Una lectura ligera de las cartas de Santa Margarita María de
Alacoque da la impresión de que la Santísima Virgen no juega papel importante en el
mundo religioso de la santa evangelista del Sagrado Corazón. ¡Nada más falso!
Un estudio de todo el conjunto de su vida y de todos sus escritos revela no
sólo la profunda piedad mariana de la santa, sino sobre todo el papel
importantísimo que la Madre
de Dios jugaba en la introducción y propagación de la nueva devoción al Divino
Corazón de su Hijo, y ¿cómo podría ser de otra manera? En verdad, es casi
inimaginable el que la
Virgen María haya permanecido inactiva en el nacimiento de
una devoción que tanto honor y amor debía traerle a su Divino Hijo.
La santa nació el 22 de julio de 1647 en la Borgoña que en ese
entonces pertenecía a España. Su padre Claude Alacoque, notario real, murió
cuando la niña era pequeña todavía. "Mi madre, encargada de la tutela de
sus cinco hijos, paraba muy poco en casa; me crié por este motivo hasta la edad
de unos ocho años y medio sin más educación que la de los domésticos y
campesinos" escribe la santa en su autobiografía
(Aut.). Así se entiende que Margarita encontró desde temprano en la Virgen Santísima
su verdadera Madre. "La Santísima Virgen tuvo siempre grandísimo cuidado
de mí; yo recurría a ella en todas mis necesidades y me salvaba de grandísimos
peligros. No osaba dirigirme a su divino Hijo de modo alguno, sino siempre a
ella, a la cual ofrecía el rosario hincadas las rodillas desnudas en tierra, o
haciendo tantas genuflexiones y besando tantas veces el suelo cuantas Avemarías
rezaba". (Aut., Cap. I).
Llevada a un convento de clarisas donde aprendió a dar oído
a la voz interior de su conciencia y del llamamiento divino, quería ser corno
ellas. Mas una tremenda enfermedad que le sobrevino y en que "los huesos
le rasgaban la piel por todas partes", la trajo otra vez al lado de su
madre. En esta angustia no encontró otro remedio "que el de consagrarme
con voto a la
Santísima Virgen , prometiéndole que, si me curaba, sería un
día una de sus hijas. Apenas se hizo este voto, recibí la salud acompañada de
una nueva protección de esta Señora, la cual se declaró de tal modo dueña de mi
corazón, que, mirándome como suya, me gobernaba como consagrada a ella, me
reprendía mis faltas y me enseñaba a hacer la voluntad de Dios". (Aut.,
Cap. I).
Ya en esta época la niña tuvo la impresión de haber visto a la Virgen , pues escribe
"me sucedió una vez, que estando rezando el rosario sentada, se me
presentó delante y me dio tal reprensión, que aunque era aún muy niña, jamás se
ha borrado de mi mente. "Hija mía, me admiro de que me sirvas con tanta
negligencia" (ibídem). La situación, en su casa se volvió poco menos que
inaguantable; pues su madre había pasado su autoridad a otras personas que
tuvieron a ella y a su pequeña hija en un verdadero "cautiverio".
Margarita, escondida en un ángulo del jardín o del establo, derramaba amargas
lágrimas, pues ni siquiera podía ir a misa en el pueblo distante. "Derramé
los afectos de mi alma con mis lágrimas en la presencia de Dios, por medio de la Santísima Virgen ,
mi buena Madre, en la que había puesto toda mi confianza" (ibídem). Mas
por el ejemplo del Crucificado llegó a pagar a aquellas personas que la
atormentaban, no con odio o aversión, sino con sincero amor, pues les debía a
ellos los sufrimientos que la asemejaban al Eccehomo y que pronto le parecían
bendiciones. Fue en estos años en que en el fondo se formó ya en la niña toda
aquella mentalidad que se observa en sus cartas y que la hacía apto instrumento
para el Amor crucificado, para el Divino Corazón rodeado de espinas que le
exigía actos de reparación por la conversión del mundo pecador. Creyó haber oído
con toda claridad los reclamos de Jesús quien la quería para sí exclusivamente,
pero entre tanto la había confiado a su santa Madre, "para que la
formase" según sus designios (Aut., Cap. II).
La joven confiesa: "Ciertamente, ha hecho conmigo las
veces de una buena madre, y jamás me ha negado su socorro. A Ella recurría en
mis penas y necesidades, y con tal confianza, que me parecía no tener nada que
temer bajo su protección maternal. También hice voto en este tiempo, de ayunar
todos los sábados, de rezar, cuando supiese leer, el oficio de su Inmaculada
Concepción, y de hacer siete genuflexiones todos los días de mi vida, rezando
siete Avemarías, para honrar sus siete dolores: me ofrecí después por su
esclava perpetua, suplicándole no me rehusase este título. Le hablaba con la-
sencillez de una niña, como a mi buena madre, hacia la cual sentía desde
entonces un amor verdaderamente tierno" (ibídem).
