San Efrén (c.
306-373)
Diácono en Siria,
doctor de la Iglesia
Sobre Abrahán e Isaac
Por su avanzada edad,
Abrahán y su mujer eran ya incapaces de dar vida; en el cuerpo de los dos se
había extinguido ya la juventud, pero su esperanza en Dios se mantenía viva; no
desfallecía jamás, era indestructible.
Por eso Abrahán,
contra toda esperanza, engendró a Isaac que fue una figura según el placer del
Señor. En efecto, no era natural que el seno ya muerto de Sara pudiera concebir
a Isaac y le alimentara con su leche; no era más que la Virgen María que, sin
conocer varón, concibió al Salvador del mundo y lo dio a luz sin perder su
integridad... El ángel, delante de la tienda, había dicho al patriarca: «El año
próximo, en esta época, Sara tendrá un hijo» (Gn 18,14). También el ángel dijo
a María: «La Llena-de-Gracia dará a luz un hijo» (Lc 1, 28.31). Sara, mirando
al ángel, se rió pensando en su esterilidad (v. 12); sin creer a la palabra que
se le anunciaba, exclamó: «¿Cómo Abrahán y yo podremos tener un hijo? ¡Los dos
somos ya viejos!». María, pensando en la virginidad que quería conservar,
dudaba; dijo: «¿Cómo será eso pues no conozco varón?» (Lc 1, 34). Ciertamente
que la promesa era contra la naturaleza, pero aquel que contra toda esperanza
había dado Isaac a Sara es verdaderamente el mismo que, según la carne, nació
de la Virgen María.
Cuando, según la
palabra de Dios, nació Isaac, Sara y Abrahán se llenaron de gozo. Cuando Jesús
vino al mundo, tal como lo había anunciado el ángel Gabriel, María y José se
llenaron de alegría... «¿Quien había de decir a Abrahán que Sara, a su edad,
amamantaría a un hijo?» exclamaba la estéril. «¿Quién había de decir al mundo
que de mi seno virginal alimentaría a un hijo con mi leche?» exclamaba María.
De hecho, no es por causa de Isaac que Sara se puso a reír, sino a causa del
que había de nacer de María; e igual que Juan Bautista manifestó su alegría
saltando de gozo en el seno de su madre, Sara manifestó la suya, riéndose.
..... porque para Dios nada es imposible.....
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