Por Julio Ricardo
Castaño Rueda
Sociedad Mariológica
Colombiana
“En aquellos días, María
se puso en camino…” (Lc 1, 39)
La Provincia de Córdoba (Argentina) levantó, entre sus sierras pampeanas,
la Capilla de Nuestra Señora del Rosario del Milagro del
Quebracho que está situada a 6.313 kilómetros al sur de la Villa de los
Milagros. El lejano templo guarda entre sus reliquias una humilde lámina de
Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá que fue donada por un foráneo, el 12
de febrero de 2021.
La historia de ese gesto devocional comenzó años atrás (2007) cuando la
muy Argentina, profesora de geografía, Mónica Barroso descubrió los bellos
escapularios de la Patrona. Eran piezas tejidas por las manos bondadosas de las
carmelitas descalzas a los pies de Mamá Linda Renovada de Villa de Leiva y que
el almacén Santafer vendía en Chiquinquirá, Boyacá.
Las sorpresas no terminaron con las encantadoras manufacturadas hechas
por las religiosas. La fecha de coronación de la Reina coincidía con un momento
sublime de su país, la Declaración de Independencia.
El Congreso de las Provincias Unidas del Río de la Plata, reunido en San
Miguel de Tucumán, declaró rotos los sagrados vínculos telúricos y afectivos con
el rey de España, don Fernando VII, el Deseado. El acto ocurrió el 9 de julio
de 1816.
La rueca de las emociones y las coincidencias trazó un destino en el mapa
de la historia familiar. El novio de Mónica, Jaime Alfonso Castaño Rueda,
destapó sus cartas de amor idealizado. Los inmortales acordes de la Guabina Chiquinquireña gestaron el
romance de una declaración indisoluble.
Los promeseros fueron
bendecidos y despedidos por un dominico,
fray José Enrique Cubillos, O.P., bajo
la mirada maternal de la Inmaculada.
“Adiós casita blanca”
El retorno a Bogotá escribió la despedida. Los amartelados emprendieron
su viaje como las aves, rumbo al Sur, hacia la Pampa. Ella con la valija
repleta de ropas y un par de atados de escapularios. Él con su morral al hombro
y varias docenas de estampas de la Virgen de Chiquinquirá. El primero de abril de 2008 en la Parroquia
Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, Diócesis de San Justo, en la Provincia
de Buenos Aires, contrajeron el sagrado vinculo marital.
El apostolado incluyó, en sus tareas de catequistas, donar una estampa o
el distintivo boyacense que literalmente chiflaba a los elegidos. Los afortunados debían ser sometidos a una
inspección de culto que incluía una charla histórica sobre la Rosa del Cielo y
un examen de conducta religiosa, cuya rigurosidad escolar se imponía con aires
de perfecto de disciplina. La familia, merecedora de uno de los objetos, se
ganaba el derecho al curso de inducción sobre los prodigios de una advocación
desconocida.
No fueron pocos los sin sabores para el colombiano. Su herencia cultural
intentaba sembrar el legado de sus mayores en las tierras del tango y del mate
a cambio de bambuco y guarapo.
La solución al tema de la mariología chiquinquireña llegó con la certeza
de los hechos desconocidos. La Chinca tenía pasaporte argentino. “Pero ¿cómo? Eso
no es posible. Vos estás loco…”, decían las voces de los gauchos. Las llamadas
de larga distancia, vía sistema de computador, no dejaba demostrar la razón del
veredicto: “La Basílica de Nuestra Señora de Luján guarda un cuadro de la Virgen
Nacional”.
Muchas esperanzas, dudas y súplicas fundieron el periplo dentro de la
expectativa. Los esposos emprendieron la peregrinación a Luján para visitar a
la Virgen de Chiquinquirá.
La travesía anhelante se encontró con dos inconvenientes insuperables. La
encargada de atender a los turistas negó tener conocimiento del lienzo buscado.