De la terrible lucha entre los deseos de su familia de que
se casara, y los reclamos amorosos de Jesús, no se sintió libre sino aquel día
de 1671 en que, al entrar en el locutorio del Convento de la Visitación de Paray,
oyó una voz interior que le dijo: "Aquí es donde te quiero". (Aut,
Cap. III). Mas no se crea que allí había terminado toda dificultad: trataron de
llevar a la novicia por los caminos ordinarios de la vida espiritual, mientras
su Divino Maestro la llamaba para otra cosa, unos designios más altos. Al mirar
hacia atrás, vemos en el alma de la santa un amor a María tan tierno, tan firme
y resuelto, que se nos hace difícil imaginar el que Margarita jamás hubiera
podido desistir de él. No había razón alguna porque los "designios"
de su Maestro tenían que separarla de la divina Madre cuya "esclava
perpetua" se había hecho.
II
Es cierto y llama la atención del lector el hecho de que en
las cartas de la santa (142 en total) que todas tratan de su preocupación
principal y única, o sea la propagación de la nueva devoción al Sagrado Corazón
de Jesús, uno puede proseguir, 20, 30 y hasta 50 páginas sin hallar una sola
vez mencionada siquiera a la Santísima Virgen María; que en todas ellas, María
aparece apenas unas 15 veces, lo qué quiere decir, que en unas 125 cartas
encontramos un completo silencio en este aspecto. Y que en las 15 veces que
mencionamos de citas o referencias a la Virgen Santísima ,
se trata muchas veces de un dato escaso, reducido, insignificante, por decirlo
así. Este hecho necesita sin duda, al tener en cuenta la fuerte orientación
mariana de la Santa
en los años de su juventud, una explicación. Para darla, hacemos referencia no
sólo a las cartas, parcas en datos marianos, como acabamos de decir, sino
también a los otros escritos de la
Santa : la Memoria compuesta por
orden superior; los Fragmentos y sentimientos de sus ejercicios como
finalmente sus Avisos particulares, Desafíos e instrucciones, Oraciones y cánticos, todos los cuales, sin embargo, no hacen sino tres
cuartas partes del volumen de las cartas.
Con todo, sería un error fundamental creer que la santa
hubiera cambiado, como muchos cristianos modernos acostumbran hacerlo, su
devoción preferida: hoy la devoción a la Virgen , mañana la devoción al Sagrado Corazón.
Tal fenómeno no puede tener lugar sino en personas que comprenden una devoción
como cosa parcial, fragmentaria, de modo que dentro de la totalidad de la
religión uno puede pasar de una parte a otra, dejando a veces la impresión de
ser llevado por corrientes hasta de "moda". Mas en una santa que a
toda hora veía y vivía la religión íntegra, tal traspaso y cambio de devoción
"parcial" no cabe; ni contraposición ni siquiera yuxtaposición de
devociones cabe donde hay totalidad de vista y enfoque. Tocamos aquí
precisamente la diferencia fundamental entre los "beatos" y la
"santa". Y esta dilucidación nos lleva exactamente a la aclaración
del fenómeno indicado y a primera vista raro e inexplicable.
Entendiendo la santa la nueva "devoción" para cuya
propagación el Divino Maestro la destinó, como una expresión total de los
designios de Jesús, está de tal manera absorta de esta visión que todo lo
demás, sin desaparecer en verdad, corre como un río subterráneo que existe y se
puede descubrir empleando el debido esfuerzo. De modo que si solamente hubiese
algunas débiles señales de tal existencia disimulada, bastaría, para no
dudarla; pero en nuestro caso, afortunadamente, hay pruebas aún más claras en
favor de nuestras aserciones. Veámoslas.
Margarita, la "perpetua esclava de María" recibe
en numerosas visiones de Jesús el encargo de propagar una devoción especial a
su Divino Corazón.
Él me dijo: "Mi Divino Corazón está tan apasionado de
amor por los hombres, y por ti en particular, que no pudiendo ya contener en sí
mismo las llamas de su caridad ardiente, le es preciso comunicarlas por tu
medio, y manifestarse a todos para enriquecerlos con los preciosos tesoros que
te descubro, y los cuales contienen las gracias santificantes y saludables
necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un
abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de que sea todo obra mía".
(Aut., Cap. IV).
