San Atanasio
(295-373).
Carta a Epicteto, 5-9 (trad. breviario 1 de enero.)
Carta a Epicteto, 5-9 (trad. breviario 1 de enero.)
El Verbo, la
Palabra eterna de Dios, «se hizo cargo de la descendencia de
Abrahán», como afirma el Apóstol, «y por eso hubo de asemejarse en todo a sus
hermanos» (He 2,16-17) y asumir un cuerpo semejante al nuestro. Por esto existe
verdaderamente María, para que de ella tome el cuerpo y, como propio, lo
ofrezca por nosotros... El ángel Gabriel le anunciaba con cautela y prudencia,
diciéndole no simplemente que nacerá «en ti»; sino «de ti»...
Todas las cosas sucedieron de esta forma para quela Palabra , tomando nuestra
condición y ofreciéndola en sacrificio, la asumiese completamente, y revistiéndonos
después a nosotros de su condición, diese ocasión al Apóstol para afirmar: «Es
preciso que lo corruptible se revista de incorrupción y que este ser mortal se
revista de inmortalidad» (1Cor 15,53). Estas cosas no son una ficción, como
algunos juzgaron; ¡tal postura era inadmisible! Nuestro Salvador fue
verdaderamente hombre y de él ha conseguido la salvación a toda la humanidad. Y
de ninguna forma es ficticia nuestra salvación; y no sólo la del cuerpo, sino
que la salvación de todo el hombre, es decir, alma y cuerpo, se ha realizado en
aquel que es la Palabra.
Así pues, era por naturaleza humano lo que nació de María y, según las divinas Escrituras, era verdaderamente el cuerpo del Señor: fue verdadero porque era igual al nuestro. Pues María es nuestra hermana, ya que todos hemos nacido de Adán.
Todas las cosas sucedieron de esta forma para que
Así pues, era por naturaleza humano lo que nació de María y, según las divinas Escrituras, era verdaderamente el cuerpo del Señor: fue verdadero porque era igual al nuestro. Pues María es nuestra hermana, ya que todos hemos nacido de Adán.
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