Hermano Gerardo Bermúdez, O.P.
Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
El
hermano Gerardo Bermúdez, O.P., a sus 91 años tiene la vitalidad del recuerdo
marcado por Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Su testimonio sobre lo
ocurrido el 26 de marzo de 1999 le trajo una alegría particular: “Yo fui el
primero que la vi” y sin más preámbulos se sentó a narrar el breve instante de
su eterna historia.
“Ese
día hubo misa de cinco de la mañana y de seis, pero no de siete. Terminada la
misa de seis, yo me quedé en la basílica paseando y rezando el rosario. Me fui
caminando hasta la mampara que está después de la puerta principal en la nave
central. Estaba mirando a la imagen de la Virgen , que desde ese punto es un poco retirado.
A las 6:45 a.m., noté que algo raro le estaba pasando. Entonces me fui por el centro
de la basílica mirando a la
Virgen que se iba transformado. No fue ni una luz, ni una
nube, ni un rayo. El descolorido del lienzo iba bajando así, así, hasta los
pies”. Se inclinó y con sus manos dibujó en el aire la silueta de un cuerpo. Lo
enmarcó en un espacio y señaló que la trasformación ocurrió de arriba hacia
abajo.
“Cuando
yo llegué a la baranda del presbiterio se veía el pajarito que tiene el Niño
Dios en la mano. Me fui rápido para la sacristía a llamar al padre Zárate, O.P.
Al regresar, junto al presbiterio, había dos personas rezando el rosario agachadas
y no se daban cuenta de nada”.
Hizo
una pausa y recalcó: “El jilguero se veía nítido. No era luz, no era un rayo,
no era una nube. La imagen se fue trasformado y fue quedando limpia, nítida eso
fue todo… pero el padre Zárate si la vio bien. Le repito: Cuando yo llegué a la
baranda no estaba completa. Eso, el colorido, llegó hasta los pies. Luego quedó
todo nítido: El Niño, el pajarito y los pañalitos. Miré como se veía de nítida.
La transformación solo fue de la
Virgen. Los santos no tuvieron nada que ver allí. Ella se transformó.
El hermano Antonio Páez, O.P., que entró en ese momento al templo también la
vio.
“Eso
fue todo. Yo seguí pensando en el fenómeno porque yo soy muy devoto de la Virgen de Chiquinquirá.
Tengo imágenes de Ella por todas partes. Ella me escogió a mí para que la
viera. Yo fui el primero en verla. Esa renovación ya se había presentado en
años anteriores. Yo de fechas no me acuerdo, pero ya se había renovado. Este
estuvo más luminoso. Ella se fue limpiando y fue quedando limpiecita. Al terminar
la manifestación se fue coloreando se fue cubriendo hasta su estado natural.
“Después
del suceso me fui para el convento a desayunar porque ya eran como las ocho de
la mañana. No le conté a nadie porque no me iban a creer. Ninguno de los
padres dominicos le dio importancia al hecho porque estaban en el convento. Ese
día no pasó nada extraordinario con la noticia. En el pueblo nadie sabía nada
porque no estuvieron en el altar. En la calle, todos decían pregúntele al padre
Zárate y al hermano Gerardo que fueron los que la vieron.
“Un
domingo me entrevistaron y yo salí en la televisión por RCN caminando por la
basílica. Ese día vino la esposa del gobernador de Tunja a enterarse del
acontecimiento. Después de una de las misas me subí al púlpito, con permiso del
prior Cubillos, y le conté a la gente que la Virgen se había transformado. Para mi concepto,
les dije, eso es para que se den cuenta que esta imagen de la Virgen no es solamente
pintura. Ella está ahí y puede manifestarse en cualquier momento para decirle a
cualquier persona: yo estoy aquí”.
Tan
rápido como comenzó su relato lo terminó y se despidió muy cortés. “Eso fue
todo. Muchas gracias, y que Dios lo bendiga.
Y no se olvide: Ella está ahí”.
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