Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
La
piedad popular, expresada en una fe adulta y catequizada, se presentó humilde en largas filas desde el
amanecer hasta el anochecer. La interminable procesión de fieles fue
interrumpida para que el santo padre Francisco se convirtiera en el segundo
pontífice en visitar el tesoro de la patria: Nuestra Señora del Rosario de
Chiquinquirá.
La
presencia del Papa, peregrino ante la Virgen Nacional , se sumó con su
silencio orante a la inmensa devoción de una Nación independiente. El país se
levantó para postrarse ante su amado Jesús en brazos de su María, la reina
morena.
El
ejemplo de amor al prójimo, cultura religiosa y la vivencia del cenáculo de
oración, por parte de los devotos, permitieron que la visita de la Madre de Dios alumbrara los
corazones de los romeros. La luz de su Inmaculada Concepción guió el desfile.
La
veneración a María Santísima se tradujo en un profundo discurso mariológico. La
súplica de ese argumento multitudinario reclamó, de la academia de estudios
marianos, la creación de un centro de pensamiento que viva del legado de Cristo
desde el alma maternal de la esclava del Señor.
Sí,
la Colombia
de María de Chiquinquirá convirtió a la capital en la Villa de los Milagros. El
prodigio renovó el principio mariano del Evangelio: “…Hágase en mí según tu palabra…” (Lucas
1,38).
No hay comentarios:
Publicar un comentario