Peña , Patrona de Bogotá.
Autor de numerosos e importantes escritos religiosos, entre
ellos se destaca “Los tipos de María en
los padres pre-efesinos”. 1966.
“Ortona,
Italia. (NC) Bernardino Marmotta, ex-pastor protestante de la región de los
Abruzzos, hizo profesión de fe católica en la catedral de aquí, ante Mons.
Benigno Migliorini, arzobispo de Lanciano y Ortona. En declaración pública, el
nuevo católico, exhortó a sus amigos protestantes “para que, con la ayuda de
Dios, sigan su ejemplo y abracen la fe cristiana verdadera”. (El Catolicismo, Bogotá, 31. X. 1958,
núm. 770, pág. 22).
Noticias
como la anterior no debía sorprender a los católicos, pues a lo largo de los
cuatro siglos de existencia de las iglesias protestantes, han sido
frecuentísimas, como lo demostrará el estudio que presentamos a nuestros
lectores. No es exagerado decir que los convertidos ministros protestantes
pasan en mucho el número de mil. Y cuando mil personas ilustradas, formadas
específicamente en su fe protestante, anglicana, calvinista o sectaria, (pues
todos pasaron por los estudios rutinarios para hacerse pastor) se convierten a
la fe católica, entonces cabe la pregunta del ¿por qué? de conversiones tan
numerosas y periódicas. Todos resolvieron dejar sus creencias anteriores y
convertirse, como lo dice el citado ex-ministro protestante de Ortona, a la “fe cristiana verdadera”. Ahí la
justificación del título del estudio.
Después de un
capítulo dedicado a datos biográficos sobre estos conversos, se hará un
análisis de sus motivos con las propias palabras de ellos escritas en sus
autobiografías, para resumir finalmente la enseñanza obtenida en su lectura. Es
bueno aclarar que en este campo no puede haber criterio puramente numérico,
como si la verdad de una iglesia, y entre ellas la de la Iglesia católica, pudiera
establecerse por una comparación de más o menos numerosas conversiones a ella o
apostasías de ella. Obsérvense las siguientes biografías:
1ª- Turmeda, Anselmo, nacido en 1352 en Palma, Mallorca; muerto después
de 1423. Estudió en Lérida, prosiguió tales estudios ya como franciscano en
Bologna; apostató al averroísmo, se fugó a Tunis en donde se convirtió
públicamente al Islam en 1387, aceptando el nombre de Abdalla ibn Abdalla, y
pronto revestido de altos cargos. Escribió un libro cuyo título revela su
carácter satírico: Disputa del burro con
el hermano Anselmo Turmeda sobre la naturaleza y nobleza de los animales.
2ª-
Jean-Mohammed Abd-El-Jalil, de una familia proveniente de Andalucía, nació en
1904 en Fez en Marruecos. Visitó la escuela del Corán en Algeria, peregrinó con
sus padres a Mecca, entró después de estudios hechos en Fez, Rabat y París (al
año de su conversión a la fe católica) en la Orden Franciscana y fue ordenado sacerdote en
1935. Profesor en la
Universidad Católica de París; escribió varios estudios sobre
el Islam, entre los cuales se destaca el que versa sobre “María en el Islam”.
Dos jugadores
de ajedrez dirían “¡Tablas!”. Pero de esta manera no se pueden resolver
problemas tan complejos y profundos como el de la verdad de las religiones, a
pesar de que aún con un sistema tan insensato las iglesias protestantes perderían
el juego. Si aquí se habla de números, es porque un proceso mil veces repetido,
el de la conversión de pastores heterodoxos al catolicismo, da una base muy
amplia, reveladora y segura para nuestro análisis sobre el “por qué” de estas
conversiones.
I
Estaban
apenas en marcha las iglesias protestantes (se deja esta denominación así, a
pesar de que ellas desde un principio estuvieron divididas en varias) cuando
sus débiles, insuficientes e ilógicos fundamentos teológicos provocaron dudas y
vacilaciones en sus adeptos y ministros. En verdad, sus principios, el uno
material y formal el otro, les dieron una base sumamente insegura: el primero,
con su negación de la libre voluntad, su pesimismo ético, su talante de duda y
desesperación y su confusión entre “fe” y “esperanza”; el segundo con su
autorización del estudio subjetivo e individualista de las Sagradas Escrituras
que tuvo que tener por consecuencia inmediata la disolución de toda unidad de
fe y la negación de la necesidad de una iglesia visible, pueden ser base para
un notable esfuerzo religioso individual, pero jamás base para una comunidad
religiosa de firmes contexturas para masas cristianas. En otras palabras, la
nueva herejía, en sus variadas formas, impulsaba al individuo a una lucha
religiosa puramente interior a la vez que a las masas afectadas por ella a una
dilución profusa y cada vez mayor. Si frente a este fenómeno desalentador, se
elevaba en la Contra-Reforma
la Iglesia Católica con un vigor nunca sospechado, presentando al mundo
perturbado que en su nueva postura subjetivista marchaba visiblemente hacia la
disolución moderna, el hermoso espectáculo de perpetua apostolicidad, férrea
unidad y no menguada santidad, se comprende la perturbación en las mentes de
muchos que se preguntaban en qué consistía al fin y al cabo la ventaja de este
vuelco religioso que se había dado en la susodicha “Reforma”.
La duda eclesiológica en
el protestantismo
Es
obvio que semejante situación tiene que ser un campo muy propicio para la duda
eclesiológica. La duda es un fenómeno sicológico común a la raza humana: se
origina aún en hombres de firmes convicciones ante el impacto de nuevos
conocimientos cuya incorporación al sistema ideológico a primera vista parece
imposible o difícil, o ante el impacto de nuevas vivencias que parecen en
profunda contradicción a este sistema. Pero entonces esta duda toma la forma de
duda religiosa o teológica: pone nuevamente en tela de juicio la existencia o
las cualidades del Ser supremo (su justicia, su bondad, su sabiduría, etc.). La
duda eclesiológica de por sí no implica duda en el Ser Supremo, esta clase de
dudas se refieren solamente a la forma visible de la religión, al sistema de su
comunicación al hombre por medio de la revelación o de un magisterio
autorizado, y la subsiguiente formación de iglesias construidas sobre esta
revelación positiva.
El
protestantismo con su iluminación íntima por el Espíritu Santo, al leer el
creyente la Biblia ;
con el nacimiento de la fe, no por obra de un magisterio eclesiástico, sino a
consecuencia de la dicha iluminación personalísima que hace superflua una
iglesia visible (a lo cual han de seguir las secuelas de la división de las
masas iluminadas), tiene que ser campo propicio para la duda eclesiológica. Y
de hecho, los datos biográficos que este estudio reunens, prueban en forma
generalizada tal duda eclesiológica como punto de partida para estos centenares
de ministros heterodoxos en su búsqueda de una iglesia visible, de la Iglesia católica.
No se niega
que el católico, y hasta el sacerdote católico, también puedan sufrir dudas
eclesiológicas, ya que ningún ser humano es inmune de las dudas intelectuales.
Pero los datos biográficos de sacerdotes católicos apóstatas y su debido
análisis revelan profundas diferencias: en primer lugar tal fenómeno es mucho
menos general; en segundo lugar, parte la duda de un punto completamente
opuesto, es decir, la duda en este caso se origina no por lo informe de su iglesia,
sino al contrario, por la (supuesta) excesiva importancia que se dé a la forma
histórica de la Iglesia ,
a sus costumbres, instituciones y a las leyes morales, especialmente las
impuestas al clero; se trata en muchos casos menos de un problema intelectual,
que de un problema moral que más tarde se disfraza con aparentes dudas teóricas
que deben justificar y dar aspecto de seriedad a la postura moral
resquebrajada.
El ministro protestante al contrario presenta el caso de una duda
específicamente eclesiológica. Si acaso existen para él problemas morales,
éstos nunca han sido resueltos en su religión por medio de un magisterio
superior a él mismo (no hay confesión auricular en la mayoría de las sectas; la
fe fiducial se yuxtapone al estado morboso e irremediable del hombre según la
teoría protestante, etc.) y ni siquiera son causados por su iglesia (ya que no
hay magisterio dogmático o moral, sino sólo una situación personalísima de la
inteligencia individual de la
Biblia en su contenido dogmático o moral). Naturalmente, el
acercamiento a la Iglesia
católica otorga al sistema individual y a los problemas morales personales del
protestante nuevas luces, fuerzas y obligaciones, pero con todo esto es verdad
que en el caso de los ministros protestantes conversos siempre tienen en forma
purísima el problema de la duda eclesiológica.
Datos biográficos
No
se pretende aquí al dar datos biográficos de más de un centenar de ex-ministros
heterodoxos, describir la duda eclesiológica concreta de cada caso como punto
de salida o factor por lo menos esencial de su marcha hacia la Iglesia católica. Esto lo
espera el lector del segundo capítulo, donde los conversos mismos le hablarán.
Aquí vamos a presentar apenas esta lista someramente elaborada, con el fin de
documentar la generalidad, la casi universalidad -según tiempos, países, sectas
y razas- del fenómeno de su desilusión eclesiológica que los trajo hacia el
redil de la verdadera Iglesia de Cristo. Los datos se sacaron tanto de diccionarios
eclesiásticos como de las autobiografías de los conversos. Damos al lector una
lista breve de las fuentes:
Diccionario para Teología e Iglesia, del Obispo
Buchberger.
Diccionario
de Herder.
John O’Brien.
El camino de Emaús.
John O’Brien.
Los prodigios de la gracia.
Severin
Lamping. Hombres que vuelven a la Iglesia.
F. Lelotte. Convertidos del siglo XX.
Igino
Giordani. Los grandes conversos.
Gilbert Oddo.
...Y volvieron al redil.
Giovanni
Rossi. Hombres que encontraron a Cristo.
Néconcelle·Girault.
Testimonios de la fe.
Victorino
Capánaga. La Virgen
en la historia de las conversiones.
Victorino Capánaga. La Eucaristía en la historia de las conversiones.
Kund
Krogh-Tonning. El Protestantismo actual
Arnold Dunn. Ahora ya veo.
Y otras obras
semejantes.
______
1.
Acidalius (en alemán:
Havekenthal) Valens. Nacido en 1567 en Wittstock, Brandenburgo. Muerto en 1595
en Neisse. Crítico e intérprete de los clásicos latinos. Recién convertido, fue
nombrado por el Obispo de Breslau, Rector del Gimnasio de Neisse y murió
pronto. Los protestantes, según la costumbre de este tiempo, por ser convertido
a la Iglesia
católica, le presagiaron su muerte.
2.
Agricola,
Stephan.
Hijo de un monje agustino, casado al principio de la Reforma ; nacido en
Augsburg, alrededor de 1530; muerto en 1562. En 1549 era ministro protestante
en Helbra; promovió luego al grado de magister en Wittemberg, pastor en 1555 en
Merseburg, 1557 predicador de la
Catedral protestante en Naumburg. Se convirtió a la Iglesia católica en 1559
en Ingolstadt. Actividades en Roma, varios libros.
3.
Allies,
Thomas William. Nació en 1813 en Midsomer Norton (Inglaterra), hijo de un
ministro anglicano, murió en 1903 en Londres. En 1838 fue ministro anglicano,
1840 capellán del obispo anglicano Blomfield de Londres, 1842 pastor anglicano
en Launton. En 1850, después de largos estudios patrísticos, fue recibido por
Newman en la Iglesia
católica. Sus dos escritos más conocidos son The see of St. Peter y St. Peter, his name and his office. Después de su
conversión, fue profesor de Historia en la Universidad Católica
de Dublín y Secretario de la
Comisión para las escuelas para niños pobres. Su
autobiografía lleva por título: A life's
decision (1880).
4.
Amerbach, V
eit.
Nacido en 1503 en Wemding, murió en 1557 en Ingolstadt. Lleva el apodo del Primer
Convertido. Después de estudios en Ingolstadt, Freiburg y Wittemberg, a
recomendación del mismo Lutero, graduado de magistro en Wittemberg y profesor
de la Facultad
de Filosofía allí mismo; en 1541 lo nombraron para el Consistorio de
Wittemberg, que era la suprema autoridad del protestantismo luterano. Su
estudio de los Padres y de la
Tradición lo convencieron del error de Lutero, y volvió con su esposa e hijos a la Iglesia católica en 1543.
Después fue profesor de Filosofía en Ingolstadt, de mundial fama.
5.
Anderson,
William.
Nació en 1816 en Londres, murió en 1890 en Roehampton. Primero, ministro
anglicano, en Leicester; luego en París, donde, conducido por de Ravignon, se
convirtió en 1830. Sacerdote católico en 1853. De 1856-1864 fue Profesor en Dublín,
de 1856-72 Secretario de su tío el cardenal Manning; entró en 1872 en la Compañía de Jesús.
Escritor apologético de fama.
6.
Anderton,
Jacob.
Nació en 1557 en Lancashire, murió en 1618. Convertido, escribió la magnífica
obra Apology of protestants (demostrando
la verdad católica con citas de ministros protestantes) de mucha influencia
sobre los mismos protestantes.
7.
Baker, David
Augustine.
Nació en 1575 en Abergavenny, murió en 1641 en Londres. Estudiando en Oxford,
muy joven todavía, se convirtió a la
Iglesia católica, entró en la orden benedictina, en Padua e
Inglaterra. Después de algún tiempo en Francia, regresó a la “misión inglesa” y
ejerció influencia sobre el clero católico y anglicano en Inglaterra.
8.
Bauton, Tohn, (Vea el
número 126).
9.
Baunestark,
Hermann.
Nacido en 1839 en Freiburg, murió en 1876 en St. Louis (USA). Después de
estudios de teología protestante en Heidelberg y Leipzig, fue predicador en
Illinois y profesor del Seminario protestante en St. Louis, en donde el estudio
de la Biblia ,
de la historia eclesiástica y del Concilio de Trento lo llevaron a la Iglesia católica en 1870.
Con su hermano Reinhold (jurista) escribió su autobiografía “Nuestro camino a la Iglesia Católica ”
(1870).
10.
Brant,
William Lambert. Predicador, luego por breve tiempo en el Ejército de
Salvación (Salvation Army), luego en
las Assambliea of God, donde llegó a
ser Superintendente de Distrito; más tarde fue Presidente de los Ministros de
las Asambleas Pentecostales de Chicago. Previa renuncia ante el Concilio General
de estas Asambleas de Dios, se convirtió a la Iglesia católica.
11.
Beyley, James
Roosevelt.
Nació en 1814 en Rye, Nueva York, murió en 1877 en Newark. Predicador
episcopaliano, de 184041 Rector de la Iglesia de S. Pedro en Haarlem. En Roma, en 1842,
se convirtió al catolicismo y se ordenó sacerdote católico en Nueva York.
Profesor en Fordham y Secretario del Obispo de Nueva
York; desde 1853 primer Obispo católico de Newark, en donde puso los
fundamentos de esta floreciente diócesis. En 1872 siguió al obispo Spalding en
Baltimore. Su obra principal describe la iglesia católica en Nueva York.
12.
Beckedorff, George Ph. Ludolf.
