jueves, 29 de mayo de 2025

«No tengas reparo en llevarte a María, tu mujer»

Foto Julio Ricardo Castaño Rueda

 

San Juan Pablo II, papa
Redemptoris custos, 18-19


Dirigiéndose a José a través de las palabras del ángel, Dios le habla como esposo de la Virgen de Nazaret. Lo que se ha realizado en ella por obra del Espíritu Santo, expresa al mismo tiempo una confirmación del vínculo esponsal que ya existía entre José y María. El mensajero dice claramente a José: «No tengas reparo en llevarte a María, tu mujer». Así, lo que había tenido lugar antes –su desposorio con María- era voluntad de Dios y, por tanto, se debía mantener. En su maternidad divina, María debe seguir viviendo como «una virgen, esposa de un marido» (cf Lc 1,27)

En las palabras que se le dicen a José en la «anunciación nocturna» éste comprende la verdad divina sobre la vocación inefable de su esposa, y al mismo tiempo comprende también la verdad sobre su propia vocación. Este hombre «justo», que dentro del espíritu de las más nobles tradiciones del pueblo elegido, amaba a la Virgen de Nazaret y estaba unido a ella por un amor esponsal, es nuevamente llamado por Dios para vivir este amor.

«José hizo lo que le había mandado el ángel, y se llevó a casa su mujer»; «la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo»: ante estas expresiones ¿no debemos concluir que su amor como hombre fue también regenerado por el Espíritu Santo? ¿No es preciso también pensar que el amor de Dios que ha sido derramado en el corazón del hombre por el Espíritu Santo (Rm 5,5) construye de la manera más perfecta todo amor humano? Moldea también –y de manera totalmente singular- el amor esponsal de los esposos, y en él hace más profundo todo lo que es humanamente digno y bello, lo que lleva los signos del olvido exclusivo de sí, la alianza de las personas y la comunión auténtica del Misterio trinitario.

 

 

jueves, 22 de mayo de 2025

¿La compasión de María fue corredentora?

Fuente: FSSPX

La teología nos ha demostrado que la compasión de María participó a nuestra salvación como meritoria, como satisfactoria, como sacrificial, a imagen de la Pasión de Cristo. La última característica es: redentora, o más precisamente, en el caso de la Virgen María, corredentora.

El estudio teológico del papel de la Pasión en la Redención comenzó en la Edad Media. Lo mismo ocurre con el estudio de la compasión y la corredención. El concepto de corredención se encuentra en la tradición solo implícitamente en las expresiones: nueva Eva, sociaadjutrix (asociada, ayudante).

La enseñanza de los Papas

León XIII, en su encíclica Adjutricem populi: llama a María la "Reparadora del mundo entero".

Benedicto XV, en su carta apostólica, Inter Sodalicia: “Con su hijo que sufre y agoniza, María soportó el sufrimiento casi como si hubiera muerto ella misma. Para procurar la salvación de la humanidad y apaciguar la divina justicia, renunció a sus derechos como madre de su Hijo. En la medida en que pudo hacerlo, inmoló a su Hijo. Por lo tanto, se puede decir que, junto con Cristo, ella redimió al género humano”.

Pío XI, en su alocución del 30 de noviembre de 1933: “Por la naturaleza de su obra, el Redentor debió asociar a su Madre a su obra. Por esta razón la invocamos con el título de Corredentora".

Razones teológicas

Era conveniente que una mujer participara en la Redención puesto que una mujer participó en la caída: la caída es obra de toda la humanidad, y Dios hizo que la recuperación fuera obra de toda la humanidad.

1) La Redención designa metafóricamente la obra de salvación de los hombres a través de una doble relación:

– Desde el punto de vista de los efectos: se comparan con una liberación de la esclavitud del demonio, del pecado y de la pena incurrida por el pecado.

– Desde el punto de vista de la acción realizada para obtener estos efectos: se compara con una compra, donde el comprador aporta su propio bien para obtener el bien que desea. Solo es comprador si:

* Él mismo lleva a cabo el intercambio.

* Si la parte que aporta le pertenece propiamente.

Este es el caso de Jesucristo que paga Él mismo el precio, y este precio es su Sangre. Por estas razones, le corresponde por derecho propio a Cristo ser Redentor.

2) Hablar de Corredención, es designar una participación en esta obra. En lo que se refiere a la Madre de Dios, podemos comprender su manera de participar en la Redención comparando su papel con el de Cristo:

– Respecto a los efectos: Nuestra Señora obtiene en conveniencia lo que Jesús obtiene en justicia. Se producen los mismos efectos, pero con una eficacia subordinada, aunque universal.

