jueves, 15 de octubre de 2020

El disparate y el salterio


 


Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana


“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias”. (Col. 4,2)


El error se despertó hoy con su vocación para la equivocación un tanto acentuada. Esa conducta, tan mediocre, encontró un tiempo vital para que el yerro se incrementara. La causa de esa tozudez se llama octubre, el mes del santo rosario.

La burla, amante celestina del desatino, lanzó el discurso del sofista: “Esa retahíla mecánica de los rezanderos es el oficio de las abuelas solitarias. ¿Quién les entiende esa jeringonza de idolatras?

El desacierto volvió a la palestra para convertir su postura en una tesis dogmática. El pecado de la posmodernidad, la opinión elevada a la categoría de verdad, arrojó su premisa falsa apoyada en la libertad de conciencia: “El rosario no está en la biblia porque Dios es amor”.

La expresión: “Dios es amor”, misericordia que engendra santidad, se trasmuta en la frase del anarquismo pro aborto y adulterio, entre otras calamidades del libertinaje. La caridad se usa como bandera del relativismo para pecar sin reatos de conciencia.

Así el error pasa a ser parte integral de la cultura del dislate legalizada por una pifia constitucional. Contra ese desmadre moral queda el refugio en la escuela de María Santísima. Ella dictó la catedra del evangelio en su salterio porque allí el gazapo no tiene cabida. “El rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso que favorezcan en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor”, san Pablo VI.

Esa gracia, la de salir de la era de la errata, se logra al aferrarse a la camándula de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Madre de Dios y Patrona de Colombia. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario