jueves, 24 de julio de 2025

La Virgen de la Chiquinquirá: su lienzo, su rosario

Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

 “Él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo”. (Tit 3,5).


Dios escogió una imagen de María Santísima para evangelizar al Nuevo Reino de Granada. El catecismo de la revelación se plasmó sobre una manta de algodón, tejido muisca. La humilde tela acompañó a los curas de almas en la encomienda de Suta, 1562. Su silente tarea de ilustración simbólica fue trajinada por el asombro. La pintura representaba a la Madre del Redentor en su tarea de Virgen Oferente. El indígena catecúmeno reconocía su cultura en el lienzo y analizaba, según sus ritos cosmológicos, las relaciones del trazo con sus creencias en Bachué, una diosa creadora emergida de la laguna de Iguaque. La clase contemplaba el trabajo manual de sus mayores convertido en una cartilla religiosa. El estupor de las incógnitas se unió a la complejidad de la teología escolástica. Fue el primer momento de admiración y duda. El oficio del catequista y los sacramentos trasformaron la idolatría al cosmos en el culto de latría al Creador. Mientras ellos penetraban las profundidades de la fe, la pintura no soportó el pasar riguroso de las lluvias ni los veranos calcinantes. Se envejecía bajo el ritmo sosegado del abandono. Las figuras del credo cristiano se desvanecieron entre las roturas de las deshilachadas tramas. Los asombrados nativos comparaban como las ideas ancestrales seguía vigentes y la imagen se extinguía como símbolo religioso de sus comarcas invadidas por los labrantíos castellanos. El concepto gráfico desaparecía del cuadro colgado en la capilla doctrinera. El vacío de la forma deshecha penetraba en sus conciencias. La efigie de la mujer, virgen y madre, se esfumó. Entonces, la voluntad divina vino en ayuda de un rebaño, aún arisco, para revelarles un secreto, el rosario de unos episodios históricos. Plegaria recitada por la intimidad de la renovación de un tríptico diseñado por un fraile, un encomendero y un pintor.

 El rosario del lienzo


La creación 


1.El artista elegido 

Antonio de Santana… “se fue a la ciudad de Tunja, que dista del pueblo de Suta, catorce leguas, y mandó a Alonso de Narváez, que era el pintor, que había en dicha ciudad, que le pintara una imagen de Nuestra Señora del Rosario en una manta de algodón…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 12.

 2. La manta y las tinturas

 “…Narváez empleó para la obra los elementos que le ofrecía la campiña de Tunja: una tela de algodón, tejida por los indígenas, y tierra de colores en mixtura con hierbas y flores…” Apostillas. Ariza, O.P. Pág. 26. 

3. La pintura de la Virgen

 “…Como ideó Antonio de Santana la imagen, así la pintó Alonso de Narváez; más al parecer con un defecto, que ha sido reparado siempre de muchos, y sabida la causa de pocos: porque debiendo pintar a san Andrés apóstol al lado derecho de la Sacratísima Virgen lo pintó al izquierdo…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 12.

4. La capilla de Suta 

“…Recibió la imagen de Antonio de Santana, pintada en la manta de algodón, con los colores al temple, y por su trabajo dio al pintor veinte pesos de oro, no haciéndosele caro por este precio, lograr el deseado consuelo, de tener la imagen de la Sacratísima Virgen María del Rosario, con los dos santos sus devotos en la capilla del pueblo de Suta… Tobar y Buendía, O.P. Pág. 12.

5. La imagen desvanecida 

“…Pasaronse algunos años, y por el de 1575, se reconoció, que la imagen de Nuestra señora del Rosario estaba ya desfigurada, borrada y perdidos los colores, de manera, que parecía muy antigua…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 13.

El maltrato 


1. Los anchos agujeros 

 “…Y además de estas roturas tenía el lienzo, otras pequeñas en diferentes partes, según lo testificó el padre Francisco Pérez clérigo presbítero, en las informaciones hechas en la ciudad de Tunja, por comisión del señor arzobispo don fray Luis Zapata de Cárdenas, el año de 1588…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 13.

2. El azote de las lluvias 

 “…Estaba maltratado, y roto en las partes dichas, a causa de haberse mojado muchas veces, por haber tenido poca cuenta de empajar la capilla antes que fuera por cura: porque en el altar, donde estaba, entraba, cuando llovía mucha agua, que caía sobre el lienzo. Tobar y Buendía, O.P. Pág. 14. 

3. El camino a Chiquinquirá 

“…Luego, que Antonio de Santana recibió el roto, y maltratado lienzo, en que estaba borrada la pintura, y desfigurada la imagen de Nuestra Señora del Rosario, la entregó a unos indios del pueblo de Suta, y les mandó, que la llevaran al pueblo de Chiquinquirá, de donde también era encomendero…” Tobar y Buendía, O.P. Pág.16.

4. La escuela del olvido 

María Ramos. “…Vio, que en el suelo estaba un desarmado bastidor, y en él el maltratado, y roto lienzo de la imagen desfigurada de la Madre de Dios del Rosario; levantándolo del suelo sacudióle el polvo, que tenía, y queriendo reconocer, qué imagen estaba pintada, no pudo discernir de quien fuera, por estar tan borrada, y perdidas las facciones…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 21.

5. El bastidor desajustado

María Ramos. “…llamó a una mujer mestiza nombrada Ana Domínguez, del servicio de Catalina García de Irlos, para que le ayudara, a componer el bastidor, que estaba desarmado y a ponerlo en alto encima del altar, y habiendo compuesto lo mejor, que pudieron, lo pusieron en alto sobre el altar: y para que no cayese, lo aseguraron en unas cañas, materia de que se componía la pared con un cordel de fique, dándole cuatro, o cinco apretados nudos. Después que María Ramos dejó asegurada su deseada más que poseída imagen, barrió la capilla, y puesta de rodillas, hizo larga oración, y habiendo rezado sus devociones, y encomendándose a Dios, salió de la capilla tierna, y llorosa…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 21.

La renovación 


1.El icono ardiente 

 “…llevaba la india Isabel de la mano a un niño mestizo llamado Miguel de edad de cuatro, a cinco años. Al pasar por la puerta de la capilla le dijo el niño a la india, madre mira a la Madre de Dios, que está en el suelo, volvió la india, a mirar hacia el altar, y vio que la imagen de la Madre de Dios del Rosario estaba en el suelo parada, despidiendo de sí un esplendor celestial, y tan grande de luz, que llenaba de claridad toda la capilla: quedose asombrada la india, viendo aquel prodigio, y muy despavorida, y asustada le dijo en altas voces a María Ramos, que iba saliendo de la capilla estas razones: mira, mira señora, que la Madre de Dios se ha bajado de su lugar, y está allí en su asiento parada, y parece que se está quemando. Volvió María Ramos el rostro, y vio, que la imagen de la Madre de Dios estaba de la manera, que decía la india…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 25. 

2. Restauración y veneración 

 “… A los clamores de María de Ramos, y a las voces que dio la india Isabel, acudió Juana de Santana, y juntas las tres dichosas mujeres, llenas de espanto, y admiración, postradas de rodillas con afectos inexplicables de devoción, que les rebozaba en tiernas lágrimas, estuvieron embelesadas gozando de aquellos resplandores de gloria, que llenaban de claridad la capilla, y de alegría sus corazones…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 26. 

