Por Julio Ricardo Castaño
Rueda
Sociedad Mariológica
Colombiana
La nación de la ruana se apretujó en la Villa de los Milagros porque Nuestra
Señora del Rosario de Chiquinquirá bajó de su camarín para arropar el pabellón
patrio con su corazón inmaculado.
La historia y la devoción, la palabra y el prodigio, la bendición y la
indulgencia, la poesía y el viajero, la camándula y el tiple, la tierra y la
familia se fundieron en una avemaría para saludar a la Madre de Dios vestida
con una manta de algodón tejida por los muiscas.
El canto se volvió un grito enardecido empapado en lágrimas de promesero.
La multitud expresó su sentir superior con ese sonido que nace en el corazón,
estremece el alma y estalla en el cielo con sus ecos de dulzura inmarcesible:
“Reina de Colombia por siempre serás”.
La electrizante melodía
incendió un misterio trémulo. La celebración centenaria derramó sus luces por
la geografía de la patria mariana. Una alegría indefinible inundó las calles
del Ciudad Promesa porque el almanaque señaló el 9 de julio de 2019 como la
fiesta de su realeza.
El fuego orante de los
peregrinos arreció con un ímpetu de júbilo virtuoso hasta recorrer las arterias
del universo tricolor. Los caminantes aceleraron sus pasos humildes ante el
impulso de una prisa bendita. La piedad fatigada volvía al terruño de María
El vigor fecundo de un
pueblo heroico se sublevó atronador para vociferar al viento la herencia
monumental de sus abuelos: El vasallaje místico de la Patrona. Un siglo de reinado, el primero en una línea de tiempo eterna, se agitaba ilusionado por
los horizontes del país.
María de Chiquinquirá pronunció
su magníficat y su amada Colombia respondió: “Madre, he aquí a tu hija”.
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