jueves, 27 de junio de 2019

María y el mandamiento de la santidad



Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

La humildad infinita del “fiat” de María Santísima cambió la historia de Dios. Su respuesta acató su voluntad total. La contestación dada por la criatura perfecta permitió la encarnación del Verbo bajo dos fuerzas de gracia suprema, el descenso del Espíritu Santo y el poder del Altísimo. (Cf. Lucas 1, 35).

La dinámica divina se ejerció bajo la dupla sacra de un acto virtuoso, único e irrepetible. La sustancia eterna convirtió el alma de María Virgen en el tabernáculo donde se vertió, en delicado molde, el Dios humanado. María, la esclava del Señor, en su condición de sagrario es poseída por el Omnipotente de tal forma que su Hijo es consustancial a la Madre. La Santísima Trinidad se hizo indivisible de la Inmaculada. El Ser primero, sin necesidad ni tregua, pasó a depender de su sierva y ejecutó una entrega desmesurada que, cumplida la misión redentora, la asumió para sí mismo: Assumpta est Maria in Coelum.

La mujer suplicante, al donar su libre albedrío, permitió en su intimidad frágil que por esencia, potencia y presencia rigiera su vida un solo consentimiento, el de su Dios, creador y providente.

Así, la maternidad divina generó el principio del plan mesiánico de salvación del hombre cuyo vértice teológico apunta directamente a un futuro dogma, no declarado, pero vigente en el magisterio de la Iglesia: María Corredentora.

La corredención permite al bautizado invitar a María al altar de su neuma, para que sea Ella quien pronuncié el mandamiento de la santidad: “…Hágase en mí según tu palabra…” (Lucas 1, 38).

Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá volverá a pronunciar su fiat el 9 de julio de 2019 pero, ¿Colombia lo escuchará?

jueves, 20 de junio de 2019

“A tu derecha está la Reina”




Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

Los frailes dominicos tienen listo el programa del centenario de la coronación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Tarea que comenzó una década atrás. Felicitaciones para la Orden de Predicadores. Los guardianes del santuario mariano donaron sus talentos, su economía y la gracia del sacrificio anónimo.

El escenario está dispuesto para recibir a las romerías de los cuatro puntos cardinales. Sin embargo, quedan unas preguntas para los colombianos que llegarán a la Ciudad Promesa.

¿Participarás de la Santa Misa con las condiciones necesarias para ganar la indulgencia plenaria?

¿Sabes cuál es la diferencia entre basílica y catedral?

¿Estudiaste la historia del lienzo tutelar?

¿Vivirás el acontecimiento con respeto?

¿Le agradecerás al Padre Celestial su predilección por Colombia?

¿Prácticas el culto de latría y el de hiperdulía?

¿Eres un peregrino o un turista?

¿Cantarás completo el Himno Reina de Colombia?

¿Te arrodillarás a rezar el santo rosario?

¿Llevarás en tu alma el amor suficiente para honrar a la Madre de Dios con una plegaria de Patria?

Amigo, cuando pises la tierra sagrada de Chiquinquirá recuerda que estás en la Villa de los Milagros.

“Vuelve a casa y cuenta lo que Dios ha hecho por ti”. (Lucas 8, 39).



jueves, 13 de junio de 2019

El lisboeta, a la diestra de la Patrona




Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

San Antonio de Padua, el primer edecán de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, es una valiosa rareza iconográfica. Su trajinada imagen en el arte trajo controversias iconológicas y teológicas por su posición de privilegio en el primer lienzo de Colombia.

El esquema pictórico, trazado sobre una tela de algodón, rompió una delicada norma de jerarquía. La pintura guardó ese estigma del oficio porque fue la imposición de un negocio. La voluntad del encomendero creó la idea cuyo desarrollo ejecutó el templista.  Sobran las teorías sobre un código semiótico en el tríptico del icono neogranadino. El lienzo no marca un movimiento de genial ruptura con los patrones estéticos de las escuelas europeas. El platero Alonso de Narváez, el pintor, solo cumplió con un encargo impuesto por un cliente que pagó en pesos oro.

 “… Era la manta más ancha que larga; y porque no quedasen en blanco los campos que quedaban a los lados de la Madre Dios mandó pintar a un lado a san Andrés Apóstol y al otro a san Antonio de Padua. Como ideó Antonio de Santana la imagen, así la pintó Alonso de Narváez: más al aparecer con un defecto que ha sido reparado siempre de muchos, y sabida la causa de pocos; porque debiendo pintar a san Andrés apóstol al lado derecho de la sacratísima Virgen lo pintó al izquierdo…” (Cf. Fray Pedro de Tobar y Buendía, O.P. Verdadera histórica relación del origen, manifestación y prodigiosa renovación por sí misma y milagros de la imagen de la Sacratísima Virgen María Madre de Dios Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Madrid, España, 1694. Pág. 12).

