¿Natividad o “natillividad”?
Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
La
respuesta al cuestionamiento requiere una prueba de corazón humilde. Escoge
entre un hermoso pesebre artesanal o el ruido sibarita de la carcajada de Papá
Noel.
El
reto comprende la historia repetida del consumismo compulsivo contra la
donación generosa. El paganismo desbocado contra una paz angelical.
No
hay puntos medios. Navidad con Cristo y su familia o inclinación total ante la
fuerza festiva. Pachanga adornada de luces, pólvora, francachela y el gorro
símbolo de una sensación de colores, pasajera encantadora.
La
invitación es a recibir al Eterno, el que se injertó en la humanidad, con la
misma alegría humilde de la misericordia divina, en el sí de María.
El
evangelista san Lucas relató ese milagro de amor así:
“2. Aconteció
en aquellos días que salió un edicto de César Augusto, para que se hiciera un censo de
todo el mundo habitado Este fue el primer censo que se levantó cuando Cirenio era gobernador de Siria. Todos se dirigían a inscribirse en el
censo, cada uno a su ciudad. También José subió de Galilea, de la
ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén , por ser
él de la casa y de la familia de David, para inscribirse junto con María,
comprometida para casarse con él, la cual estaba encinta.
Sucedió que mientras estaban ellos allí,
se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su Hijo primogénito; lo
envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos
en el mesón…” No hubo renos, no cayó nieve en el
trópico, ni estalló ese frenesí enardecido por comprar la más cara promoción
decembrina.
La buena noticia
se celebró con el encanto sublime de un acto
puramente celestial, según lo sigue narrando el apóstol.
En
la misma región había pastores que estaban en el campo, cuidando sus rebaños durante las vigilias de la noche. Y un ángel del Señor se les presentó, y la
gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: ‘No teman, porque
les traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo; porque les ha nacido hoy, en la ciudad de
David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: hallarán a un Niño envuelto en
pañales y acostado en un pesebre.’
De repente apareció con el ángel una
multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo:
‘Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes Él se complace’. Cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se decían unos a
otros: ‘Vayamos, pues, hasta Belén y
veamos esto que ha sucedido, que el Señor nos ha dado a saber.’
¿Los colombianos peregrinarán a los templos para llevarle una
oración humilde al niño recién nacido?
¿Llegarán de rodillas a Chiquinquirá con un bambuco en el tiple para
darle gloria al Salvador? O ¿estarán de
espaldas a Dios en el tumulto porque el motor de la nacionalidad, la parranda,
los mueve a mostrar el logro de sus economías?
San Lucas también le dejó trazado el camino a la Colombia de alpargate y
pañolón. Ella y sus gentes:
“Fueron a toda prisa, y hallaron a María y
a José, y al Niño acostado en el pesebre. Cuando Lo vieron, dieron a saber lo que se les había dicho acerca de este
Niño. Y todos los que lo oyeron se maravillaron de las cosas que
les fueron dichas por los pastores. Pero María atesoraba todas estas cosas,
reflexionando sobre ellas en su corazón. Y los pastores se volvieron, glorificando
y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal
como se les había dicho…”
En síntesis, el 14 de enero de 2016, cuando el regreso imponga su
balance moral, se sabrá si la
Colombia del villancico glorificó al Señor o le endeudó su
ser al sofisma de los trineos.
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