3. De hinojos ante el prodigio

“… (No con poca admiración de María Ramos) que los cordeles, con que había asegurado el bastidor, en que estaba el lienzo, habiéndole dado antes cuatro, o cinco nudos, para que no cayese, no estaban cortados, ni reventados, sino sanos, fuertes, y enteros, y que parecía habían sido desatados. Estando haciendo ese reparo, llegó Catalina Carcía de Irlos muy despavorida con Ana Domínguez, y otras personas de su servicio, y viendo la bendita imagen con aquella hermosura nunca vista, y con el rostro tan encendido, y colorado, renovado de colores se quedaron asombradas, derramando muchas lágrimas, y postrándose de rodillas en compañía de las demás mujeres, hicieron oración, y se estuvieron todo aquel día en la capilla, dando gracias a Dios, y contemplando en sus maravillas, y en la celestial hermosura de su Santísima Madre, cuyo rostro en su imagen duró por todo aquel día encendido, y colorado…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 27.

4. Certificación canónica

 “… después, que sucedió el milagro de la renovación de la Madre de Dios del Rosario de Chiquinquirá, dieron noticia de él al cura que en la ocasión era el padre Juan de Figueredo, clérigo presbítero, el que tenía su asistencia en el pueblo de Suta, y llevando en su compañía a Diego López de Castiblanco, escribano de Su Majestad para hacer información, y averiguación del milagro, fue a Chiquinquirá; entró a la capilla, y viendo a la milagrosa imagen tan sumamente hermosa y con tan vivos colores renovada en el roto lienzo, se quedó asombrado: y habiéndola adorado con mucha devoción, y contemplado, en el milagro; hizo de él información en Chiquinquirá, en diez días del mes de enero de 1587. Recibiendo declaraciones de los testigos…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 29.

5. Fruto de la Providencia 

 “…Cuando el milagro de la manifestación, y renovación por sí misma, de esta bendita imagen, no estuviera tan suficientemente comprobado en las copiosas informaciones, que hicieron así el cura de Chiquinquirá, como los jueces comisarios, basta verla al presente, para conocer en ella, que es obra toda sobrenatural…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 39.

El ofrecimiento


 1. Los promeseros, 1586

 “…En lenguas de fama corrió por todo el Nuevo Reino la noticia de la prodigiosa renovación de la imagen de la Madre de Dios del Rosario de Chiquinquirá: y al instante comenzaron los fieles a tenerle mucha devoción, y a invocarla en su favor, amparo, y remedio de sus necesidades, trabajos, dolores, y aflicciones: y haciendo promesa de visitarla en su casa comenzó, hacer frecuentada de enfermos, tullidos, y necesitados…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 42.

 2. La iluminación, 1589

 “…víspera de la Epifanía del Señor, el día 5 de enero de 1589 entre las ocho, y nueve de la mañana, saliendo revestido, a decir misa el padre Fernando de Rojas, en el altar de la Madre de Dios de Chiquinquirá, vio, y vieron todos los que concurrieron, a oírla que la imagen de Nuestra Señora del Rosario estaba como cubierta de una nube muy resplandeciente como un cristal, o nieve muy blanca, con tan grande luz, que apenas podían, percibir verle el rostro a la Santísima Virgen, la cual duró de aquella manera todo aquel día, y el otro siguiente de los Reyes, hasta la hora de las cinco de la tarde: y del resplandor, que despedía la milagrosa imagen, resultaba grandísima claridad en los santos san Andrés apóstol, y san Antonio…” Tobar y Buendía, O.P. Pág. 89.

3. La coronación, 1919

 “…En la ciudad de Bogotá, a nueve de julio de mil novecientos diez y nueve, en el dosel levantado en el atrio de la Catedral Basílica Menor, en virtud del decreto pontificio de 9 de enero de 1910, se llevó a cabo la ceremonia de la coronación de la imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá con el Niño Jesús… (Cf. Acta notarial de la Coronación de Nuestra Señora de Chiquinquirá). 

4. La visita del Papa, 1986 

1. ¡Dichosa Tú que has creído! (cf. Lc 1, 45) Como peregrino a tu santuario de Chiquinquirá, me postro ante Ti, oh Madre de Jesús, pronunciando las palabras con las que te saludó Isabel, la esposa de Zacarías, en el umbral de su casa. ¡Dichosa Tú, que has creído! Dichosa, porque a impulsos de tu fe, en respuesta al anuncio del ángel, acogiste en tu seno la Palabra del Dios vivo. Dichosa Tú por haber pronunciado aquel bienaventurado “fiat” que te convirtió, por virtud inefable, de Sierva del Señor en la Madre del Verbo Eterno: Dios de Dios, Luz de Luz, hecho hombre en tus entrañas virginales. ¡El Verbo se hizo hombre! (cf. Jn 1, 14). ¡Dichosa Tú, porque gracias a tu acatamiento de la Palabra de Dios, se cumplió, ya en la plenitud de los tiempos, el acontecimiento más señalado por los profetas para la vida y para historia de la humanidad: “El pueblo que andaba en tinieblas, vio una luz grande” (Is 9, 2): ¡tu Hijo Jesucristo, el Hijo del Dios vivo, el Redentor del hombre, el Redentor del mundo! (Cf. Viaje apostólico a Colombia. Misa en el Santuario Mariano de Chiquinquirá. Homilía del santo padre Juan Pablo II. Jueves 3 de julio de 1986).

5. El resplandor, 1999

 “En la mañana del día 26 de marzo de 1999, a los 6 y 45 minutos en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, la Madre de Dios se llenó de una gran claridad. En vísperas de iniciar la Semana de Pasión del Señor. El quinto viernes de cuaresma, viernes de dolores, fue el día escogido por la Virgen María para manifestarse nuevamente. Lo primero que vi fue cómo se iluminó el niño que sostiene la Virgen en el brazo izquierdo, lleno de una blancura difícil de describir, el velo que cubre la cabeza de la Virgen y que baja hasta la altura del brazo, resplandecía tomando un color blanco claro, el rostro de la Virgen se iluminó adquiriendo una claridad resplandeciente…” Testimonio de fray Edelberto Zárate González, O.P.

jueves, 17 de julio de 2025

El rezo de los raizales

Foto Julio Ricardo Castaño Rueda

 


Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

El rosario del promesero es el canto de la humildad colombiana. Sus plegarias suenan a camándula bendecida por la artesanía de la fidelidad. Sus preces traen el rumor de las ventiscas en los páramos y los oleajes marítimos de dos mares. Sus ruegos convidan a un continente a la procesión. El salterio nacional besa a la romería interminable.  En sus labios vibra una jaculatoria a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.

Ella, la Rosa del Cielo, vive en el altar de la oración hogareña. Terruño vital de las aldeas levantadas sobre las circunstancias de la agreste geográfica. Ella cobija el abandono de las latitudes en su recitación trajinada al compás de una esperanza que la fe convirtió en certeza.

