jueves, 29 de septiembre de 2022

El sacrificio de los ángeles


 

Fotos: archivo Santuario de Nuestra Señora de la Peña, Bogotá.


 

Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

“…He aquí, yo envío un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te lleve al lugar que yo he preparado…” (Ex 23,20).

 

El conjunto escultórico de Nuestra Señora de la Peña fue separado de sus ángeles acompañantes por el cantero Luis de Herrera en junio de 1716.

Las figuras, de porte angelical, eran parte del milagro del 10 de agosto de 1685. Ellas resultaron incluidas en el inventario del relato de las crónicas de la época. ¿Cuántos eran?, qué formas tenían en su alto relieve?, ¿representaban a los arcángeles Rafael y Gabriel? ¿el ángel custodio?  ¿La legión angélica de María?

Las respuestas fueron aniquiladas por el martillo y el cincel de los ayudantes del oficio de la cantería. El cuestionario continúa con otras dudas.

Cuando se tomó la decisión de separar las efigies de la Sagrada Familia de la roca principal se decidió eliminar la parte de los ángeles. Motivo: el transporte desde la cima del cerro El Aguanoso hasta la loma de los Laches.

La razón de esa determinación puede ser cuestionada. ¿La supresión fue producto de la impericia de los ayudantes de Herrera?, ¿quizás un mal golpe averió a la escultura? ¿O simplemente fue un dictamen juicioso sobre la conveniencia del traslado por el borde de un precipicio? 

Lo difícil del asunto lo resuelve el tiempo que gastó el maestro en separar a san Miguel del bloque primario. La tarea le costó cuatro meses de una delicada y precisa labor. Comenzó el 22 de junio y terminó el 21 de octubre de 1716. El dato apunta a una hipótesis. Solo extraer una de las estatuas consumió inmensos recursos económicos y temporales en el más arisco e inhóspito sitio de las laderas orientales del viejo Santafé de Bogotá. Bien podrían haber optado por la oblación de los guardianes.

El hecho contundente de conservar a san Miguel marca, desde el inicio de la devoción, una predilección por el gran protector de la Iglesia católica.

“…Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus Ángeles fueron arrojados con él…” (Ap. 12, 7-9).

El detalle de la pieza, escogida para su posterior preservación en un templo digno, es que Miguel porta en sus manos y sostiene contra su pecho una custodia y su hostia magna.

La historia es diáfana hubo una preferencia notoria. El conjunto superior está compuesto por la Inmaculada que sostiene a su Hijo, unigénito, El Redentor, en compañía de su castísimo esposo, san José. Esa agrupación quedó perpetuamente unida.

El 30 de noviembre de 1716, la piedra del ángel abrió la marcha del peligrosísimo descenso. Miguel marchó sobre las andas llevadas por los valientes cargueros. San Miguel obtuvo ese privilegio, el de sobrevivir al mazo, para servir de centinela a la voluntad divina. Sus devotos, durante los siguientes dos siglos, le celebraron la fiesta el 29 de septiembre porque los otros ángeles fueron sacrificados para poder edificarle una ermita a Nuestra Señora de la Peña.


jueves, 15 de septiembre de 2022

La dolorosa de Bogotá


                                                    Foto archivo Santuario de la Peña 


 

Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

La historia de Nuestra Señora de la Peña abarca un espacio geográfico de la cordillera donde la santa cruz escribió un milagro de redención. El punto inicial está sobre el escarpado filo del Aguanoso y finaliza en la hondonada de Los Laches. En esa línea, de la orografía oriental, se redactó una crónica de 337 páginas, una hoja por año. El territorio mariano se compone de tres elementos esenciales: las ruinas de la Ermita Vieja, el templo santuario y la parroquia.

La trilogía guarda y enseña momentos vitales de la primera advocación raizal capitalina, la Virgen santafereña.

La catequesis de esa obra celestial tiene por centro el lábaro. María Santísima permanece firme junto al calvario de la Perla de los Andes. Ese crucifijo, hierro gigante, ha impuesto una condecoración de fuego cuyo estigma grabó una impronta de trauma, dúo doliente.

La primera llaga es controversial por las variables conductuales y sociales de un pueblo devoto. Las carnestolendas trajeron el sincretismo del neopaganismo a las lomas. Ese folclor, misterioso y bello, se usó como disculpa para aislar a la urbe de sus raíces.

La segunda úlcera es cruel pues se trata de un olvido aprendido, impuesto y amnésico. La desmemoria es una ofensa cultural para una metrópoli centinela de una joya de diseño divino. La ciudad le dio la espalda a su capilla tutelar con una velocidad de ausencia voraz.

Hoy, en la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores, la doncella de la Peña guarda en su corazón un crucifijo ignorado, pero repleto de un infinito acto de misericordia, el perdón por amor.

 


lunes, 12 de septiembre de 2022

La amada del Señor


Foto J.R.C.R.

 

Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

El dulce nombre de María fue pronunciado innumerable cantidad de veces por Dios. La ternura respetuosa de Jesús de Nazaret rendía un homenaje de infinita gratitud a su venerada progenitora. La santa denominación bendecía las relaciones fraternales de la Sagrada Familia.

La frase: “María, madre mía” en labios de su hijo, el Redentor, generaba un grado superior de excelsa gracia. La voz del Salvador, con sus ecos santificantes, penetraban el alma inmaculada con sentimientos de irresistible dignidad celestial.