Nacido
en 1778 en Hannover, murió en 1858 en Pomerania. Después de estudios de
teología protestante, medicina y pedagogía, al trabajar en el proyecto de
reunión de luteranos y calvinistas en Prusia, se convenció de la verdad de la Iglesia católica y se
convirtió con el obispo Sailer en 1827. Despachado a consecuencia de su
conversión del servicio del Estado protestante, el Rey Federico Guillermo IV lo
volvió a llamar. Es conocida su obra apologética: A los cristianos protestantes, temerosos de Dios (1840).
13.
Benson,
Robert Hugh. Nació en Berkshire en 1871, murió en 1914 en Londres. Hijo
del arzobispo anglicano de Canterbury, estudió teología en Cambridge (Trinity
College) y se convirtió al catolicismo en 1903, justificando su paso en su
famosa obra Confessions of a convert
(1928). En 1904 se ordenó sacerdote y fue nombrado Monsignor en 1911. Su obra más famosa es The lord of the world; llamó la atención por su carácter
escatológico; otra obra Come rack, come
rope describe la persecución de los católicos bajo la Reina Isabel.
14.
Bright,
Roderic.
Ministro anglicano, primero pastor en el Este de Londres, después capellán de la Marina Real y finalmente
otra vez ministro en una iglesia rural. Durante la guerra vio que los
capellanes católicos en todas partes pensaban y creían lo mismo, no importaba
su nacionalidad, mientras a él un día un marinero gritó con furia “O usted o el
párroco de mi pueblo es un mentiroso”. En su último curato no se pudo vestir de
los ornamentos, -por primera vez en once años de ministerio- porque sus
feligreses se oponían a todo lo que remotamente recordaba la iglesia católica.
Su conversión fue la consecuencia.
15.
Brownson,
Orestes Augustus. (1803·1876). Nacido en EE. UU. en el congregacionalismo,
se hizo en 1822 presbiteriano. Fue pastor universalista con ideas de puro
racionalismo. Llegó a ser incrédulo y trabajaba entonces como periodista. En
1840, como tal, solicitó la abolición del cristianismo y se hizo socialista.
Popularísimo y de mucho dinero, renunció de pronto a todo, a su popularidad e
ingresos, en 1844, cuando se hizo católico. Su autobiografía The convert (1857) le procuró el título
de buen escritor, pero en general se considera como luminosa inteligencia del
catolicismo americano.
16.
Burgen·Bayly, A. R. Ministro anglicano,
convertido en 1934. Autor de una estadística interesante sobre las conversiones
en el anglicanismo.
17.
Campello,
Conte Enrico di. Nacido en 1831, murió en 1903. Ordenado sacerdote en 1855.
Canónigo de San Pedro en 1868. Distanciado de la Iglesia católica desde el
Concilio Vaticano, se convirtió en Roma a la Iglesia Metodista.
Fundó la “Chiesa Cattolica Riformata d'Italia” la cual, a pesar del apoyo de
parte del anglicanismo y del protestantismo alemán, no prosperó; desilusionado
del protestantismo, Campello volvió al seno de la Iglesia católica.
18.
Cayet, Pierre
V. P.
Nacido en 1525 en Montrichard, murió en París en 1610. De una familia católica,
se afilió temprano al calvinismo, estudió teología en Ginebra y Universidades
Protestantes de Alemania, fue pastor en Montreuil, predicador en la corte de
Catalina de Navarra, en donde se convirtió al catolicismo, bajo la dirección
del Cardenal Duperon. En 1600 fue ordenado sacerdote católico y fue autor de
muchas obras apologéticas.
19.
Challoner,
Richard.
Nació en 1691 en Lewes, de padres presbiterianos, murió en Londres en 1781.
Convertido en el Colegio Inglés de Douai en Francia, ordenado sacerdote en
1716, fue llamado a la Misión
de Inglaterra en 1730. Llegó a ser Vicario Apostólico en 1758 en Londres,
puesto en el cual se vio muchas veces en peligro de muerte. Entre sus numerosos
escritos se destacan las obras apologéticas, como Grounds of the old religion, etc.
20.
Chapman,
Michael Andrew. Estadounidense contemporáneo, ministro episcopaliano del
ambiente “anglo-católico”, se convirtió al catolicismo, desempeñó altos oficios
en su diócesis y fue nombrado Prelado doméstico. De los motivos de su
conversión dice, describiendo el camino de muchos ministros americanos: “El
creciente desengaño en el ambiente en que se encontraban, el ir en busca de la
verdad, la convicción creciente de que sólo la Iglesia católica tiene
algo que ofrecer y que sólo el contenido de esa misma Iglesia puede satisfacer
plenamente”. Mirando hacia atrás, dijo de la iglesia a que pertenecía: “Una
iglesia que lo permite todo oficialmente, no puede enseñar nada”.
21.
Crashaw,
Richard.
Nació en Londres en 1613, murió en 1649 en Loreto. Hijo de un ministro
puritano, estudió teología y filosofía en Cambridge. Por la lectura de libros
católicos y sobre todo, las obras de Santa Teresa, se
convirtió en París a la
Iglesia católica; obtuvo un beneficio en Loreto.
22.
Dalgairns
John D.
Nació en 1818 en Guernsey, murió en Brighton en 1876. Un elemento activo del
Oxford-Movement; convertido al catolicismo en 1845 bajo la influencia de
Newman, ordenado sacerdote en Langres en 1846; más tarde Superior de los Oratorianos
en Londres. Escribió obras de controversia.
23.
Dudley, Owett
Francis.
Nació en 1882, estudió para ministro anglicano, fue ordenado en su rito en
1911. Después de tan sólo cuatro años de ministerio, se convenció de la
falsedad de las órdenes anglicanas y se convirtió en 1915 al catolicismo. En
1917 recibió el sacerdocio católico. Se dedicó con todas sus fuerzas a la Sociedad Misionera
Católica, cuyo Superior fue desde 1933. Extendió esta Sociedad hasta Australia
e hizo numerosos viajes como conocido conferencista.
24.
Dunkin,
Leslie E.
Educado en la opinión de que el cielo estuviese reservado a los baptistas, pero
viendo las 12 ó 15 divisiones de la
Iglesia baptista y las de las demás iglesias protestantes,
sólo sintió tormentos mientras ejercía su ministerio baptista. En la iglesia
católica encontró la paz. Es estadounidense.
25.
Egleheart,
Clinton.
Arcediano, anglicano convertido.
26.
Eisengrein,
Martin y Juan. Hermanos; nacido el primero en 1535, murió en 1578.
Estudió teología protestante en Tuebingen, Ingolstadt y Viena, se convirtió en 1558 a la Iglesia Católica ,
para ordenarse después sacerdote. Párroco, Profesor, predicador en la corte de
Alberto V, orador de gran quilate, gran apologista, sin gustarle el altercado
controversista, autor de numerosas obras.
27.
Cosa igual podría decirse de su hermano Juan
(muerto en 1608), canónigo en Passau después de su conversión. Vicario General
en Regensburg.
28.
Faber,
Frederick William. Nació en 1814 en Calverley, murió en 1863 en
Londres. Ordenado ministro anglicano en 1839 y pastor en Etan en 1843. Las
dudas acerca de su iglesia lo llevaron al “tractarianismo”, y siguiendo sus
investigaciones, se convirtió en 1845
a la
Iglesia católica, en la cual se ordenó sacerdote en 1847,
causando su conversión otras en masa en su parroquia de Cotton. Fundó en 1849
el Oratorio en Londres, desde donde publicó numerosos estudios ascéticos. Sus
himnos religiosos gozan de aprecio aún entre los protestantes.
29.
Farlene-Barrow,
Mac.
Durante casi 18 años desempeñó el ministerio anglicano en Escocia. Atormentado
tanto por dudas de su fe como por el miedo del futuro (pues era casado y tenía familia) vaciló mucho antes de convertirse. Su propio Obispo leyó
desde el púlpito la noticia de la conversión de su párroco a sus feligreses. Un
clérigo amigo le dijo después de su conversión: “Eres un judas Iscariote”, y
cuenta sonriendo Farlene “ahora él también es católico”.
30.
Farmer,
Francis X.
Nació en 1877 en Georgia; desde 1898 estudió teología metodista en Nashville,
Vanderbilt University; a través de la Christian and Missionary Alliance pasó a ser
misionero en China, a donde llegó en 1901. Su idea sobre la Iglesia católica era ésta.
“Yo consideraba la Iglesia
católica un poco mejor que el paganismo, un culto corrompido y supersticioso”.
A su paso por Roma no quiso tomar parte, como sus colegas, en una audiencia
papal. Largos estudios, sobre todo la convicción de la desunión en sectas, del
protestantismo, lo llevaron en 1915
a abjurar el error y encontró la verdad en la Iglesia católica.
31.
Fitzpatrick,
Francis Joseph. Siendo predicador metodista, después de los pertinentes
estudios para ello, se ofuscó continuamente por las grandes divergencias entre
el fundamentalismo y el modernismo en todas las iglesias protestantes, y llegó
a la conclusión: “Yo deseo un cristianismo total o nada”. Esta sinceridad lo
llevó adelante en sus estudios hasta que se convirtió al catolicismo en 1936
para ordenarse sacerdote unos años después.
32.
Fortescue,
Hadrian.
Nació, hijo de un ministro anglicano, en 1874, murió en 1923 en Lechworth. En
su conversión le ayudaron sus estudios y la formación de la casa cural
anglicana; se ordenó sacerdote católico en 1898, llegó a ser Consultor de la S. Congregación
Romana pro Ecclesia Orientali.
33.
Franck,
Kaspar.
Nació en Meissen en 1543, murió en 1584 en Ingolstadt. Ejerció cátedras de
teología; en 1568 se convirtió al catolicismo, año en que también recibió la
ordenación sacerdotal, para desempeñar después distintos curatos. En algunos
escritos justificó su conversión, en otros disputó con los teólogos
protestantes.
34.
Fromm,
Andreas.
Nació en 1621 en Ruppin, murió en 1683 en Praga. Deán protestante, consejero
consistorial en Coelln. Por sus diferencias con la teología protestante dimitió
sus puestos, se convirtió en Praga en 1668 y se ordenó sacerdote. Llegó a ser deán
rural en Kamnitz y canónigo en Leitmeritz. Fue un predicador muy ilustrado y
solicitado.
35.
Froude, Richard H. Nació en 1803 en
Darlington, murió en Oxford en 1836. Newman lo consideró hombre de altísima
intelectualidad y de buena formación en todos los campos de ciencia. Con su
especial aprecio de una religión concreta y con una estructura inmanente, se
separó de la iglesia anglicana y a él se debe gran parte de la simpatía que
gozó el Oxford Movement, la tradición, el celibato, la devoción a la Virgen y a los santos, la
misa, la confesión, etc. Un viaje a Italia lo hizo titubear en el camino, pero
no cabe duda de que se estaba orientando más y más hacia el catolicismo.
Después de su muerte se encontró sobre su escritorio un breviario romano muy
desgastado.
36.
Fry, Penrose. Ex-ministro
anglicano convertido en 1929.
37.
Gfoerer,
August Friedrich. Nació en 1803 en Calw, murió en 1861 en Karlsbad. Después
de haber desempeñado varios puestos de enseñanza de teología protestante y
haber escrito obras que revelan todavía su racionalismo protestante, se
convirtió a la Iglesia
católica durante la lucha que ésta sostuvo en Badenia por sus derechos
innegables. Después de su conversión que la hizo con toda su familia, se dedicó
al estudio de la historia, dejando numerosas obras de esta materia.
38.
Gorman, W. T. Ministro
anglicano, consideró como es corriente, su iglesia una “rama” (branch) de la
iglesia católica, igualmente que la romana y la ortodoxa. Mas sus dudas acerca
de la unidad, santidad, apostolicidad y catolicidad que debe mostrar la
verdadera Iglesia de Cristo, no lo dejaban en paz hasta que resolvió adherirse
al catolicismo donde únicamente se hallan estas señales.
39.
Green, Hugo, mártir
inglés. Nació en 1584 en Londres, fue sentenciado por su fe católica a la cual
se había convertido en 1610, en Dorchester en 1642. Había sido Baccalaureo en
Cambridge; después de su conversión entró en el seminario Inglés en Douai y
trabajó como sacerdote en medio de continuas persecuciones en Inglaterra.
40.
Hassert,
Johann Rudolf. Nació en 1813 en Sajonia, murió en 1902 en Graz. En Jena
estudió teología protestante y desempeñó varios puestos de ministro luterano.
Después de estudios profundos se convirtió a la Iglesia católica, dejando
testimonio de sus motivos en una obra escrita. Más tarde se ordenó sacerdote
católico.
41.
Hawks, Edward y compañeros. Nació en
Inglaterra, estudió en el Canadá teología anglicana, se convirtió en 1908 “año
de crisis” para la iglesia episcopaliana de los EE. UU., porque en este año
culminó en ella un movimiento semejante al de Oxford aunque no de las mismas proporciones.
Partiendo este grupo del ideal del celibato para el clero, y reconociendo la
estabilidad dogmática de la
Iglesia católica, primero trataron de imitar una vida
católica dentro de su iglesia, esperando para el futuro un acercamiento y
conversión en masa. Cuando estas esperanzas no se realizaron pronto, empezaron
a convertirse en pequeños grupos; por causa de su amor al celibato casi todos
estaban en condiciones de recibir sagradas órdenes en la Iglesia católica. Son estos ministros del año de 1908 los siguientes: Hawks, Edward, James
Mary Bourne, Sigourney Fay, Russel Wilbur, John G. Ewens, William McGarvey,
Maurice Cowl, William Harward, William McClellan, Charles E. Bowles, Otho
Gromoll, Edgar Cowan, Henry Jost, James A. Raker, Louis Small, Henry R.
Sargent, Francis Mc Fettrick, Don Delany y Lewis Wattson. Con ellos se convirtieron hasta conventos enteros episcopalianos de
monjas, como el de St. Mary de Peekskill.
63.
Hurter,
Friedrich von. Nació en 1787 en Schaffhausen, murió en Graz en 1865.
Ministro protestante; como tal ya gozaba de mucho prestigio en la Curia Romana.
Renunció a sus oficios y a su religión protestante, para convertirse en Roma en
1844. Dejó muchas obras históricas sobre los papas, emperadores católicos y la
situación de la Iglesia
católica en su época.
64.
Jess, J.
Lloyd.
Nació en Nueva Escocia, pertenecía a los Testigos de Jehovah. Escéptico e
insatisfecho, pasó a hacer estudios universitarios en el Union Theological
Seminary en Nueva York; de fama racionalista y liberal. El Consejo de Misiones
Rurales de su secta le negó un curato por sus opiniones liberales. Más tarde
administró una parroquia en British Colombia. En 1952 se convirtió al
catolicismo. Le ayudó mucho en sus estudios un libro autobiográfico del
ex-ministro protestante W. E. Orchard.
65.
Young,
Adalbert.
Vino de una familia religiosamente indiferente de los EE. UU., pero después de
tomar parte en la guerra se hizo ministro protestante y pasó a trabajar en las
Misiones de Oriente. De vuelta a su tierra, prosiguió estudios en una Universidad donde se inscribió en el Anglo-Catolicismo. Durante sus
estudios, examinando nuevamente el dogma y la historia de las Iglesias llegó a
la conclusión de que “la
Iglesia católica podía demostrar la afirmación de ser la
maestra infalible de Dios sobre la tierra”. Hoy, dos de sus hijos estudian para
sacerdotes en un seminario católico.
