Homilía mariana
del Papa Francisco, 31 mayo 2013
Queridos hermanos
y hermanas: Esta tarde hemos rezado juntos el Santo Rosario; hemos recorrido
algunos acontecimientos del camino de Jesús, de nuestra salvación y lo hemos
hecho con aquella que es nuestra Madre, María. Aquella que con mano segura nos
conduce a su Hijo Jesús. Hoy celebramos la fiesta de la Visitación de la Beata
Virgen María a la pariente Isabel. Querría meditar con ustedes este misterio que
muestra como María afronta el camino de su vida, con gran realismo, humanidad,
concreción.
Tres palabras
sintetizan la actitud de María: escucha, decisión, acción; palabras que indican
un camino también para nosotros frente a lo que nos pide el Señor en la vida.
1.-Escucha. ¿De
dónde nace el gesto de María de ir a su pariente Isabel? De una palabra del
ángel de Dios: “También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su
vejez”… (Lc. 1,36). María
sabe escuchar Dios. Atención: no es un simple “oír” superficial, sino es “la
escucha”, acto de atención, de acogida, de disponibilidad hacia Dios. No es el
modo distraído con el cual nosotros nos ponemos delante del Señor o ante los
otros: oímos las palabras, pero no escuchamos realmente. María está atenta a
Dios, escucha a Dios.
Pero María
escucha también los hechos, es decir lee los acontecimientos de su vida, está
atenta a la realidad concreta y no se para en la superficie, sino que va a lo
profundo, para captar el significado. La pariente Isabel, que es ya anciana,
espera un hijo: éste es el hecho. Pero María está atenta al significado, lo
sabe comprender: “porque no hay nada imposible para Dios”(Lc. 1,37).
Esto también vale
en nuestra vida: escucha de Dios que nos habla, y también escucha de la
realidad cotidiana, atención a las personas, a los hechos, porque el Señor está
en la puerta de nuestra vida y golpea en muchos modos, pone señales en nuestro
camino; está en nosotros la capacidad de verlos. María es la madre de la
escucha, escucha atenta de Dios y escucha también atenta de los acontecimientos
de la vida.
2. Decisión.
María no vive “de prisa”, con preocupación, sino, como subraya san Lucas, ”
María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón” (cfr. Lc 2,19.51). Y
también en el momento decisivo de la anunciación del ángel, Ella pregunta:
“¿Cómo sucederá esto?” (Lc1,34). Pero no se detiene ni siquiera en el momento
de la reflexión; da un paso adelante: decide. No vive de prisa, sino sólo
cuando es necesario “va sin demora”. María no se deja llevar por los
acontecimientos, no evita la fatiga de la decisión. Y esto sucede sea en la
elección fundamental que cambiará su vida: María dijo entonces: “Yo soy la
servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho” (Cfr. Lc 1,38), sea
en las decisiones más cotidianas, pero ricas también ellas de sentido. Me viene
en mente el episodio de la bodas de Caná (cfr. Jn 2,1-11): aquí también se ve
el realismo, la humanidad, lo concreto de María, que está atenta a los hechos,
a los problemas; ve y comprende la dificultad de aquellos dos jóvenes esposos a
los que viene a faltar el vino de la fiesta, reflexiona y sabe que Jesús puede
hacer algo, y decide dirigirse al Hijo para que intervenga: “Ya no tienen vino”
(cfr. v. 3).
En la vida es
difícil tomar decisiones, a menudo tendemos a posponerlas, a dejar que otros
decidan en nuestro lugar, a menudo preferimos dejarnos arrastrar por los
acontecimientos, seguir la moda del momento; a veces sabemos lo que tenemos que
hacer, pero no tenemos el coraje o nos parece demasiado difícil porque quiere
decir ir contracorriente. María en la anunciación, en la Visitación, en las
bodas de Caná va contracorriente; se pone a la escucha de Dios, reflexiona y
busca comprender la realidad, y decide confiarse totalmente en Dios, decide
visitar, aun estando embarazada, a la anciana pariente, decide confiarse al
Hijo con insistencia, para salvar la alegría de la boda.
3. Acción. María
salió de viaje y “fue sin demora”(cfr Lc 1,39). El domingo pasado subrayé este
modo de hacer de María: a pesar de las dificultades, las críticas que habrá
recibido por su decisión de partir, no se detuvo delante de nada. Y aquí parte
“sin demora”. En la oración, delante de Dios que habla, en reflexionar y
meditar sobre los hechos de su vida, María no tiene prisa, no se deja tomar por
el momento, no se deja arrastrar por los acontecimientos. Pero cuando tiene
claro qué cosa Dios le pide, lo que tiene que hacer, no tarda, no retarda, sino
que va “sin demora”. San Ambrosio comenta: “la gracia del Espíritu Santo no
comporta lentitudes” (Expos. Evang. sec. Lucam, II, 19: PL 15,1560). El actuar
de María es una consecuencia de su obediencia a las palabras del ángel, pero
unida a la caridad: va a Isabel para hacerse útil; y en este salir de su casa,
de sí misma, por amor, lleva cuanto tiene de más precioso: Jesús; lleva a su
Hijo.
A veces, también
nosotros nos paramos a escuchar, a reflexionar sobre lo que deberíamos hacer,
quizás también tenemos clara la decisión que tenemos que tomar, pero no pasamos
a la acción. Y sobre todo no nos ponemos en juego a nosotros mismos moviéndonos
“sin demora” hacia los otros para llevarles nuestra ayuda, nuestra comprensión,
nuestra caridad; para también llevar nosotros como María, lo que tenemos de más
precioso y que hemos recibido, Jesús y su Evangelio, con la palabra y sobre
todo con el testimonio concreto de nuestro actuar.
Escucha,
decisión, acción.
María, mujer de
la escucha, abre nuestros oídos; haz que sepamos escuchar la Palabra de tu Hijo
Jesús entre las mil palabras de este mundo; haz que sepamos escuchar la
realidad en la que vivimos, cada persona que encontramos, especialmente aquella
que es pobre, necesitada, en dificultad.
María, mujer de
la decisión, ilumina nuestra mente y nuestro corazón, para que sepamos obedecer
a la Palabra de tu Hijo Jesús, sin titubeos; dónanos el coraje de la decisión,
de no dejarnos arrastrar para que otros orienten nuestra vida.
María, mujer de
la acción, haz que nuestras manos y nuestros pies se muevan “sin demora” hacia
los otros, para llevar la caridad y el amor de tu Hijo Jesús, para llevar, como
tú, en el mundo la luz del Evangelio. Amén”.
(Traducción del
italiano: Griselda Mutual, Radio Vaticano)
María, modelo perfecto del discípulo de Cristo: ilumina nuestras acciones y guianos por el Camino hacia la Plenitud.
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