A eso se sumó la tardanza de los trabajos de reparación en el monumental
edificio, 2009.
La dupla protestó con su quilombo. Por poco generan un zafarrancho tipo
Malvinas, 1982. La delicada diplomacia del arzobispo de la Diócesis de
Mercedes, monseñor Roberto Radrizzane, flexibilizó normas y corrió andamios
para que el matrimonio descendiera al denominado Templo de América, la cripta. Allá
pudieron fotografiar la pintura del bogotano, Ignacio Cervantes Castillo, cuya obra, Nuestra Señora de Chiquinquirá, se
entronizó el 8 de diciembre de 1980.
El apostolado entró en una
fase sin tregua. Solo les faltaba recordar otra singular concomitancia. El
señor alcalde de Bogotá, Ernesto Sanz de Santamaría Valenzuela, el 9 de julio de
1922 inauguró en el señorial Chapinero la “Plaza de la República
Argentina”. Esos terrenos pertenecieron
a una antigua hacienda, propiedad de los frailes dominicos, donde la Doncella
Morena tuvo su capilla a principios del siglo XIX, calle 60 con séptima.
La información se volvió
ansiedad, el tiempo marcó su pasó. Estaban listos para volver a la Ciudad
Promesa donde podrían llenar las mochilas con el anhelado material, pero se les
interpuso la mortal pandemia. La peste les cambió el derrotero. Las nuevas
coordenadas fueron: “Latitud: 32º 15’ 15.41’’S y Longitud: 64º 22’ 18.89” O” correspondientes
a la Capilla de Nuestra Señora del Rosario del Milagro del Quebracho.
La edificación se debe
al tesón de doña Dominga Peralta de Fernández que en 1877 ordenó, de forma
testamentaria, la construcción de una capilla que nunca conoció porque falleció.
En abril de 1885, el oratorio todavía estaba inconcluso según informe guardado
en el archivo del obispado de Córdoba, pero al comenzar la nueva centuria la
eucaristía y el santo rosario formaban parte de los oficios religiosos que
celebraban con regocijo la fiesta del 7 de octubre.
Jaime, el buen devoto, envío un corto audio donde relató el cómo su
oficio de andariego lo llevó a donar la última imagen del tríptico mariano,
tesoro de su nacionalidad.
“Estuvimos en la Provincia de Córdoba en una ciudad que se llama Embalse.
Allí hay una ermita dedicada a la Virgen del Rosario del Quebracho. Está abierta
al turista porque es parte de un campo abierto, sobre una colina donde vive
sola. Las gentes vecinas la conocen, los demás la ignoran. Y como fuimos con los
arrendadores, que nos alquilaron la vivienda, pudimos visitarla. Es muy bonita
y antigua.
Los lugareños refirieron sus costumbres. Ellos explicaron: “si al visitarla
vos dejas algo o algún presente vas a volver”. Al ingresar nos percatamos de que
había distintas representaciones como Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás
y otras sin recuerdo…
Procedí a sacar de la billetera la única estampita de la Virgen de
Chiquinquirá, la que siempre me acompañó, copia del lienzo original y la
dejamos ahí, junto con las figuras de ese altar.
Entonces, los penitentes que visiten la iglesia van a encontrar a María
de Chiquinquirá, en Quebracho. Esperamos verla en el sitio para cuando volvamos
a rezarle. Hay una persona que se encarga de los cuidados del recinto. A ella
le pedimos proteger a Nuestra Señora de los coleccionistas de reliquias ajenas.
Te pasaremos las fotos y los videos. Debes aguardar porque hay que recopilar de los
teléfonos las imágenes para que te quede constancia. Mónica elaborará un mapa
para mayor claridad, que te enviaremos pronto…”
Cuando partieron escucharon sobre los ecos fraternos del hasta pronto: “Che, pibe, trajiste a la Virgen de
Chiquinquirá a Quebracho”.
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