Pbro. Padre José Manuel
Tobar C.
Sociedad Mariológica Colombiana
La relación Espíritu Santo – María, es objeto
desde hace tiempo de un clamoroso descubrimiento.
No obstante el binomio Espíritu Santo – María,
contiene en sí una ineludible carga de dificultades. Además del “filioque” y
del problema de la procesión del Espíritu con los orientales.
María es también objeto de un contencioso entre
católicos y protestantes, muchos de los cuales continúan viendo en la doctrina
mariana una síntesis de todas las herejías católicas.
Algunos por su parte como en el lema: “A Jesús
por María”, se omite indebidamente el papel del Espíritu Santo se pretende aquí
destacar el papel de María en la vida de la Iglesia , en la comunión de los santos y en la
historia de la salvación operada por Cristo. Pero se descuida el papel
fundamental del Espíritu en la santificación de las almas tal como se desprende
de la escritura que habla del camino “al Padre por Cristo en el Espíritu”.
(cfr: Ef 2,18, Gál 4,6, Tit 3,6).
Los autores sagrados han dado indicios para la
comprensión de la relación entre el Espíritu Santo y María, sea en los relatos
de la infancia de Mateo y Lucas, sea en el relato Lucano de Pentecostés.
En Mateo 1, 18 se lee: - Estando desposada su
Madre, María, con José, antes de que cohabitasen, se halló que había concebido
por obra del Espíritu Santo y poco después (1,20) el ángel del Señor dice a
José: “José, Hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu mujer,
porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo”.
En Lucas 1,35 el ángel revela a María: “El
Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra. Por lo cual, aquel que nacerá de ti será Santo e hijo de Dios”. El
mismo Lucas, hablando de la
Iglesia de Jerusalén a la espera de Pentecostés, escribe (Hc
1,4): “Todos eran asiduos y concordes en la oración, junto con algunas mujeres,
y con María, la madre de Jesús y con sus hermanos”. Tanto el nacimiento del redentor
como en el nacimiento de la
Iglesia ; ambos son obra del Espíritu, y en los dos María
tiene un papel de gran relieve.
La expresión “nacer del Espíritu Santo”,
presente en el Nuevo Testamento en Mt. 1.20 (concepción virginal) y en Jn 3.5-
6.8 (diálogo con Nicodemo, generación desde arriba, indica que la concepción
virginal de Jesús está ordenada a la del nuevo pueblo de Israel, es decir a la
fundamentación de la Iglesia
–¿Será temerario afirmar que María, en este contexto, al hacerse Madre de
Jesús, es constituida también Madre del nuevo pueblo de Dios, mediante la
acción del Espíritu a Santo?
Lucas por su parte considera a Cristo y su
acontecimiento como el centro de la historia de la salvación y la consumación
del movimiento salvífico del A. T. Por la glorificación de Cristo tiene
comienzo la vida de la
Iglesia.
Otro protagonista de tal evento salvífico es el
Espíritu Santo, que es el poder de Dios que lleva a Jesús en la concepción
virginal y en el bautismo, y es también el poder que Cristo ofrece a los
creyentes en Pentecostés.
También para Lucas la concepción de Jesús y su
venida al mundo por medio de María constituyen la nueva creación en un contexto
escatológico se advertiría que la maternidad virginal de María está ligada a la
creación desde lo alto de una era de gracia. María, además, cobijada por el
espíritu se convertiría en el santuario escatológico.
Otros subrayan otro esquema interpretativo: el
de la transparencia personal. María más que templo escatológico, es sobre todo
una persona. La presencia del Espíritu en ella implica una serie de elementos
de dialogo interpersonal (ausentes por ejemplo en Mateo).
a) María
la amada de Dios.
b) Dios
dialoga mediante un ángel con ella para significar que la presencia del
Espíritu se realiza mediante un encuentro respetuoso de llamada y respuesta.
c) La
presencia del Espíritu, finalmente, depende de la respuesta positiva, del Fiat.