66.
Ives, Levi
Silliman.
Nació en 1797, ministro y después Obispo episcopaliano en los EE. UU., murió en
1867. Bajo la influencia del Oxford Movement, fundó en Carolina Norte la
“Sociedad de la Santa Cruz ”
en la cual clérigos y laicos vivían monásticamente. Sus tendencias católicas
fueron rechazadas por las autoridades episcopalianas, e Ives se convirtió en
1852 de Obispo en simple seglar “para tener la paz de conciencia y la salvación
del alma”. Con él se convirtió su esposa, hija del Obispo protestante Hobart.
67.
Kinsman,
Frederick Joseph. Obispo de la
Iglesia episcopaliana que al hacerse católico, envió al Sumo
Pontífice en homenaje y sumisión, la insignia de su dignidad episcopal. Esto
sucedió en 1919.
68.
Klopp, Onno. Nació de
una familia protestante de profunda religiosidad en 1822 en Leer, murió en 1903
en Penzing. Su escrupulosidad en sus innumerables estudios históricos y sus
estudios de teología protestante lo llevaron con toda su familia en 1873 a la Iglesia católica. Se puede
decir que revisó muchísimos puntos de la historia del protestantismo (sobre
Tilly, el Rey Gustavo Adolfo de Suecia, María Stuart, etc.).
69.
Knecht,
Friedrich Justus. Nació en 1839 en Bruchsal, murió en 1921 en Freiburg.
Convertido después de sus estudios a la Iglesia católica en 1855, se ordenó sacerdote en
1862 y llegó a ser Obispo Auxiliar de Freiburg. Su Comentario sobre la historia bíblica es mundialmente conocido.
70.
Krattmann,
Hermann, O. P. Nació en Dinamarca, murió en 1704 en París. Después de sus
estudios de teología protestante, se convirtió en París y como religioso
trabajó por la conversión de sus compatriotas daneses de los cuales alcanzó a
convertir más de 200. Publicó un catecismo en danés.
71.
Krogh-Tonning,
Knud Karl.
Nació en 1842 en Stathelle en Noruega, murió en 1911 en Oslo. Ministro
protestante y Profesor de Teología, dejó escrita una dogmática protestante en cinco
tomos con concienzuda explotación de la tradición cristiana. Abdicó su
ministerio y se convirtió en 1900 en Aarhus en el Convento de los Jesuitas. Su
obra De gratia et libero arbitrio (1898) ya reveló la rectificación de sus ideas protestantes. Sus
memorias se intitulan En Konvertits
Erindringer. (Kopenhagen, 1906).
72.
Lacy, John A. Pastor
presbiteriano de los EE. UU., formado en el Seminario en teología, graduado summa cum laude, luego pastor en Texas,
donde las dudas lo hicieron vacilar en su fe protestante. Entró por varios
años, dejando su familia previo acuerdo con su esposa, en un convento anglicano
en California. Pasando por el Ejército de la Salvación y la Christian Science
se acercó a la Iglesia
católica. En ella fue recibido con toda su familia, convertida por él con el
piadoso rezo del Santo Rosario.
73.
Laemmer, Hugo. Nació en
1835 en .Allenstein, murió en 1918 en Breslau. Estudió teología protestante en
Koenigsberg, Leipzig y Berlín. Pero un viaje a Italia donde conoció de cerca la Iglesia católica, lo
convirtió a ella a su regreso a Braunsberg (1858). Describió su conversión y
los motivos de ella en Misericordia Domini;
en 1859 fue ordenado sacerdote, siguió estudios en Roma, fue Subdirector del
Seminario en Braunsberg; más tarde Consultor de la Congregación Romana
por Ecclesia Orientali; empleó sus últimos años como profesor de Dogmática,
Derecho canónico e historia eclesiástica en Breslau. Como a uno de los primeros
se le dio permiso de usar los archivos vaticanos, dejó numerosas obras en los
campos cultivados en sus estudios.
74.
Lindsay,
Georg Cloin. Nació en 1819 en Muncaster Castle, hijo de una familia
noble (de los Condes de Crawford), murió en 1892 en Londres. Entusiasta
anglicano en predicación y obras escritas, fue presidente de English Church
Union hasta 1867. Newman lo recibió en 1868 en la Iglesia Católica.
Son obras conocidas de su tiempo católico: The
evidence for the Papacy y De Ecclesia et Cathedra.
75.
Lippert,
Rudolph.
Nacido en Illinois, hijo de un ministro protestante, con numerosos pastores
entre sus familiares, convertido en 1914 al catolicismo. Motivo para su
conversión eran sus observaciones sobre el “enjambre de sectas protestantes”
que “instalan en el púlpito la tambaleante incertidumbre doctrinal” formando
una “masa amorfa de las confesiones protestantes en ininterrumpida sucesión y
separación”.
76.
Lucas,
Frederick.
Nació en 1812 en Londres, murió en Staines en 1855. Hijo de un Quácero, se
convirtió a la Iglesia
católica en 1839 para fundar la famosa revista Tablet. Miembro del parlamento inglés.
77.
Manning, Cardenal Henry Edward.
Nació en Totteridge en 1808, murió en Londres en 1892. Se dedicó después de una
juventud superficial al estudio de la teología anglicana, llegando por este
camino ad veritatem et ad seipsum.
Ordenado ministro anglicano en 1832, desempeñó varios curatos, enviudó y fue
sucesor de Newman en Oxford. Fuerte luchador contra Roma hasta que se
desilusionó de la iglesia anglicana y “forzado por la razón lógica” se
convirtió en 1851 a
la Iglesia
católica. Ordenado sacerdote, llegó a ser arzobispo de Westminster. Su
orientación social, confirmada luego por las Encíclicas de León XIII (Rerum Novarum, etc.) le abrió campos
fértiles para sus actividades.
78.
Marshall,
Thomas William. Nació en 1818 en Greenwich, murió en 1877 en Surbiton.
Ministro anglicano, se hizo tractariano, pero luego se convirtió con su esposa
en 1845. Inspector de escuelas católicas, hizo frecuentes viajes a los EE. UU.
y se destacó como publicista con preferencia por cuestiones misionales (China,
Sur de India, etc.).
79.
Merz, Philipp
Paul.
Nació en Augsburg, donde murió en 1754. Después de sus estudios para ministro
protestante se convirtió a la
Iglesia católica en 1725, se ordenó sacerdote y como tal
contestó a sus furibundos ex-colegas con un escrito que lleva por título: Así como se grita selva para dentro, así
contestará el eco.
80.
Morris, John,
S. J.
Nació en 1826 en la India
inglesa, murió en 1893 en Wimbledon. Sus estudios no lo afirmaron en sus
creencias anglicanas, sino lo llevaron en 1846 a la Iglesia católica. Ordenado
sacerdote, fue Vicerrector del Colegio Inglés en Roma, Secretario de los
cardenales Wiseman y Manning, después jesuita (1867) y autor de numerosas obras
ascéticas e históricas.
81.
Murdick, Olin
J.
Nacido de una familia metodista, estudió en el Chicago Theological Seminary en
1940, pero sus estudios lo llevaron paso por paso hacia la Iglesia católica. Habiendo
ejercido su ministerio metodista en Washington ya por algún tiempo, un día
exclamó: “Yo creo que la
Iglesia católica es la verdadera Iglesia” a lo cual sus
colegas sólo pudieron contestar: “Olin, de creer esto, debes hacerte católico,
si quieres salvar tu alma”. En 1948 se ordenó sacerdote católico.
82.
Narayan, J.
Stephan.
Nacido en Caylán de familia hindú, se convirtió primero al protestantismo en
1916 y fue clérigo anglicano. Tuvo gran influencia sobre él un ministro
anglicano, H. C. E. Zacarías quien ingresó en la Iglesia católica,
despertando nuevas dudas en su amigo Narayan. “Al leer la nueva encíclica papal
(la que declaró inválidas las ordenaciones anglicanas) sobre la unificación, el
espíritu de Roma me llenó de admiración. En este escrito vi la firmeza y
decisión con que la Iglesia
primitiva velaba por la pureza de la doctrina”. En 1928 se convirtió con su
esposa a la Iglesia
católica; hoy es profesor en un colegio en Caylán y Secretario del Catholic
Press Committee.
83.
Newmann, John
Henry.
Nació en 1801 en Londres, murió en 1890 en Birmingham. Nació hijo de un masón,
pasó por las diferentes corrientes de la Iglesia anglicana, ordenándose ministro en ella
en 1824, fue párroco y predicador de Universidad. Se convirtió a la Iglesia católica en 1845
para llegar a ser uno de los conversos más famosos e influyentes. En 1847 fue
ordenado sacerdote católico, fundó varios Oratorios, abrió la Universidad Católica
en Dublín y León XIII, nombró al simple sacerdote Cardenal (“il mio
cardinale”). Considerado como católico liberal, se elevó en estas duras pruebas
no sólo a una santidad personal extraordinaria, sino profundizó con sus
estudios y ejemplo de una manera implacable y efectiva el problema dentro de la Iglesia anglicana. El
Oxford Movement significa todavía hoy para muchos ministros anglicanos:
Wittemberg o Roma”.
84.
Nielsen,
Laurentius, S. J. Nació en 1538 en Oslo, murió en 1622 en Wilna.
Primer jesuita de entre los escandinavos, convertido en Loewen en 1560, para
dedicarse a la conversión de sus compatriotas, por lo cual fue expulsado de
Suecia y Dinamarca. De sus obras se conocen sobre todo dos apologéticas: Confessio christiana de via Domini y De reformatione religionis christianae.
85.
Nihus,
Bartoldus.
Nació en.1590 en Hannover, murió en 1657 en Erfurt. Estudió teología
protestante, pero a consecuencia de tales estudios se convirtió al catolicismo
en Koeln en 1622. Se ordenó sacerdote, luego se hizo Premonstratense (fue Abad)
y llegó a ser Obispo Auxiliar para Sajonia y Turingia. Escribió en defensa de
su conversión el Apologeticus y otras
obras de carácter dogmático (sobre la misa, la comunión, etc.).
86.
Northcote,
James Spencer. Nació en Devonshire en 1821, murió en Stafford en 1907.
Durante sus estudios de teología anglicana, Newman tuvo fuerte influencia sobre
él; ministro anglicano, abdicó a su puesto en 1847 y se convirtió con su esposa al catolicismo. Se dedicó en Roma a estudios arqueológicos (sobre
las catacumbas). Después de la muerte de su esposa, fue ordenado sacerdote en
1855, volvió a Inglaterra donde fue Presidente del Ascott College y Canónigo en
Birmingham.
87.
Nutting,
Willis D.
Se hizo ministro anglicano, simpatizando en su religión con el
“anglo-catolicismo”. Trabajó en las Antillas Inglesas y en Colorado. Se dio
cuenta que su religión era tan sólo “un examen individual” y empezó a buscar la
verdadera Iglesia cristiana, convirtiéndose a la católica en 1930. Estudió
filosofía, casó en 1933 y es profesor de Historia en la Universidad Notre
Dame; por lo demás se dedica a esfuerzos de volver a traer las gentes al campo.
88.
Oakeley,
Frederick.
Nació en Shrwesbury en 1802, murió en Islington en 1880. Tractariano y ministro
anglicano con acentuado interés en la renovación cultual de la High
Church. Depuesto en 1845, se hizo en el mismo año
católico, y dos años después fue ordenado sacerdote. Fue canónigo en Islington.
89.
Orchard, W.
E.
Antiguo pastor protestante en Londres, convertido escribió varias obras, entre
ellas su autobiografía, de mucha influencia sobre otros vacilantes en su
iglesia (cfr. nro 64).
90.
Oertel, Juan
Diego M.
Nació en 1811 en Ansbach, murió en 1882 en Jamaica, Long Island. Como ministro
protestante emigró a los EE. UU. en 1837, pero sintió fuerte repulsión por las
continuas divisiones en las Iglesias protestantes y se convirtió a la Iglesia católica en Nueva
York en 1840. Fundó un periódico católico en Baltimore en cuyas páginas explicó
y defendió con humor agradable la doctrina católica, sin tener jamás ni entre
los heterodoxos enemigos.
91.
Paceus
(Hartung) Valentin. Nació en Geisa, murió asesinado en 1558.
Ministro protestante, profesor y predicador en Leipzig, se convirtió en 1557
conducido por su amor a la
Patrística , a la
Iglesia católica.
92.
Palmer,
William.
Nació en 1811 en Mixbury, murió en 1879 en Roma. Como teólogo anglicano,
simpatizó con el Oxford Movement. Buscó largos años la verdad religiosa en la Iglesia Ortodoxa
(varios viajes a Rusia, Constantinopla, Palestina, Asia Menor) hasta que por
fin en 1854 se convirtió en Roma al catolicismo. Dejó numerosos estudios
ecuménicos.
93.
Persons,
Robert, S. J. Nació en 1546 en Somersetshire, murió en 1610 en Roma.
Después de sus estudios en Oxford, se convirtió en Roma y entró en la orden de
San Ignacio. Disfrazado como simple soldado,
volvió a Inglaterra y convirtió a muchos de los que por el terror habían
apostatado. Tuvo que fugarse de Inglaterra, pero de distintos lugares siguió
sus esfuerzos por la reconversión de su tierra natal.
94.
Peterson,
Erik.
Más de veinte años de estudios, según dice en su autobiografía, en teología
protestante, pero al fin, viendo la ineficacia y la desastrosa desunión del
protestantismo, se convirtió a la
Iglesia católica. “Lo que he hecho, por consiguiente lo hice
constreñido por mi conciencia y por no ser rechazado por Dios. Quien me juzgue
ahora, sepa que apelaré de su juicio al juicio del mismo Dios” dijo a los
teólogos alemanes de la época presente. Era discípulo de Harnack. Nació en
Hamburgo en 1890, se convirtió en 1930 en Roma.
95.
Petri,
Winfried.
Nacido de una familia de pastores protestantes, absolvió estudios académicos en
Berlín, donde estuvo después de profesor de Teología Sistematizada en el
Seminario Teológico. De la
Iglesia protestante se separó para no pertenecer a ninguna iglesia.
Sus estudios de religión comparada lo llevaron al fin otra vez al cristianismo,
pero dentro de la Iglesia
católica. Hoy es obrero en unas minas en Schillersee, Alemania.
96.
Preuss,
Eduard.
Nació en 1834 en Koenigsberg, murió en 1904 en St. Louis. En 1869 fue Profesor
de Teología protestante en St. Louis; se convirtió en 1872 y dirigió el
periódico Católico América. Escribió
una obra para alabar a la
Inmaculada.
97.
98- Price, James, (William C. Kernan). En 1925 entró a estudiar teología en el Colegio
Episcopaliano de Camridge, Mass. Fue nombrado después de su ordenación
Coadjutor en Scarsdale; luego, de 1935 en adelante, fue párroco allí, hasta el
día de su abjuración a la herejía en 1953. Durante su búsqueda se dio cuenta de
“que sólo la iglesia de Roma dice poseer las características que yo entonces
concluí eran esenciales a la
Iglesia por su misma naturaleza”. Sus frecuentes viajes a
Hispanoamérica le ayudaron con la observación de la vida católica. Un año
antes, otro ministro episcopaliano, William C. Kernan, se había convertido al
catolicismo. Este amigo le regaló un rosario del cual Price cree lo salvó en
una tempestad sobre el Pacífico.
