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Diseño Angélica Urbina Sánchez |
Papa Pío XI
Dulcísimo Jesús, cuya caridad derramada sobre los hombres se paga tan
ingratamente con el olvido, el desdén y el desprecio, míranos aquí postrados
ante tu altar. Queremos reparar con especiales manifestaciones de honor tan
indigna frialdad y las injurias con las que en todas partes es herido por los
hombres tu amoroso Corazón.
Recordando, sin embargo, que también nosotros nos hemos manchado tantas
veces con el mal, y sintiendo ahora vivísimo dolor, imploramos ante todo tu
misericordia para nosotros, dispuestos a reparar con voluntaria expiación no
sólo los pecados que cometimos nosotros mismos, sino también los de aquellos
que, perdidos y alejados del camino de la salud, rehúsan seguirte como pastor y
guía, obstinándose en su infidelidad, y han sacudido el yugo suavísimo de tu
ley, pisoteando las promesas del bautismo.
A1 mismo tiempo que queremos expiar todo el cúmulo de tan deplorables
crímenes, nos proponemos reparar cada uno de ellos en particular: la inmodestia
y las torpezas de la vida y del vestido, las insidias que la corrupción tiende
a las almas inocentes, la profanación de los días festivos, las miserables
injurias dirigidas contra ti y contra tus santos, los insultos lanzados contra tu
Vicario y el orden sacerdotal, las negligencias y los horribles sacrilegios con
que se profana el mismo Sacramento del amor divino y, en fin, las culpas
públicas de las naciones que menosprecian los derechos y el magisterio de la
Iglesia por ti fundada.
¡Ojalá que podamos nosotros lavar con nuestra sangre estos crímenes! Entre
tanto, como reparación del honor divino conculcado, te presentamos,
acompañándola con las expiaciones de tu Madre la Virgen, de todos los santos y
de los fieles piadosos, aquella satisfacción que tú mismo ofreciste un día en
la cruz al Padre, y que renuevas todos los días en los altares. Te prometemos
con todo el corazón compensar en cuanto esté de nuestra parte, y con el auxilio
de tu gracia, los pecados cometidos por nosotros y por los demás: la
indiferencia a tan grande amor con la firmeza de la fe, la inocencia de la
vida, la observancia perfecta de la ley evangélica, especialmente de la
caridad, e impedir además con todas nuestras fuerzas las injurias contra ti, y
atraer a cuantos podamos a tu seguimiento. Acepta, te rogamos, benignísimo
Jesús, por intercesión de la Bienaventurada Virgen María Reparadora, el
voluntario ofrecimiento de expiación; y con el gran don de la perseverancia,
consérvanos fidelísimos hasta la muerte en el culto y servicio a ti, para que
lleguemos todos un día a la patria donde tú con el Padre y con el Espíritu
Santo vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Jesús manso y humilde de corazón, haz nuestro corazón semejante al tuyo...
ResponderEliminarGracias, abrazos.
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