Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
La
frase se refiere a la advocación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.
El concepto salió de los labios de un sacerdote, cuya expresión sonó a tristeza
de huérfano.
Ya
pasaron dos milenios y el significado de las palabras del Cristo moribundo: “ahí tienes a tu madre” (Jn 19, 27) siguen crucificadas en la dura
cerviz del intelecto especulativo. El eco del ecce tua mater suena en el alma del peregrino que se coloca de
hinojos ante el altar de La
Chinca. La prueba elemental de la devoción la registró el
trasegar de la romería en 20 generaciones, de raizales y foráneos, que fueron a
rezar un rosario a los pies de la
Patrona.
El
cura impuso su criterio: “Es un cuadro y punto, nada más”.
Ante
ese autoritarismo es urgente redactar un tratado del disparate. En ese texto se
reformaría la Axiología ,
la Mariología ,
la Teología ,
la Antropología ,
la Historia ,
la herencia ancestral, la sagrada Biblia y la vida de un continente.
Habría
que elaborar un nuevo discurso de teleología donde las causas finales sean el
fin de la causa. La crónica de los abuelos registró que ha venido gente, de los
cinco continentes, por más de 400 años a Chiquinquirá para implorar el auxilio
de la Reina.
Entre
el gentío estuvieron Juan Pablo II (1986), el embajador de Egipto, Salah
Allouba (1978) y el general Pablo Morillo, el Pacificador (1816).
Los
tres personajes se asomaron al misterio del Altísimo que quiso dar un signo de
su presencia en la obra que plasmara Alonso de Narváez. Cada uno le rindió su
tributo de veneración de forma pública. La mezquina afirmación, que niega para
justificar el error de la ignorancia, no estuvo presente en aquellas visitas.
Ninguno usó su poder temporal para mancillar el tesoro de la Villa de los Milagros.
Entonces,
¿qué pasó con el pastor? ¿No tuvo un maestro de novicios capaz de empalagar su
corazón con el amor a la
Santísima Virgen ? ¿El educador no le explicó que sería el Alter
Christi, el
otro hijo de María?
¿Será
que caminar de rodillas en la
Basílica de Chiquinquirá es un vicio pagano propio de
gentuzas incultas? Si la respuesta es afirmativa sería imperativo echar a la
hoguera la biblioteca de la Pontificia Academia Mariana Internacional (PAMI).
La quema medieval encontraría un caluroso propósito en la despectiva frase
repleta de iconoclasia: “Eso es solo un cuadro”.
Seguramente,
el arzobispo fray Luis Zapata de Cárdenas, O.F.M., un inquisidor ignaro del siglo XVI, se
equivocó cuando firmó la aprobación de una investigación titulada: Proceso
eclesiástico sobre la milagrosa renovación de la imagen de Nuestra Señora del
Rosario de Chiquinquirá y hechos portentosos que se siguieron.
Al
desliz de monseñor Zapata se agregan los doctos dominicos, que han cuidado el
santuario de la Virgen
de Chiquinquirá desde 1636 hasta la fecha. Ellos deberían cambiar su ministerio
porque son los testigos de un singular ejemplo de estulticia colectiva. Allí
pervive una perversa idolatría que diagrama la tara del oscurantismo religioso.
La fe se postra ante un desteñido bosquejo del arte colonial.
El
presbítero olvidó que Nuestra Señora de Chiquinquirá no es un idealismo icónico
porque cuando el romero comulga no degusta pan ácimo en un simbolismo sin
esencia. Si se niega la presencia divina de María se negará que su Hijo sea
Dios.
El
silencio del asombro obliga a la oración.
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