Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
“Perseverad en la oración, velando en ella
con acción de gracias”. (Col. 4,2)
El error se despertó hoy con su vocación para la equivocación un tanto
acentuada. Esa conducta, tan mediocre, encontró un tiempo vital para que el
yerro se incrementara. La causa de esa tozudez se llama octubre, el mes del
santo rosario.
La burla, amante celestina del desatino, lanzó el discurso del sofista:
“Esa retahíla mecánica de los rezanderos es el oficio de las abuelas
solitarias. ¿Quién les entiende esa jeringonza de idolatras?
El desacierto volvió a la palestra para convertir su postura en una tesis
dogmática. El pecado de la posmodernidad, la opinión elevada a la categoría de
verdad, arrojó su premisa falsa apoyada en la libertad de conciencia: “El
rosario no está en la biblia porque Dios es amor”.
La expresión: “Dios es amor”, misericordia que engendra santidad, se trasmuta
en la frase del anarquismo pro aborto y adulterio, entre otras calamidades del
libertinaje. La caridad se usa como bandera del relativismo para pecar sin
reatos de conciencia.
Así el error pasa a ser parte integral de la cultura del dislate legalizada
por una pifia constitucional. Contra ese desmadre moral queda el refugio en la
escuela de María Santísima. Ella dictó la catedra del evangelio en su salterio
porque allí el gazapo no tiene cabida. “El rezo del Rosario exige un
ritmo tranquilo y un reflexivo remanso que favorezcan en quien ora la
meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón
de Aquella que estuvo más cerca del Señor”, san Pablo VI.
Esa gracia, la de salir de la era de la errata, se logra al aferrarse a la
camándula de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Madre de Dios y
Patrona de Colombia.
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