Por tanto sí el Espíritu es el poder de Dios que se actúa en el dialogo
interpersonal, María con su Fiat se convierte en una expresión del Espíritu: Es
un momento del poder y la realidad de Dios entre los hombres. María no es solo
Pneumatofora sino también Pneumatoformis Pentecostés lleva a la madurez la
relación Espíritu Santo – María.
También María en dialogo con el Espíritu de
Dios, recorrió un camino de fe que encontró su culminación en la disponibilidad
al Espíritu de Pentecostés. El pueblo de Israel, representado por María, se
convierte en principio de la
Iglesia.
Mediante el Espíritu María descubre no solo
ligada al hijo, sino también a su cuerpo místico, a la comunidad eclesial.
Para Lucas la Iglesia de Pentecostés está fundamentada no solo
sobre el fundamento de los Apóstoles y Profetas; sino también sobre el
fundamento de toda la comunidad Pentecostal cristiana, en la cual sobre sale el
papel de María. Sí en Lc. 1,35 el Espíritu Santo viene sobre María con vistas a
la realizaron del misterio de la encarnación en los Hechos de los Apóstoles
viene con vistas a la realización del misterio de la Iglesia , en cuya raíz está
también la presencia de María, para indicar su indisoluble vínculo con el
Espíritu y, mediante el Espíritu, con Cristo y con la Iglesia.
En el símbolo de fe NICENOCONSTANTINOPOLITANO se
sintetizó este dato: “incarnatus est de
Spiritu Santo ex Maria Virgine”, (se encarnó del Espíritu Santo y de la Virgen María ).
Por su parte Santo Tomás a la pregunta de sí la
encarnación de Cristo haya de atribuirse al Espíritu Santo, contesta
afirmativamente: “debe decirse que las tres personas de la Santísima Trinidad
han cooperado a la concepción del cuerpo de Cristo sin embargo es atribuida al
Espíritu Santo por tres razones:
1). El Espíritu Santo es el amor del Padre y del
Hijo. Es evidente que es el amor sumo de Dios a la humanidad lo que motivó a su
hijo a asumir la carne humana en el seno de la virgen María, como afirma San
Juan. “De tal modo ha amado Dios al mundo que le entregó a su Hijo unigénito”.
2). La intervención del Espíritu Santo tiene
también un nexo íntimo con el motivo de la encarnación por parte de la
naturaleza asumida. Pues la presencia del Espíritu Santo en el misterio del
Dios humano quiere indicar que nuestra naturaleza ha sido asumida por el Hijo
de Dios en unidad de persona.
3) Ahora bien, sea la filiación divina, sea la
santidad, se suelen atribuir, como a primera fuente el Espíritu Santo. Por Él,
en el efecto, los hombres llegan a ser Hijos de Dios, como nos asegura san
Pablo: “porque sois hijos mando de Dios al Espíritu de su Hijo a vuestros
corazones, el cual grita Abba (Padre)” (Galt 4,6).
“Cristo por virtud del Espíritu Santo fue
concebido en la santidad, como convenía al Hijo natural de Dios”, (Sth111. q. 32. a .4).
A continuación veamos algunas indicaciones
tomadas del Concilio Vaticano II.
En el concilio se recogen los datos de la
tradición bíblico – Eclesial acerca de la relación entre el Espíritu Santo y
María buscando un equilibrio que evite un exagerado Marianocentrismo y, por
otra parte un injustificado Pneumatrocentrismo.
El Concilió afirma la verdad central de tal
relación: El Hijo de Dios “por nosotros los hombres y por nuestra salvación
bajo del cielo y se encarnó por obra del Espíritu Santo de la Virgen María.
(LG52).
“Redimida de modo eminente, en previsión de los
méritos de su Hijo, y unida a él con un vinculo estrecho e indisoluble, está
enriquecida con la suma prerrogativa y dignidad de ser la Madre de Dios Hijo, y por
eso Hija predilecta del Padre y sagrario del Espíritu Santo, con el don de una
gracia tan extraordinaria aventaja con creces a todas las demás criaturas
celestiales y terrenas. (LG 53).
El concilio después asimila a María a la Iglesia. “creyendo y
obedeciendo engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, y sin conocer varón,
cubierta por la sombra del Espíritu Santo”. (LG 63).
