Purísima Reina de los ángeles; Águila real que llegaste a contemplar tan
inmediatamente al Sol de increada Justicia, Jesucristo nuestro Señor; Aurora de
la eterna luz, vestida siempre de los fulgores de la gracia; Centro del amor
divino, donde halló su complacencia la Trinidad Beatísima; Ciudad santa, donde
no entró cosa manchada, y fundada sobre los más altos montes de la santidad;
Jerusalén celestial, ideada en la misma gloria e iluminada con la claridad de
Dios. Por estos títulos de tu Concepción Purísima, te suplico, Reina mía, que
cómo Águila real me ampares bajo las alas de tu protección piadosa; como Aurora
de la gracia esclarezcas e ilumines con tus fulgores mi alma; como Centro del
amor enciendas mi voluntad para que arda en el divino; y que me admitas benigna
como a tu fiel morador en la Jerusalén triunfante, de la que eres Reina
excelsa. Oye Señora mis ruegos, y por el gran privilegio de tu Concepción en
gracia, concédeme fortaleza para vencer mis pasiones, y con especialidad la que
más me combate; pues con tu intercesión y con el auxilio de la gracia, propongo
emprender la lucha hasta alcanzar la victoria. Por mi Señor Jesucristo que vive
y reina por los siglos de los siglos. Amén.
¡Virgen Santísima
que de la dura peña hiciste brotar agua milagrosa, que sana las enfermedades
del cuerpo y del alma! Arranca, poderosísima Señora, de nuestro endurecido
corazón, lágrimas de verdadera penitencia, para que laven la lepra del alma, a
fin de que el Señor nos perdone y levante de nosotros el azote de su indignación.
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