Su rosario en familia es el guardián del concepto de Pío XII, invisible sustancia sobrenatural. Jaculatoria del Evangelio para engendrar el cielo en el alma. El ruego de sus misterios es una meditación celeste. El viajero pasa, sin prisas ni silencios, una cadencia sosegada. Es el tiquete del peregrino al emprender la marcha para ir a postrarse ante el Dios misericordioso sostenido por Mamá Linda Renovada.

El rosario es su antídoto contra la malicia política. Engendro de los motivos del trágico sofisma que crucificó a Colombia… Y vuelve el mes de julio a releer memorias de una independencia fraudulenta mientras la realidad se santifica al amparo de sus fiestas marianas.

El heroico pueblo abandonó sus labrantíos para ir a visitar el santuario de La Chinca. Es un llamado ancestral. Las multitudes andariegas, con los acordes de la guabina chiquinquireña, migran guiadas por el aliento místico de la corona de rosas.

 

miércoles, 9 de julio de 2025

Acta notarial de la Coronación de Nuestra Señora de Chiquinquirá

Foto archivo particular

En la ciudad de Bogotá, a nueve de julio de mil novecientos diez y nueve, en el dosel levantado en el atrio de la Catedral Basílica Menor, en virtud del decreto pontificio de 9 de enero de 1910, se llevó acabo la ceremonia de la coronación de la imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá con el Niño Jesús, en el orden siguiente: El ilustrísimo señor don Eduardo Maldonado Calvo, en su carácter de Protonotario Apostólico para esta ceremonia, bendijo solemnemente las dos coronas y el iris de oro, oferta de los Religiosos de la Orden de Santo Domingo, celebró de pontifical y terminada la santa misa, por ante mí el infrascrito Notario Eclesiástico de este Arzobispado y por ante el Excmo. Señor Nuncio Apostólico, El ilustrísimo señor Arzobispo de Bogotá y Primado de Colombia, el Excmo. Señor presidente de la República, ilustrísimos señores arzobispos de Medellín y Popayán, ilustrísimos señores Obispos de Garzón, Ibagué, Manizales, Cali Antioquia, y Jericó, Socorro, Pamplona, Santa Rosa de Osos y Pasto, ilustrísimo Señor Obispo de Camaco, Auxiliar y Vicario General, ilustrísimo señor Vicario Apostólico de la Goajira, ilustrísimos Señores Prefectos Apostólicos de Arauca, Caquetá, y Chocó, ilustrísimo Señor Vicario Apostólico de Casanare, el M.I. Señor Provisor y Vicario General de este Arzobispado, el Venerable Capítulo Metropolitano, altas autoridades de la República, muchos sacerdotes y religiosos, y finalmente ante una inmensa multitud exigió el ilustrísimo señor Obispo de Tunja a los diputados los M. RR. Padres Fray Tomás María Posada, Prior de los Religiosos de la Orden de Santo Domingo, y fray Luis María Lopera, Cura Párroco de Chiquinquirá, el juramento canónico de mantener y conservar, y de ordenar a sus respectivos sucesores o encargados, que hagan mantener y conservar sobre la cabeza de la veneranda Imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá y del Niño Jesús las dos coronas junto con la aureola también de oro y adornadas con riquísimas piedras, y acto continuo, entre el general entusiasmo y religioso respeto de todos los circunstantes colocó las respectivas coronas y la aureola de oro, que antes llamé iris por su resplandor, sobre la cabeza de Nuestra Señora de Chiquinquirá y del Niño Jesús. Todo lo cual presencié como Notario Eclesiástico del Arzobispado de Bogotá, de ello doy fe y firmó y refrendo con el sello del Arzobispado por ante los dignísimos testigos ya mencionados, quienes firman conmigo, Fidel León Triana. Pbro. Notario Ecco, (L.S.) – Marco Fidel Suárez, Presidente de la República – Enrique Gasparri, Arzobispo de Sebaste, Nuncio Apostólico. – Eduardus, Epus. Tunquen. – Bernardo, Arzobispo de Bogotá. - Manuel José Arzobispo de Medellín. - Esteban, Obispo de Garzón. – Manuel Antonio, Arzobispo de Popayán. – G. Nacianceno, Obispo de Manizales. - Ismael, Obispo de Ibagué. – Antonio Ma, Obispo de Pasto.- Maximiliano, Obispo de Santa Rosa de Osos. Fr. Atanasio Vicente Soler y Royo, Obispo de Citarizo y Vic. Ap. – Francisco Cristóbal, Obispo de Antioquia y Jericó. – Antonio Vicente, Obispo del Socorro. – Leonidas, Obispo Titul. de Camaco, Auxiliar y Vicario General. – Eladio, Obispo de Cali. – Rafael Obispo de Pamplona. – Fr. Santos Ballesteros, Vicario Apostólico del Casanare. - Emilio Larquere, Pref. Ap. de Arauca. – Salustiano Gómez Riaño. – Francisco, Prefecto del Chocó. - Acepto, Fr. Tomás María Posada A., Prior O.P. – Acepto, Fr. Luis María Lopera, O.P., Cura Párroco de Chiquinquirá. Fr. José Ángel Lombana S., Provincial O. Prae. - Testigo, José Joaquín Casas, hijo de Chiquinquirá. – Testigo, José María Neira, Gral. del Ejército, hijo de Chiquinquirá. Faltan aún las firmas del Venerable Capítulo y de altas autoridades que asistieron a la augusta ceremonia. Es fiel y primera copia del original, expedida por el infrascrito Notario Eclesiástico, en Bogotá, a once de julio de mil novecientos diez y nueve. Doy fe, Fidel León Triana, Pbro. Notario Eclesiástico, (L.S.). E

jueves, 3 de julio de 2025

El candil de María Ramos

Por Julio Ricardo Castaño Rueda 
Sociedad Mariológica Colombiana 


 “Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban” (Mc 6,13).