– Respecto a la acción que produce estos efectos, comparada con una compra:

* Únicamente Cristo ofrece el sacrificio de su Sangre como sacerdote, pero Nuestra Señora se une a esta intención, después de haber proporcionado a la víctima.

* El precio ofrecido pertenece propiamente a Cristo, pero también es algo de María, por 3 razones:

- El precio principal, la Preciosa Sangre, se produjo a partir de la sustancia de María.

- Su aceptación (el Fiat) es la condición sine qua non de este rescate.

- Algunos de los dolores de la Pasión solo existen porque el Salvador tiene una asociada.

“La presencia y el sufrimiento de María dan a la Pasión de Cristo una cualidad de la que habría carecido. A una Redención que deseaba ser la ofrenda a Dios de todo el sufrimiento humano le habría faltado el sufrimiento de María. Jesús podía sufrirlo todo, excepto esta compasión por sus propios sufrimientos. Todo aquello que desgarra a dos seres que se aman, y el dolor de uno que resuena en el otro, esto es lo que la presencia de María cerca de Jesús, en su sacrificio redentor, le permitió vivir en nuestro nombre. Nicolás, Theotokos.

3) El lugar especial de la nueva Eva en la Redención puede comprenderse más claramente si lo comparamos con la participación de los demás justos en la Redención:

– En cuanto a los efectos:

* Los méritos de los justos tienen una eficacia particular, mientras que los de Nuestra Señora tienen una eficacia universal.

* Además, los justos obtienen solo la aplicación de los méritos de la Pasión, mientras que la Virgen participa en su adquisición.

– En cuanto al acto Redentor:

* Al igual que María, los fieles se limitan a unirse a esta intención, pero con una caridad menor.

* Aunque Jesús es de naturaleza humana, los fieles no pueden reclamar como suyo el precio ofrecido, o al menos no en la medida en que puede hacerlo la Madre de Jesús. Los fieles se limitan a ofrecer sus propios esfuerzos en unión con la Cruz. Nuestra Señora también lo hace, con más perfección.

Conclusión

La Redención se realiza así en tres etapas, en las que interviene el Hijo de Dios, como agente principal, y su Madre, de modo secundario:

– La Encarnación, que instituye al Mediador, Dios y hombre. Nuestra Señora interviene según la gracia de su maternidad divina.

– La Pasión, en la que Cristo lleva a cabo su mediación. Nuestra Señora participa a través de su compasión.

– La aplicación de las gracias, ejercicio de la gracia capital de Cristo. La Madre de Dios participa en esto según su papel de mediadora universal de las gracias

 

 

L

jueves, 15 de mayo de 2025

SAN AGUSTÍN, Sermón 215, 4.





Foto Julio Ricardo Castaño Rueda
 4. " Somos, podemos, en Jesucristo, nuestro Señor, nacido del Espíritu Santo y de la virgen María. También podemos compartir la misma buena fortuna que María compartió al creer en alguien que amó creer en nosotros.

 

Después de haberle prometido al chico, me pregunté cómo podría suceder esto, porque no sabía que valiera la pena. En realidad, sólo conocía un modo de concebir y dar luz; Aunque no lo hubiera vivido personalmente, había aprendido de otras mujeres –la naturalidad es repetitiva– que el hombre nace del hombre y de la mujer. El ángel te dará la respuesta: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Todopoderoso te cubrirá con su sombra; Por tanto, el que nazca será santo para vosotros, y será llamado Hijo de Dios . Entre estas palabras del ángel, ella, llena de fe y habiendo concebido a Cristo antes en su mente que en su pecho, dijo: Aquí está el clamor del Señor; Hágase en mí según tu palabra . Cúmplase, digo, que una virgen conciba sin semilla de varón; nacido del Espíritu Santo y de una mujer virgen que hará renacer la Iglesia del Espíritu Santo, virgen también. Ocultad de Dios a aquel santo que nació de madre humana, pero sin padre humano, pues convenía que fuese hijo del hombre que nació en forma admirable de Dios, como Padre, sin madre alguna; de esta forma, nacido en aquella carne, cuando era pequeño, resucitó de un pecho cerrado, y en la misma carne, cuando era grande, resucitó, entró por puertas cerradas. Estas cosas son maravillosas, porque son divinas; son inefables, porque también son inescrutables; la boca del hombre no basta para explicarlo, porque pequeño es el corazón para investigarlo. Nosotros creamos a María, y en ella cumplimos lo que creamos. Creemos también el nuestro para que podamos demostrar que también lo cumplimos. Aunque este nacimiento es maravilloso, pienso, sin embargo, ¡oh hombre!, que vino a ti Dios, que es el Creador de la criatura: Dios que permanece en Dios, el Eterno que vive con el Eterno, el Señor igual al Padre, no olvidándose de tomar la forma de siervo para beneficio de los siervos, criminales y pecadores. Y esto no es por mérito humano, podemos merecer mejor el castigo por nuestros pecados; Sin embargo, si escondemos nuestros ojos en nuestros malos espíritus, ¿por qué se resisten los hubies? Así, por los siervos impíos y pecadores, el Señor fue digno de nacer, como siervo y hombre, del Espíritu Santo y de la Virgen María. "