Hoy, el patrono de los celíacos, con su manto azul desteñido por el tiempo y renovado por un milagro, es el más querido de los edecanes de María Santísima de Chiquinquirá. Él, el llamado “Arca del Testamento” por su santidad Gregorio IX, es el fiel testigo de una historia de romerías.

jueves, 6 de junio de 2019

El milagro dio su testimonio



Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

La iluminación que renovó a la tela de la encomienda de Chiquinquirá, el 26 de diciembre de 1586, lo trastocó todo. La comunidad muisca fue literalmente interpelada por una manifestación divina que no admitía el error ni permitía las hipótesis explicativas.  El ritual tribal, la tradición oral, sus costumbres ancestrales y la cosmogonía fueron bendecidas por la luz de Cristo.

La restauración prodigiosa de un lienzo desteñido, maloliente y roto en la choza-capilla cambió la teogonía del pueblo indígena por el sacramento del bautismo.

El impacto del fenómeno asombró a los aborígenes y a los españoles de forma contundente, sin incertidumbres ni falacias. La realidad del rompimiento de las leyes físicas generó una difusión de la noticia con urgencia perentoria. El hecho crecía en su vigencia sagrada. La noticia se transmitía con prisa entre las gentes de aquella época y región.

Los espacios sociales, que formaron parte de la cotidianidad de la etnia que interactuó con el periodo de colonización española, no permitieron la más mínima sombra de duda o artificio para adulterar los hechos.  

La sociedad chibcha de Boyacá, principal testigo de la elaboración de la pintura y su vida útil, recordó que durante un lapso de 16 años los abuelos, sus hijos y nietos fueron a recibir los principios del catolicismo frente a un tríptico que se deterioró con el pasar del tiempo y las inclemencias del clima. Ellos se familiarizaron con el objeto, pero las enseñanzas sobre una Madre Virgen que dio a luz al Dios Hombre penetró muy poco en sus conciencias politeístas. El misterio dogmático de la encarnación del Verbo no cambió la idolatría de los nativos porque el cuadro mantenía el equilibrio del mestizaje. Era manufactura de los europeos con materias primas de la tierra conquistada. Los catecúmenos conocían bien el origen de los trazos coloridos cuyo concepto gráfico religioso moría desteñido para consuelo de su amor por la naturaleza exuberante del trópico.

El utensilio era parte de las tediosas charlas dominicales del doctrinero que los obligaba a escuchar las tesis del Dios desconocido y, además, crucificado.

El uso funcional del lienzo cumplió un ciclo que los naturales conocían bien y resumían así:

El encomendero de Suta, Antonio de Santana, encargó al fraile Andrés de Jadraque, O.P., para contratar con el platero, Alonso de Narváez, el diseño de un cuadro de la Virgen del Rosario sobre una manta de algodón. El artista plasmó a san Antonio de Padua, la Virgen María y san Andrés Apóstol. (Tunja, 1582).

La pintura terminada fue colocada en la capilla de Suta (Sutamarchán) donde sirvió de apoyo para la catequesis hasta 1578. En ese año fue retirada por el sacerdote Juan Alemán de Leguizamón por inservible e indecorosa para el culto. La imagen fue devuelta a su dueño, Antonio de Santana, que la envío con unos indígenas para sus aposentos de Chiquinquirá.  Allí fue usada como trapo para secar trigo hasta principios de 1586, cuando doña María Ramos la encontró, la limpió y le construyó un bastidor para liberarla del oprobioso olvido que azota a las cosas inútiles.

El escenario geográfico quedó dispuesto para escribir la crónica del prodigio. Tres sitios, con población mayoritaria de raizales, contemplaron los sucesos históricos de la primera pintura mariana del Nuevo Reino de Granada. La triada de los toponímicos guarda una armonía didáctica muy simple, pero fundamental para comprender ese episodio de conexión entre lo humano y lo divino a saber: Tunja (la creación), Sutamarchán (la doctrina) y Chiquinquirá (la renovación).

La realidad había dictado su cátedra de asombro.  

A los 15 días de ocurrido el portento, el 10 de enero de 1587, doña María Ramos rindió declaración jurada ante el cura de Chiquinquirá y Suta, Juan de Figueredo. El clérigo estuvo acompañado por el escribano de Su Majestad Felipe II de España, Diego López Castiblanco, quien sentó su firma junto al relato sobre el fenómeno de la renovación de un cuadro que dio origen a la advocación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.

Pasaron 433 años y la pregunta, tan reiterada, vuelve a levantar su voz humilde. ¿Existe alguna otra advocación de la Virgen que a los quince días de producirse el milagro tuviera las piezas jurídico-canónicas suficientes para establecer con certeza la veracidad de los hechos?

La respuesta le queda a la historia de la Mariología desde el siglo primero hasta la fecha.

Mientras la ciencia teológica dicta su sentencia inapelable es vital aclarar que lo ocurrido en Chiquinquirá, tierra de sacerdotes, no fue una mariofanía común porque se renovó una pieza pictórica por gracia del Espíritu Santo. No se presentó ningún tipo de aparición de la Santísima Virgen María. Ni mucho menos “se renovó la Virgen” como explican los guías turísticos de ocasión.

La mujer llena de gracia e inmaculada no necesita renovarse por su especialísima condición de Madre de Dios. “El ángel le dijo: ‘No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús’…” (Lucas 1, 30-31).

En síntesis, la presencia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá debe ser renovada en el alma de cada colombiano.