Por
Bernardo Jaramillo Correa
“Oh
precioso lucero
Al
que llaman Señora
Del
Rosario de Arma
De
Rionegro.
Yo
soy un bandolero
Que
arrastrando voy mi alma
Hacia
el infierno.
Yo
maté mi conciencia
Y
junto a mi hermano
Y
frente a mi enemigo,
Yo
perdí la paciencia
Y
la maldad y el odio
Vienen
siempre conmigo.
Yo
fui por los caminos
Donde
la vida era
Un
canto de esperanza
Y
un despertar de luz
Mas
esta mano mía,
Vengativa
y soberbia,
En
cada hogar dejaba
El
peso de una cruz
Yo
irrumpí con las hordas
En
los campos fecundos
Yo
llevé a los sembrados
La
tea del rencor
Yo
sacié mi lujuria
En
los cuerpos de vírgenes,
Me
embriagué con la sangre,
De
Satán el licor
Yo
reí a carcajadas
Ante
la madre loca
Al
quitarle del pecho
Al
hijo de su amor
Para
arrojarlo luego
Con
mi furia diabólica
Contra
el muro inclemente
O
al oscuro rincón.
Yo
corrí como fiera
Tras
su presa anhelada
Sin
dejar sementera
Donde
ebrio no entrara
Con
mi sed insaciable
De
riquezas y vidas;
Yo
maté a los labriegos
Al
pie de sus sembrados,
Yo
ultraje sus mujeres,
Yo
robé sus ganados.
Yo
maté a las criaturas
Que
encontraba escondidas.
Yo
fui sordo a la angustia
Del
anciano indefenso,
Yo
llevé más tristezas
A
su opaca pupila
Cuando
obligué a sus ojos,
Cansados
por los años,
A
presenciar mis actos
Que
aterran a Atila.
Yo
estrangulé en mis manos
A la
débil criatura
Yo
clavé mi cuchillo en la virgen cintura
Yo
degollé cristianos
Por
pura diversión;
Yo
le di de patadas
A
la cabeza trunca,
Yo
le escupí la cara
Al
venerable cura,
Y
a la doncella pura
Le
arranqué el corazón.
Fue
mi grito de guerra
El
que sembró el espanto,
El
que llenó de angustia
Al
tranquilo poblado,
El
que cubrió de luto
Al
apacible hogar;
A
las gentes que huían
Yo
mi alcance les daba,
Nadie
en pie se quedaba,
Pues
su ruego era nulo
Y
a mis pies yo gozaba
Ver
su triste expirar.
Más…
un día, Señora
Del
Rosario de Arma,
Al
llevar yo mi diestra
Manchada
con la sangre
De
seres inocentes
Al
pecho en donde anida
Mi
fiero corazón,
Mis
dedos tropezaron
Con
algo ya olvidado,
Con
algo que mi madre
Me
había regalado;
Tu
escapulario, Virgen
Tabla
de Salvación.
Y
sentí en mis entrañas
Al
volcar de una vida;
Se
corrió la cortina
Que
mi vista enturbiaba,
Y
se tornó en deseo
Lo
que jamás pensé:
Deponer
ya mis armas.
No
ofender más a Cristo
Y
bañado en las lágrimas
Que
jamás derramara,
Llegarme
arrepentido
Señor,
hasta tus pies.
Y
aquí me tienes, Madre,
Emperatriz
y Soberana
Del
Rosario de Arma de Rionegro,
Suplicando
a tus plantas
No
se abran para mí
Las
terríficas puertas del infierno
Y
sobre mis hermanos,
Los
demás bandoleros,
Los
que van entre sombras
Apagando
luceros
Y
sembrando la muerte
Por
los campos de Dios
Extiende
generosa
Tu
manto esplendoroso
Para
que unidos todos
En
abrazo amoroso,
Ya
no nos separemos
Nunca
jamás de Vos”.
Tomado de Escritos y poesías escogidos entre los presentados a los juegos
florales de Rionegro (Antioquia) con motivo de la coronación canónica de
Nuestra Señora del Rosario de Arma. Febrero 8 de 1959.
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