Fotos Julio Ricardo Castaño Rueda
 
 En Chiquinquirá, el templo de la Renovación exhibe un mutilado documento avalado por la Biblioteca de la Academia Boyacense de Historia donde aparecen un error histórico y varios de gramática. El escrito certifica un milagro. Es parte del apoyo a una campaña publicitaria en beneficio del aceite La Milagrosa, producto que se puede adquirir en el despacho parroquial por 6.000 pesos. El prodigio ocurrió a principios del siglo XVII cuando una lámpara se encendió sola y lanzó un bello resplandor mientras su unto inundó el suelo de la capilla. Allí reposaba el renovado lienzo de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. El fenómeno entró a formar parte del botiquín médico de los peregrinos. Ellos usaron el aceitón para curar sus enfermedades. El remedio funcionó en esa centuria y desapareció del uso terapéutico en el mismo espacio de tiempo. Después de trescientos años, en el año 2023, los frailes dominicos volvieron a retomar la herencia del quinqué que vertía su sanador santolio. La pregunta es por qué se extinguió el uso del óleo dentro del ritual costumbrista de un pueblo devoto. Y el siguiente interrogante radica en verificar su eficacia en el mejorado envase. ¿En estos últimos años alguien ha dejado su testimonio de un favor celestial a través del líquido graso? La espera de la respuesta permite publicar el texto original, con negrillas el faltante y sus yerros finales. “…Estando Antonio Hernández Morera en la Iglesia de Nuestra Señora de Chiquinquirá, en novenas el día 04 de octubre de 1607, rezando devociones, entró María Ramos: y habiéndose acercado al altar de Nuestra Señora, después de haber hecho oración, le dijo a Antonio Hernández, que aliñara, y encendiera la lámpara de Nuestra Señora que ella tenía que hacer. Acabó de rezar Antonio Hernández, y habiendo ido a la posada de María Ramos por aceite, cuando volvió con él, halló que la lámpara que había dejado apagada estaba encendida, y que de ella salía un grandísimo resplandor reverberando con extraña luz en la capilla; espeluzáronsele los cabellos, y muy espantado, de ver tan extraordinaria claridad, se acercó a la lámpara, y vio que el vaso, a más de estar lleno de aceite, se vertía en abundancia, y se derramaba en el cubo sobre el afrecho, que tenía: atónito de ver aquel prodigio, salió despavorido, y cogiendo las campanas, las comenzó a repicar: acudió el cura con muchas personas: y habiendo entrado a la iglesia, vieron esta maravilla, y que todavía se difundía el aceite, que rebosaba del vaso: y comenzando, a coger del a porfía, y con alborazo, mandó el cura debajo de excomunión, que no cogieran más del aceite, y al instante cesó de rebosar, y derramarse, quedando lleno el vaso con admiración de todos, los que se hallaron presentes con el cura que celebró el milagro, descubriendo a la Madre de Dios, con copia de luces: y habiendo sucedido entre las cuatro, y cinco de la tarde, el día cuatro de octubre, de mil seiscientos y siete años, se estuvieron hasta media noche en la iglesia cantando alabanzas a la Madre de Dios en cuyo templo está pintado el milagro en un grande lienzo en recomendación, de su memoria. Y desde el día que sucedió, quedó la lamparilla de latón con el renombre de Milagrosa: y por otro de María Ramos: y se conserva hasta el tiempo presente, aunque sin cadenillas de la primera materia, por haberlas quitado por reliquia, y está pendiente de una lámpara grande de plata, que está en medio de otras en la Capilla Mayor. No fue sólo una vez, en la que se difundió este milagroso aceite: porque el año 1614, siendo cura el padre Gabriel de Rivera Castellanos, estando en novenas en la iglesia algunas personas, y entre ellas don Bernardino de la Sema Mojica, y Juan Gómez Medrano, regidores de la Ciudad de Tunja, vieron, que estando apagada la lámpara grande, que llaman de Villalobos, en que está pendiente la lámpara de latón, que llaman del Milagro, entró María Ramos a la Iglesia y parada delante de la Santísima Imagen, le oyeron decir en alta voz las palabras siguientes: buena estáis Rosa del Cielo a oscuras: Pues bien sabéis que yo no tengo aceite, con qué encenderos la lámpara. Y habiendo dicho estas razones, pasado un breve rato, vieron, que de improvisto, comenzó, a arder la lámpara, y que de ella rebozaba aceite. Admirados del prodigio, repicaron las campanas pregoneras del milagro: y acudiendo el cura con muchas personas, comenzaron a recoger del aceite, que se difundía, en jarros y tazas, que después guardaron en frascos por reliquia, con que obró la Madre de Dios muchos milagros en beneficio de los enfermos, a quienes ungían con él: y desde entonces quedó en los peregrinos asentada la devoción, de cebar aquella milagrosa lámpara, y llevar de su aceite, que aplican como universal remedio de cualquier dolencia, calificado con tan notorias experiencias, de los muchos milagros obrados por esta Celestial Señora”. 

“Confrontar: TOBAR Y BUENDÍA, Pedro. La virgen de Chiquinquirá, la única fuente histórica del milagro, escrita en el siglo XVII por el padre Pedro Tovar y Buendia, Bliblioteca* de la academia Boyacense de Historia, Tunja 1986, pp. 143-145.” 

Nota del autor: Tobar y Buendía no es la única fuente historiográfica. Existen otros documentos como Memoria de los sucesos raros que ha obrado N. Sr. por intercesión de Ntra. Sra. del Rosario de Chiquinquirá. Testimonios juramentados de fray Juan Pereira, O.P. y el Proceso eclesiástico sobre la milagrosa renovación de la imagen de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá y hechos portentosos que se siguieron. 

 *Y Las erratas son las llagas del texto.


 

viernes, 27 de junio de 2025

Oración al Sagrado Corazón de Jesús

 Foto Julio Ricardo Castaño Rueda

Oh Divino Jesús que dijiste: "Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca encuentra, y a quien llama se le abre". Mírame postrado a tus plantas suplicándote me concedas una audiencia. Tus palabras me infunden confianza, sobre todo ahora que necesito que me hagas un favor: (se pide con mucha humildad lo que se necesita).

¿A quién he de pedir, sino a Ti, cuyo Corazón es un manantial inagotable de todas las gracias y dones? ¿Dónde he de buscar sino en el tesoro de tu corazón, que contiene todas las riquezas de la clemencia y generosidad divinas? ¿A dónde he de llamar sino a la puerta de ese Corazón Sagrado, a través del cual Dios viene a nosotros, y por medio del cual vamos a Dios? A Ti acudimos, oh Corazón de Jesús, porque en Ti encontramos consuelo, cuando afligidos y perseguidos pedimos protección; cuando abrumados por el peso de nuestra cruz, buscamos ayuda; cuando la angustia, la enfermedad, la pobreza o el fracaso nos impulsan a buscar una fuerza superior a las fuerzas humanas. Creo firmemente que puedes concederme la gracia que imploro, porque tu Misericordia no tiene límites y confío en que tu Corazón compasivo encontrará en mis miserias, en mis tribulaciones y en mis angustias, un motivo más para oír mi petición.

Quiero que mi corazón esté lleno de la confianza con que oró el centurión romano en favor de su criado; de la confianza con que oraron las hermanas de Lázaro, los leprosos, los ciegos, los paralíticos que se acercaban a Ti porque sabían que tus oídos y tu Corazón estaban siempre abiertos para oír y remediar sus males. Sin embargo... dejo en tus manos mi petición, sabiendo que Tú sabes las cosas mejor que yo; y que, si no me concedes esta gracia que te pido, sí me darás en cambio otra que mucho necesita mi alma; y me concederás mirar las cosas, mi situación, mis problemas, mi vida entera, desde otro ángulo, con más espíritu de fe. Cualquiera que sea tu decisión, nunca dejaré de amarte, adorarte y servirte, oh buen Jesús. Acepta este acto mío de perfecta adoración y sumisión a lo que decrete tu Corazón misericordioso. Amén.

Al concluir se reza: "Padre Nuestro, Ave María y Gloria". D 

jueves, 19 de junio de 2025

Los corazones traspasados de Jesús y María

 

Foto Julio Ricardo Castaño Rueda

Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

(Artículo escrito para la edición del Domingo de Ramos del periódico de la Arquidiócesis de Miami, La Voz Católica)

 

El Corazón traspasado de Jesús

En el Evangelio de San Juan capítulo 13,1, leemos: “(Jesús) habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”. Este amar hasta el extremo significa que su Corazón no ha escatimado en nada para manifestar su amor a los hombres.

