Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana.
La unidad de los cristianos, esperanza del Redentor, está invitada a
encontrar en la maternidad de María Santísima una senda indivisible hacia el
corazón de la Divina Misericordia.
Ella es la criatura diseñada por la voluntad de la Trinidad Santa para ser
parte consustancial del Verbo. Allí, en
su seno virginal, se gestó la verdad de un misterio asombroso: Madre de Dios, celosa guardiana de su
decálogo.
Sería entonces razonable concluir, bajo la precisión de las potencias del
alma en el Espíritu Santo, que María es el aglutinante perfecto para restaurar
los credos y sus razones ideológicas en la unicidad trinitaria del Cristo resucitado.
Los hijos huérfanos, separados por las tradiciones atávicas de la historia
cultural de la religión, no están exentos de una fe buena en la confianza.
Ellos pueden encontrar en la oración universal de María, “Hágase en mí según tu
palabra”, la luz definitiva que ilumine sus preguntas con las respuestas de su
Unigénito.
La Iglesia católica, maestra en salir al encuentro de las almas, tiene en
su doctrina la esencia gigante de la rica biblioteca mariológica, argumento
total para el encuentro.
El discípulo de Jesús hallará en María, Reina de la Familia, la dinámica del
acto creador del Altísimo, la humildad. María, la escuela del cristianismo,
convirtió la obediencia en el sagrario del Evangelio, aula universitaria del
amor salvador.
El mandamiento de María, “Hagan lo que Él les diga”, debería ser el lema
del ecumenismo.
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