Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
“Saludad a Trifena y a Trifosa, que se han
fatigado en el Señor. Saludad a la amada Pérside, que trabajó mucho en el Señor”.
(Rm 16,12).
La coronación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá dejó un legado
de feliz agradecimiento entre sus devotos. El pueblo cristiano decidió
convertir su gratitud en un monumento de fe.
La alegría nacional se tradujo en la promesa formal de edificar un templo
votivo, como recuerdo de aquel 9 de julio de 1919, en que Colombia ciñó con
corona de oro las sienes de su Patrona.
La semilla cayó en tierra de esperanzas y, el 21 julio de 1919, el obispo
de Pamplona (Norte de Santander), Rafael Afanador, bendijo la primera piedra de
la iglesia en el sitio de Marly.
El entusiasmo místico del festejo pronto fue opacado por la paupérrima
economía estatal. La sociedad vivía aún del intento de cicatrizar las heridas
decimonónicas, herencia cruel de sus libertadores y gamonales.
El peso de la obra quedó sobre los hombros de los frailes dominicos. Los
buenos padres hicieron esfuerzos gigantes por comenzar la tarea encomendada a
la nación católica pero sus manos, laceradas por el oficio constructor,
requerían ayuda urgente. Los años pasaron y el proyecto estaba paralizado por
falta de dinero. La crisis quedó consignada por la prensa capitalina con una
frase digna de la dificultad: “El 12 de julio de 1925, día en que se bendijo la
segunda primera piedra”.
La Orden de Predicadores tuvo que
asumir, con estoica responsabilidad apostólica, innumerables sacrificios
anónimos que en su momento darían frutos.
Y justamente en ese vértice de la incertidumbre financiera, los laicos
vinieron en ayuda de la comunidad y de la promesa de un país con una marcada
tendencia histórica a olvidar su grandeza.
Las mujeres bogotanas dieron un ejemplo bien singular de apoyo a los
dominicos. El 18 de mayo de 1930, ellas enviaron una carta al señor arzobispo
primado, Ismael Perdomo, y a la Conferencia Episcopal Colombiana.
En el texto sobresale el nombre del grupo y su misión:
“…Siguiendo lo
deseos del actual padre capellán y encargado de la obra hemos constituido la
junta denominada Damas Cincuenta y Cuatro, al estilo de otros célebres
santuarios, y en tal carácter, estamos dispuestas a trabajar en la obra del
templo de María con todo entusiasmo y amor poniendo en juego nuestra devoción y
fuerzas; pero necesitamos las bendiciones y el apoyo de vuestras señorías…”
(Cf. El Nuevo Tiempo. 12 de junio de 1930. Pág. 4ª).
El nombre de la institución, “Damas Cincuenta y Cuatro”, es el resultado del número de
sus primeras afiliadas. La pequeña comunidad, de señoras y señoritas, vivió un
catolicismo de acción en el servicio al prójimo. Las féminas tesoneras ayudaron
a edificar la casa del Señor que lleva el bellísimo y raizal nombre de Nuestra
Señora del Rosario de Chiquinquirá.
Y en un gesto de bogotano agradecimiento se rescataron sus nombres de una
crónica urbana bastante olvidada.
1. Señora doña María
de Jaramillo, presidenta.
2. Señorita Graciela
Villa, vicepresidenta.
3. Señora Inés O. de
Wickman, secretaria.
4. Señora Mercedes de
Rodríguez Mejía, tesorera.
5. Señora Elvira
Rivera de Calderón, subsecretaria.
Y señoras:
Elvira Barriga de Calderón, 6. Carolina Brigard de Londoño, 7. Paulina
Borrero de Ramírez, 8. Josefina Ortiz de González, 9. Paulina Vélez de Grillo, 10. María Teresa B.
de Pieschacón, 11. Tulia Escallón de Caro, 12. Rosa de Skorny, 13. Sara Tribín
de Sáenz, 14. Eloísa Botero de Isaza, 15. María Diago de Samper y 16. María
Francisca Uribe de Hernández, vocales.
Socias, señoras:
Noemí Infantino de Vásquez, 17. María Antonia de Esguerra, 18. María Elena
C. de Pinzón, 19. Lucila de Pardo, 20. Josefina Botero de Jaramillo, 21.
Virginia Parra de Espinosa, 22. Inés Valderrama de Andrade, 23. Tulia Mejía de
Jaramillo, 24. Catalina Ortiz, 25. Lilia Jaramillo, 26. Tulia González de
Piñeros, 27. Pepita Pardo de Jaramillo, 28. Clotilde García de Ucrós, 29.
Leonor Sáenz de Franco, 30.
Emma Baraya de Garavito, 31. Carmen Escallón de Cubillos, 32. Eva Trujillo
de Quiñones, 33. Pepita Gómez de Isaza, 34. María Terán de Gutiérrez, 35.
Elvira Ortiz de Maldonado, 36. Georgina González de González, 37. Julia S. de
Villa, 38. Clemencia de la Torre, 39. Teresa Sáenz de Ortiz, 40.
Carmen Gutiérrez, 41. Emelina de Caicedo, 42. Blanca Tobar de Ángel, 43.
Elvira Calderón de Marroquín, 44. Cecilia Salgar de Pardo, 45. Teresa Soto de
Piñeres, 46. Lola Becerra de Hoyos, 47. Clara Osorio de Ortiz, 48. María Helena
Leongómez de Saba, 49. Marialis París de De Francisco, 50.
María del Carmen Sáenz Tribín, 51. Barbarita Garzón, 52. Blanca de Tobón, 53.
Ana Sáenz de Henao, 54. Pepita de la Cuadra Salgar.
Interesante relato que nos descubre las raíces de este bello santuario bogotano. Los frailes dominicos y las damas citadas están grabados en el corazón de nuestra amada Reina.
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