El concilio en lo referente al Espíritu Santo y
María en cuanto a su relación; se centra en el acontecimiento ejemplar de la
encarnación. María en efecto, es llamada “Madre del Verbo” y “Sagrario del
Espíritu Santo” (LG 53).
El Espíritu Santo inhabita a la Santísima Virgen
de un modo del todo singular y superior a los demás cristianos.
El Concilio subraya también la santidad de la Santísima Virgen
desde el primer instante de la concepción inmaculada y tal santidad es obra del
Espíritu Santo, que plasma a María como una nueva criatura.
María afirma Heribert Mühlen se encuentra
enteramente bajo el dominio del Espíritu Santo como ninguna otra persona.
El Espíritu Santo, ha promovido en ella todos
los procesos biológicos necesarios para el crecimiento de la humanidad de
Cristo en su seno, y María por su parte, ha permitido la realización de tal
acontecimiento con un acto de libertad personal y única.
Por esto la cooperación de María con su Hijo
divino se ha realizado a través de la mediación del Espíritu Santo, “mediación
ella misma intermedia”.
Mühlen afirma que hubiera sido muy útil, y hasta
necesario, añadir que la función de la Virgen en la economía de la salvación depende
plenamente también de la función mediadora del Espíritu de Cristo, del cual es
una participación subordinada.
La maternidad divina de María fue, por tanto,
una consagración desde lo alto. Fue un acontecimiento sustraído a su libre
autodeterminación, y que no podía ser destruido por un simple acto personal.
La teología occidental ha atribuIdo siempre el “incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria
Virgine” el carácter de modo de hablar y apropiación. La encarnación sería
un acto de toda la trinidad en la unidad de la omnipotencia divina que
milagrosamente fecundó a la
Virgen.
Afirma que el Espíritu Santo es en la Virgen María amor
fecundante, no es al Espíritu ni divinizar la persona de María.
Es simplemente afirmar que el Padre envía al
Espíritu, comunicándole la potencia engendradora de su amor infinito.
Resumiendo podemos afirmar: el don del Espíritu,
que permitió a María acoger al Hijo de Dios en su vida de mujer, fue precedido
del don pleno del Espíritu, aunque invisible.
Cuando la modeló y formó como una nueva criatura
(tal como los afirma el Concilio). María, en efecto, habría sido predestinada
nada menos que a ser la Madre
de Dios según la carne por obra del Espíritu Santo. Por eso el Concilio habla
de una obra maestra por parte de Dios, María es la Madre del Hijo, que asumirá
la naturaleza humana formada en su seno; es la hija predilecta del Padre, que
ha enviado a su Hijo a su seno, es el santuario VIVO del Espíritu que la
edificado en forma de nueva criatura capaz de dar al mundo a Cristo encarnado
fruto de su seno.
En la Encíclica Marialis
Cultus, el Papa Pablo VI subraya la importancia de dar uno de los
contenidos esenciales de la fe: La persona y obra del Espíritu Santo. Al
respecto afirma:
“La reflexión teológica y la liturgia han
subrayado cómo la intervención, santificadora del Espíritu en la Virgen de Nazaret ha sido
un momento culminante de su acción en la historia de la salvación.” (MC. 26).
En la carta encíclica Dominum et vivificantem.
El Papa Juan Pablo II. Refiriéndose al misterio de la encarnación, misterio
clave de la fe, afirma:
“Por obra del Espíritu Santo SE HIZO HOMBRE
AQUEL QUE la Iglesia ,
con las palabras del mismo símbolo confiesa que es el Hijo del Padre: “Dios de
Dios, Luz de Luz Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, se
hizo hombre” encarnándose en el seno de la virgen María”. Esto es lo que se
realizó al llegar la plenitud de los tiempos”.
(D. V. No. 49).
El Santo Padre añadirá como el misterio de la
encarnación se realizó por obra del Espíritu Santo. Lo realizó aquel Espíritu
que consustancial al Padre y al Hijo es, en el misterio absoluto de Dios uno y
trino, la persona amor, el don increado, fuente eterna de toda dadiva que
proviene de Dios en el orden de la creación, el principio directo y, en cierto
modo, el sujeto de la auto comunicación de Dios en el orden de la gracia.