Jesús nos amó hasta el extremo de entregar su Cuerpo, su Sangre y su Corazón en la Cruz. “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha escatimado en nada por salvarles y demostrarles mi amor”, dijo Jesús a Santa Margarita María de Alacoque mientras le mostraba físicamente Su Corazón. ¡Cuánto desea Jesús que comprendamos la anchura y la longitud, la altura y la profundidad (Ef 3,17) del amor de su Corazón! ¡Cuánto desea que nos dispongamos a contemplar, como San Juan, los misterios de amor de su Corazón traspasado!


En la narración de la crucifixión, San Juan nos dice: “Al llegar a Jesús, como lo vieron muerto... uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua”. (S. Jn 19,37) Qué momento para San Juan, quien recostó su cabeza en el pecho de Cristo en la última cena y escuchó sus latidos de amor oblativo por la humanidad. Al contemplar el Corazón traspasado se adentraba en los grandes misterios del amor de Jesús. Esta es la razón porque el evangelista exclamaría en su primera carta: “Dios es Amor”. ¿Cómo no exclamar esta verdad, cuando ante sus ojos se manifestó el amor que no escatimó en nada por abrir las puertas del Reino a la humanidad y que dejó la llaga de su costado como el eterno acceso del hombre al Corazón de Dios?

Contemplar la llaga de su Corazón traspasado es adentrarnos en la escuela del amor. Esa llaga, que es causada por la lanza del rechazo de los hombres, es la que Jesús convierte en el acceso directo a su Corazón y al reino de los Cielos. ¿No es conmovedor Su amor? ¿No es esta llaga el signo más claro de la oblación generosa de su Corazón? ¿No es acaso el sello de su amor y de su sacrificio? ¿No es su Corazón traspasado el triunfo del amor? Porque el amor triunfa cuando vence al mal, cuando da vida después de la muerte; cuando responde a la dureza del corazón humano ofreciendo su vida, su Corazón. Esta es la gran victoria del Corazón traspasado, que el Amor no siendo amado, como nos dice S. Francisco de Asís, responde amando hasta el extremo.

El amor del Corazón de Cristo convierte la llaga causada por el desprecio de los hombres en la fuente de vida, de donde manan gracias de salvación: “El Sagrado Corazón de Jesús fue traspasado por la lanza en la cruz para que fluyesen de él tesoros de gracia para todos los hombres. Es como una fuente perenne de vida que da esperanza a cada hombre. Del Corazón de Cristo crucificado nace la nueva humanidad, redimida del pecado”. (SS. Juan Pablo II, 1997).

De su Corazón traspasado nace la Iglesia. El dolor abrazado por amor tiene la capacidad de redimir, de salvar y de dar vida. San Maximiliano Kolbe repetía constantemente a sus frailes: “El amor es fecundo, solo el amor crea y da vida”. Cristo da vida a la Iglesia después de muerto. Cuando su Corazón es golpeado por la lanza, se abre una llaga. De esta fuente abierta, nacen la Iglesia y los Sacramentos. ¡Qué poder fluye del Corazón traspasado! ¡Qué triunfo del amor sobre la muerte!... “El amor es más fuerte que la muerte” (Ct 8,6). El amor es más fuerte que la muerte porque la vence, y la vence porque no deja de dar vida aun después de la muerte.

El Corazón traspasado de María

A esta poderosa fecundidad del Corazón traspasado de Jesús, está plenamente unido el Corazón de María, traspasado místicamente junto al Corazón de su Hijo. En Lucas 2,35, se nos narra como Simeón profetiza el destino doloroso de Jesús, del cual participaría su Madre. “Éste está puesto para caída y elevación de muchos y para ser señal de contradicción- y a ti misma una espada te traspasará el corazón”. Estas palabras le indican la concreta dimensión histórica en la cual el Hijo llevaría a cabo su misión mesiánica, es decir, en la incomprensión, rechazo y dolor. A este camino doloroso, pero fecundo, estaría unida de manera única y singular la Madre. El Corazón de María, unido indisolublemente al de su Hijo, recorrería el mismo destino. “Al pie de la Cruz, una espada traspasa el Corazón de María, cumpliendo así las palabras de Simeón... unido totalmente al sacrificio redentor de su Hijo, está el sacrificio maternal de su Corazón”. (JPII, 1988) .

El Santo Padre habla de esta participación singular de la Virgen en el sufrimiento redentor, como una “crucifixión espiritual”, como “un traspaso espiritual”, cuyo propósito es dar vida a través de la apertura del corazón. La maternidad espiritual de María sobre los hombres alcanza su plena realización en el Calvario cuando de manera explícita Jesús dice desde la cruz: “Mujer he aquí a tu hijo; hijo he aquí a tu Madre”. (Jn 19).

Juan Pablo II, en su visita al Santuario de Fátima en 1982, nos explicó que estas palabras de Jesús abrieron el Corazón de María para su maternidad espiritual sobre la Iglesia: “Cuando Jesús dijo: Mujer he aquí a tu hijo, abrió de una manera nueva el Corazón de la Madre. Un poco más tarde el soldado traspasa el Corazón de Jesús. Con estas palabras, el Corazón de María es abierto para recibir a los que el Corazón traspasado de Jesús iba a alcanzar con su poder redentor”.


Igual que el Corazón de Jesús en el momento del traspaso dio a luz a la Iglesia y quedó eternamente abierto para derramar gracias de salvación sobre la humanidad, el Corazón de María unido espiritualmente al traspaso de su Hijo, quedó abierto para siempre para acoger con amor materno a los que aceptan la redención de su Hijo y para ejercer su mediación materna sobre todos los hombres y en todo momento histórico.

Sólo el amor triunfa

¡Contemplen al que traspasaron! (Jn 19,37). Cuán necesaria es esta contemplación para adentrarnos en la escuela del amor. El amor del Corazón de Jesús fue capaz de transformar la muerte en vida; el dolor en redención; la llaga de su costado en puerta abierta y fuente de salvación. El amor del Corazón de María fue capaz por su comunión perfecta e incondicional a la obra redentora, de recorrer el mismo destino de su Hijo, hasta llegar al pie de la Cruz. Del Corazón traspasado de Cristo hemos recibido salvación, liberación, redención. ¡Cuántas gracias fluyen a través de la llaga de su Corazón! Del Corazón traspasado de María nace su maternidad espiritual, que la ejerce siempre con generosa solicitud, con su poderosa intercesión y con su mediación materna sobre la Iglesia y el mundo.

Que nuestra contemplación del amor de los Corazones traspasados de Jesús y María mueva profundamente nuestros corazones, para que nos convirtamos en testigos vivientes del amor que contemplamos. “El hombre del Tercer Milenio necesita el Corazón de Cristo para conocer a Dios y para conocerse a sí mismo; lo necesita para construir la civilización del amor”. (Juan Pablo II, 1999).

