jueves, 24 de octubre de 2024

Alma humilde, corazón santo

Foto Julio Ricardo Castaño Rueda

 Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

“Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial”. (Mt 5,48).

 

La bienaventuranza es una virtud de María. Es un don superior de su concepción inmaculada. Es por tanto una gracia de su maternidad divina cuya condición celeste tiene la facultad de ser heredada a sus hijos adoptivos por medio del ejemplo.

Así, el cristiano tiene la capacidad de aprender a discernir, en cada acto de su conducta, el como construir una acción movida por el tríptico de la perfección: bien, verdad y belleza. La dinámica de edificar en la bondad lo hace digno de acceder a un estado cotidiano de ejemplaridad.

Y para asumir el reto necesita utilizar las herramientas básicas, asequibles y funcionales para cualquier fiel dispuesto a entregar su libre albedrio a la esclavitud del amor.

Esos instrumentos, de labor virtuosa, se aplican en el taller de la vida sin cortapisas ni legalismos. Sólo basta con incluirlos en la bendición diaria del suspiro orante. Los utensilios de la santidad son los mandamientos de la ley de Dios, los sacramentos, las obras de caridad y el santo rosario. Este cuarteto devocional, de funciones místicas, fue engendrado con el Verbo en María.

La Sierva del Señor coloca al alcance del corazón ese derecho formal de los pecadores. Ellos pueden alcanzar la gloria eterna porque la santimonia no es la utopía del dolor. Es el arte humilde de sacrificar el egoísmo en el altar de la voluntad del Dios.

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