La Virgen Santísima escuchaba, humilde y orante, su nombre bajo la dimensión sublime del mandamiento divino, el amor.

El diálogo Hijo-Madre permitía una perfecta y continúa relación con el misterio salvífico. Ella meditaba todo en su corazón. (Lc 2,19).

La responsabilidad mesiánica, de su maternidad divina, unida a la voluntad del Padre Eterno la iluminaba para comprender el arcano insondable de la misericordia de Dios, la tarea del servicio en modo corredentor.

Cuántas veces el Niño Dios acudió a Ella en busca de calor maternal, alimento, y respuestas sobre la cotidianidad de las costumbres humanas.

María educaba al Dios humanado al llamarle hijo y Él respondía: “Madre bendita”. Bastaría estas sencillas reflexiones para recordar, con ventaja espiritual, que el nombre de Maria está colmado de merced, de omnipotencia suplicante, de intercesión sin tregua y de victoria sobre las bajas tentaciones porque el nombre de la Virgen era María”. (Lc 1, 27).


 

jueves, 8 de septiembre de 2022

El parto de una promesa

 


Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

“…de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel…” (Mi 5,1)

El nacimiento de María Santísima fue un adelantado secreto del amor de Dios por la humanidad agobiada.

La Divinidad, con su poder omnipotente de creador superior, diseñó una criatura de alma humilde para prepararle un hogar mariano al Salvador. La mujer antítesis de Eva, engalanada con las virtudes propias de la obediencia, entró en la historia del pueblo elegido bajo el riguroso impuesto del sigilo sagrado. La niña, hija de san Joaquín y santa Ana, nació con una cualidad excepcional. Su ser, todo pulcro, no conoció la macula del pecado original.  La criatura, prederrimida por la gracia dolorosa de su futuro hijo, planteó, desde ese instante santo, un dilema para los teólogos de las épocas porvenir.

La variable de su tiempo, en la gramática verbal y en la encarnación del logos, gestó un futuro imposible de conjugar con los conocimientos y disciplinas de los sabios y sus sucesores.

El corazón del Altísimo latía en Ella, con Ella, por ella y para Ella.

La infanta María fue concebida inmaculada y por tanto su seno virginal se transformó en un sagrario atemporal de la voluntad divina.

La vida de la Virgen evolucionó en un diálogo íntimo y exclusivo entre la Trinidad Santa y su elegida. La conversación del Dios, Trino y Uno, con su hija consentida maduró con riquezas insondables en una continua propedéutica porque se acercaba la visita del angel de la Anunciación. Los años de la pubertad, encerrada en la gracia, alumbraron una aurora distinta. Ella daría a luz al Sol de Justicia, Jesucristo. Con María afloró la virtud de la esperanza.

miércoles, 7 de septiembre de 2022

La hija de Frank Duff

                                                                      Foto J.R.C.R.



Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

Solo en la medida en que el legionario posea la santidad, podrá servir de instrumento para comunicarla a los demás”. Manual. Cap. 8.1

La Legión de María es un taller de santos. Así la creó Frank Duff, un laico tesonero, que encontró en El tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen un tesoro al alcance del alma.

Él, inspirado en esa obra, fundó la Legión, la profecía de san Luis de Montfort, el 7 de septiembre de 1921 en Dublín, Irlanda.

Allí están puestas las esperanzas de la Iglesia misionera. Y la misión, por mandato divino, es la santificación personal. La palabra santidad, paradójicamente, pareciera albergar en su semántica una utopía. La quimera, lejana e inalcanzable, habita en la conciencia de los católicos. Si existe la duda metódica basta con preguntarle a un feligrés si desea ser beato. La respuesta tiende a ser invariable: “Sí, algún día. Quién sabe porque soy pecador”.

La disculpa se convierte en muletilla y la coletilla en una conducta repetida y sin certidumbre. En ese estado dubitativo es donde la virtud no puede iniciar su proceso de elevación hacia Dios. Pareciera quedar enredada entre las múltiples angustias aprendidas de la cotidianidad repleta de costumbres sin fe.

El remedio para esa parálisis, individual y colectiva, de la sociedad posmoderna, es el ejército de María Santísima que lucha, en orden de batalla, contra el mundo y sus fuerzas nefastas. Los praesidia viven el apostolado de la mística cristiana.

Hoy esa escuela, en su centésimo primer aniversario, marcha al ritmo glorioso del santo rosario para colmar el cielo de legionarios justos.

 

jueves, 1 de septiembre de 2022

Virgen de la alegría

                                                                  Instagram | lavirgendelaalegria
 

En la calma de este momento,

huyendo de las prisas de la vida, me recojo en ti

 

Señora de la Alegría, mira mi audacia:

en la sencillez de mi oración, te doy mi alegría.

 

Qué bueno es estar alegre.

¡Gracias Señora! Fue tu regalo.

 

Qué agradable es tener el alma en paz.

Ella también es tuya.

 

Qué maravilloso tener un alma ligera …

Razón de ser de toda alegría.

 

Señora, en los días soleados y en las noches entreabiertas,

una sonrisa sincera indique la alegría siempre en mí.

 

Que sepa sonreírte en toda circunstancia de la vida,

en la fiesta, en la tormenta, en mi prójimo.

 

Que yo sonría, Señora, para aprender con los salmos

a servirte, en la alegría.

 

Que así sea en nombre de tu Hijo,

Nuestro Señor Jesucristo.

 

Amén.