Saliendo en forma de eco fidelísimo de la santa, la devoción
al Sagrado Corazón se presenta en esta forma: "Quiere ante todo reavivar
con esta devoción la caridad resfriada y casi extinguida en los corazones de la
mayor parte de las criaturas, dándoles un nuevo medio de amar a Dios por medio
de su mismo Sagrado Corazón, tanto como Él lo desea y lo merece, y así reparar
sus ingratitudes. Este Corazón es el tesoro del cielo, cuyo oro precioso se nos
ha dado de muchas maneras, para pagar nuestras deudas y adquirir la gloria, y
es también la última invención de su amor; de nosotros depende el aprovecharnos
de ella. ¡Infelices aquellos que no lo hagan o que no quieren hacerlo!"
(c. 132). Este encargo divino viene a ser la obsesión de su vida: "En
cuanto puedo hacer, no tengo más que este único fin: establecer el reinado del
Sagrado Corazón" (c. 112).
Mas muchas veces, al presentarse innumerables dificultades a
la propagación e introducción de esta nueva devoción, la Santa siente que ella, en
lugar de cumplir con la tarea señalada, probablemente sirve más bien de
obstáculo a causa de sus imperfecciones que sólo existen en la mentalidad
interior de su heroica humildad, mientras en realidad vemos brillar a través de
todas estas cartas un tesoro riquísimo de las virtudes más acrisoladas. La Santa en esta lucha
angustiosa entre sus imperfecciones y las dificultades con que tropieza la
nueva devoción, se dirige, como en los años de su niñez, "a su buena
madre": "No dejo de interesar en ello a la Sacratísima Virgen "
dice en el lugar citado donde calificaba como su "único fin" la
propagación de la nueva devoción (c. 112).
En los cuadros que deseaba fueran pintados, aparece siempre
al pie del Sagrado Corazón, por un lado la Madre de Dios, mientras al otro lado una vez se
ve al patriarca san José, otras al fundador de la Visitación , san
Francisco de Sales (c. 85, 90).
Cuando se imprimen los primeros folletos de propaganda,
Margarita insiste repetidas veces que en ellos se inserten las letanías del
"Sagrado Corazón de la
Santísima Virgen " (c. 131, 132, 138).
"A la Santísima Virgen declara ella protectora
especial" de todos los devotos del Sagrado Corazón de Jesús (c. 132) y en
otro lugar se juntan ante su vista "los Sagrados Corazones de Jesús y
María" (c. 9).
Se dirige ansiosamente al Cielo para pedirle auxilio en la
ardua tarea de la propagación de la nueva devoción: como Medianera que es el
oficio que Jesús le dio, se dirige "al Padre Eterno, que dé a conocer a
este Sagrado Corazón; al Espíritu Santo que la haga amar, y a la Santísima Virgen
que emplee su crédito para que haga sentir los efectos de su poder a todos los
que se dirijan a El" (c. 50).
Pero la unión íntima de la Virgen a la nueva devoción, la sintió la santa
con más claridad un día de fiesta de la Visitación , cuando, después de pasar largas horas
en adoración del Santísimo, vio "un lugar eminente, espacioso y admirable
por su belleza, en cuyo centro había un trono de llamas, y en él estaba el
amable Corazón de Jesús con su llaga que despedía rayos tan encendidos y
luminosos que todo aquel espacio quedaba iluminado y caldeado con ello".
Al lado del Sagrado Corazón apareció la Santísima. Virgen
rodeada de las Monjas de la
Visitación acompañadas éstas de sus ángeles custodios, y les
habló en esta forma: "Venid, amadísimas Hijas mías; acercaos porque os
quiero hacer como las depositarías de este precioso tesoro que el divino Sol de
justicia ha formado en la tierra virgen de mi corazón, donde ha estado nueve
meses escondido; después de lo cual se manifestó a los hombres, que no
reconociendo lo que vale, le han despreciado, porque le han visto mezclado y
cubierto con su misma tierra, en la cual el Padre Eterno había echado toda la
inmundicia y corrupción de nuestros pecados, que le hizo purificar durante
treinta y tres años en los incendios del fuego de su caridad. Pero viendo que
los hombres, lejos de enriquecerse y aprovecharse de tan precioso tesoro, según
el fin para el cual se les había dado, procuraban al contrario anonadarlo y
exterminarlo, si les fuera posible, de sobre la haz de la tierra, el Padre
Eterno, por un exceso de misericordia, ha hecho que sirviera su malicia para
hacer más útil todavía este oro precioso del cual, por medio de los golpes que
le dieron en la Pasión ,
hicieron una moneda inapreciable, marcada con el sello de la divinidad, a fin
de que puedan pagar sus deudas y negociar el gran negocio de su salvación
eterna".
