Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
La historia de
Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá fue rasgada por un puñal alevoso en
Rionegro (Santander). La crucifixión lacerante del lienzo viajero marcó un
episodio de dolor y gloria en esa larga trayectoria de horrores sufridos por la
Virgen Nacional.
La noche del 20 de
abril de 1913, la mano matricida de un fanático cortó la pintura con el
criminal placer de los sicópatas. La incisión letal comenzó sobre la parte
superior, detrás de la cruz de san Andrés. La línea del filo atravesó la figura
con pulso tembloroso hasta la mano del apóstol. Ahí realizó una especie de giro
en U se enderezó horizontalmente, y por debajo de la mano izquierda de la
Patrona, siguió recto hasta el codo de san Antonio de Padua. Luego bajó con
fuerza hasta el empeine. Cansado el trazo se inclinó a la derecha y salió feroz
sobre los dedos del pie izquierdo del taumaturgo con lo cual la tela quedó
partida en dos salvajes trozos.
El acto
sacrílego, patrocinado por unos gamonales de tinte liberal, generó un escándalo
nacional entre los estamentos gubernamentales de los departamentos de Boyacá y
Santander. La onda brutal de la noticia fue doblegada por las rotativas
capitalinas. El suceso de intolerancia religiosa fue un tema de provincia, cuyo
hecho aislado no merecía más que la atención legal local. Las investigaciones,
aturdidas por el proceso electoral, bajo un gobierno conservador, generaron un
pronto silencio mediático.
El pueblo rionegrano
levantó su voz católica contra la indiferencia de una prensa afásica. El
párroco envió a Chiquinquirá placa dorada con el “Voto de Desagravio”. Anualmente,
un festejo religioso de reparación pide perdón por la profanación.
La herida, testimonio centenario, sigue cicatrizando bajo el altar de la capilla de la Renovación en la Villa de los Milagros.
Triste episodio que a la vez dejó al descubierto la indignación de los verdaderos devotos, presentando un homenaje de desagravio.
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