 

jueves, 12 de junio de 2025

El Corazón de Jesús, el Espíritu Santo y María

Foto Julio Ricardo Castaño Rueda

 

San Juan Pablo II, homilía en Innsbruck – 27 de junio de 1988

Queridos hermanos en Cristo, junto con María lo miramos a Aquel, «a quien han traspasado» (Jn 19, 37). ¿Por qué con María juntos? Porque ella, como ningún otro ser humano, ha unido su vida con el camino y la obra de salvación de Jesús… Con toda la fuerza del corazón de madre, participó en los sufrimientos del Hijo en su batalla contra la muerte, y aceptó su entrega al Padre, para que el mundo encontrara la salvación en Él. «Stabat mater dolorosa» – «La madre se mantenía firme bajo dolor» bajo la cruz. Esta experiencia impactante que penetró en las raíces de su vida abre la mirada de María al mensaje de salvación que viene de la cruz de Jesucristo. Observado de cerca, Jesús apareció golpeado por el «furor de la ira» de Dios (cf. Oseas 11: 9) cuando tomó sobre sí mismo todos los «pecados del mundo». Sin embargo, María miró aún más profundo: no, no fue el «furor de la ira» lo que amenazó con aniquilar a su Hijo; fue más bien el calor del amor de Dios lo que devoró al cordero del sacrificio y así confirmó la aceptación del sacrificio de la vida. Esta total disponibilidad de dedicación para nosotros ciertamente no provino de la estrechez y debilidad del corazón de un hombre sencillo, es más bien «el santo», «el Hijo de Dios», de quien María, según las palabras del Ángel, se convirtió en Madre. Es Él quien ofrece su vida terrenal en la cruz para borrar los pecados de sus hermanos y hermanas de todos los tiempos.

María reconoce en su Corazón, atravesado por la «espada», el Corazón moribundo del Hijo y el ardor de su amor divino; ahora sabe lo que Juan nos anunciará en su Evangelio con las siguientes palabras: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su único hijo para que quien crea en Él no muera sino que tenga vida eterna «(Jn 3, 16s).

Queridos hermanos y hermanas. El Evangelio de la fiesta de hoy ha dirigido nuestra mirada con María hacia el corazón abierto del Salvador. Verdaderamente: «De su Seno manarán ríos de agua viva. Dijo esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que creyeron en Él «(Jn 7, 38).

Cuando el Espíritu de Dios descendió sobre la Iglesia reunida en Jerusalén el día de Pentecostés, María, la madre de Jesús, también estaba en medio de ellos. Hasta hoy ella es la modelo de la fe cristiana. En ella, la fe ha encontrado su mayor esplendor, su  íntimo canto. Junto con ella también nuestra vida debe convertirse en un constante agradecimiento a Dios: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se goza en Dios mi Salvador» (Lc 1, 46 ).

 

jueves, 5 de junio de 2025

El latido del amor


Foto Julio Ricardo Castaño Rueda

Por Pierre de Bérulle, cardenal

 Escritos

«María, por su parte, guardaba todas estos recuerdos y los meditaba en su corazón.» (Lc 2,19)

Jesús crece en María y es parte de ella y el corazón de Jesús está íntimamente unido al corazón de María. También María vive en Jesús que es su todo y el corazón de María está íntimamente unido al corazón de Jesús que le insufla la vida. Así que Jesús y María son uno, viviendo en la tierra. El corazón del uno no vive ni respira más que por el del otro.

Estos dos corazones, tan cercanos y tan divinos, viviendo una única vida tan alta ¿qué no harán el uno para el otro, el uno en el otro? Únicamente el amor lo puede imaginar y sólo el amor divino y celestial. Únicamente el amor de Jesús lo puede comprender... ¡Oh corazón de Jesús viviendo en María y por María, oh corazón de María viviendo en Jesús y para Jesús, oh unión deliciosa de estos dos corazones!

El corazón de la Virgen es el primer altar sobre el que Jesús ha ofrecido su corazón, su cuerpo, su espíritu en hostia agradable de alabanza perpetua, y donde Jesús ofrece el primer sacrificio y la primera y eterna oblación de si mismo.

jueves, 29 de mayo de 2025

«No tengas reparo en llevarte a María, tu mujer»

Foto Julio Ricardo Castaño Rueda

 

San Juan Pablo II, papa
Redemptoris custos, 18-19


Dirigiéndose a José a través de las palabras del ángel, Dios le habla como esposo de la Virgen de Nazaret. Lo que se ha realizado en ella por obra del Espíritu Santo, expresa al mismo tiempo una confirmación del vínculo esponsal que ya existía entre José y María. El mensajero dice claramente a José: «No tengas reparo en llevarte a María, tu mujer». Así, lo que había tenido lugar antes –su desposorio con María- era voluntad de Dios y, por tanto, se debía mantener. En su maternidad divina, María debe seguir viviendo como «una virgen, esposa de un marido» (cf Lc 1,27)

En las palabras que se le dicen a José en la «anunciación nocturna» éste comprende la verdad divina sobre la vocación inefable de su esposa, y al mismo tiempo comprende también la verdad sobre su propia vocación. Este hombre «justo», que dentro del espíritu de las más nobles tradiciones del pueblo elegido, amaba a la Virgen de Nazaret y estaba unido a ella por un amor esponsal, es nuevamente llamado por Dios para vivir este amor.

«José hizo lo que le había mandado el ángel, y se llevó a casa su mujer»; «la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo»: ante estas expresiones ¿no debemos concluir que su amor como hombre fue también regenerado por el Espíritu Santo? ¿No es preciso también pensar que el amor de Dios que ha sido derramado en el corazón del hombre por el Espíritu Santo (Rm 5,5) construye de la manera más perfecta todo amor humano? Moldea también –y de manera totalmente singular- el amor esponsal de los esposos, y en él hace más profundo todo lo que es humanamente digno y bello, lo que lleva los signos del olvido exclusivo de sí, la alianza de las personas y la comunión auténtica del Misterio trinitario.

 

 

jueves, 22 de mayo de 2025

¿La compasión de María fue corredentora?

Fuente: FSSPX

La teología nos ha demostrado que la compasión de María participó a nuestra salvación como meritoria, como satisfactoria, como sacrificial, a imagen de la Pasión de Cristo. La última característica es: redentora, o más precisamente, en el caso de la Virgen María, corredentora.

El estudio teológico del papel de la Pasión en la Redención comenzó en la Edad Media. Lo mismo ocurre con el estudio de la compasión y la corredención. El concepto de corredención se encuentra en la tradición solo implícitamente en las expresiones: nueva Eva, sociaadjutrix (asociada, ayudante).

La enseñanza de los Papas

León XIII, en su encíclica Adjutricem populi: llama a María la "Reparadora del mundo entero".

Benedicto XV, en su carta apostólica, Inter Sodalicia: “Con su hijo que sufre y agoniza, María soportó el sufrimiento casi como si hubiera muerto ella misma. Para procurar la salvación de la humanidad y apaciguar la divina justicia, renunció a sus derechos como madre de su Hijo. En la medida en que pudo hacerlo, inmoló a su Hijo. Por lo tanto, se puede decir que, junto con Cristo, ella redimió al género humano”.

Pío XI, en su alocución del 30 de noviembre de 1933: “Por la naturaleza de su obra, el Redentor debió asociar a su Madre a su obra. Por esta razón la invocamos con el título de Corredentora".