99.
Robinson,
Félix G.
Proviniendo de una familia luterana de los EE. UU. estudió en el Seminario de
Gettysburg y ejerció como ministro casado su religión en Nueva York y otros
lugares. Con toda su familia, obrando él, su esposa y sus hijos mayores de edad cada uno con plena libertad, se convirtieron al catolicismo.
Los motivos que los llevaron a este paso, los enumera así: “La incapacidad
protestante para alcanzar la unidad doctrinal; el negarse a aceptar que la
autoridad divina tiene derechos en el campo de la conciencia y obediencia, la
ausencia de todo deseo de confesión privada y de comunión frecuente. Una amplia
zona entre la indiferencia y la hostilidad hacia el culto litúrgico o cualquier
clase de culto”.
100.
Roloff, Ernst
Max.
Nació en 1867 en Fuerstenberg, murió en 1935 en Berlín. Estudió teología
protestante y otras ciencias en varias universidades, viajó mucho, y así con
ojos abiertos a la verdad, se convirtió en 1899 al catolicismo. Después de su
conversión escribió sobre temas pedagógicos y fue conocido publicista.
101.
Ruegg, Johann
Jakob.
Nació en 1623 en el Distrito de Zuerich (Suiza), murió en 1693 en Luzerna.
Predicador calvinista y deán de reconocida conducta y general aprecio. Siendo
ministro en Stadel, se convirtió a la Iglesia católica en 1676, paso que justificó
públicamente en una carta abierta a la ciudad de Zuerich. Publicó varias obras
católicas.
102.
Rush, William
R.
Nació en 1901 en los EE. UU. y fue ordenado después de sus estudios
episcopalianos en el Gran Theological Seminary de Nueva York en 1929, clérigo
en su iglesia. Lleno de dudas por las contradicciones entre los autores y
profesores fundamentalistas y modernistas y aún entre los obispos de su
iglesia, buscando como dice “no el caos y la confusión, sino la verdad y lo
concreto”, ejerció sin embargo diez años su ministerio, hasta que se vio
obligado a dar el paso definitivo de conversión en 1939. Fue ordenado sacerdote
católico en 1945.
103.
Sabatier,
Paul.
Nació en 1858 en Ardeche, murió en 1928 en Strassburg. Aunque no llegó a
afiliarse a la Iglesia
católica exteriormente, lo registramos por su famosa palabra: “Mi corazón es
católico, mi mente racionalista”, y por sus famosas obras en sentido católico:
sobre todo sobre San Francisco de Asís. Era profesor de la Facultad de Teología
Protestante.
104.
Schoppe
(Scioppius) Kaspar. Nació en 1576 en Neumarkt, murió en 1649 en
Padua. Después de sus estudios teológicos, se convirtió al catolicismo en 1598
y de ahí en adelante fue empleado en varias misiones diplomáticas. Publicista
de gran fama en los tiempos de la
Guerra de los 30 años. En De
migratione sua ad catholicos libellus, describió proceso y motivos de su
conversión.
105.
Scott, William. Nació en 1578 en
Wollston Hall, murió en 1610 como mártir de su fe en Inglaterra. Beatificado en
1929. Después de sus estudios en la religión anglicana, fue convertido por un
amigo católico; en 1610 ordenado sacerdote, entró en la orden benedictina en
Sahagún, regresó a su tierra natal y murió como mártir en forma horrorosa.
106.
Sherwin,
Ralph.
Nació por ahí en 1550 en Derbyshire, murió, como el anterior, mártir de su fe
católica a la cual había convertido durante sus estudios anglicanos en Oxford.
Ordenado sacerdote en 1577, regresó para ayudar en la tarea de la reconversión
de los católicos apóstatas durante la cruel persecución.
107.
Smith,
Enrique Hort. Abrazó la fe católica en la capilla del Convento de San
Juan en Londres, hasta entonces ministro anglicano que pertenecía a la Sociedad de San Juan
Evangelista de la que fue provincial durante tres años. (Catolicismo, nro 173
de 21 de noviembre de 1958).
108.
Sokolskij,
Joseph.
Nació en 1786, no se sabe el año de su muerte. Presidió como Abad la delegación
de más de dos mil búlgaros en 1860 quienes se adhirieron en Constantinopla a la
fe católica. Pío IX lo consagró arzobispo en Roma; se pierde su pista en
Constantinopla donde a su regreso el embajador ruso lo hizo secuestrar, con lo
cual el movimiento incipiente de reunión fue herido mortalmente.
109.
Starck,
Johann August. Nació en 1741 en Schwerin, murió en 1816 en Darmstadt.
Después de sus estudios de teólogo, se convirtió en París en 1766 al
catolicismo, paso que sin embargo ocultó durante toda su vida. Una vez regresado
a su tierra y frente al rumor de haberse pasado a la Iglesia católica, escribió
obras apologéticas en cuyas discusiones la religión católica vence con sus
argumentos. Sostiene en ellas, que los protestantes, si no quieren verse
barridos por el naturalismo, no les queda otro remedio que regresar a Roma.
110.
Stevenson.,
Joseph, S. J. Nació en 1806 en Berwick (Escocia, murió en 1895 en
Londres. Ministro anglicano por más de 20 años, se convirtió en 1863. Ordenado
sacerdote en 1872, trabajó por encargo del gobierno inglés en los Archivos
Vaticanos. Jesuita desde 1877, escribió muchas obras sobre la historia
eclesiástica de su tierra escocesa.
111.
Stoddard, J.
L.
Nacido en el calvinismo puritano, como cuenta en su autobiografía Rebuilding of a lost faith, se dedicó a
estudios de teología y Biblia. Confundido, buscando la verdad, llegó a decir con Lelantone: “Todas las aguas del Elba no podrían darme
lágrimas suficientes para llorar las miserias causadas por la Reforma ”. Fue retenido en
sus dudas hasta muy tarde. Por fin fueron recibidos él y su esposa en la Iglesia católica.
112.
Thamer,
Theobald.
Nació a principios del siglo XVI en Alsacia, murió en 1569 en Freiburg.
Discípulo del mismo Lutero y de Melanchton, en 1540 Profesor de Teología
protestante en Frankfurt/O, predicador en Marburg, iglesia de Sta. Isabel. Su
opinión que la fe sin obras no justifica, le mereció su destitución, y en Roma
en 1554 se convirtió a la
Iglesia católica; luego fue profesor de dogmática católica en
Freiburg.
113.
Thieme, Karl. Nacido en
Alemania, estudió Filosofía, Historia y Teología evangélica, sin ejercer, sin
embargo, ministerio alguno. En 1926 ingresó en la Asociación
Episcopal-Ecuménica. Editó una revista internacional Orientación religiosa y publicó un
estudio Cristianos evangélicos alemanes
de camino hacia la Iglesia
católica. Se convirtió después de grandes luchas al catolicismo; dice que
los dos enemigos terribles de la verdad son: la ignorancia en que normalmente
se educan los protestantes alemanes acerca de la Iglesia católica; y más
todavía el sentimiento antirromano,
herencia de la Reforma.
114.
Thomson, Paul
van K.
Nacido en loa EE. UU., cursó estudios en el Colombia College y se ordenó
clérigo en 1940. En 1943 prestó sus servicios como capellán de la Flota Americana en
el Pacífico. Después de la guerra tuvo a su cargo algunos curatos en Newark y
Rhode Island; fue rector de la
Iglesia episcopaliana en Providence. Un viaje a Inglaterra
para asistir a un Congreso Internacional Protestante de sacerdotes con el fin
de estudiar la unificación de la cristiandad, lo animó con sus resultados
negativos a convertirse con toda su familia a la Iglesia católica en 1949.
“Salí de Inglaterra con la absoluta seguridad de que Cristo no iba a
fundamentar la unidad de su Iglesia sobre unos cuantos acuerdos y conclusiones
de aquel Congreso Internacional. La había ya fundamentado sobre la roca
inquebrantable de Pedro”.
115.
Ulenberg,
Kaspar.
Nació en 1549 en Lippstadt, murió en 1617 en Koeln. Estudió en Wittemberg y a
causa de sus profundos conocimientos, se convirtió en 1572 a la iglesia católica
en Koeln. Tradujo la Biblia
(la famosa de Mainz) y se conoce su obra imparcial: Historia de vita, etc., praedicantium
Lutheranorum.
116.
Vanderpool, James A. Nacido en Kentucky de
una familia que contaba con varios ministros metodistas, estudió en el General
Theol. Seminary en Nueva York, para dedicarse luego a su ministerio. Pero
viendo las eternas discusiones entre las distintas ramas de teología
protestante (High y Low Church) se
preguntó: “¿Es ésta la unidad y armonía que uno anda buscando?” y empezó a
dudar de la validez de su sacerdocio. La fe en la presencia real de Jesús en la
comunión y una fervorosa devoción a María fueron las grandes ayudas en su
camino a Roma. Se ordenó sacerdote católico.
117.
Vernon, Cecil
Johnson.
Ministro anglicano, quien desde 1925 luchó afanosamente por encontrar la
verdad, la que sintió por primera vez al estar en Lisieux. Describió su camino
y su lucha contra prejuicios nacionales y doctrinales en su libro One Lord-one Faith.
118.
Volusiius,
Adolf G.
Nació en 1617 en Hanau, murió en 1679 en Mainz. Igual a su padre, ministro
calvinista, se convirtió después de abundantes lecturas en 1640 a la Iglesia católica; estudió
en Roma en el Germanicum, fue párroco católico en varios lugares, llegó a ser
Obispo Auxiliar de Mainz. Escritor famoso de obras catequísticas y de
organización eclesiástica.
119.
Wagner,
Liborius.
Nació en Muehlhausen en 1593, murió en 1631 en Schonungen, asesinado por los
suecos protestantes. Estudió teología en Leipzig, Gotha y Strassburg. Lleno de
dudas sobre su fe protestante, comenzó estudios católicos en Wuerzburg y se
convirtió allí al catolicismo. Ordenado sacerdote en 1625 se puso a trabajar
por la conversión de una parroquia que se había entregado a la herejía. Sorprendido
por los suecos en la Guerra
de 30 años, no quiso negar su fe y pagó su fidelidad a ella con su vida.
120.
-121 Walemburch, Adrian y Peter. Ambos famosos
teólogos protestantes de Rotterdam; se convirtieron a la fe católica, ocuparon
altos cargos eclesiásticos y trabajaron con moderación y prudencia en sentido
ecuménico. Consiguieron la conversión del Lantgrafe de Hessen y de su esposa,
en 1752. Dejaron muchas obras apologéticas de gran valor.
122.
Wansleben,
Johann Michael. Nació en 1635 en Erfurt, hijo de un ministro protestante,
murió en 1679 en Fontainebleau. Empleado por su Soberano en trabajos misionales
(Abesinia) se convirtió en Roma, volvió a viajar al Oriente, luego párroco en
Fontainebleau, donde murió.
123.
Ward, William George. Nació en 1812 en Londres,
murió allí en 1882. Anglicano, ganado para la fe católica por Newman en 1845.
El Cardenal Wiseman lo nombró profesor de dogmática en Ware. A pesar de un
estilo a veces intolerante, conservó siempre grandes amistades en el
anglicanismo (Tait, Stanley, Tennyson). Antes de su conversión escribió la obra
Ideal of a Christian Church en que
indicó ya la Iglesia
católica, basándose en la tradición, como Iglesia ideal.
124.
Westerberg,
Albert F.
Sueco de nacimiento y de una familia luterana se convirtió a la Iglesia Baptista
y en ella fue ordenado vicario. A los 26 años emigró a los EE. UU. en donde
trabajó en su ministerio. Al tomar clases de religión católica, inducido por
sus dudas, rectificó todos los prejuicios contra la Iglesia. Una vez
convertido se quejó de la intolerancia de sus antiguos amigos que ahora “todos
lo consideraban un encarnizado enemigo”. Siendo casado, pasó a trabajar en la Liga de San Ansgario entre
los católicos escandinavos de los EE. UU.
125.
Whitton,
Thomas.
Vino de la Iglesia
anglicana, en la cual simpatizó con los anglo-católicos. Formado en la Universidad de
Cambridge, administró varias parroquias, pero en 1930 le vino un impulso hacia
el catolicismo por causa de la
Conferencia de los Obispos Anglicanos de Lambeth, tenida en
este año. A consecuencia escribió su libro The
necessity for catholic reunion y mandó a su obispo su renuncia a una
iglesia “que no se mantenía fiel a las doctrinas fundamentales y a la moral y
que no podía disuadir a nadie de su propósito de hacerse católico romano.
126.
Wiiliamson,
Hugh Ross.
Ministro anglicano, conocido también como historiador, conferencista de radio y
escritor de piezas teatrales. Se convirtió con varios otros ministros (en total
se convirtieron en 1957, 27 ministros anglicanos) a la Iglesia católica. Resolvió
dar este paso después de que la
Conferencia de los Obispos anglicanos igualó sus ordenaciones
a los simples nombramientos de ministros en las demás sectas pequeñas en el Sur
de la India. Dijo :
“Ahora sí veo claramente que la “santa, católica, apostólica iglesia” que
profesaba en el Credo, es única y exclusivamente la Iglesia de Roma” y no las
300 sectas protestantes que existen en Inglaterra. Al lado de él podríamos
mencionar al ex-ministro anglicano Barton, John, quien pertenece hoy a causa de
sus conocimientos bíblicos a la Commissio Pontificia Bíblica.
127.
Winslow,
Jakob.
Nació en Dinamarca (Odensee) en 1669, hijo de un ministro protestante, murió en
1760 en París. Después de sus estudios de teología protestante, se convirtió en
París bajo la influencia de Bossuet al catolicismo. Practicó en Francia la
medicina que también había estudiado, fiel a la Iglesia aún en los tiempos
cuando el Jansenismo estaba en boga.
128.
Wilberforce,
Henry William. Nació en 1807, ministro anglicano en Canterbury. Abjuró en
1850 en Bruselas. Famosa su carta a los feligreses, en que justificaba este
paso.
129.
Zacarias, H.
C. E.
Anglo-católico, ministro en Bangalore en India, convertido en 1926 a la Iglesia católica.
130.
Zitzewitz,
Nikolaus von. Nació en 1634 en Pomerania, murió en 1704 en Huysburg.
Después de estudios en las Universidades de Greifswald y Helmstadt, se
convirtió en Koeln a la
Iglesia católica y en 1656 entró de benedictino (1673 fue prior
en Corvey). Trabajo incansablemente por la reunión de los protestantes con
Roma.
Datos
estadísticos generales
Los anteriores datos biográficos podemos completarlos con
algunas estadísticas generales.
En el año de 1934, el ex-ministro anglicano A. R.
Burges-Bayly, después de su conversión, intentó hacer una estadística de los
conversos al catolicismo del siglo pasado en Inglaterra, y escribió breves
biografías de los más notables entre ellos, o sea de 544 nobles, 721 titulados
de Oxford y 459 de Cambridge, 213 jurisconsultos, 109 médicos, 352 oficiales,
400 escritores, 896 pastores protestantes (cfr. Giordani, p. 204). En otra
parte, el mismo autor Giordani, al describir el Movimiento de Oxford, dice: “De aquel movimiento llegó a la Iglesia no menos de un
millar de pastores anglicanos, entre ellos Newman y Manning, dos cardenales, y
se produjo en ceno mismo del anglicanismo una tendencia ritualista-romanizante,
llamada comúnmente “anglo-católica” (p.
