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Foto. Julio Ricardo Castaño Rueda. |
Constitución dogmática sobre la Iglesia «Lumen
gentium » §61-62
La Bienaventurada Virgen,
predestinada, junto con la Encarnación del Verbo, desde toda la eternidad, cual
Madre de Dios, por designio de la Divina Providencia, fue en la tierra la
esclarecida Madre del Divino Redentor, y en forma singular la generosa
colaboradora entre todas las criaturas y la humilde esclava del Señor*.
Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo
al Padre, padeciendo con su Hijo mientras El moría en la Cruz, cooperó en forma
del todo singular, por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida
caridad en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. por tal motivo
es nuestra Madre en el orden de la gracia.
Y esta maternidad de María
perdura sin cesar en la economía de la gracia... Pues una vez recibida en los
cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple
intercesión los dones de la eterna salvación. Con su amor materno cuida de los
hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y
luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la
Bienaventurada Virgen en la Iglesia es invocada con los títulos de Abogada,
Auxiliadora, Socorro, Mediadora...
Ninguna criatura puede
compararse jamás con el Verbo Encarnado nuestro Redentor; pero así como el
sacerdocio de Cristo es participado de varias maneras tanto por los ministros
como por el pueblo fiel, y así como la única bondad de Dios se difunde
realmente en formas distintas en las criaturas, así también la única mediación
del Redentor no excluye, sino que suscita en sus criaturas una múltiple
cooperación que participa de la fuente única.
*Ese
planteamiento abre una tesis de investigación para estudiar el tema de María
Corredentora, oficio otorgado por el Altísimo a la Madre del Redentor.
Estimado Redactor: Gracias por tan bella labor de explicar y abrir un lugar donde se puede pensar el dogma mariano de María Corredentora, mas allá que la Institución católica tarde tanto tiempo en reconocer y aceptar el deseo de Dios a su madre La Santísima Virgen María.
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