Igualmente el Santo Padre destaca aquí el papel
jugado por María:
El Espíritu Santo que dio comienzo en María a la
maternidad divina, al mismo tiempo hizo que su corazón fuera perfectamente
obediente a aquella auto comunicación de Dios que superaba todo concepto y toda
facultad humana”.
María entró en la historia de la salvación del
mundo mediante la obediencia de la fe. Y la fe, en su esencia más profunda, es
la apertura del corazón humano ante el don, ante la auto comunicación de Dios
por el Espíritu Santo.
El conocido mariólogo Roschini, publicó un
estudio sobre el Espíritu Santo y María: Il
Tutto Santo e la Tutta
Santa (el cual constituye el canto del cisne de este gran
estudioso).
Estudio agrupado en torno a tres periodos:
Presencia del Espíritu Santo en María antes
durante y después de la Anunciación.
A) Antes
de la Anunciación.
Comprende la
presencia del Espíritu Santo en la predestinación de María a su singular
misión, en la predicación profética relativa a María, en su inmaculada concepción
en la presentación y estancia de María en el Templo y en sus esponsales con
José.
Particularmente es significativa la presencia
del Espíritu Santo en la concepción Inmaculada de María. El Espíritu Santo
estuvo siempre presente en María desde el primer instante de su vida. María
pues fue concebida sin pecado original en orden a una futura maternidad divina.
B) En la Anunciación.
La maternidad
divina de María es fundamental para su maternidad espiritual respecto a los
cristianos. Siendo Cristo la nueva cabeza de toda la humanidad regenerada a la
vida natural de la gracia, recapitulando en sí mismo a todos los miembros de la
humanidad nueva.
El Espíritu Santo fue el Espíritu de su
Espíritu, el alma de su alma, el corazón de su corazón.
María es la “Panaguia”, obra maestra del
Espíritu Santo.
El Espíritu Santo da sus dones, y María los
recibe con una adecuada correspondencia humana.
El papel que juega María en el acontecimiento
salvífico está en dependencia del Espíritu como causa principal; ella, en
cambio, obra como causa instrumental (como la humanidad de Cristo, de la cual
María es indisociable y a la cual está completamente subordinada.
María, instrumento consiente y libre del
Espíritu Santo recibe toda su virtud al actuar de la causa principal que es el
Espíritu Santo.
Roschini introduce el misterio de María en el
ámbito más completo del misterio Trinitario se destaca la interdependencia
existente entre María y las tres personas de la Trinidad. Por lo
cual María no es solo la obra maestra del Espíritu, sino también la obra
maestra del Padre y del Hijo.
Leonardo Boff por su parte, habla de una
relación hipostática entre el Espíritu Santo y María.
En la reflexión cristiana en general, el
carácter femenino de Dios ha sido atribuido sobre todo al Espíritu.
Las referencias al Espíritu como Madre se dan en
el ámbito del Judeo – Cristianismo. Boff establece la hipótesis de que “la Virgen María , Madre
de Dios y de los hombres, realiza de forma absoluta y escatológica lo femenino,
porque el Espíritu Santo ha hecho de ella su templo, su santuario y su tabernáculo,
de manera tan real y verdadera que debe ser considerada como unida
hipostáticamente a la tercera persona de la Santísima Trinidad.
Por eso María se convierte en el verdadero rostro materno de Dios.
El teólogo Español Xavier Pikasa responde al
texto de Hch 1,14 afirma que se trata pues, del periodo intermedio entre la
experiencia de Cristo resucitado y el nacimiento y expansión de la Iglesia.
El puesto de María en la Iglesia primitiva tenía un
significado preciso. María aporta y testimonia a la Iglesia naciente el
nacimiento humano de Cristo, su infancia y su crecimiento. Ella aparece además
como la carismática, pues está entre las personas favorecidas por el Espíritu.
Formando parte de la comunidad fundadora de la Iglesia , fue bautizada por
el Espíritu.