143). Según el Diccionario de que nos hemos valido para muchos datos biográficos,
se convirtieron en Inglaterra desde 1920-1930 no menos de 120 mil heterodoxos.
Para los años de 1945 y 1949 respectivamente encontramos en otra fuente las
siguientes cifras: 9.767 y 11.520 conversos respectivamente, y en los últimos
años han sido más de 12.000”
(cfr. Lamping).
Acerca de los Estados Unidos
encontramos las siguientes cifras: “En 1935 se calculaba que los últimos 3 mil conversos
de los Estados Unidos deberían estar así distribuidos: 372 pastores, 115
médicos, 126 abogados, 45 diputados y senadores, 12 gobernadores de Estado, 180
oficiales, 206 escritores, etc. También allí la proporción de Los escritores es
altísima; y es que a la vanguardia están los intelectuales que ya estuvieron a
la vanguardia de la defección”
(Giordani, p. 338). El Padre Doménico Grasso, redactor de Civiltá cattolica dice en su obra Génesis y psicología de la conversión
(p. 11): “En
los Estados Unidos de América se han convertido en los últimos trece años más
de un millón de adultos. Del año 1931 al 1949, el número de las conversiones ha
ido siempre en aumento, pasando de las 38.232 que fueron en I930, a las 119.173
en el año de 1949, con un porcentaje bastante superior al crecimiento de la
población católica. Esta cifra ha sido superada en 1950” .
En Alemania
la cifra anual de conversiones es más o menos de 10 mil personas, de 1919 (fin
de la primera guerra mundial) hasta 1930. P. Grasso indica para los años 1946,
1948 y 1949 las siguientes cifras: 19.729; 19.874 y 21.455 respectivamente. (p.
12).
De modo que los
lectores que no sufran prejuicios de ceguedad, fácilmente se dan cuenta que
bien podría haber puesto en el titulo de este estudio en lugar de “centenares”
de ministros protestantes “millares”.
II
“La
Iglesia católica no necesita mantener su posición achicando las
creencias honestas y sinceras de los protestantes”. Esta opinión del R. Francis J.
Fitzpatrick, ex-ministro protestante, por lo demás un completo acierto de
verdad, obliga a hacer hablar en este capítulo casi exclusivamente a los mismos
conversos, de modo que el lector queda advertido de que todas las citas
verbales son sacadas de las autobiografías de ellos; los convertidos, en
efecto, son los que tienen autoridad innegable para decirnos lo que siente un
protestante dentro de su iglesia y su religión, qué es lo que en ellas no los
haya satisfecho y qué fue lo que los condujo hacia la Iglesia católica. Este
método de citas defiende a la vez contra posibles resentimientos de los
heterodoxos al ver expuesta con tanta claridad la deficiencia teológica y
eclesiológica de su religión, como finalmente asegura a la exposición todo el
crédito posible.
Sólo después
de que ellos mismos hayan hablado en esta forma, se indica en un análisis ulterior donde están
las gravísimas fallas del sistema teológico protestante.
El lector que
desea identificar a los que en este segundo capítulo hablan, sólo tiene que
regresar pocas páginas a la lista alfabética de conversos se advierte
finalmente que cualquier paréntesis en este segundo capítulo es del autor.
Los prejuicios de los protestantes
Muchas de las
autobiografías de los conversos comienzan con decir, cuán dura y hasta
“escabrosa” fue su lucha hasta que llegaron a la claridad y la luz de la
verdad. Y esto por varias razones, de las cuales la primera casi siempre es la
ignorancia y aún más, los prejuicios que les han sido implantados desde su
niñez contra el catolicismo. Nos haríamos interminables si
tratáramos de hacer una lista completa de tales prejuicios contra la Iglesia católica. El
católico nunca alcanza a imaginar cuán diversos y cuán falsos son los
prejuicios en el ambiente de países predominantemente protestantes. Indicamos
algunos de estos prejuicios:
“Mi padre
(ministro protestante) era abiertamente anticatólico y me inculcó mucho de su
odio y prejuicios contra la iglesia. Solamente años más tarde comprendí bien
que todo ello, (o sea Universidades, catedrales, obras de arte, etc.) se debe a
la Iglesia ,
Madre fecunda de la civilización europea, en cuyo seno poetas, pintores,
filósofos, músicos y escultores encontraron inspiración”. (Suiza-Lippert).
“En todas partes tuve que oír las viejas
mentiras de costumbre: los católicos adoraban ídolos; los sótanos de las
iglesias están repletos de cañones de gran calibre para destruir las iglesias
protestantes; el Papa iría a Washington a tomar posesión de la Casa Blanca ”. (Estados
Unidos -Chapman).
“Cuando aún no había cumplido los veinte años,
oí hablar por primera vez sobre las “atrocidades católicas” en la historia
medieval europea. Estas historias eran enseñadas y supongo lo seguirán siendo,
a los niños de todas las escuelas de mi patria. Producían los efectos que se
intentaban: infundir temor y desconfianza hacia la Iglesia católica. Se nos
enseñaba incluso a temer por nuestros mismos cuerpos si alguna vez nos
aventurábamos a ponernos en contacto con monjas y sacerdotes”.
(Suecia-Westerberg).
“Yo tenía, en realidad, la opinión de que no se
podía tratar en modo alguno con católicos, porque eran demasiado necios.
Innumerables odios contra la Iglesia proceden
únicamente de la más completa ignorancia”. (Alemania-Thieme).
“Me formé la siguiente idea: durante más de mil
años había tenido el Papa bajo su poder a toda Inglaterra; más aún, no solo a
toda Inglaterra, sino a toda Europa. Durante este tiempo; la Iglesia “romano-católica”
se había ido corrompiendo cada vez más, hasta que, por fin, casi había llegado
a desaparecer por completo el cristianismo primitivo, fundado por Jesucristo.
Se adoraban ídolos en lugar de Dios. Por todas partes triunfaba la
superstición. La educación y la ciencia faltaban por completo. Todo y todos
estaban bajo el dominio de los sacerdotes. Después leí cómo al fin había
llegado la “gloriosa reforma”; cómo la luz del astro matutino había esclarecido
las tinieblas; cómo había sido desechado el yugo del Papa con todos sus enredos
y perversidades”. (Inglaterra-Dudley).
Estas citas documentan en forma muy clara e irrefutable cómo este
sistema de educación es general para todos los países protestantes. No se le
oculta a nadie que todo esto no solamente falta contra la verdad, sino contra
la caridad cristiana; debe ser un espectáculo muy confortador para los ateos
modernos, ver cómo se “aman” las distintas iglesias cristianas. Por otro lado,
es claro que el proceso de un hombre para librarse de todos estos prejuicios,
tiene que ser una lucha dura y hasta “escabrosa”. Deben aprender los católicos
en su lucha contra las sectas protestantes de ellas mismas: Dios no puede
autorizar el empleo de mentiras, calumnias y prejuicios intencionalmente
creados en las almas para llegar al fin deseado de la conversión de heterodoxos
o la conversión de los cristianos en su fe heredada.
El hombre que
busca la verdad, tiene que hacer así un esfuerzo máximo, como un aprisionado en
redes falaces, para librarse y escapar hacia la verdad. Dudley pudo concluir
así: “Es cierto que la Iglesia católica abarca en
la actualidad, como en el pasado, la gran mayoría de la cristiandad. Si lo que
se me había enseñado, estaba basada en la verdad, entonces la inmensa mayoría
de los cristianos habían estado sumidos en el error durante casi dos milenios.
¿Podía Cristo consentir semejante mentira de tan tremenda magnitud? ¿Y esto en
su nombre? ¿O bien la Iglesia
católica era una falsificación...? ¿O qué? Me compré libros católicos para
estudiar las doctrinas católicas, para conocer la historia desde el punto de
vista católico”. Pero, ¡cuántos heterodoxos nunca alcanzan esta
libertad de los prejuicios formados en ellos durante su niñez por los ministros
protestantes! ¿No será tiempo que el protestantismo no sienta necesidad de
“achicar” la Iglesia
católica, en el empeño de asegurar la fe en sus adeptos?
¿Unidad o sectas cristianas?
Pero este
primer paso, bastante difícil y doloroso, no es el único que en su liberación
tienen que dar los conversos. Hay otro que tampoco es más que preliminar: la
convicción de que Cristo ha querido la unidad en un solo rebaño y bajo un solo
pastor, y no ha autorizado nunca la desunión entre los cristianos.
“En vez de ser “un rebaño y un pastor”, del que
habló Cristo, se ha convertido en multiplicidad de sectas desavenidas, faltas
no solamente de apariencia de unidad, sino incluso del principio de autoridad
por el que pudiera colegirse cierta unidad”. (Lippert).
“Trabajé durante seis
años para conseguir una unidad espiritual en esta congregación, en “una iglesia
de todos los credos y no credos”. El esfuerzo tuvo un éxito parcial. Más
ninguna componenda eclesiástica es permanente si Cristo no vive en su corazón.
Aun cuando el trabajo hubiese sido coronado plenamente por el éxito, lo cual es
imposible, no dejaría de ser otra secta. Fue entonces cuando me di cuenta, con
la ayuda de la gracia de Dios y el instinto religioso que la verdadera iglesia
debe llevar la señal de la verdadera unidad en toda su majestad y plenitud”.
(Robinson).
“Me sentía impulsado ya a inquirir si aquel
conglomerado de organizaciones religiosas (baptistas, metodistas,
presbiterianos, etc.) era lo mejor que Dios podía hacer en la vida religiosa;
después me sentí casi sacrílego por haber entretenido este pensamiento. ¿Podía
ser que aquel revuelto de denominaciones con las que estaba en constante
contacto, representaran realmente a aquel Cristo que rogaba para que todos
pudiéramos ser uno, en un mismo rebaño, bajo un solo pastor?”. (Brant).
“Había (en el
campo de la Misión
en China) romano-católicos, griego-católicos, High, Low y Broad Church,
anglicanas, metodistas, presbiterianos, congregacionalistas, etc. Todos
proclamaban estar en posesión de la verdad, aun cuando no sólo disienten en la
doctrina, sino que están en oposición unos con otros en las cuestiones más
esenciales. Una cosa era, por lo menos, cierta, es a saber: que no podían tener
todos la razón, pues la verdad es una”. (Farmer).
Y los que están en camino y buscan la verdad,
concluyen con Jess: “Una de las mayores tragedias del protestantismo actual es
el resurgimiento continuo de nuevos grupos que reclaman un monopolio sobre la
verdad. Esta afirmación es la única justificación de su existencia. Sirven
solamente para enlodar más los caminos que debe recorrer el que busca la
verdad. Más tarde, cuando se descubre, que la verdad es algo mucho más sublime
que sus mezquinos conceptos, uno pierde a menudo la fe, no solamente en tal
secta, sino en el mismo cristianismo. Este había de ser mi caso. Me convertí en
un escéptico”.
Este
escepticismo toma por lo general en el protestantismo aun en los que no piensan
en buscar por otros lados la verdad, tres formas distintas:
1ª “Mis padres no se tomaron la religión en
serio. No estaban afiliados a ninguna iglesia, pero se llamaban protestantes.
No les vi nunca decir una oración, ni leer la gran Biblia que estaba siempre en
la mesa-centro del recibidor. Mi padre y mi madre no estaban bautizados, tampoco lo
estuvimos sus cinco hijos”. (Joung). Fíjese el lector: ¡“Pero se llamaban
protestantes”!
2ª “Aquí me encontré con la enervante
competencia entre el enjambre de sectas protestantes. Muchas pequeñas iglesias
estaban esparcidas por la ciudad, en una lucha por sostener, deficientemente, a
mal retribuidos pastores. A menudo las diferencias en su gobierno o doctrina
eran tan leves que no justifican su separación. Es fútil y sin
sentido”.·(Lippert).
3ª “Como por contraste (después de una misa muy
concurrida en la Catedral
de Port-Said) asistí después a una función religiosa en una iglesia anglicana,
donde un pastor arengaba a cinco damas inglesas, un grueso sargento y dos
pequeñuelos. ¿Dónde estaba la
Iglesia Una , Santa, Católica y Apostólica?”. (Bright).
¡Cómo ha de
hacer impresión sobre estos ministros en busca de la verdad cuando asisten a
los oficios religiosos (misas o bendiciones) de las iglesias católicas en
cualquier parte del mundo!
“Fuimos a una gran iglesia (católica) en tal
cual parte de Brooklyn, donde vivíamos; me impresioné al ver que la iglesia
estaba repleta hasta los topes, y, al mismo tiempo, comprobar la reverencia y
devoción de que daban muestras los presentes”. (Brant).
Las disputas modernistas y fundamentalistas
En la vida de
los conversos hay todavía otro paso más antes de que se acerquen positivamente
a la Iglesia
católica para estudiar sus títulos de verdadera Iglesia. Fuera de las continuas
divisiones en sectas, llama poderosamente la atención de los que buscan la
verdad, la desunión en las doctrinas, predicaciones y enseñanzas, ora
académicas en los seminarios de teología, ora populares en los servicios
religiosos. Las sectas pequeñas por lo general no conocen tanto en su seno
tales disputas, pero las iglesias grandes (anglicana, episcopaliana,
presbiteriana, como en Europa Central la luterana y evangélica) de las cuales
se separan continuamente las sectas pequeñas, están devoradas por estas
disputas interiores que nunca cesan ni dejan de producir sus efectos
disgregantes.
“El modernismo
había atomizado todas las teorías sobre las cuales el protestantismo había
mantenido hasta ahora su vida; la supremacía y la infalibilidad de la Sagrada Escritura ,
la autoridad de las iglesias nacionales gobernadas por un poder temporal y el
recurso emocional de la religión basado sobre la experiencia personal. La Iglesia en que yo había crecido, aparecía claramente desmoronándose”. (Hawks).
“A lo largo de
este período tuve que enfrentarme con el conflicto entre el fundamentalismo y
el modernismo, que trabaja interiormente en casi todas las iglesias
protestantes. Los fundamentalistas profesan una religión sobrenatural, creen en
la Trinidad ,
en la divinidad de Jesucristo y en la inspiración de la Sagrada Escritura.
Desgraciadamente, las pruebas que tienen para defender su fe, son de escasa
consistencia o nulas. Uno cree porque el Espíritu Santo lo lleva a creer. Uno
es o no es cristiano. Uno cree porque quiere aceptar la responsabilidad de su
fe. Esta es la verdadera fe cristiana, y ella informa las vidas de los que la
aceptan. Naturalmente no puede resistir la misma un ataque directo. Tienen
pocos argumentos adecuados para los escépticos. Flaquea en los momentos de
grandes dudas. Los modernistas, por otro lado, no aceptan una fe sobrenatural.
No implantan leyes; pero tienen a gran honor el ser sinceros, aceptando sólo lo
que pueden. Consideran hipocresía el profesar aquello en orden a lo cual no
tienen absoluta convicción de que sea verdad. Defienden también la libertad del
pensamiento, que, según ellos, consiste en no esclavizarse en una fe concreta.
