San Romano el
Melódico (?-c. 560)
Himno nº 18, Las Bodas de Caná
Cuando Cristo
asistía a las bodas de Caná y la multitud de invitados se regalaba, les faltó
vino y su gozo se convirtió en tristeza... Viendo esta situación, la purísima
María fue inmediatamente a decir a su hijo: «Se les ha acabado el vino; así es
que te ruego, hijo mío, que demuestres que todo lo puedes, tú que lo has creado
todo con sabiduría».
Por favor, Virgen
venerable, ¿a partir de qué milagros has sabido tú que tu hijo, sin nunca haber
vendimiado, podía darles vino siendo así que nunca antes había hecho milagro
alguno? Enséñanos... cómo es que has dicho a tu hijo: «Dales vino tú que lo has
creado todo con sabiduría».
«Yo misma he visto
a Elizabeth llamarme Madre de Dios antes de que yo diera a luz; después del
nacimiento de mi hijo, Simeón me ha cantado, Ana me ha exaltado; los magos
vinieron corriendo desde Persia hasta el pesebre, porque una estrella les
anunció por adelantado este nacimiento; los pastores junto con los ángeles se
convirtieron en heraldos del gozo, y la creación entera se gozaba con ellos.
¿Podía yo ir a buscar mayores grandezas que estos milagros para creer, según su
fe, que mi hijo es aquel que todo lo ha creado con sabiduría?»...
Cuando Cristo
manifiestamente cambió, por su poder, el agua en vino la multitud se alegró
mucho, encontrando admirable el sabor de este vino. Hoy es en el banquete de la
Iglesia que todos nos sentamos, y en el que el vino es convertido en sangre de
Cristo, y todos bebemos de él con alegría santa, glorificando al gran Esposo.
Porque el Esposo verdadero es el hijo de Maria, el que es el Verbo desde toda
la eternidad, que ha tomado la forma de esclavo y que todo lo ha creado con
sabiduría.
Altísimo, santo, salvador de todos, conserva sin alteración alguna el vino que está en nosotros puesto que tú lo presides todo. Aleja de nosotros toda adversidad, todos los malos pensamientos que diluyen tu vino santísimo... Por las plegarias de la santa Virgen Madre de Dios, líbranos de las angustias del pecado que nos oprimen, Dios misericordioso, tú que todo lo has creado con sabiduría.
La poderosa intercesión de María, alcanza de su Hijo lo que parece imposible.
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