Razones teológicas

Era conveniente que una mujer participara en la Redención puesto que una mujer participó en la caída: la caída es obra de toda la humanidad, y Dios hizo que la recuperación fuera obra de toda la humanidad.

1) La Redención designa metafóricamente la obra de salvación de los hombres a través de una doble relación:

– Desde el punto de vista de los efectos: se comparan con una liberación de la esclavitud del demonio, del pecado y de la pena incurrida por el pecado.

– Desde el punto de vista de la acción realizada para obtener estos efectos: se compara con una compra, donde el comprador aporta su propio bien para obtener el bien que desea. Solo es comprador si:

* Él mismo lleva a cabo el intercambio.

* Si la parte que aporta le pertenece propiamente.

Este es el caso de Jesucristo que paga Él mismo el precio, y este precio es su Sangre. Por estas razones, le corresponde por derecho propio a Cristo ser Redentor.

2) Hablar de Corredención, es designar una participación en esta obra. En lo que se refiere a la Madre de Dios, podemos comprender su manera de participar en la Redención comparando su papel con el de Cristo:

– Respecto a los efectos: Nuestra Señora obtiene en conveniencia lo que Jesús obtiene en justicia. Se producen los mismos efectos, pero con una eficacia subordinada, aunque universal.

– Respecto a la acción que produce estos efectos, comparada con una compra:

* Únicamente Cristo ofrece el sacrificio de su Sangre como sacerdote, pero Nuestra Señora se une a esta intención, después de haber proporcionado a la víctima.

* El precio ofrecido pertenece propiamente a Cristo, pero también es algo de María, por 3 razones:

- El precio principal, la Preciosa Sangre, se produjo a partir de la sustancia de María.

- Su aceptación (el Fiat) es la condición sine qua non de este rescate.

- Algunos de los dolores de la Pasión solo existen porque el Salvador tiene una asociada.

“La presencia y el sufrimiento de María dan a la Pasión de Cristo una cualidad de la que habría carecido. A una Redención que deseaba ser la ofrenda a Dios de todo el sufrimiento humano le habría faltado el sufrimiento de María. Jesús podía sufrirlo todo, excepto esta compasión por sus propios sufrimientos. Todo aquello que desgarra a dos seres que se aman, y el dolor de uno que resuena en el otro, esto es lo que la presencia de María cerca de Jesús, en su sacrificio redentor, le permitió vivir en nuestro nombre. Nicolás, Theotokos.

3) El lugar especial de la nueva Eva en la Redención puede comprenderse más claramente si lo comparamos con la participación de los demás justos en la Redención:

– En cuanto a los efectos:

* Los méritos de los justos tienen una eficacia particular, mientras que los de Nuestra Señora tienen una eficacia universal.

* Además, los justos obtienen solo la aplicación de los méritos de la Pasión, mientras que la Virgen participa en su adquisición.

– En cuanto al acto Redentor:

* Al igual que María, los fieles se limitan a unirse a esta intención, pero con una caridad menor.

* Aunque Jesús es de naturaleza humana, los fieles no pueden reclamar como suyo el precio ofrecido, o al menos no en la medida en que puede hacerlo la Madre de Jesús. Los fieles se limitan a ofrecer sus propios esfuerzos en unión con la Cruz. Nuestra Señora también lo hace, con más perfección.

Conclusión

La Redención se realiza así en tres etapas, en las que interviene el Hijo de Dios, como agente principal, y su Madre, de modo secundario:

– La Encarnación, que instituye al Mediador, Dios y hombre. Nuestra Señora interviene según la gracia de su maternidad divina.

– La Pasión, en la que Cristo lleva a cabo su mediación. Nuestra Señora participa a través de su compasión.

– La aplicación de las gracias, ejercicio de la gracia capital de Cristo. La Madre de Dios participa en esto según su papel de mediadora universal de las gracias

 

 

L

jueves, 15 de mayo de 2025

SAN AGUSTÍN, Sermón 215, 4.





Foto Julio Ricardo Castaño Rueda
 4. " Somos, podemos, en Jesucristo, nuestro Señor, nacido del Espíritu Santo y de la virgen María. También podemos compartir la misma buena fortuna que María compartió al creer en alguien que amó creer en nosotros.

 

Después de haberle prometido al chico, me pregunté cómo podría suceder esto, porque no sabía que valiera la pena. En realidad, sólo conocía un modo de concebir y dar luz; Aunque no lo hubiera vivido personalmente, había aprendido de otras mujeres –la naturalidad es repetitiva– que el hombre nace del hombre y de la mujer. El ángel te dará la respuesta: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Todopoderoso te cubrirá con su sombra; Por tanto, el que nazca será santo para vosotros, y será llamado Hijo de Dios . Entre estas palabras del ángel, ella, llena de fe y habiendo concebido a Cristo antes en su mente que en su pecho, dijo: Aquí está el clamor del Señor; Hágase en mí según tu palabra . Cúmplase, digo, que una virgen conciba sin semilla de varón; nacido del Espíritu Santo y de una mujer virgen que hará renacer la Iglesia del Espíritu Santo, virgen también. Ocultad de Dios a aquel santo que nació de madre humana, pero sin padre humano, pues convenía que fuese hijo del hombre que nació en forma admirable de Dios, como Padre, sin madre alguna; de esta forma, nacido en aquella carne, cuando era pequeño, resucitó de un pecho cerrado, y en la misma carne, cuando era grande, resucitó, entró por puertas cerradas. Estas cosas son maravillosas, porque son divinas; son inefables, porque también son inescrutables; la boca del hombre no basta para explicarlo, porque pequeño es el corazón para investigarlo. Nosotros creamos a María, y en ella cumplimos lo que creamos. Creemos también el nuestro para que podamos demostrar que también lo cumplimos. Aunque este nacimiento es maravilloso, pienso, sin embargo, ¡oh hombre!, que vino a ti Dios, que es el Creador de la criatura: Dios que permanece en Dios, el Eterno que vive con el Eterno, el Señor igual al Padre, no olvidándose de tomar la forma de siervo para beneficio de los siervos, criminales y pecadores. Y esto no es por mérito humano, podemos merecer mejor el castigo por nuestros pecados; Sin embargo, si escondemos nuestros ojos en nuestros malos espíritus, ¿por qué se resisten los hubies? Así, por los siervos impíos y pecadores, el Señor fue digno de nacer, como siervo y hombre, del Espíritu Santo y de la Virgen María. "

 

Oración

 Dios te salve María y Sub tuum - Madre de Dios, Virgen, salve, llena eres de gracia, el Señor es contigo ( Lc 1,28); Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre ( Lc 1,42), porque has engendrado al Salvador de nuestras almas.

 Nos refugiamos en tu misericordia, oh Madre de Dios: no desprecies nuestras súplicas en las tentaciones, sino líbranos de los peligros, oh única pura, única bendita.

  Preparado por la Pontificia Facultad Teológica «Marianum»

 Roma

jueves, 1 de mayo de 2025

La servidora de los promeseros

Foto: archivo particular

Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

 “Y guardáis las tradiciones con firmeza, tal como yo os las entregué…” (1Cor 11, 2).