Aceptan a Jesucristo, no como Dios en carne humana, sino como una manifestación
de Dios sobre la tierra, como el más grande líder que haya aparecido entre los
hombres, como el que vino a iniciar “el camino de la vida”, pero no un credo
dogmático. Esta actitud es considerada como muy intelectual, muy intrépida,
porque barre todos los prejuicios y sólo considera la verdad como concepción
del individuo, mientras carece de evidencia de lo contrario. Sobre todo, uno no
podría ni debería adherirse a nada en calidad de verdad eterna. Creemos en Dios
y le adoramos. Le servimos, porque ésta es la mejor manera de vivir. En todas
las iglesias protestantes con las que me he familiarizado, se da este abismo.
Para mí la cuestión se planteaba así: Cristianismo total o nada”.
(Fitzpatrick).
“Comienza uno a maravillarse, hace preguntas; oye
seis u ocho ministros hablando en reunión. Parece que no se ponen de acuerdo
acerca de lo que está bien y de lo que está mal. Afirma éste o aquel que el
divorcio está mal, pero uno sabe que el pequeño pastor que está sentado en el
rincón, acaba de divorciarse de su segunda esposa”. (Vanderpool).
“Un obrero del puerto vino a decir que él no
podía comprender por qué había de dar más crédito a mis doctrinas que a
aquellas que la “Low Church” predicaba en el próximo barrio. No pude darle
ninguna contestación satisfactoria a la cuestión que me planteaba. Probablemente
ni me creía a mí ni al otro eclesiástico; pero, en todo caso, me había puesto
en un aprieto. Mi colega y yo éramos ambos clérigos anglicanos, y cada uno de
nosotros enseñaba precisamente lo contrario de lo que el otro predicaba desde
el púlpito”. (Dudley).
Por un lado
están en apuros por esta situación los Obispos heterodoxos y exclaman como el
de quien nos cuenta Chapman: “¿Qué
voy a decir a estos dos buenos hijos míos? Creo que ambos predican una doctrina
herética (el uno había predicado sobre la Inmaculada Concepción ,
el otro había dicho en el púlpito que Jesús era hijo natural de José), ¡y no
puedo hacer nada!”, probablemente porque se acordaba de Io que se dice en el
libro de los Jueces: “Cada uno hizo
lo que estaba bien a sus propios ojos”.
Pero por otro
lado son los obispos mismos que escandalizan a sus clérigos, y quizá no haya
habido en la Iglesia
anglicana uno más avanzado y por tanto más “escandaloso” que el Obispo Barnes
de Birmingham quien defendió públicamente en Inglaterra la regulación de
nacimientos y calificó de magia al Santísimo Sacramento del altar. “La impotencia de los demás obispos anglicanos
frente a él; el que en la “House of Commons” aconsejaran, incluso los no
cristianos y ateos, sobre la liturgia de la Iglesia anglicana y que la “House of Bishops”
decretara que el Santísimo Sacramento debía guardarse en la Sacristía dentro de un
armario, en vez de tributarle honores y la adoración que corresponde a Nuestro
Señor, todo esto quebrantó más y más mi fe en la Iglesia anglicana”.
(Narayan).
La falta de autoridad
Estas últimas
palabras demuestran claramente que estamos todavía en pasos preliminares,
destructivos sí de la fe protestante, pero sólo con la cuestión de la “falta de
autoridad” acompañaremos a nuestros conversos en sus primeros pasos positivos
hacia la verdad. Apenas comiencen a preguntar por el “por qué” de estas
desuniones, disputas dogmáticas eternas y de su consiguiente confusión,
desacuerdo entre obispos y clérigos e intromisión de los colegios laicos en
cuestiones de fe, caen en cuenta que la razón fundamental es la “falta de
autoridad”, y autoridad divina e infalible que juzgue y guíe en esta materia de
fe cristiana. Porque donde no hay autoridad que pueda reclamar legítimamente la
sumisión del intelecto humano, allá no puede haber sino subjetivismo,
individualismo y disensiones.
Y no se crea que tal sumisión sea una cuestión puramente intelectual.
Antes y más que esto, es una cuestión moral, de las virtudes de humildad y
obediencia, es una cuestión de la voluntad humana.
Muy
claramente lo expone el ex-ministro anglicano Dudley: “Una vez que la inteligencia se ha convencido,
todo depende del hombre y de la gracia de Dios. La conversión significa,
efectivamente, la incondicional sumisión de la voluntad a Dios; y esto no es
ninguna pequeñez para un protestante; porque su orientación espiritual está
determinada por sus inclinaciones, y él está acostumbrado a su religión que
cuesta poco y tolera las opiniones particulares; por eso no puede soportar que
se le diga lo que ha de creer y hacer; pues, en virtud de su posición
espiritual admite todo lo demás, pero no la sumisión incondicional en el
aspecto religioso. Cuando el anterior arzobispo de Canterbury declaró que ni él
ni los adeptos de la Iglesia
de Inglaterra entrarían jamás por una puerta (a Roma) que llevara escrita la
palabra “Sumisión”, no hizo más que dar expresión a la actitud de todos los
protestantes en general. Seguramente no sospechaba que la sumisión a la Iglesia católica es
equivalente a la sumisión a Dios”. (Dudley).
No hay suceso
más significativo de la carencia de autoridad en las iglesias protestantes que
el famoso incidente sobre el “open
pulpit” en los Estados Unidos, por el cual se daba acceso a todo predicador
protestante en cualquier púlpito para predicar aunque no compartiera las opiniones
de la iglesia que le permitiese su púlpito. Esto podría aparecer al hombre
moderno como una admirable amplitud de criterio; en verdad no se puede negar
que con esta medida se destruye toda fe autorizada por Dios como verdad, para
reemplazarla por los miles de subjetivismos de cualquier secta.
“La etapa
final de nuestra conversión (cfr. nro 41 arriba) fue debida a la actuación de la Convención. General
de 1907, cuando los Obispos de la Episcopal Church , casi unánimemente, permitieron
la predicación de los ministros de cualquier secta en los púlpitos anglicanos.
Esto nos pareció la negación de la Revelación divina. Dejar que la predicación
dependa de la inventiva y opiniones personales de cada ministro, demostraba la
indiferencia por la verdad. El “púlpito abierto” como popularmente era
conocido, sería sólo el primer peldaño de la apostasía progresiva”. (Hawks).
“La legislación del “open pulpit” parecía y era realmente subversiva de cualquier
precisa autoridad de enseñar en el anglicanismo”. (Chapman).
Este incidente y otros similares en otras iglesias protestantes que
trataban de remediar con semejante remedio delicado y equivocado la desunión,
para aparentar una unión de amor, pone para todos los clérigos en primer plano
el problema fundamental de la autoridad en materia de religión. Y esta
cuestión, bien resuelta, es ya el paso más importante en el acercamiento a la Iglesia católica: habrá
fe, unidad y sumisión en lugar del subjetivismo.
“Un ministro
discrepa del otro y no existe autoridad que pueda decir quien lleva la razón y
qué es lo que está bien o mal. Si debe uno vivir según su conciencia, como el
propio padre se lo ha enseñado, debe desechar el protestantismo liberal tan
caro al padre y a la madre”. (Vanderpool). Esta cita, en su tenor
tan natural, revela lo decisivo de este paso. Agreguemos para mayor claridad,
algunas citas más sobre este importante punto.
“Pero, para
decir verdad, cuanto más intenté resolver las claras contradicciones y
desacuerdos que existen entre los fieles y aún también entre el clero -siendo
así que unos y otros declaraban pertenecer a la misma iglesia- más me parecía
todo caótico y más fallidas quedaban mis esperanzas. La autoridad suprema
brillaba por su ausencia”. (Rush).
“La confusión
sienta sus reales en el mismo centro de la doctrina, y con ella una ausencia de
autoridad efectiva”. (Robinson). “Había indiferencia y a veces desacato hacia
la autoridad eclesiástica. Cada clérigo en su parroquia parecía dueño para
obrar según su capricho”. (Young).
“Una vez fui llamado (siendo ser Superintendente
de Distrito de las “Asambleas de Dios”) para ver de solucionar una seria
disputa de partido en una de las asambleas. Durante todo un día estuve
conferenciando con el pastor en busca de una solución que fuera más o menos aceptable
para todos. Existía, al parecer, la manera de resolver la dificultad aquella,
pero debía ser impuesta a este propósito una solución tajante, autoritaria,
disciplinar. El ministro que se estaba paseando, de repente se paró, gritando:
“Quiero que venga alguien con autoridad apostólica”. Quedé muy perplejo,
preguntándome por qué no tendría yo este poder apostólico. Había sido elegido
legítimamente para mi cargo, había ido a la asamblea a indicación de mi
compañero que era más antiguo en edad y en el cargo; pero me di cuenta de que
desgraciadamente algo fallaba. Si mi iglesia, según ella decía, era de orden
divino, con misión divina para tener cura de almas, ¿por qué no habíamos
recibido de alguna parte autoridad semejante a la poseída por los apóstoles en
los primeros días del cristianismo? Podía yo suplicar, podía aconsejar, podía
advertir; pero una congregación cualquiera podía dominarme por una mayoría de
votos. Nosotros carecíamos en absoluto de autoridades superiores para ser
guiados en la interpretación de la
Escritura y éramos, dentro de ciertos límites, absolutamente
libres para fijar por nuestra cuenta el sentido aún de los pasajes más
difíciles de la
Sagrada Escritura. En otras palabras, nos faltaba la
infalibilidad”. (Brant).
“Comprendí que la Iglesia católica disponía
para defender sus dogmas, los mejores argumentos, así como que los exégetas
protestantes habían torcido y retorcido la Escritura para probar teorías absolutamente
extrañas, al cristianismo primitivo. La llamada “reforma” es la negación total
de algunas de las más comunes enseñanzas de la fe cristiana. Aparecía, a la
razón, más claramente que nunca en mí espíritu que siendo la religión cristiana
divinamente revelada, debía necesariamente tener un solo significado, y que la
preservación del mensaje divino exigía absolutamente una autoridad oficial”.
(Farmer).
“Si las doctrinas del cristianismo, como sucede
fuera de la Iglesia
católica, dependen del juicio de los particulares, y por consiguiente, la
religión cristiana está supeditada a las opiniones de los hombres, nadie tiene
el deber de creer. ¿Por qué iba yo a imponerme deberes ante las opiniones de
los demás? Al que rechaza la infalibilidad de la Iglesia , no le queda ya
ningún otro criterio”. (Dudley).
Todos los conversos podían resumir este paso
suyo con las palabras del ex-ministro Thomson: “Pude comprender que la unidad
de la Iglesia
católica no dependía de una organización eficiente, ni de la unidad jurídica de
sus estatutos. No es la unidad que viene de fuera. Es la unidad perfecta de un
organismo vigoroso, de un cuerpo vivo. La magnífica visión de la unidad
católica aumentó en mí el disgusto por la dolorosa disgregación de La iglesia
anglicana, tan dividida y minifundiada. La Iglesia a que pertenecía, se me hacía responsable
de la profunda y fundamental división que sufría, tan profunda y tan
fundamental que llegaba a constituir una enfermedad del más descorazonador
diagnóstico: el de incapacidad de regeneración”.
La identificación de la iglesia de Cristo
Tres
importantes batallas ha perdido el protestantismo en la vida de los conversos
que estamos observando y analizando:
1ª -La
muralla inicua de los perjuicios intencionalmente creados no le ha servido para
proteger a sus adeptos ni para contenerlos dentro de sus muros: uno por uno ha
venido desmoronándose, y si el protestantismo
procediera conforme a la verdad, podría haberse ahorrado esta vergonzosa
derrota por sus propios adeptos libertados por la observación y la lógica. No
queremos negar, sin embargo, que aún los prejuicios tan comunes no se deben al
invento malicioso de fulano, sino son una herencia triste de los siglos.
2ª -La
disgregación del protestantismo en innumerables sectas o partidos dentro de sus
iglesias grandes ha producido el fatal efecto de irritación, ha llevado a sus
ministros al examen del por qué de este grave fenómeno que no alcanzan a
compaginar con la voluntad de Cristo, fundador de la iglesia cristiana quien
antes de morir rezó en forma conmovedora e insistente por la unidad. Las
asambleas ecuménicas del protestantismo, este esfuerzo enorme de reunir unos
370 millones de cristianos sobre una plataforma común y aceptable para todos y
por esto de carácter general, reconocieron por “pecado formal” del
protestantismo esta desunión.
3ª -Y
finalmente, el examen del porqué de esta desunión ha dado por resultado la
clara convicción de que ella se debe a la falta de autoridad en materia de fe,
falta que, como pertenece a los mismos fundamentos del protestantismo, parece
irremediable y letal.
Este triple proceso
o victoria de los conversos los ha llevado a las mismas puertas de la Iglesia católica, sobre
cuyo umbral leen esta terrible palabra tan odiada en el protestantismo
“sumisión”. Si no se estanca allí el proceso por el horror a esta palabra y a
sus consecuencias inevitables, es lógico que nuestros conversos tienen que
emprender ahora (sabiendo que la iglesia protestante a que pertenecían, no es
la iglesia verdadera de Cristo) una labor de identificación de esta iglesia que
buscan, con la Iglesia
católica. Esta tiene el consuelo de que sólo los elementos verdaderamente
llamados por la gracia de Dios y que a la vez la aceptan y colaboran con ella,
penetrarán en su sagrado recinto. Los que se dejan detener por argumentos o
motivos humanos (de orgullo, económicos o lo que fuera), quedarán por fuera.
Sin embargo los que se salen de sus iglesias protestantes, no por eso se
convierten en jueces de conciencia de los que quedaron atrás. No serán -la
experiencia general lo demuestra- renegados furibundos contra el protestantismo
que acaban de abandonar. EI mismo recuerdo de las ingentes dificultades que
tuvieron que vencer, los hacen misericordiosos, comprensivos y los inducen a
orar continuamente por la conversión de sus hermanos.
El primer
paso que darán, es el de comparar la
Iglesia católica de hoy, con su pretensión de ser la
verdadera iglesia de Cristo, con la
Iglesia primitiva. Es para el converso más fácil irse a los
tiempos apostólicos y empezar su labor por aquel lado para saber si la Iglesia católica
efectivamente ha venido corrompiéndose para ser algo distinto, algo
supersticioso, algo casi pagano, o si ha conservado la pureza de la fe, de las
costumbres y de los sacramentos que la Iglesia primitiva innegablemente debía poseer, si
es que Cristo no fracasó en su intento de dejar una iglesia según sus ideas y
su voluntad.
“Sabía que esa
gloriosa profesión de la
Fe Cristiana (el Credo en la misa católica) había sido
cantada por los Santos de Dios a lo largo de los siglos; para ellos fue, sin
duda alguna, una verdadera profesión de aquella “fe una vez comunicada a los
santos” y cuando ellos lo cantaron, ese Símbolo de los Apóstoles, lo creían con
todo su corazón y no intentaban privarle de su significado original, o
mutilarlo, cual una facción en una reciente Conferencia General de la Iglesia Metodista
lo había propuesto, suprimiendo o cambiando Las palabras “Santa Iglesia
Católica”. Hago esta cita para demostrar cuán poco respeto tiene la iglesia
protestante para con las cosas más sagradas de la primitiva cristiandad. Si no
hubiera sido por la
Iglesia Católica , las Sagradas Escrituras, el dogma, los
símbolos de la Fe ,
etc., todo hubiera quedado reducido a la nada mucho tiempo ha, y el sentido
original de la Revelación
que el Hijo de Dios trajo sobre la tierra, hubiera desaparecido, como
desaparecieron en las denominaciones protestantes, pues la multiplicidad de sus
divisiones y credos es un testimonio, siempre presente, en contra de ellos”.
