Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
“A ellos que
cambiaron la verdad de Dios por la mentira”. Ro 1, 25.
El error y la mentira, injertados en la opinión
individual a través del ego, se convierten en una característica mediática
difundida virulentamente por los laberintos de las redes sociales.
El concepto equivocado del parecer capcioso reclama
los derechos inalienables de la libertad. La razón, divina y omnímoda, es
reemplazada por un juicio blasfemo esclavizado por la moda, derecho formal de
la anarquía.
Y sobre ese escenario relativista surge un
libertinaje oscuro diseñado para enmascarar los dogmas de la fe católica. La
primera víctima, de esa manía de adaptar la axiología cristiana a la
satisfacción de la tentación, es el alma divorciada del bien.
La separación del orden absoluto es maquillada con
la locura mística. Esa fase, común y desquiciada, se caracteriza por la
asignación de dones celestiales según manifestaciones privadas de Nuestra
Señora, la Santísima Virgen María, a un círculo de elegidos.
En ese estadio de neopaganismo, el poseído por su
egolatría de predicador de arcanos insondables modifica textos bíblicos,
inventa advocaciones marianas, redacta sobre angelología secreta, profetiza nostalgias
y cura a la cultura de la memoria. Es el horror del escándalo.
Dios se convierte en el veredicto de una idea sin
criterio. La Trinidad Santa, creadora de la gracia inmaculada, y su Verbo
encarnado en el seno de la criatura virginal, queda fuera de la invitación a
una existencia de santidad.
El tiempo ateo refunde la caridad.
El reloj de esa herejía contumaz, expresión del
disfraz, es el centro de pensamiento donde la teología del amor es anulada por la
enseñanza del defecto.
Surge entonces, entre la maraña de las ideologías
insanas para el neuma y el logos, el surco mezquino donde las semillas de la
parca se siembran en un siglo arquitecto de sepulcros.
El fallecimiento de la palabra sagrada, como vocablo
superior del don de gentes, deja abierto el pasillo hacia el abismo asesino.
Triunfo de la banalidad mutante de una época banderiza. Su mentira lucha soberbia
por el aborto, la eutanasia y la esterilidad del género creativo. Ella da la
vida por la muerte.
Resulta aterrador el desangre por la herida moral
del homo modernus. Él quiere una esclavitud universal. Añora una sombra para
cobijar su desgracia refundida en la desesperanza. El reaccionario diseña
ídolos para adorar con delirio fanático. Acción poseída por un paroxismo adicta
al suspiro del vicio.
La riada terrible de las costumbres sin Dios busca
una causa para derribar el imperio humilde de María Santísima, misión
imposible.
La frustración, generadora de agresividad, ensambla
una religiosidad basada en el dictamen dictatorial de la sentencia según el
interés económico de la necesidad.
Dibuja figuras femeninas para sustentar mensajes
apócrifos, levantan altares al fenómeno ejecutado por el arte de las tramoyas.
Vende el discurso editado en el crespúsculo del sofisma. Dinámica de la errata.
El empuje del motín ideológico azuza a la masa con
la demagogia ignara de la fatalidad e infiltra la duda en la conversación con
la virtud. Es la estrategia contra el catecismo.
En síntesis, católicos colombianos, no olviden que
la Madre de Dios es la esclava de los mandamientos del Altísimo. Por favor, no
conviertan el culto de hiperdulía en un tratado de Teratología.
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