 

Oración

 Dios te salve María y Sub tuum - Madre de Dios, Virgen, salve, llena eres de gracia, el Señor es contigo ( Lc 1,28); Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre ( Lc 1,42), porque has engendrado al Salvador de nuestras almas.

 Nos refugiamos en tu misericordia, oh Madre de Dios: no desprecies nuestras súplicas en las tentaciones, sino líbranos de los peligros, oh única pura, única bendita.

  Preparado por la Pontificia Facultad Teológica «Marianum»

 Roma

jueves, 1 de mayo de 2025

La servidora de los promeseros

Foto: archivo particular

Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

 “Y guardáis las tradiciones con firmeza, tal como yo os las entregué…” (1Cor 11, 2).

 La historia y la tradición oral de Chiquinquirá tienen una voz femenina con acento a caridad apostólica. La encargada de esa tarea restauradora es Jenny Madeleine Alfonso Peña, una enamorada de la cultura religiosa de su terruño.

Su oficio de guía, por las sendas de la nacionalidad, empezó en octubre de 2002 cuando venía del desierto de la fe. Era una joven que ignoraba la hagiografía mística de la Rosa del Cielo, pero el tejido de sus circunstancias y creencias tuvieron un choque con la realidad. Un día, cuando era estudiante del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) en prácticas de secretaria general, cumplió con sus tareas de pasantía en la Parroquia de La Renovación y ejecutó un trabajo extra.

Fray Aldemar García, O.P., la envió al museo para acompañar a unos peregrinos. Momento crítico porque no sabía nada de la pinacoteca. El recorrido por los salones se limitó a leer los carteles informativos. ¿Qué otra cosa podía a hacer?

La revisión de contenidos le llamó la atención porque en un cuadro al óleo se reflejaba una luz sobre el vientre de María Santísima. Este signo lumínico cuestionó a su razón. La reflexión fue unida a la afirmación de los visitantes de haber visto algo en el pozo, cuyo vidrio estaba opaco. La acción sembró una semilla de acercamiento al misterio divino. La incertidumbre de las dudas fue resuelta con más preguntas. Los frailes dominicos celebraron la fiesta a la Virgen Peregrina, lienzo apuñaleado en Rionegro (Santander), 1913. Así se enamoró de aquella advocación martirizada y elegida para ser la Reina de Colombia.

El naciente amor tuvo esperanzas, desvelos y plegarias porque antes de entrar en las aulas de la Mariología dogmática e histórica debía prepararse con el catecismo, la práctica de los sacramentos y estudiar las cartillas del Sistema Integral de Nueva Evangelización (SINE). El tiempo de formación eclesial la mantuvo atenta al servicio de su prójimo.

Y en una de esas correrías de atención al turista se encontró con el cuadro de la Anunciación. El anuncio le indicó un rumbo distinto. La brújula de su catequesis le marcó la ruta de escuchar a los promeseros. Un campesino, repleto de arrugas y acervo, regresó de un rincón de la ignota geografía del país para adquirir el agua del pozo. El buen labriego persignó con el líquido a sus nietos y le pagó una salve a la Virgen. Esa escena costumbrista le movió su corazón hasta combinar el asombro con la incredulidad y la obligatoria investigación. El resultado de la instrucción fue superior.  Desde entonces se dedicó voluntariamente a cuidar a los forasteros cargados de ofrecimientos y dolores. Jenny compartió esa urgente necesidad de comprender un fenómeno de la gracia divina cuyo portento se expresa a través de la Esclava del Señor.