(Farmer).
“Como los anglicanos afirmaban que el
cristianismo de los primeros siglos había sido el más puro, tenía yo sumo
interés por conocer los escritos de los cristianos primitivos. Partiendo de
esta concepción de la Iglesia ,
recorrió mi espíritu la historia eclesiástica y encontró que la Iglesia católica de hoy es
en su fe, en su culto y en su administración la continuación lógica de la Iglesia primitiva”.
(Narayan).
“Quizá la obra que más me ayudó fue el Ensayo sobre la revolución de la doctrina
de Newman, pues muestra que la
Iglesia de Roma posee una continuidad con los tiempos
apostólicos a través de un legítimo desenvolvimiento de la Teología y de la
práctica, y que tal continuidad es real”. (Nutting).
“La Iglesia que yo vi, era
vertical -dada por Dios al hombre y no horizontal -un grupo de hombres reunidos
para decidir sobre su naturaleza-. Nuestro Señor había llamado y elegido a los
Apóstoles; no fue elegido por los Apóstoles como su “caudillo”. No fue el
ejecutor de su programa, sino que diera a los Apóstoles el programa para que
estos fueran sus administradores. Sólo la Iglesia de Roma dice poseer las características
que yo entonces concluí eran esenciales a la Iglesia por su misma naturaleza, y según los
principios sobre los que yo había estado pensando durante tantos años”.
(Price).
“Esa cuestión (de la verdadera iglesia) es tan
difícil y enmarañada que nosotros, gente ordinaria, y de ocupaciones (los
ministros) hemos de dejarla a los eruditos. Contentémonos con nuestro
ministerio apostólico y los sacramentos; la sumisión a la Santa Sede es un paso
demasiado serio, para tomarlo por causa de una mera duda. …Pero las notas o
señales que Dios había impreso a la verdadera iglesia, para discernirla de toda
falsa religión, deberían estar al alcance de los “pobres”, de los
“pequeñuelos”; y todas las demás consideraciones estaban fuera de lugar. De
esta suerte, era completamente cierto que para cualquier dificultad que
surgiese, y uno puede esperar muchas, no había de faltar la respuesta
satisfactoria. Me era, pues, necesario presentar en forma sencilla un cuerpo
doctrinal que llevara las marcas que Dios había señalado en su Iglesia,
conviene a saber: unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad. Fallando una
de ellas, todo se venía abajo, juntamente con las promesas de Cristo, pues ha
de haber una Iglesia que indefectiblemente pueda discernirse por dichas
señales, las cuales han de resplandecer con tal evidencia, que realmente guíen
al pueblo ignorante y de sentido común ordinario a conocerla; no han de ser
meras propiedades espirituales, que necesiten probarse por otras
consideraciones, pues de ese modo se invertiría el método divino, dispuesto por
la economía de la
Encarnación , alterando la naturaleza de las notas”. (Gorman).
Conclusiones definitivas
Hemos llegado
al fin del problema: la iglesia protestante no es ni puede ser la Iglesia de Cristo, a causa
de su desunión y de una completa falta de autoridad divina en materia de fe.
Debe haber una iglesia, desde los primeros tiempos, que es una, santa, católica
y apostólica, y ha conservado tanto el tesoro del dogma divino como también su
legítima descendencia de autoridad apostólica y no hay
sino una con esta pretensión y en capacidad de poderlo comprobar: la Iglesia católica. No lo
pueden comprobar las sectas modernas, ni siquiera la Iglesia anglicana o
luterana, ni tampoco la griega-ortodoxa, porque todas ellas nacieron por el
sistema protestante de la disgregación de la iglesia anterior. Ya se hallan
nuestros convertidos en las mismas puertas de la Iglesia católica, de la Iglesia de Cristo, bien
identificada.
Con los ojos
abiertos a la verdad y llenos de admiración, el corazón lleno de gratitud a
Dios por su gracia que los ha conducido allí, los conversos descubren ahora en
las cuatro señales toda la belleza espiritual de esta “mística esposa de
Cristo”.
“A veces,
leyendo autores católicos, uno se da cuenta de cuán consecuente es y ha sido
siempre en sus enseñanzas la “rama de la Iglesia romana”. Es una en la fe, una en las
costumbres, una en da autoridad, siempre y en todas partes. Pero uno no debe
acariciar demasiado este pensamiento. El Superior anglicano te ha advertido del
peligro de la “fiebre romana”. (Vanderpool).
“Las doctrinas
de la Iglesia
católica son verdad según este principio (de que la verdad resista un examen
completo). Nunca han cambiado. Son las mismas hoy que eran en el siglo XVI (el
de la reforma) y las del siglo XVI eran las mismas que las del siglo I. La Iglesia católica enseña
hoy las mismas doctrinas que Cristo enseñó a sus discípulos y que les encomendó
que las predicasen a todas las naciones. Les dio también la seguridad que el
apostolado por él instituido se conservaría lejos de todo error a través de Los
siglos”. (Young).
“La
Iglesia católica Romana de hoy no es otra que la de los
siglos pasados, y sus enseñanzas y disciplina han sido siempre las mismas”.
(Farmer).
“Sólo dentro de la Iglesia católica-romana se
ha conservado auténticamente y puede anunciarse el verdadero Evangelio de
Jesucristo y la pura e incontaminada palabra de Dios”. (Thieme).
“Aún quedaba la principal dificultad: la
infalibilidad del Papa. Pero poco a poco fui comprendiendo el alcance de este
dogma. Si no se diera la infalibilidad del Papa, pensaba para mis adentros, no
habría seguridad para nada. De no admitir al Papa, volvía a la inestable
posición en la que emplearía toda mi vida buscando la verdadera religión sin
poder alcanzarla”. (Murdick).
Después de la unidad de la fe, descubren la
santidad de la Iglesia
católica en los sacramentos y en sus santos.
“La Iglesia Episcopaliana
Protestante usa indistintamente dos fórmulas de ordenación sacerdotal. La una
hace mención del perdón de los pecados: “Los pecados que perdonares, serán
perdonados, y los que retuvieres, serán retenidos”. La otra omite estas
palabras para no ofender la sensibilidad protestante. Mi obispo ordenante, en
atención a mis preferencias católicas, usó la primera en mi ordenación, pero
pocos años después declaraba en público que consideraba las órdenes del clero
episcopaliano iguales a las del clero presbiteriano. No comprendí en aquel
entonces la intención de mi obispo al ordenarme, pero después, con el correr
del tiempo, he llegado a la conclusión de que no tuvo la menor intención de
intentar lo que entiende la
Iglesia católica al imponer las manos al neo-presbítero,
dándole eficiencia para renovar en la Santa Misa el Sacrificio del Señor” (Thomson).
“Durante
semanas enteras anduve en un estado de inseguridad; irresoluto conmigo mismo,
en la duda de si estaría obligado, en conciencia, a seguir adelante o no;
abatido por el presentimiento de que podía ser verdad lo que “Roma” decía: de
que mi “misa” acaso no fuera tal misa; de que mi absolución tal vez fuera
inválida. “Cuánto más rezaba, tanto más irreal me parecía mi sacerdocio”.
(Dudley).
“Al mismo tiempo,
y sin que él lo pretendiera, me mostraba (el sacerdote católico que le daba
clases de instrucción), la nobleza, elevación de miras, sinceridad, erudición,
abnegación, grandeza y santidad del sacerdocio católico. ¡Cuán distinta venía a
ser la realidad de mis deformadas y preconcebidas ideas protestantes!”.
(Farmer).
“Tampoco la nota de la santidad resplandecía
claramente en la iglesia anglicana; pues aún admitiendo todo lo que se pudiera
sostener sobre la posesión de los sacramentos válidos y el tipo ordinario de la
santidad en la masa de sus creyentes, no se veía ningún esfuerzo por afirmar la
santidad heroica de alguno de los hijos de “su estéril vientre y sus pechos
secos” desde el tiempo en que el Catolicismo le reprochaba su posición
cismática. Al contrario, en la
Iglesia católica aparecían eminentes santos, como todos
saben, y en gran número: santa Teresa de Jesús, san Alfonso, san Felipe Neri, san
Vicente de Paúl, san Francisco Javier; y aún en Inglaterra, lo que se llamaba
según la moda el cisma italiano, dio buenos frutos, como san Juan Fisher, santo
Tomás Moro y otros”. (Gorman).
“Mi primera reacción fue de alegría, porque
ahora los santos me pertenecían. Había leído sus vidas, les había pedido su
intercesión, pero entonces yo me sentía un extraño. Ahora, no. San Francisco, san Antonio de
Padua, santa Catalina de Sena, santo Tomás Moro, santa Teresa, todos estos
hijos de Dios ahora eran míos. La Santísima Virgen también me pertenecía”. (Jess).
Prosigue la identificación de la Iglesia
También
comprenden la belleza del centro del culto católico, engarzado en hermosa
liturgia, la sagrada Eucaristía. Los protestantes no creen en la presencia de
Jesús en este sacramento por medio de la Transubstanciación
y por tanto hay en las sectas no sólo menosprecio de este tesoro, sino se oyen
los reproches más violentos y hasta blasfemias contra la doctrina católica,
como si se tratara de un culto idolátrico y abominable.
“Un domingo, después de la comunión sobró
algo de pan y me dispuse a consumirlo. Fui primero a la puerta para saludar a
los feligreses y cuando regresé, el pan había desaparecido. Pregunté qué había
sido del pan a la señora a cuyo cargo estaban los preparativos de la comunión.
Ella replicó: “Se lo eché a las gallinas. ¿He obrado mal?”. Esto me hizo
pensar”. (Jess).
“Un sabio profesor de teología explicaba que el
pan y el vino de la comunión presbiteriana representaba simplemente el cuerpo y
la sangre de Jesús; no eran en realidad el cuerpo y la sangre del Salvador.
Inmediatamente me pareció sentir cierta insuficiencia, cierta negación de un
profundo principio dogmático. Pregunté al profesor: “¿Cuál es el verdadero
sentido de las palabras de Nuestro Señor?” “Sí no coméis la carne del Hijo del
Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros”. (Joh. 6, 54). La
respuesta no fue clara, ni lógica, ni satisfactoria”. (Lacy).
“Yo había perdido toda mi fe en el
protestantismo. Estaba persuadido de que la celebración de la Cena del Señor era una
parodia, y no quería prestar mi asistencia a una ceremonia en la que todo
proclamaba su falsedad. ¿Qué valor tenía, en consecuencia, la ordenación
recibida? Absolutamente ninguno; era sólo una fórmula o ceremonia sin
contenido”. (Farmer). Debemos leer a los mismos conversos que después llegaron
a ordenarse por el verdadero sacramento de orden, cómo se llenan de felicidad
al poder celebrar en verdad la santa misa, y al saber que entonces sí tienen en
sus manos y en su corazón el cuerpo y la sangre real de Jesús.
También la Madre de Jesús, la Virgen María , contra
la cual se oyen tantas “groserías”, según nos dice el converso Faber, ocupa en
el proceso de la conversión un puesto significativo.
“No hacía poca mella en mis convicciones
religiosas ni ver que la secta protestante a que estaba afiliado, desechaba el
culto de la Santísima
Virgen , por no estimar su preciosa vida, o por mirarla como
una madre cualquiera o sólo una mujer piadosa”. (Hurter).
“En una mirada de conjunto retrospectiva, creo
que la razón por la que me pareció tan huera la Iglesia episcopaliana, fue
porque era una mansión sin Madre. A causa de la diversidad de sus pensares y
decires, la Santísima
Virgen María no tiene un trono en la Iglesia Episcopaliana.
La devoción a María no es sólida… Me hallo ahora no sólo en la mansión de la
fe, sino que estoy en casa de verdad, porque nuestra Madre María está aquí”.
(Rush).
“La Santísima Virgen , un problema para la mayor parte
de los protestantes, no lo fue ciertamente para mí. Creyendo en la filiación
divina de Jesús, parecía razonable creer en el nacimiento virginal y en todas
las otras glorias de María. Un día, mientras meditaba, me vino un pensamiento:
“No tienes por qué preocuparte sobre lo que la Iglesia católica dice de
María. Ella es todo eso y más” (Jees).
Con María, en
efecto, han llegado nuestros conversos hasta el seno de la Iglesia católica. El que
haya comprendido a María, ya no conoce obstáculo alguno para incorporarse a la Iglesia de su Divino Hijo.
Ella, Jesús y su Iglesia son en verdad inseparables. Sólo nos faltaría leer en
estas autobiografías de ex-ministros los últimos renglones con que suelen
terminar sus relatos de conversión, para sentir con ellos la dicha, la inefable
felicidad del día en que consiguieron el perdón de sus pecados por medio de la
confesión; en que se unieron místicamente con Jesús a quien por largos y
tortuosos caminos habían buscado, en la santa comunión; y en la vida de muchos
de ellos, la íntima satisfacción al llegar al verdadero sacerdocio para poder
trabajar entonces sí con la misma autoridad de los apóstoles por el Reino de
Jesús en la tierra.
III
Todo ser vivo
creado por Nuestro Señor, exige las preciosas condiciones de vida ideadas por
Dios. El pez no vive sobre la arena seca de la costa, sino en el agua; el ave
no puede existir sino en el aire y el hombre necesita una precisa mezcla de
oxígeno (21 partes) y nitrógeno (78 partes), proporción que no permite
variación considerable sin poner en peligro la vida del hombre. La Iglesia de Cristo,
organismo vivo, también necesita su atmósfera en que vive, y es en esta
atmósfera también donde hay que buscarla y sólo en ella puede ser hallada por
los conversos. Un sectario que dice de la Iglesia católica ser producto del diablo, jamás
la hallará. Tampoco el que no quiera poner al lado de sus esfuerzos
intelectuales la reforma moral de su vida, la encontrará.
El relativismo y las verdades absolutas
Naturalmente,
desde un sistema de relativismo, el hombre puede unirse para fines religiosos
(culto, consuelo, educación, etc.) en la forma que considere oportuno. Así se
podrían, desde tal sistema, fundar nuevas iglesias como mejor les parezca a los
hombres interesados en tales proyectos.
Al contrario,
la Iglesia
católica cree en verdades y valores absolutos; para ella, la cuestión de cómo
hacer una iglesia es cuestión no de proyectos humanos, sino de fundación
divina, es cuestión de hecho, que no es dado a los hombres alterar según sus
opiniones, conveniencias o caprichos. Ella desprecia el relativismo. Y más
porque todo relativismo no sirve sino para una vida concebida como pasajera. Se
gana un sueldo “relativamente” bajo; se cambia una casa “relativamente”
incómoda por otra mejor; se busca para una colección una estampilla
“relativamente” rara y se afilia a una secta “relativamente” nueva. Todas estas
expresiones apuntan en sus relaciones hacia algo
más absoluto, revelando así la insuficiencia de cualquier relativismo.