Además de Jesús el otro decisivo protagonista en
la teología de Lucas es el Espíritu Santo. La acción del Espíritu de Dios sobre
María señala la actuación radical del misterio del altísimo.
Pikasa habla del esquema de la transparencia
personal, en el que pone de relieve el dialogo interpersonal entre María la
predilecta de Dios, y Dios mismo.
Esto supone que la presencia del Espíritu se
realiza en un encuentro respetuoso de llamada – respuesta, y depende de la
respuesta positiva de María. Este dialogo interpersonal continua hasta
Pentecostés.
También María hubo de crecer en el Espíritu
desde el Fiat de la anunciación.
María avanza hacia la cúspide eclesial de su
camino de fe con la venida del Espíritu.
En conclusión Pikasa afirma:
1) Por su inserción en el campo de la
esperanza de Israel, María inicio su existencia en apertura total al Espíritu.
2) Por su gracia especial (Cfr: Lc. 1,35),
María recibió del Señor, para el comienzo del camino de salvación, la totalidad
del Espíritu de Dios como fuerza fecunda dirigida al nacimiento del Mesías.
3) Por la fidelidad al camino de Jesús, en
gesto de fe abierta y de esperanza activa, María ha dirigido a los hombres
hacia el don de las nuevas nupcias, hacia el Espíritu de Cristo. (Jn 2,2 – 12).
4) Como respuesta transformante de Jesús
glorificado. María recibe, al comienzo mismo de la Iglesia , el Espíritu de
Cristo.
5) Finalmente, por su actividad en la
totalidad del misterio de salvación (AP12) puede situar el signo de María sobre
el fondo de la lucha de la historia como señal de la presencia del Espíritu de
Dios entre los hombres.
Una de las interpretaciones ortodoxas de María,
la sofíanica, presenta a María como signo o imagen del Espíritu, como su
revelación hipostática, ya que María, aun siendo y permaneciendo una persona
creada, se revela como expresión y reflejo, transparencia y actuación, del
Espíritu.
En la relación Espíritu – María esta última se
propone y revive en sí algunas características fundamentales de la tercera
persona trinitaria.
El Espíritu en María se revela como signo de
acogida y de docilidad de Dios. María es el ámbito de la creatividad del
Espíritu de Dios.
El significado teológico: El Dios de la alianza
y la esposa icono del Espíritu.
La imagen que se presenta en el misterio nupcial
del que María es al mismo tiempo lugar, protagonista y testigo es el del Dios
de la alianza. El Dios que, a pesar de seguir siendo totalmente otro, se ha
hecho totalmente interior y cercano, próximo al esfuerzo humano de vivir, para
ofrecer al hombre la salvación en su amor creado y redentor.
De otra parte aquel que en la eternidad de Dios
es receptividad absoluta, es en el tiempo el salvador que al unirnos a Él nos
hace receptivos de Dios, Hijos en el Hijo. Ante Él se sitúa por libre elección
y por pura gracia del altísimo, como verdadera Madre, la Madre de Dios. Es el
Espíritu Santo el que cubre a María con su sombra, después de haberla modelado
en la gracia, uniendo en ella al Padre engendrante y al Hijo engendrado por
ella en el tiempo. En el Espíritu Dios sale de sí mismo; él es aquel que,
actuando en la encarnación y en Pentecostés, hace presente al Hijo en la
historia humana.
Hay quienes ven en María la esposa del Espíritu
Santo: “Como Dios Espíritu Santo, estéril en la divinidad, esto no lo produce
ninguna otra persona divina, se ha hecho fecundo por el concurso de María, con
quien se ha desposado.
¿En qué consiste esta relación que se da entre
el Espíritu Santo y María, la
Esposa en el misterio de la Alianza ?
Confesar plenamente la divinidad de la tercera
persona de la Trinidad
y reconocer en María la
Theotocos , a la “Madre de Dios”, fue el modo con que la Iglesia proclamó y
defendió contra todos los posibles reduccionismos la verdad de la encarnación
del Hijo de Dios y suprema actualidad salvífica. El vínculo entre la Virgen Madre y el
Paráclito aparece así sólidamente anclado en el corazón de la fe.
