Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
El
centro histórico no se inquietó por el invernal mayo de 2017 y dejó pasar la
fiesta de San Isidro Labrador a cuya intercesión se ora: “quita el agua y pon el sol”. El
pedido fue escuchado y solucionado a criterio del cielo: mañana soleada y
lluvia en la tarde.
El astro rey acompañó a la
caminata de maestros. El carril de la vía de ingreso quedó atorado desde el
estadio Primero de Septiembre hasta una cuadra adelante. No se supo si la
manifestación era parte del paro de docentes o festejo por su día. La ironía de
la circunstancia no impidió que el vehículo de la Flota Reina evadiera
el tumulto y llevara a los peregrinos a la terminal.
Allí
inició la marcha en miniatura porque se visitó a la Señorita de Colombia en el
centro de culto que recibe a los viajeros. El resto del trayecto fue a pie. Se
avanzó con prisa alegre, que compartió churros calientes y disfrutó del olor a
mercado campesino. Los pasos cruzaron el umbral de la Capilla de la Renovación , el sitio donde
se bautizó a la Madre
de Dios con el bendito nombre de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.
El sagrado recinto albergaba al señor Marco Suárez que
aguardaba a unas educadoras. A ellas les dictaría una charla sobre la historia
de la Patrona
teniendo como aula el Pozo de la Virgen. Sobre la actividad docente Suárez explicó:
“En el encuentro diario entre María Ramos y el lienzo hay una relación
de amor muy importante que destacar. La describo a través de la frase: ‘cuando se pide algo con amor, la respuesta es
mayor al deseo de quien pide’. Quisiera explicar la
palabra mayor. Probablemente María Ramos no llegó a imaginar los
acontecimientos que se desencadenarían como consecuencia del milagro. (Ella en su
vida de sufrimiento lo que buscaba era un consuelo, puesto que en una
parte de la oración le decía a María Santísima: “Llene de gustos y alegrías
mi alma”. Se nota el dolor que cargaba María
Ramos y la esperanza que había puesto en María Santísima).
Gracias, María Ramos por tu oración cargada de amor,
puesto que a través de ella el cielo te escuchó y nos ha favorecido a muchos. Las gotas de agua borraron
el lienzo, pero las gotas de las lágrimas de María Ramos lograron la renovación”.
El asunto
de la enseñanza resultó ejemplarizante. Las pedagogas no fueron a la
manifestación pedestre porque querían aprender algo de la mariología
chiquinquireña.
Es la
ventaja del día ordinario donde nada es común porque los promeseros, que llegan
a cuentas gotas, disfrutan a su antojo de la basílica. Ellos tienen la casa del
Señor a disposición de la inmensidad de la calma. El diálogo íntimo del alma se
escucha a los pies de la
Virgen. El templo mariano acoge la sencillez de los devotos
cuando escuchan el latido del Corazón de Jesús en el seno de María.
El
Santísimo amó al romero sin el gentío arremolinado ante un teléfono para la fotografía
de espaldas a la custodia. La delicada
quietud fue interrumpida por una religiosa que vendía camándulas a seis mil
pesos la unidad. La monjita entonó sus súplicas de perdón por el desliz. El
impasse se solucionó con ofrendar un suspiro y desgranar un rosario a solas con
la totalidad del Altísimo, merced celeste que sigue vigente.
Sí,
Chiquinquirá guarda con celo la voz de la esclava del Señor: “Hágase en mí tu
voluntad” que se escucha en el misterio silente del altar de la Patria. Lugar donde María Ramos
abrió una escuela de santidad mariana.
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