La misión ardua era explicar la escasa biografía de los protagonistas residentes en una encomienda del Nuevo Reino de Granada de 1562 a 1586. Las preguntas capciosas, las dudas maliciosas, la desmemoria temporal y el tumulto de gentes variopintas con afanes mercantilistas (pago y me voy) le complicaron el rato de clase. Tuvo que acudir a la sapiencia académica de fray Luis Téllez, O.P., y de sus textos auténticos sobre un milagro vigente. La devoción le invitó a complementar la tesis con la lectura de cierta cantidad de páginas desconocidas para el público.

El movimiento se volvió agotador y complejo.  Debía informar de lo ocurrido en aquella capilla de 1586 a un conglomerado diverso en su erudición. La mayoría de los colombianos ignoraban la extensa crónica sobre las maravillas ocurridas en un pantanoso sitio prehispánico. Allí los jeques muiscas cambiaron sus ritos idolátricos por el Evangelio de Cristo.

Testigo y huella

El ritmo vertiginoso de la romería trajo, por la calzada de antaño, la razón a tantas incógnitas. El jerarca de una familia de agricultores invitó a sus incrédulos bisnietos a vivir un secreto ancestral. Junto a un viejo totumo, enfundado dentro de una mochila de fique y tapa de corcho, les relató la forma correcta de valerse de la antiquísima técnica de la siembra del agua. Jenny dejó sus reparos y comprendió que las leyes de la física, bajo la voluntad del Altísimo y por la intercesión de Nuestra Señora, se rompen. Siete pozos de agua sembrada seguían funcionando en la vieja heredad del venerable anciano, desde el siglo pasado.

Los relatos asombrosos marcaron esos renglones de su vida. Una señora se presentó con una deuda a la Virgen. Su padre tuvo un accidente que le afectó la movilidad de una pierna. Sin recursos médicos no le quedó más remedio que una camándula y la súplica humilde a la Patrona.

El convaleciente le encendió velones blancos en su altar casero a la Virgen, el 9 de julio. Se curó y le encargó a su hija ir a Chiquinquirá a pagar la ofrenda. La demora del después se interpuso entre las buenas intenciones y la fe. El beneficiado enfermó y murió. Esa mujer tardó 35 años en cumplirle la promesa. Ella visitó la iglesia. Llegó movida por el recuerdo de su progenitor, un devoto de Maria de Chiquinquirá, la Madre Dios. Son tantas las emociones vividas a través del testimonio que bien podrían copar los capítulos de varios libros. Suspira y su exposición trae a colación otras declaraciones.

Un viajero argentino, cuya esposa no podía tener hijos, vino a visitar a la Virgen Morena porque quería, sí y sólo sí, que bajo aquella imagen milagrosa se le concediera el don de la maternidad a su consorte. Al año, el matrimonio feliz volvió desde las tierras del sur con su niño para consagrárselo a La Chinca.

La señora Alfonso cerró su lista de conversiones con el caso de un sujeto declarado ateo volteriano y confeso de anticlericalismo. Ese escéptico, al escuchar la salve en el Pozo de la Virgen, cayó llorando al suelo. Y de rodillas regresó al amor de Dios.

Baluarte de paciencia

El oficio de asistir tiene su senda de abrojos. El peregrinaje arrastra a ciertas personas de contradicciones evidentes.  Salen de comulgar en la basílica y pasan a la parroquia a insultarla. ¿Motivo? Porque no sabe dónde está la tumba de María Ramos. Y la querella: ¿por qué tiene lápida con el título de “Sierva de Dios” si la santa madre Iglesia no se lo ha otorgado? (Reclamo justísimo).

Ese inconveniente, de repetidas conductas grotescas, no cesa.

El otro tema del desacierto lo componen algunas empresas promotoras del ecoturismo. Esas instituciones olvidan en sus programas el carácter mariano que identifica a la ciudad. Y, además, surgen los oportunistas de ocasión para diseñar propuestas de formar jóvenes tutores sin haber hecho la primera comunión.

Al final de la conversación, es doña Jenny la que sienta un precedente formal contra el olvido, ese amante de la amnesia nacional.

Los chiquinquireños no queremos apropiarnos de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá renovada. Queremos relegar el legado ancestral. Y lo más grave de esa razón telúrica es pretender rescatar los mitos del Terebinto, pero no la historiografía del santuario. Ella se pregunta, ¿dónde está la identidad de nuestro patrimonio religioso?