Ruperto de Deutz (1075-1130), monje benedictino
De
“Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír: ‘El Espíritu del
Señor está sobre mí, porque él me ha ungido’” (Is 61,1). Es como si Cristo dijera:
Porque el Señor me ha ungido, he dicho sí, verdaderamente digo y lo sigo
diciendo todavía: El Espíritu del Señor está sobre mí. ¿Dónde, en qué momento,
pues, el Señor me ha ungido? Me ungió cuando fui concebido, o mejor dicho, me
ungió a fin de que fuera concebido en el seno de mi madre. Porque no es de la
simiente de un hombre que una mujer me concibió, sino que una virgen me
concibió por la unción del Espíritu Santo. Es entonces que el Señor me selló
con la unción real; me consagró rey por la unción y, en el mismo momento, me
consagró sacerdote. Una segunda vez, en el Jordán, el Señor me consagró por
este mismo Espíritu…
Y ¿por qué el Espíritu del Señor está sobre mí?... “Me ha enviado para darla Buena Noticia a los
pobres, curar los corazones desgarrados” (Is 61,1). No me ha enviado para los
orgullosos y los “sanos”, sino como “un médico para los enfermos” y los
corazones destrozados. No me ha enviado “para los justos” sino “para los
pecadores” (Mc 2,17). Ha hecho de mí “un hombre de dolores, acostumbrado a
sufrimientos (Is 53,3), un hombre manso y humilde de corazón” (Mt 11,29). “Me
ha enviado a proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros, la
libertad”… ¿A qué prisioneros, o mejor, a qué prisión he de anunciar la
libertad? Después que “por un hombre entró el pecado en el mundo y por el
pecado la muerte” (Rm 5,12) todos los hombres son prisioneros del pecado, todos
los hombres son cautivos de la muerte… “He sido enviado a consolar a todos los
afligidos de Sión, todos los que sufren por haber sido, a causa de sus pecados,
destetados y separados de su madre, la
Sión de arriba (Ga 4,26)… Sí, yo los consolaré dándoles “una
diadema de gloria en lugar de las cenizas” de la penitencia, “aceite de júbilo”
es decir, la consolación del Espíritu Santo “en lugar del dolor” de verse
huérfanos y exiliados, y “un vestido de fiesta”, es decir, “en lugar de la
desesperación”, la gloria de la resurrección (Is 61,3).
Y ¿por qué el Espíritu del Señor está sobre mí?... “Me ha enviado para dar
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