Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
Los
derechos de Dios, respeto y obediencia, no pueden ser aislados por las
manifestaciones culturales.
La
romería, el aguinaldo, el turismo y el comercio son fuerzas de la expresión
folclórica de la nacionalidad. Ellas convergen en una zona neurálgica de la Ciudad Promesa : la Plaza de la Libertad , donde está la Basílica de Nuestra
Señora del Rosario de Chiquinquirá.
El
impacto de una verbena frente a ese lugar, tan sagrado por el afecto y la
identidad ancestral, genera la ocasión del caos cuya consecuencia es el acto sincrético.
El pueblo soberano acostumbra a mezclar sus pasiones paganas con sus cultos de
hiperdulía y latría.
El
meollo del asunto ya pasó por la oficina del Procurador General de la Nación , Alejandro Ordóñez,
que pidió que estas fiestas fueran trasladadas para proteger los derechos
fundamentales de las minorías.
La
respuesta fue vehemente. La efervescencia y el calor de una parte de la
comunidad, acostumbrada a la dinámica del bochinche, expresó la dimensión de su
desagrado. Eso es parte integral de la expresión territorial de su alma
levantisca.
Los primeros en ser
llevados al paredón de la calumnia fueron los frailes dominicos, guardianes del
santuario. El prior, Jaime Monsalve Trujillo, tuvo que publicar un comunicado
en la página web para enfrentar la crisis. Entre sus declaraciones, dice: “…Hemos recibido continuos señalamientos
de algunas personas por redes sociales y medios radiales, culpando y
responsabilizando a la comunidad de los Frailes Dominicos de haber instaurado
directamente ante la
Procuraduría General de la Nación una tutela u otro recurso.
Negamos enfáticamente haber instaurado queja o
petición alguna a la
Procuraduría General de la Nación ; por lo tanto, exigimos que quienes han
señalado lo anterior con carácter de certeza y fidelidad, en procura de
mantener el orden y la concordia en nuestra ciudad, presenten dichas pruebas
ante los organismos correspondientes, de tal modo que se garantice el derecho
al respeto y al buen nombre…”
Los
sacerdotes, testigos y promotores del folclor religioso entorno de la Patrona por espacio de 378
años, saben de las capacidades de sus ovejas bípedas para armar un patriótico jolgorio
o la manifestación opuesta, su cólera.
Cada
vez que al muy amado pueblo de Chiquinquirá se le imponen criterios de caja
registradora ocurren situaciones vergonzosas. Ejemplo, cuando en julio de 1790
los hijos de Santo Domingo de Guzmán iniciaron el proceso de estudio y
compra de los solares para la construcción de un templo, la ciudadanía se opuso
de forma feroz porque sus ingresos se afectarían. La nueva edificación se levantó
a una distancia de 400
metros de la
Capilla de la
Renovación (extramuros).
Y para no agitar la
conciencia mercantilista de los que piensan en facturar se les recuerda que hoy
se escucha el mismo argumento cruel que produjo el entredicho canónico de 1918:
“Nuestras ventas se disminuirán”. La Historia no miente, solo
mienten sus historiadores.
La
falacia es inmensa. El negocio turístico de Chiquinquirá no depende de una
verbena. La vida económica de la ciudad fluye, desde hace 428 años, por entre
la marcha intacta de los romeros. Ellos vienen de Capitanejo (Santander) o de la Capellanía Católica Latinoamericana de Brisbane
en Australia donde celebran la fecha patronal del 9 de julio.
Sin
embargo, el asunto social, que se disputa un lugar en el alma de cada ciudadano
y un baldosín en la plazoleta, lo definirá la profundidad moral de las
costumbres.
“…Pero hágase todo con decoro y
orden…” (1 Corintios 14, 40).
Es
importante comprender que la acción canalla de un beodo cambia su condición
trágica si se varía el punto geográfico. Un ataque al muro de un estadio pasa
de ser una contravención y se convierte en un acto sacrílego en la puerta de una
iglesia.
Las
corajudas peticiones a la cordura, unidas a la ley penal, el orden cívico y las
medidas de seguridad solo serán unos consejeros acorralados por el ímpetu
desbordante de un negocio formal llamado Navidad.
El
desenfreno dará paso al libertinaje de los excesos. Vendrán a sus feudos algunos
dipsómanos a proclamar sus quejas de corte volteriano contra la Iglesia católica. “…El vino es
pendenciero, los licores insolentes…” (Proverbios, 20, 1).
No
faltará el consumidor de ilusiones que haga del espectáculo de fuegos
pirotécnicos un escalón más de su ensoñación. Sus camaradas bailarán con las amigas
de su prójimo en un duelo de cornúpetas.
El
coplero de Vélez con su tiple buscará posada de promesero al ritmo de sus
tonadas. Los buhoneros de feria llegarán con sus cachivaches al hombro para
disputarles a los culebreros un toldo donde vender las pócimas y los amuletos
para la suerte en el año nuevo. Los desamores se enredarán entre las camándulas
de tagua y las rifas sin talonario. La bromatología romperá las dietas y los
juramentos. La música, estridente impondrá la pachanga en el patio frontal de
la casa de la Chinca. En
ese tiempo las formas de expresión se fermentarán bajo el sortilegio del
sofisma. La despreocupación del furor donará la solución para la conciencia
lacerada. La frase de los mil alivios se repetirá después de visitar el
sagrario: “El que peca y reza empata”.
La
muchedumbre jugará su destino a los astros y visitará a la Santísima Virgen
María de rodillas. La gente de alpargate irá a pedir perdón y milagros regados con
lágrimas deslumbrantes. Los días de la desmesura a voluntad relevarán a las
multitudes primeras. Los sujetos alocados, diáfanos y desfallecidos, volverán a
sus hogares sin más recuerdos que su persistencia en la impiedad. Un
contingente de criollos asombrados pasará junto al estruendo. Se asomará para
contemplar unas danzas del rico legado de la tierra y volverán a partir sin saber siquiera donde
estuvieron.
La
dignidad campesina, regada por totumadas de chicha, caminará por un ladito del recinto
donde miles de viajeros celebrarán convulsos el torbellino de la pasión
decembrina. La guabina, las esmeraldas, los corridos de la guascarrilera y la Virgen Morena se integrarán a
un pueblo que solloza cuando está feliz…
La
mujer, de ruana y corazón humilde, se descubrirá la frente. Apretará el
sombrero ajado por las trochas polvorientas y entrará en riguroso silencio a la
basílica. Allí se persignará y dormirá la juma de guarapo, después de cuatro
días de excursión por los caminos reales de la cordillera oriental.
El próximo año regresará con la esperanza de encontrar un coliseo adecuado para la juerga. Mientras tanto, la dictadura de la libertad le colocará los grilletes de la parranda a un sitio que debería llamarsela Plaza de la Anunciación. Sí ,
ya es hora de cambiar la estatua de un
foráneo, que le da la espalda al Santuario, por un ángel de rodillas ante la Reina del Cielo y de la Patria.
El próximo año regresará con la esperanza de encontrar un coliseo adecuado para la juerga. Mientras tanto, la dictadura de la libertad le colocará los grilletes de la parranda a un sitio que debería llamarse
Me sorprende tristemente que aún en estas festividades no se respete las creencias religiosas y las costumbres de las regiones. Sin identidad ni respeto se repetirán estos actos de ignorancia y festejos desmedidos que insultan la fe y demuestran la pésima conducta propia de personas con una deficiente educación y sin gratitud ni aprecio por los Santuarios de la Patria.
ResponderEliminarGracias Mariana por tus comentarios. Bendiciones.
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