Mensaje del
Sumo Pontífice a los peregrinos de Lourdes en el Centenario de la última
aparición de la Inmaculada
— Texto francés en L'Osservatore Romano
del 17 de julio 1958.
El 16 de julio,
festividad de la Virgen
del Carmen, se cumplió el centenario de la decimoctava y última aparición de la Inmaculada en Lourdes.
El Papa dirigió el siguiente mensaje a las multitudes de fieles llegados a
Lourdes para celebrar esa fecha:
En la
fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo, los peregrinos de Lourdes, entre
los cuales queremos saludar en primer lugar a los representantes de la Orden del Carmen, se
aprestan a conmemorar el centenario de la decimoctava y última aparición de la Virgen Inmaculada
a Bernardita. Sobre los mismos lugares evocarán con emoción la escena
enteramente sencilla que tuvo lugar en las riberas del Gave. Silenciosa y
discreta, como la del 11 de febrero, esta última visión inundó el alma de la
niña con su inmaterial belleza. ¡Nunca, diría ella, he visto algo tan bello!...
Desde hacía cinco meses las manifestaciones de piedad de la muchedumbre, y
también, por desgracia, la oposición de los hombres, habían hecho célebre la
gruta pirinaica. Y, sin embargo, en la tarde del 16 de julio de 1858 las
apariciones de Lourdes se cierran casi sin testigos, en el recogimiento y
admiración de la belleza virginal de la Madre de Dios. “Tota pulchra es, María”.
Sabed
también vosotros hacer el silencio en vuestras almas, queridos hijos, y abriros
a la contemplación de los esplendores divinos que se realizaron en María. La
exhortación paternal que os dirigimos en este día aniversario ¿no reúne acaso
la lección espiritual de la antigua y venerable tradición del Carmelo, que vio
florecer a lo largo de los tiempos admirables vocaciones contemplativas? En
este siglo, agitado por tantas pasiones y fascinado por tantos vanos milagros,
elevad hacia Dios vuestras miradas: se harán así más clarividentes y serenas
para juzgar de las cosas de la tierra. Y mientras que una dura esclavitud
oprime el espíritu de millones de hombres, les arranca del corazón el
conocimiento y el amor de Dios y los pone al servicio de ambiciones puramente
terrenas, recoged con fe la última enseñanza de estas apariciones marianas, la
de la plegaria silenciosa de un alma dócil a la gracia e iluminada por las
claridades de lo alto.
Orad, ante
todo, queridos hijos, porque las necesidades espirituales son muy grandes; y
combatid, en vosotros y en torno vuestro, las empresas del enemigo del bien.
Orad también, porque los trabajos apostólicos de la Iglesia son inmensos; y
soportad por ella los sacrificios proporcionados a la amplitud de sus tareas.
¡Que en este esfuerzo de plegaria y de acción, al que os invitamos, os sea propicia
Nuestra Señora de Lourdes!
Sin duda, la Inmaculada no se
manifiesta ya en la Roca
de Massabielle después de su último adiós a Bernardita. Pero el agua de la
fuente continúa manando como símbolo de las gracias innumerables derramadas
sobre esa tierra privilegiada. Hacia la Madre de Dios se eleva la esperanza de las
muchedumbres que van llegando a la gruta y que suman, por decirlo así, a las
invocaciones litúrgicas de este 16 de julio su oración filial y confiada: “¡Oh
Virgen Madre, acordaos de nosotros ante Dios; habladle intercediendo por
nuestro bien, y apartad de nosotros su cólera!... Reina nobilísima del mundo,
María siempre virgen, alcánzanos la paz y la salvación...” (Antífonas del
ofertorio y de la comunión, misa de Nuestra Señora del Monte Carmelo).
Unid
vuestras voces, queridos hijos, peregrinos del año jubilar, a esta súplica
colectiva que no cesa desde hace un siglo. Meditad de nuevo en la gran lección
de las apariciones de Lourdes, en el momento en que acabáis de recorrer su
ciclo; escuchad el llamamiento de vuestra Madre; seguid sus consejos; proclamad
sus favores.
Nos
invocamos sobre todos vosotros la gracia de una piedad mariana cada vez más
ilustrada y más generosa, y os otorgamos en prenda nuestra paternal bendición
apostólica.
Del Vaticano, 2 de julio de 1958. Pío PP. XII
Tomado
de la Revista Regina Mundi núm 7.
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