Y prosiguiendo la
Reina de bondad, dijo, mostrándoles aquel Corazón divino:
"He ahí ese precioso tesoro que se manifiesta a vosotras particularmente,
por el tierno amor que tiene mi Hijo hacia vuestro Instituto al cual mira y ama
como a su querido Benjamín, y por esto le quiere favorecer con esta herencia,
aventajándolo sobre todos los demás. Y no solamente deben enriquecerse ellas
con este tesoro, sino que han de distribuir también con abundancia y cuanto
puedan tan preciosa moneda procurando enriquecer con ella a todo el mundo, sin
temor de que se acabe, porque cuanto más saquen, más encontrarán" (c. 90).
No puede caber, por lo tanto, duda de que en Santa Margarita
no había ningún olvido o sustitución de su buena Madre durante los años de
1678-1690 en que sus cartas la muestran completamente absorta en amorosas
conversaciones con el Divino Corazón de Jesús. Y esta impresión, provocada por
las breves alusiones marianas en las cartas, se afirma bastante más al tomar en
cuenta las otras fuentes escritas anteriormente citadas.
En la Memoria el Divino
Corazón explicó a la santa que si los hombres pecadores que eran como
"miembros medio podridos y prestos a ser cortados" y le causaban
grandes dolores, no habían recibido su castigo merecido "debían atribuirlo
únicamente a la intercesión de su Santísima Madre, a quien había yo de tener
gran devoción". Esta buena Madre en otra visión, le colocó a su Divino
Hijo en los brazos con estas palabras: "He aquí El que viene a enseñarte
lo que debes hacer". Sentime penetrado de vivísimo gozo y ardiente deseo
de acariciarle, y Él me dejó hacer cuanto quise. Después de cansarme hasta no poder
más me dijo: "¿Estás contenta ya? Que esto te sirva para siempre: porque
quiero que estés abandonada a mi poder, como has visto que lo he hecho yo. Ya
sea que te acaricie o que te atormente, no has de tener otros sentimientos sino
los que yo te dé". Agrega la santa: "Desde entonces me hallo en una
dichosa impotencia para resistirle".
La misma Virgen María se presentó otro día a la santa y
"estaba como cansada y fatigada; tenía en sus divinas manos corazones
llenos de llagas e inmundicias, y me dijo: "Mira; acabo de arrancarlos de
las manos del enemigo que se divertía con ellos a su gusto, pero lo que aflige
mi corazón maternal es que algunos se ponen de su parte y aún se vuelven contra
mí y desprecian la ayuda que les ofrezco".
En la mística de la santa (Desafío para el adviento de 1685) aparecen íntimamente unidos los
corazones de Jesús y el de su Divina Madre. Leemos en este desafío el consejo
de Margarita, maestra de novicias: "Primeramente ofreceréis cinco veces al
Eterno Padre los sacrificios que el Sagrado Corazón de su divino Hijo le ofrece
por su ardiente caridad, en el altar del Corazón de su Madre, pidiéndole que
todos los corazones se conviertan y se entreguen a su amor", a lo cual
agrega esta oración modelo: "Yo os adoro y os amo, oh divino Corazón de Jesús,
que vivís en el Corazón de María, y os suplico que viváis y reinéis en todos
los corazones, consumiéndolos en vuestro puro amor". Hace rezar a sus
novicias en otra ocasión a la
Madre de Dios esta hermosísima oración: "Henos aquí
postradas de común acuerdo a vuestros pies para renovar los votos de nuestra
fidelidad y esclavitud para con Vos y rogaros que, como cosa vuestra que somos,
nos ofrezcáis, dediquéis, consagréis e inmoléis al Sagrado Corazón del adorable
Jesús; a nosotras y todo cuando somos, todo lo que hagamos y padezcamos, sin
reservarnos nada. No queremos otra libertad que la de amarle, ni otra gloria
que la de pertenecerle en calidad de esclavas y de víctimas de su puro amor, ni
más voluntad y poder que complacerle en todo, aunque sea a expensas de nuestra
vida".
Ciertamente, no se puede expresar en forma más bella y
ungida la íntima unión entre los Corazones de Jesús y María y sus devotos. Es
como si en esta oración aquel río, subterráneo al primer parecer, se saliese
con fuerza irresistible a la superficie de la conciencia religiosa, para llevar
en sus místicos remolinos a las almas para dentro de los encantos de los dos
sagrados Corazones, el divino de Jesús y el maternal de María.
Ricardo Struve Haker,
pbro.
Cuando san José consideraba
que María era Madre de Dios, agotábasele el juicio, salía de sí con admiración
y el corazón no le cabía en el cuerpo, y la ternura y las lágrimas no le
dejaban hablar, y daba alabanzas a Dios, que lo había tomado por marido de la Virgen , y ofrecíasele por
esclavo.
Beato Juan de Ávila
No hay comentarios:
Publicar un comentario