“El Espíritu Santo ha hecho de Ella su templo,
su santuario y su tabernáculo de manera tan real y verdadera que debe ser
considerada como unida hipostáticamente a la tercera persona de la Santísima Trinidad.
María Madre del Hijo de Dios, hija predilecta del Padre, María es “El templo
del Espíritu Santo”, su “Sagrario, expresión que subraya el carácter Sagrado de
la Virgen
convertida en mansión estable del Espíritu de Dios”.
Lo que el Espíritu Santo realizo en la
anunciación, aparece al mismo tiempo como una prolongación armónica de lo que
realiza en la Trinidad
y como el principio ejemplar de lo que realiza en la Iglesia mediante la misión
que comenzó en Pentecostés.
María es la “Toda Santa”, ya que es la criatura
inmune de toda mancha de pecado, como plasmada y hecha una nueva criatura por
el Espíritu Santo; en ella totalmente Santo, el Espíritu Santidad; actúo de
forma inminente y ejemplar desde su elección eterna, luego en la anunciación y
en la totalidad de su vida terrena hasta su cumplimiento celestial.
La otra dirección en que la Esposa se ofrece como ícono
del Espíritu es su condición gloriosa.
Asunto por estar totalmente modelado y conducida
por el Espíritu Santo. El icono del Espíritu, que es el totalmente Santo, se
completa de este modo en María “Regina Caeli” Madre del Rey Mesiánico, que
participa ya plenamente de la gloria celestial del Hijo.
“La realeza de María, por analogía con la de
Cristo, se verifica también en el Espíritu Santo. El Espíritu desarrolla al
máximo la potencialidad unitiva que empuja a la Madre hacia el Hijo.
María es Reina del Cielo exactamente por el
mismo motivo que es “esclava del Señor” en sentido radical y pleno, esto es,
por ser la criatura acogedora, modelada por el Espíritu, su imagen pura y
luminosa.
•
El servicio de María al Espíritu Santo.
María es la sierva del Señor; no solo de su
Hijo, sino del Dios Trino, y su docilidad al Espíritu es también obediencia a
la misión que le encomienda el Padre. En la anunciación María se abrió
totalmente por la fe a la acción del Espíritu, no solo a nombre propio, sino
ante todo de su pueblo. María pone su fe y su seno a disposición de la obra
mesiática que realizará su Hijo, y se consumará por el Espíritu en la Iglesia.
En el Concilio I de Constantinopla la Iglesia definió quien es
el Espíritu Santo en respuesta a la herejía de los Peumatómocos (“enemigos del
Espíritu”) El concilió señalo:
“Por nosotros los hombres y por nuestra
Salvación se encarnó por obra del Espíritu Santo” (DS 150).
El Papa Pablo VI enseña que la intervención del
Espíritu hizo fecunda la
Virginidad de la
Madre de Dios.
“Consagró la virginidad de María, y la
transformó en aula del Rey, Templo o Tabernáculo del Señor, Arca de la Alianza o de la Santificación ”. (MC
26)
Por su parte en la intocabilidad del Sagrario
del Espíritu Santo ve Santo Tomás la razón de ser de la Virginidad perpetua de
María: Está al servicio de la tercera persona de la Trinidad.
Finalmente veamos como la unión del Espíritu
Santo con María tiene la característica insupresible de ser Cristo céntrica: La
misión del Espíritu Santo en María, como en los cristianos, es la de hacer
nacer a Cristo, esta es la base de la espiritualidad Cristiana. Por lo cual se
podría afirmar algún dicho tradicional transformándolo así: “Ad Jesum in Spiritu Sancto cum María matre
ecclesiae”.
María es por excelencia la Pneumatofora
(portadora del Espíritu) y por eso puede exultar desde lo profundo de su
corazón: “El Señor ha hecho en mí maravillas”.
Que el Espíritu Santo, siga derramando a través
de María todos sus dones e ilumine el caminar de nuestra sociedad Mariológica;
en este aniversario de sus Bodas de Oro que con regocijo estamos celebrando.
Tomado de la
Revista Regina
Mundi
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