Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
El Santuario Mariano
Nacional de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá dejará escuchar su voz
de pastor sobre la faz de la tierra. El salterio de María, con acento dominico,
unirá las almas de los hombres en una plegaria de renovación.
La Iglesia católica,
iluminada por el faro del Evangelio, encenderá una esperanza inmortal en medio
de la pandemia. El sonido de la misericordia, mandamiento del Mesías, llevará
sus ecos redentores sin cortapisas sobre el reloj del tiempo en un imperativo
ético contra las laxas latitudes de la malignidad.
La gran cruzada de oración
mundial será una formal protesta contra toda forma de pecado. Los misterios
sagrados del salterio, precedidos por María de Chiquinquirá, volverán a tronar sobre
las aflicciones estériles de una sociedad débil y acosada por el éxtasis
irrefrenable de sus arrebatos de banalidad. La humanidad, con prisa angustiada,
buscará la fuente de la vida en la verdad porque la ahogó el torrente hedonista
vacilante de una cultura mediatizada por el error.
El remedio celestial,
entregado por la Esclava del Señor a Santo Domingo de Guzmán, viene a reclamar
su espacio en la familia desconcertada por esa soledad manchada de ideologías
perniciosas. El santo rosario retorna victorioso para invitar a una conversión
dinámica en la acción caritativa con el prójimo. El bien no tiene fronteras ni
necesita de revoluciones porque Dios es amor.
El próximo 13 de mayo los
católicos, con la camándula en la mano y el corazón en el cielo, recitarán la fórmula
de la santidad, sin tregua y sin rubor, hasta que acabe el tiempo.
Madre de Chiquinquirá, escucha nuestras súplicas que con amor te dirigimos desde tu Santuario.
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