Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
“Salve, llena de gracia el Señor es contigo”.
(Lc 1, 28)
La gran obra de
Frank Duff fue diseñar una herramienta apostólica para servir a la Iglesia de
una forma específica: engendrar un taller de santos.
La dinámica de
esa función eclesial vive en la escuela de María Santísima. Allí el misterio de
la encarnación iluminó a la esclava del Señor con la gracia del plan mesiánico.
La Trinidad Santa le otorgó el don magnífico de la corredención, luz del
Redentor.
La Virgen Madre,
tabernáculo de la cátedra eterna del cristianismo, entregó su corazón
inmaculado para predicar el mensaje evangélico sin sofismas dialécticos.
Y su Legión, de hijos amados, así lo divulga:
Santa María, Corredentora:
“El espíritu de la Legión de María es el de María misma. Y de manera particular anhela la Legión imitar su profunda humildad, su perfecta sumisión, su dulzura angelical, su continua oración, su absoluta mortificación, su inmaculada pureza, su heroica paciencia, su celestial sabiduría, su amor a Dios intrépido y sacrificado; pero, sobre todo su fe: esa virtud que en Ella, y solamente en Ella, llegó hasta su más alto grado, a una sublimidad sin par. Animada la Legión con esta fe y este amor de María, no hay empresa, por ardua que sea, que le arredre; ni se queja Ella de imposibles, porque cree que todo lo puede…” (Manual cap. 3).
La humildad es corredentora. “La oración del humilde las nubes atraviesa, hasta que
no llega a su término no se consuela Él”. (Sir 35, 17).
La sumisión es corredentora: “La mujer oiga la instrucción en silencio, con toda
sumisión”. (1Tim 2,11).
La dulzura es corredentora: “¡La dulzura del Señor sea con nosotros! ¡Confirma tú la
acción de nuestras manos!” (Sal 90, 17).
La oración es corredentora: “Él les dijo: Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga
tu Reino”. (Lc 11, 2).
La mortificación es corredentora: “Sus mortificaciones y su rigor con el cuerpo”. (Col 2, 23).
La pureza es corredentora: “Procura, en cambio, ser para los creyentes modelo en la palabra, en el
comportamiento, en la caridad, en la fe, en la pureza”. (1 Tim 4, 12).
La paciencia es corredentora: “Tened también vosotros paciencia; fortaleced vuestros
corazones porque la venida del Señor está cerca. (Sant 5,8)”.
La sabiduría es corredentora: “Toda
sabiduría viene del Señor, y con él está por siempre”. (Sir 1,1).
El amor es corredentor: “El
amor todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta”. (1 Cor 13,
7).
La fe es corredentora: “La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no
se ven”. (Heb 11, 1).
“…La Iglesia ha
podido proclamar a María no sólo la Colaboradora de la Segunda Divina Persona
-es decir, la Corredentora de nuestra salvación, la Mediadora de la gracia-,
sino, también hoy, “semejante a Él” (cf. Gén. 2, 18). (Manual cap. VII. Pág.
44).
Sin duda alguna, María es corredentora, aunque no se haya proclamado el dogma. Ella con su Sí, abrió la puerta de entrada al Salvador del mundo.
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