Pero en esta
esfera de relativismo tampoco se puede llegar a la verdadera Iglesia. En esta
esfera se encuentran sectas, pero no la Iglesia verdadera.
Al contrario,
el que empiece a creer en verdades absolutas, está prácticamente ya en camino hacia
la Iglesia de
Cristo, aunque tal vez no se dé cuenta todavía de este rumbo ignoto. Las
autobiografías de los conversos marcan todas con perfecta claridad este paso
decisivo: cuando se abandona el relativismo humano y se empieza a creer en
verdades absolutas, con toda seguridad algún día se descubre en esta esfera de
lo absoluto, también la
Iglesia de Cristo. No importa con qué nombres se disfrace el
relativismo: puede llamarse criticismo, liberalismo religioso, individualismo,
subjetivismo, existencialismo o lo que se quiera; no se trata de nombres, sino
de una postura. El que se adhiere al relativismo, no penetrará la capa material
que rodea al hombre, ni llega a la esfera de Dios y de su Iglesia.
La fe católica y la fe protestante
El camino
hacia las verdades y los valores eternos, absolutos, lo tiene que andar el
intelecto humano, porque para este fin se le ha dado este don divino. La razón
humana investiga, discierne, usa las impresiones sensibles para la abstracción
de ideas, todo en busca de la verdad absoluta
detrás de las apariencias. El intelecto quita una por una las envolturas de las
cosas creadas para llegar al corazón, a la medula de ellas. Interpreta los
fenómenos visibles de las cosas para llegar a deducir el significado y el
perenne valor de estas cosas. Así se origina en el hombre la religión natural,
concluyendo de las cosas creadas a su creador.
Pero en esta
labor intelectual, el hombre llega a ciertas cosas y hechos que, encerrados en
forma tangible, sin embargo revelan de una manera especial y llamativa su
origen divino. La religión cristiana, la figura de Cristo, la Biblia son de esta clase de
cosas que en forma accesible a la razón, revelan ser de lo alto. La razón
asegura su credibilidad -Jesús realmente vivió en esta tierra- pero su
contenido no es accesible sino a la fe. La fe, en este sentido, es como una
prolongación del esfuerzo intelectual del hombre, porque ella, lo mismo que el
intelecto, media conocimientos; conocimientos que son de la esfera inmaterial
de Dios. La filosofía aplana el camino para la Teología , pero ésta es la
señora y aquélla la sierva.
El que de la
credibilidad de los hechos mencionados no pasa a la fe, no llega a las verdades
y los valores divinos. Insistimos en que la fe es una prolongación del esfuerzo
del intelecto humano. Fue el trágico error de Lutero falsificar la esencia de
la fe.
Para Lutero
-y se comprende este error por la dolorosa situación existencial en que se
hallaba, no sólo transitoriamente, sino por su talante de duda y desesperación
(José Luis Aranguren) la fe se convierte en confianza, y renunciando a su valor
cognoscitivo se convierte en algo que más tiene que ver con la voluntad (o
desesperación) que con el intelecto y los conocimientos. Esta fe “fiducial” de
Lutero ya no alcanza a subir a los valores intelectuales de la verdad eterna y
objetiva, sino serpentea de una manera lamentable sobre la tierra, dándole al
hombre deseoso de salvarse, consuelo en este negocio. La fe “católica” presenta
y proporciona al hombre la verdad revelada que el hombre tiene por “verdadera,
por garantía del Dios que revela”; la fe “protestante” sólo inspira confianza
en el asunto de salvación, hace que el hombre-pecador se humille ante Dios y
consiga el perdón. No es que el credo católico no conozca la “confianza” en la
misericordia de Dios y en el perdón de los pecados, pero no confunde la fe con
la esperanza. La Iglesia
católica conoce tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad; el
protestantismo no conoce sino dos virtudes teologales, la fe (“fiducial”,
mezclada con la esperanza) y la caridad.
Pero por falsificar la fe en esperanza, Lutero perdió el sentido para lo
objetivo, lo absoluto; todo se le volvió un asunto angustioso personal, y la
revelación divina, la Iglesia
fundada por Cristo, la ciencia natural de la recta filosofía, todo mereció sólo
su desdén. Su sistema es profundamente individualista y subjetivo, toda
religión ya no es más que “su salvación”. Se hizo en este sistema superflua la Iglesia como depositaria y
guardián de las verdades reveladas y absolutas. La Iglesia visible de Cristo
se convirtió en una iglesia invisible, comunidad de todos los que pensaban lo
mismo que él de la fe fiducial. El creer en las cosas invisibles porque Dios
las había revelado, se convirtió en el sentir, contra la “duda y la
desesperación” existencialista de Lutero, la seguridad de la salvación.
Por lo mismo
la predicación luterana se convirtió en la predicación de sentimientos en lugar
de exposición de doctrina; culmina esta nueva predicación en -la típica arenga
soteriológica del Ejército de Salvación- (Erweckungs predigt) y en cuanto al
culto litúrgico se observa igual resbalamiento hacia lo subjetivo: “En aquella
atmósfera no era posible el verdadero culto cristiano”. (Robinson).
Sólo cuando
se le devuelve a la fe cristiana su sentido original de aceptar en ella como
verdad absoluta lo que Dios se dignó revelar, sólo entonces se hace posible una
conversión del protestantismo a la
Iglesia católica.
La religión sin autoridad
Su unidad es señal indispensable para no dilapidar el tesoro confiado.
Ella no puede permitir que la verdad, la autoridad, la unidad y la santidad
sean furtivamente extraídas de su seno para fundar con ellas al capricho
iglesias humanas, sectas variables. Pero es tanta su fe en las verdades y
valores objetivos que custodia, que la Iglesia católica ni siquiera niega que el
atentado humano sectario pueda tener éxito: así reconoce la validez del
sacerdocio cismático, del bautismo de los herejes y reconoce los restos de la
verdad sustraída en las sectas pasajeras. La única lógica defensa contra este
hurto es su excomunión. De ahí viene, al lado del reconocimiento de tales
valores sustraídos, su intolerancia, su intransigencia contra las sectas,
cuando éstas, después de causar todos estos males, proponen una “branch-teoría”
o sea proponen que la Iglesia
católica se considere igual a todas ellas y se siente en la misma mesa donde
ellos deliberan sus proyectos ecuménicos de reunión de lo disgregado. La Iglesia católica bendice
estos esfuerzos, los acompaña con sus fervorosas oraciones, pero en todo lo
demás muestra a la palabra escrita sobre el umbral de su puerta: sumisión. El
camino para llegar a un solo rebaño, no puede ser que ella también vaya al
desierto; sino que los demás de sus desviaciones vuelvan al redil.
Así se
explica que en las verdaderas conversiones, los conversos siempre tienen la
impresión de no perder nada de lo que en realidad, era verdad y valía en sus
sectas, sino que por su conversión llegan solamente a la plenitud de estos
valores divinos, por medio del regreso a la Iglesia fundada por Cristo. No renuncian ni
siquiera a los valores personales: dignidad, libertad, derecho a la verdad y a
la santidad. No ven en su regreso nada vergonzoso, como si cometieran una
infidelidad con su secta de origen. Fue la contestación más natural la que el conde
de Stolberg diera un día a un amigo quien le dijo: “A
mí no me gustan las gentes que cambian de religión”. “Tiene usted toda La
razón”, le dijo el Conde; “a mí tampoco me gustan y si mis tatarabuelos no lo
hubieran hecho en la Reforma ,
no tendría yo necesidad de rectificar su error”.
Son, por
tanto, el relativismo, el menosprecio de la razón humana, la confusión de la fe
con la esperanza, el subjetivismo soteriológico y el atentado contra la unidad
de la Iglesia
fundada por Dios, como unos ingredientes venenosos en la atmósfera que la Iglesia necesita para
vivir, como las aves necesitan el aire para su supervivencia. La conversión a la Iglesia católica no es
otra cosa que una fuga de una atmósfera envenenada por el error y el orgullo
humano; para respirar nuevamente la única atmósfera saludable, señalada por
Dios para nuestra vida religiosa.
Los ateos modernos y los
conversos
El hombre
ateo se puede comparar, cuando busca a Dios y empieza a rezar, a un hombre,
perdido en un mar tempestuoso y oscuro en su embarcación frágil, el que empieza
a emitir señales de Morse religioso. “... .__
.__.. __ __ __ ; ...
.__ .__.. __ __ __ ;
__.. .. __ __ __
...”. “Halo, halo, Dios!”. Busca contacto con el Ser desconocido,
con el gran ignoto, hasta que reciba de Dios la prueba de su existencia. El
converso, y aún más el ex-ministro heterodoxo que busca ya no a Dios, sino a su
verdadera Iglesia, emite sus señales, tiende su radar hacia las iglesias
existentes, buscando en ellas las señales de identificación: unidad, santidad,
catolicidad y apostolicidad, hasta que llegue a identificarla por estas señales
de una manera inconfundible. Se aparta de las sectas que no muestran ninguna de
estas señales o no todas, hasta que se une, con sincero alivio a la única
Iglesia que las muestra. Este proceso de identificación es largo y doloroso, se
prepara en pasos preliminares y culmina en pasos positivos. Primero se ha de
hacer el despejo de los escombros (prejuicios, desunión, falta de autoridad),
pero finalmente llega el momento en que la verdad brilla y atrae
irresistiblemente. La envoltura humana de la Iglesia que, desfigurada en los prejuicios,
escandalizaba tanto, ahora se comprende como tal y los ojos penetran hasta la
esencia de la Iglesia.
La comprensión de la forma humana de la Iglesia
Como que el
converso, con la gracia de Dios, adquiere una vista total de la Iglesia , se le rectifican
todos los errores parciales y sus prejuicios cerrados. Sobre todo se libra del
error de la “Biblia sola”. Ve que no
fue la Biblia
la que hizo la Iglesia
o la hace hoy en la forma por las sectas proyectada y al estilo protestante,
sino que fue la Iglesia
la que hizo la Biblia. Es
la Iglesia
que recibió el depósito de la fe de Cristo y ella se habría desarrollado lo
mismo, teniendo la Biblia
que no teniéndola. Si esta Iglesia que los protestantes creen tan corrompida,
en realidad hubiera sido tan maliciosa de quemar, destruir, confiscar y
eliminar todas las Biblias de modo que no se hubiera quedado ni una sola ¿qué
habrían hecho los reformadores? ¿Sobre qué base hubieran construido la casa de
sus errores?, ya que dicen que sobre la Biblia y sólo sobre la Biblia se han de fundar las
iglesias cristianas. Y no vale decir que Dios nunca hubiera permitido semejante
crimen de parte de la Iglesia católica; el que
venga con tal argumento, sólo revela que no sabe pensar, raciocinar y concluir
lógicamente. Sin Biblia no habría habido jamás secta protestante alguna, pero
sin Biblia habría habido Iglesia católica lo mismo que hoy con Biblia. Gracias
a la fidelidad de la Iglesia
católica -¡trágica circunstancia!- Lutero pudo poner en marcha este enjambre de
sectas desunidas que escandalizan en el campo de las misiones, como conocieron
los mismos misioneros protestantes que dieron la voz de alarma y a quienes se
debe en el fondo el esfuerzo ecuménico protestante de los últimos años.
Y en segundo
lugar, el converso que tuvo que andar por los muchos caminos del error los
cuales se redujeron por fin a uno solo, el de la verdad que se perdió dentro de
la Iglesia
católica, también se pierde por lo general dentro de la masa de los fieles.
Pasados algunos años, en nada se distingue de los que han nacido dentro de la Iglesia católica. Hace la Iglesia suya como ella lo
hizo suyo. Está capaz de trazar por este círculo integral de las verdades,
diagonales de lado a lado: desde el niño que recibe el bautismo hasta el
moribundo que expira con los consuelos de la Madre Iglesia ; desde
la anciana ignorante que musita las palabras de su sencilla oración quizá un
poco supersticiosa, hasta la declaración “ex cathedra” del Santo Padre; desde
la absolución del pecador reincidente hasta las alturas de los místicos; desde
el tratado teológico en su sutileza racional hasta la hechura de un simple
rosario o de la estatua de un santo de moda en yeso; en fin, su mirada ya
abarca la totalidad de lo que es la
Iglesia de Cristo, porque aprendió a distinguir entre lo
esencial y lo contingente, quizá a veces con más acierto que los nacidos
católicos, porque tomó su camino por entre las contingencias hasta que llegó a
la medula de la esencia. Lo que el niño católico aprendió en la niñez, lo
aprende y asimila el converso como hombre adulto, llegando ambos al mismo resultado.
Sí mira
atrás, es con recuerdos de gratitud para con Dios y muchas veces también con
sus antiguos correligionarios. A los católicos superficiales le provoca decir
con uno de nuestros ex-ministros: “Los
católicos tienen una grave responsabilidad, pues el único camino por el que los
no-católicos tomarán en serio la afirmación de que su Iglesia es la sola
verdadera, es por su ejemplaridad. Dar tal testimonio, es voluntad de todos los
católicos, desde el Santo Padre hasta el último fiel. Su recompensa, más tarde
o más temprano, son la seguridad espiritual y un gozo íntimo. El católico es
primeramente un atleta espiritual. Nunca ha tenido mejor ocasión; ésta es su
hora”. (Robinson).
Tomado de la Revista
Regina Mundi
Interesante artículo, muestra las debilidades de la fe protestante.
ResponderEliminarNo cabe duda que el libro sagrado de ustedes debe ser MAQUIAVELO. Todo lo que aquí dicen es totalmente coincidente con ese libro y absolutamente contrario a la Biblia. Mentiras, es lo mínimo que podrían inventar, esas son sus bases históricas. Qué más podriamop esperar de una institución político-religiosa cesaropapista con una trayectoria tan oscura basada en el terror, el poder, guerras sucias, crímenes,negocios ilegales, que ha podido sobrevivir alimentándose del exceso de ignorancia de los pueblos. Y no es mi opinión. NO. Es la historia palpable,evidente y comprobable. Sólo basta con leer la tragica y deplorable trayectoria de ésta institución política (peor cosa no podría ser) mal llamada Iglesia.
ResponderEliminarLa iglesia es santa porque fue instituida por un santo los hombres son pecadores.
ResponderEliminarHaber protestante puedes refutarme esto dicho por Jesús " que sean uno conmigo como soy uno con mi padre"".... sabes lo que dice Jesús? es un solo cuerpo, una sola fe, un solo bautismo y un MISMO ESPÍRITU. Ese es espíritu es espíritu de la Verdad absoluta.... La IGLESIA DE CRISTO EN UNA O SEA UNIDAD....
Cómo puedes decirme tu que esas sectas protestantes que son más de 36.000 y cada día sale una secta nueva.... entonces dónde está la UNIDAD'
Martín Lutero es un herje y Jesús dice " salieron de nosotros pero no son de nosotros porque si hubieran sido de nosotros estuvieran con nosotros"....además dijo " después de mi lo que viene son falsos profetas .....
Es una lástima el odio a los caólicos que es el principio universal de todos ustedes pero no hay fe, no hay un solo cuerpo y un solo espíritu asi que ustedes lo que tienen es un espíritu de ciguena ( espíritu inmundo) mientras que la Iglesia católica tiene el Espíritu Santo es la IGLESIA QUE TIENE PODER.