Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
El padre Juan
Agustín Matallana cometió un pecado gravísimo. En 1810 educó al pueblo en la
devoción a la Sagrada Familia de la Peña. Y así la Inmaculada Virgen María pasó
a ser un tema subversivo para el régimen peninsular porque la asociaron a la
ojeriza popular contra España.
El apóstol comenzó
a predicar esa historia mariana cuando la sociedad del virreinato de la Nueva
granada cayó en la trampa del discurso
independentista. El presbítero, testigo de los extravíos de la aldea mestiza,
decidió acudir al santo Evangelio porque presentía de la sensatez el fin.
Infortunadamente para el cura su disertación y sus novenas quedaron
insertas en una acción banderiza. Los españoles acusaron de “patriota” a la
Virgen de la Peña y olvidaron que el virrey Amar y Borbón fue de peregrino a
las fiestas religiosas en la loma. El pueblo labrador subió a donde habitaba su
patrona, la mujer vestida de piedra, a preguntarle: ¿cuál de los yugos pesaría
menos?
El buen pastor tomó la pluma y destacó las misericordiosas e infinitas
riquezas que habitaban en la catequesis de María, Madre de Jesús, luz de las
naciones. Sus oficios de pregonero no fueren escuchados por las altezas
serenísimas. Los amos de levita patrocinaron la mortandad e inauguraron las
guerras civiles (1812). Y los hijos de los encomenderos, los de sangre limpia, aguardaron
a que la benevolencia de Fernando VII regresara con los tercios españoles para
edificar los patíbulos de su venganza (1815).
Matallana siguió insistiendo y dio la “última novena breve y
compendiosa”, pero… Las cornetas del Pacificador sonaron en la Plaza Mayor de
Santafé de Bogotá y sus ecos fueron a retumbar en la pobre ermita de Los Laches
(mayo de 1816). El capellán de la Peña, José Ignacio Álvarez, fue puesto preso
en el convento de San Francisco. El santuario cerrado y Matallana llamado a
juicio por la Inquisición que le indagó sobre el contenido de sus obras. Las
injusticias cometidas por el capellán mayor del Ejército Pacificador, Luis
Villabrille, contra el sacerdote pasaron al expediente de la patria que por
revolucionaria se quedó boba.
Pero en síntesis, ¿qué dijo el doctor Matallana que ameritara una cita
urgente con el Tribunal del Santo Oficio de Cartagena de Indias? Juzgue el
lector:
“…Cuando nació el Hijo
de Dios hecho hombre en el Portal de Belén, fueron llamados los campesinos que
pastoreaban, y cuidaban sus ganados a ver tan estupenda nueva maravilla; luego
que llegaron, llenos de admiración encontraron a María, a José, y al niño
recostado en su pesebre, envuelto en pañales lleno de resplandor, y acompañado
de celestiales espíritus, que divinamente cantaban, y entonaban gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena
voluntad. Así anuncio a vosotros pobres indios, labradores y gentes del campo,
en esta novena la obra estupenda, nueva y maravillosa que descubrió Bernardino
de León en las serranías inaccesibles inmediatas a esta ciudad de Santafé en 10
de agosto de 1685, para singular consuelo del pueblo bogotano.
Procurada ser muy
devotos de esta divina señora guardando la ley de Dios, si queréis ser
favorecidos y socorridos por Jesús, María y José, S. Gabriel, S. Miguel, S.
Rafael y los demás espíritus del cielo en todos los trabajos que sufrís en
vuestros oficios, negocios y viajes. Entonces vuestras tierras serán
fertilizadas; vuestras cosechas abundantes, bien recompensados vuestros sudores
y fatigas; se aumentaran vuestros bienes, vuestros ganados multiplicarán;
recibirán salud vuestros cuerpos, consuelo vuestras almas, paciencia vuestros
espíritus; serán felices vuestros estados, largas vuestras generaciones; y os
lloverán abundantes, y copiosas gracias del cielo para asegurar vuestra eterna
salvación. (Sal 118).
Los que impedidos no
puedan subir al cerro, alaben, bendigan, y saluden a Jesús, María, y José desde
sus chozas, campos, casas y caminos en medio de sus tareas, y ocupaciones,
haciendo esta novena, o rezando el rosario, y los siete padrenuestros y
avemaría en reverencia del misterio; de las siete veces que derramó Jesús su
sangre y de los siete dolores, y gozos de nuestra señora, y señor san José todo
los días.
El capellán que fuere
os impondrá de la hermandad, e indulgencias que puedan ganar los hermanos. El
tiempo de hacer esta novena es todo el año; y en especial los nueve días
anteriores a la purificación el 2 de febrero; los anteriores al domingo de
carnestolendas; y al 10 de agosto, confesando y comulgando un día, si es
posible.
Procuren leer la historia que se imprimió el
año de 1815, y quedarán más enamorados de Nuestra Señora de la Peña.
En la iglesia del
monasterio de Nuestra Señora de la Concepción de esta ciudad de Santafé se
venera un retrato lo más parecido en lo posible al original en su aparición;
allí concurren los que no pueden subir a la capilla en el cerro; le encienden
luces, mandan decir misas; ofrecen figuras de cera, y experimentan muchos
favores, como es público.
Con tal devoción
ninguno morirá en pecado mortal, porque Jesús, María y José, no desamparan
jamás a sus devotos.
Os ofrezco este pequeño
trabajo aunque en lo sustancial muy grande, deseoso de vuestro mejor bien;
espero lo recibirás con buena voluntad, y cumpláis mis deseos, si alguno no los
recibe bien, o no le gustare deje a los demás, que hagan lo que les parezca en
honor de Jesús, María, y José de la Peña. Enero 10 de 1816. J.A.M. (Cf. Novena en honor de Jesús, María y José en su
advocación de la Peña, que se venera
en su ermita extramuros de la ciudad
de Santafé de Bogotá. Para que los indios, labradores, gente pobre y del campo
gocen de tan importante y provechosa devoción. A devoción de su capellán presbítero Juan G.
Caldas). La edición fue reimpresa en
Bogotá por N. Gómez. 1849.
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