jueves, 12 de noviembre de 2015

Oración piadosa a María



Santa María, yo adoro y bendigo a tu Hijo glorioso, a quien ruegues Tú por nosotros, pecadores. Siendo Tú Señora, más voluntariosa en rogar por nosotros, pecadores, que lo somos nosotros, no hay necesidad de que te roguemos a que ruegues por nosotros. Pero por cuanto no seríamos dignos de ser participantes en tus oraciones si no te rogáramos y confiáramos en tus oraciones, por tanto somos obligados a rogarte y contemplar en tus honores y de hacerte reverencia y honor, para que Tú nos recuerdes con tu piadoso recuerdo, y nos mires con tus ojos misericordiosos en este tiempo tenebroso en que estamos por falta de devoción y caridad, por cuya falta olvidamos la santísima  pasión del Hijo bendito, en cuanto no nos acordamos de Él como debiéramos y pudiéramos hacer; pero Tú, Señora, no ceses de rogar a Dios por nosotros con todos tus poderes. Luego siendo esto así, Tú, Reina de los reyes y Reina de las reinas, ayúdanos a que te honremos, honrando a tu Hijo en aquél lugar donde eres Tú deshonrada, y tu Hijo desamado, deshonrado, descreído y blasfemado por aquellos hombres a quienes tu bendito Hijo espera que vayan a honrarle y defenderle de los defectos que falsamente le son atribuidos por aquellos que viven en el error y van caminando al fuego perdurable.

         Cuan presto Tú, Reina, fuiste llena de gracia y del Espíritu Santo y del Hijo de Dios, que concebiste, tan presto fuiste tenida y obligada a rogar por nosotros, pecadores; porque en cuanto fueron mayores tus honores, en tanto conviene que se considerasen más en Ti los justos y los pecadores; y cuanto más fuertemente nos confiamos en Ti, tanto tu justicia te hace ser más cuidadosa en curar nuestras enfermedades y perdonar nuestras culpas.

         Inclina, Reina, tus ojos aquí abajo entre nosotros y mira cuántos son los hombres que te ruegan y te honran, acordándote y cantando tus loores.

Raimundo Lulio
(1232-1316).

Tomado de la revista Regina Mundi 7


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