Colombia, 9 de julio de 2021
Señor delincuente,
Luis Fernando Malaver
Su nombre entró en la historia de la infamia por la puerta trasera de la desolación. Es usted la última llaga en la lista dolorosa de las profanaciones sufridas por el Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.
La crónica tenebrosa de su existencia lo dejará para siempre ligado a la fuente
de las misericordias, en la Villa de los Milagros. La razón, incompresible para
su ser, es la bendición del Corazón de Jesús que brotó abundante de la custodia
que, torpe y brutal, rompió con prisa de alucinado.
Espero que la oscuridad de su alma, abrigo del delito y del perjurio, no haya
cerrado su retorno al confesionario porque está invitado a peregrinar a la casa
de la Patrona, al hogar de la Reina ultrajada en la fiesta de su coronación. Episodio
miserable que lo separó de sus predecesores. Ellos no tuvieron la virtud del
penitente, uno tuvo la gentileza de suicidarse.
Su caso es distinto porque el país sufre de una pandemia crónica de amnesia.
Lo cual se traduce en las prebendas de la justificación de su error. Si por algún
capricho jurídico va, con su mediocre maldad, a contemplar las rejas de la prisión
le aconsejo el robo de minutos al tiempo, su juez implacable, en el escenario
de los reos. El capellán de la penitenciaria lo puede confesar y enseñarle a
rezar el salterio de María, memoria del Evangelio, para reparar su gravísima
falta.
De mi parte, regaré un rosario con mis lágrimas para pedir su conversión de
vil apostata a humilde hijo de Dimas, el buen ladrón.
Atentamente, Julio Ricardo Castaño
Rueda
Me uno en oración por la conversión de este pobre delincuente
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