jueves, 10 de diciembre de 2015

¿Natividad o “natillividad”?


Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

La respuesta al cuestionamiento requiere una prueba de corazón humilde. Escoge entre un hermoso pesebre artesanal o el ruido sibarita de la carcajada de Papá Noel.

El reto comprende la historia repetida del consumismo compulsivo contra la donación generosa. El paganismo desbocado contra una paz angelical.

No hay puntos medios. Navidad con Cristo y su familia o inclinación total ante la fuerza festiva. Pachanga adornada de luces, pólvora, francachela y el gorro símbolo de una sensación de colores, pasajera encantadora.

La invitación es a recibir al Eterno, el que se injertó en la humanidad, con la misma alegría humilde de la misericordia divina, en el sí de María.

El evangelista san Lucas relató ese milagro de amor así: 

2. Aconteció en aquellos días que salió un edicto de César Augusto, para que se hiciera un censo de todo el mundo habitado  Este fue el primer censo que se levantó cuando Cirenio era gobernador de Siria.  Todos se dirigían a inscribirse en el censo, cada uno a su ciudad.  También José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén , por ser él de la casa y de la familia de David,  para inscribirse junto con María, comprometida para casarse con él, la cual estaba encinta.

 Sucedió que mientras estaban ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su Hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón…” No hubo renos, no cayó nieve en el trópico, ni estalló ese frenesí enardecido por comprar la más cara promoción decembrina.
La buena noticia se celebró con el encanto sublime de un acto  puramente celestial, según lo sigue narrando el apóstol.

 En la misma región había pastores que estaban en el campo, cuidando sus rebaños durante las vigilias de la noche.  Y un ángel del Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor, y tuvieron gran temor.  Pero el ángel les dijo: ‘No teman, porque les traigo buenas nuevas de gran gozo que serán para todo el pueblo;  porque les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.  Esto les servirá de señal: hallarán a un Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.’
 De repente apareció con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, alabando a Dios y diciendo:
 Gloria a Dios en las alturas,  y en la tierra paz entre los hombres  en quienes Él se complace’.  Cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: ‘Vayamos, pues, hasta Belén  y veamos esto que ha sucedido, que el Señor nos ha dado a saber.’

¿Los colombianos peregrinarán a los templos para llevarle una oración humilde al niño recién nacido?  ¿Llegarán de rodillas a Chiquinquirá con un bambuco en el tiple para darle gloria al Salvador? O ¿estarán  de espaldas a Dios en el tumulto porque el motor de la nacionalidad, la parranda, los mueve a mostrar el logro de sus economías?
San Lucas también le dejó trazado el camino a la Colombia de alpargate y pañolón. Ella y sus gentes:

“Fueron a toda prisa, y hallaron a María y a José, y al Niño acostado en el pesebre. Cuando Lo vieron, dieron a saber lo que se les había dicho acerca de este Niño. Y todos los que lo oyeron se maravillaron de las cosas que les fueron dichas por los pastores.  Pero María atesoraba todas estas cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón.  Y los pastores se volvieron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como se les había dicho…”
En síntesis, el 14 de enero de 2016, cuando el regreso imponga su balance moral, se sabrá si la Colombia del villancico glorificó al Señor o le endeudó su ser al sofisma de los trineos.





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