 La historia y la tradición oral de Chiquinquirá tienen una voz femenina con acento a caridad apostólica. La encargada de esa tarea restauradora es Jenny Madeleine Alfonso Peña, una enamorada de la cultura religiosa de su terruño.

Su oficio de guía, por las sendas de la nacionalidad, empezó en octubre de 2002 cuando venía del desierto de la fe. Era una joven que ignoraba la hagiografía mística de la Rosa del Cielo, pero el tejido de sus circunstancias y creencias tuvieron un choque con la realidad. Un día, cuando era estudiante del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) en prácticas de secretaria general, cumplió con sus tareas de pasantía en la Parroquia de La Renovación y ejecutó un trabajo extra.

Fray Aldemar García, O.P., la envió al museo para acompañar a unos peregrinos. Momento crítico porque no sabía nada de la pinacoteca. El recorrido por los salones se limitó a leer los carteles informativos. ¿Qué otra cosa podía a hacer?

La revisión de contenidos le llamó la atención porque en un cuadro al óleo se reflejaba una luz sobre el vientre de María Santísima. Este signo lumínico cuestionó a su razón. La reflexión fue unida a la afirmación de los visitantes de haber visto algo en el pozo, cuyo vidrio estaba opaco. La acción sembró una semilla de acercamiento al misterio divino. La incertidumbre de las dudas fue resuelta con más preguntas. Los frailes dominicos celebraron la fiesta a la Virgen Peregrina, lienzo apuñaleado en Rionegro (Santander), 1913. Así se enamoró de aquella advocación martirizada y elegida para ser la Reina de Colombia.

El naciente amor tuvo esperanzas, desvelos y plegarias porque antes de entrar en las aulas de la Mariología dogmática e histórica debía prepararse con el catecismo, la práctica de los sacramentos y estudiar las cartillas del Sistema Integral de Nueva Evangelización (SINE). El tiempo de formación eclesial la mantuvo atenta al servicio de su prójimo.

Y en una de esas correrías de atención al turista se encontró con el cuadro de la Anunciación. El anuncio le indicó un rumbo distinto. La brújula de su catequesis le marcó la ruta de escuchar a los promeseros. Un campesino, repleto de arrugas y acervo, regresó de un rincón de la ignota geografía del país para adquirir el agua del pozo. El buen labriego persignó con el líquido a sus nietos y le pagó una salve a la Virgen. Esa escena costumbrista le movió su corazón hasta combinar el asombro con la incredulidad y la obligatoria investigación. El resultado de la instrucción fue superior.  Desde entonces se dedicó voluntariamente a cuidar a los forasteros cargados de ofrecimientos y dolores. Jenny compartió esa urgente necesidad de comprender un fenómeno de la gracia divina cuyo portento se expresa a través de la Esclava del Señor.

La misión ardua era explicar la escasa biografía de los protagonistas residentes en una encomienda del Nuevo Reino de Granada de 1562 a 1586. Las preguntas capciosas, las dudas maliciosas, la desmemoria temporal y el tumulto de gentes variopintas con afanes mercantilistas (pago y me voy) le complicaron el rato de clase. Tuvo que acudir a la sapiencia académica de fray Luis Téllez, O.P., y de sus textos auténticos sobre un milagro vigente. La devoción le invitó a complementar la tesis con la lectura de cierta cantidad de páginas desconocidas para el público.

El movimiento se volvió agotador y complejo.  Debía informar de lo ocurrido en aquella capilla de 1586 a un conglomerado diverso en su erudición. La mayoría de los colombianos ignoraban la extensa crónica sobre las maravillas ocurridas en un pantanoso sitio prehispánico. Allí los jeques muiscas cambiaron sus ritos idolátricos por el Evangelio de Cristo.

Testigo y huella

El ritmo vertiginoso de la romería trajo, por la calzada de antaño, la razón a tantas incógnitas. El jerarca de una familia de agricultores invitó a sus incrédulos bisnietos a vivir un secreto ancestral. Junto a un viejo totumo, enfundado dentro de una mochila de fique y tapa de corcho, les relató la forma correcta de valerse de la antiquísima técnica de la siembra del agua. Jenny dejó sus reparos y comprendió que las leyes de la física, bajo la voluntad del Altísimo y por la intercesión de Nuestra Señora, se rompen. Siete pozos de agua sembrada seguían funcionando en la vieja heredad del venerable anciano, desde el siglo pasado.

Los relatos asombrosos marcaron esos renglones de su vida. Una señora se presentó con una deuda a la Virgen. Su padre tuvo un accidente que le afectó la movilidad de una pierna. Sin recursos médicos no le quedó más remedio que una camándula y la súplica humilde a la Patrona.

El convaleciente le encendió velones blancos en su altar casero a la Virgen, el 9 de julio. Se curó y le encargó a su hija ir a Chiquinquirá a pagar la ofrenda. La demora del después se interpuso entre las buenas intenciones y la fe. El beneficiado enfermó y murió. Esa mujer tardó 35 años en cumplirle la promesa. Ella visitó la iglesia. Llegó movida por el recuerdo de su progenitor, un devoto de Maria de Chiquinquirá, la Madre Dios. Son tantas las emociones vividas a través del testimonio que bien podrían copar los capítulos de varios libros. Suspira y su exposición trae a colación otras declaraciones.

Un viajero argentino, cuya esposa no podía tener hijos, vino a visitar a la Virgen Morena porque quería, sí y sólo sí, que bajo aquella imagen milagrosa se le concediera el don de la maternidad a su consorte. Al año, el matrimonio feliz volvió desde las tierras del sur con su niño para consagrárselo a La Chinca.

La señora Alfonso cerró su lista de conversiones con el caso de un sujeto declarado ateo volteriano y confeso de anticlericalismo. Ese escéptico, al escuchar la salve en el Pozo de la Virgen, cayó llorando al suelo. Y de rodillas regresó al amor de Dios.

Baluarte de paciencia

El oficio de asistir tiene su senda de abrojos. El peregrinaje arrastra a ciertas personas de contradicciones evidentes.  Salen de comulgar en la basílica y pasan a la parroquia a insultarla. ¿Motivo? Porque no sabe dónde está la tumba de María Ramos. Y la querella: ¿por qué tiene lápida con el título de “Sierva de Dios” si la santa madre Iglesia no se lo ha otorgado? (Reclamo justísimo).

Ese inconveniente, de repetidas conductas grotescas, no cesa.

El otro tema del desacierto lo componen algunas empresas promotoras del ecoturismo. Esas instituciones olvidan en sus programas el carácter mariano que identifica a la ciudad. Y, además, surgen los oportunistas de ocasión para diseñar propuestas de formar jóvenes tutores sin haber hecho la primera comunión.

Al final de la conversación, es doña Jenny la que sienta un precedente formal contra el olvido, ese amante de la amnesia nacional.

Los chiquinquireños no queremos apropiarnos de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá renovada. Queremos relegar el legado ancestral. Y lo más grave de esa razón telúrica es pretender rescatar los mitos del Terebinto, pero no la historiografía del santuario. Ella se pregunta, ¿dónde está la identidad de nuestro patrimonio religioso?