Papa Francisco
Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde
fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro «sí»
ante la urgencia, más imperiosa
que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia
de Jesús.
Tú, llena de la presencia de
Cristo,
llevaste la alegría a Juan el
Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de
su madre (Lc 1,41).
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor
(Lc 1,46ss).
Tú, que estuviste plantada ante
la cruz
con una fe inquebrantable (Jn 19-25)
y recibiste el alegre consuelo de
la resurrección,
recogiste a los discípulos en la
espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia
evangelizadora (Hch 1,14).
Consíguenos ahora un nuevo ardor
de resucitados
para llevar a todos el Evangelio
de la vida
que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar
nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se
apaga.
Tú, Virgen de la escucha y la
contemplación (Lc 2,19),
madre del amor (Si 24, 24
Vulgata), esposa de las bodas eternas (Ap19, 7) ,
intercede por la Iglesia, de la
cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se encierre
ni se detenga
en su pasión por instaurar el
Reino.
Estrella de la nueva
evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el
testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y
generosa,
de la justicia y el amor a los
pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la
tierra
y ninguna periferia se prive de
su luz.
Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los
pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.
Tomado de Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium / La alegría del Evangelio” § 288 Libreria Editrice Vaticana).
Solo en María encontramos la verdadera y completa felicidad desde este mundo.
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