jueves, 2 de agosto de 2018

La heredad de los bogotanos



Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

El rolo, el cachaco, el reinoso tienen una invitación escrita en roca pura. El texto histórico tiene en sus letras una caligrafía mariana cuya lectura resulta inaplazable para un buen raizal, devoto de la Madre de Dios. La reseña simbólica dice: “Peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de la Peña, Patrona de la ciudad de la Inmaculada Concepción”.

El llamado llegó a los 333 años de espera y bendición. La gracia del Altísimo permanece aferrada a la esperanza de María Santísima. Ella acoge presurosa las súplicas de su pueblo consentido que aún lee en las Santas Escrituras la ruta salvífica de la promesa mesiánica.

“…Que tus ojos estén abiertos noche y día hacia esta casa, hacia el lugar del cual has dicho: ``Mi nombre estará allí, para que oigas la oración que tu siervo haga hacia este lugar…” (1 Reyes 8, 29).

Pero el silencio, hijo a ratos del olvido, sentó sus reales dominios sobre el camino empedrado que tapó el kikuyo y sobre las ventiscas paramunas que empaparon el templo. Las huellas de los romeros no callaron y el quejido del barro señala el llamado del retorno. El eco de los pasos dejó atado a la camándula el rumbo sobre una escarpada calle de tránsito colonial.

La piedra aún late por los valientes devotos, que entre recelosos y porfiados, dedican un domingo para recibir el inmenso caudal de gracias que el Cristo Eucarístico ha donado con exceso a esta morada santa. Humilde hogar donde su sagrada familia se nacionalizó bogotana.

Vuelve, amigo lector, tus ojos hacia los senderos marianos de los cerros orientales donde alumbra un ofrecimiento: “Entonces el Señor dijo: ‘He aquí, hay un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña’…” (Éxodo 33, 21).


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