Adán de Perseigne (¿-1221), abad cisterciense
Carta a Andrés, canónigo de Tours, 13-15; SC 66, 62.
“Mi alma engrandece al Señor.” ¿Cómo lo engrandeces tú? ¿Añadirías grandeza al que es infinitamente grande? “El Señor es grande” dice el salmista, y “digno de toda alabanza” (cf Sal 144,3) El Señor es grande, tan grande que su grandeza no soporta ni comparación ni medida. ¿Cómo lo engrandeces tú si no le puedes hacer más grande?
Carta a Andrés, canónigo de Tours, 13-15; SC 66, 62.
“Mi alma engrandece al Señor.” ¿Cómo lo engrandeces tú? ¿Añadirías grandeza al que es infinitamente grande? “El Señor es grande” dice el salmista, y “digno de toda alabanza” (cf Sal 144,3) El Señor es grande, tan grande que su grandeza no soporta ni comparación ni medida. ¿Cómo lo engrandeces tú si no le puedes hacer más grande?
Lo
engrandeces porque lo alabas. Lo engrandeces porque, en medio de las tinieblas
de este mundo, tú eres más luminosa que el sol, más bella que la luna, más
fragante que el perfume de la rosa, más blanca que la nieve, tú das a conocer
el esplendor de Dios. Tú lo engrandeces no añadiendo grandeza a su grandeza sin
medida, sino aportando, en medio de las tinieblas del mundo, la luz de la
verdadera divinidad... Tú lo engrandeces al ser elevada a una dignidad tan alta
como para recibir la gracia en plenitud (Lc 1,28) acogiendo al Espíritu Santo
y, siendo Madre de Dios permaneciendo Virgen inviolada, das a luz al Salvador
del mundo perdido.
¿De dónde viene esto? Porque el Señor está contigo. (Lc 1,28) el Señor que ha hecho de sus dones tus méritos. He aquí porque se dice que engrandeces al Señor, porque tú misma eres engrandecida en él y por él. Tu alma engrandece al Señor ya que tú misma eres engrandecida por él... porque eres el receptáculo del Verbo, la bodega del vino nuevo que embriaga la sobriedad de los creyentes. Tú eresla Madre
de Dios.
¿De dónde viene esto? Porque el Señor está contigo. (Lc 1,28) el Señor que ha hecho de sus dones tus méritos. He aquí porque se dice que engrandeces al Señor, porque tú misma eres engrandecida en él y por él. Tu alma engrandece al Señor ya que tú misma eres engrandecida por él... porque eres el receptáculo del Verbo, la bodega del vino nuevo que embriaga la sobriedad de los creyentes. Tú eres
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