jueves, 27 de enero de 2022

María, ¡sé la guardiana de mi vida!

 

Santa Faustina Kowalska 
Pequeño diario, 161 

Oh María, Virgen Inmaculada,

Cristal puro de mi corazón

Eres mi fuerza, ancla poderosa,

Eres escudo y defensa del débil corazón.

Oh María, pura e inigualable,

Virgen y Madre al mismo tiempo,

Eres bella como el sol, sin mancha alguna,

A la imagen de tu alma, nada se puede comparar.

Tu belleza ha tanto subyugado la mirada del tres veces santo,

Que dejando el trono eterno, descendió del cielo,

Revistió el cuerpo y la sangre venidos de tu corazón,

Y se escondió nueve meses en el corazón de una Virgen.

Oh Madre, Virgen, nadie podría imaginar

Que Dios infinito divino hombre,

Solo por su amor e insondable misericordia,

Por Ti, Madre, nos es dado de vivir eternamente con Él.

Oh María, Madre Virgen y Puerta del Cielo,

Por Ti vino la salvación,

De tus manos brota para nosotros cada gracia,

Solo una fiel imitación de Ti me santificará

Oh María, Virgen, el más bello lis,

Tu corazón era para Jesús el primer tabernáculo sobre la tierra

Porque tu humildad era la más profunda,

Tú eres elevada más arriba de los coros angélicos y los santos.

Oh María, mi dulce Madre,

Te doy mi alma, mi cuerpo y mi pobre corazón,

Sé la guardiana de mi vida,

Particularmente a la hora de la muerte, en el último combate.

 

jueves, 20 de enero de 2022

 

La Virgen de Chiquinquirá, la devoción por el perdón

 

Por Julio Ricardo Castaño Rueda

 

“También vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo”. (I Pedro 2,5).

 

 La Sociedad Mariológica Colombiana lanzó una idea para sumarse a las indicaciones pastorales de la Conferencia Episcopal de Colombia y la Orden de Predicadores sobre la restitución de la corona a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.

El propósito de ese pensamiento quedó por escrito en la conciencia de los devotos de la Patrona: “Invitamos a todas las parroquias y templos que lleven el nombre de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá a oficiar la santa misa el día 9 de cada mes hasta el próximo 9 de julio como preparación al acto de desagravio”.

El concepto del razonamiento se une a la marcha del camino sinodal para explorar la dimensión del perdón como una tarea cultural del país. El sacrílego ataque contra el altar de la patria es una llaga abierta en el corazón de una nación católica. Su historia y sus más caras tradiciones apostólicas fueron rasgadas por una mano criminal.

La respuesta de los devotos, ante el hecho gravísimo, no puede ser el olvido ni el rencor. La acción debe llevar a la reconciliación con las convicciones ancestrales, herencia de los promeseros y pieza vital de la memoria histórica.

La Virgen de Chiquinquirá es el signo del predilecto amor de Dios por su amada Colombia. Mientras la diadema no ciña las cienes de la Madre del Redentor cada iglesia chiquinquireña podría ofrecer una plegaria de perdón y restauración.

 

 

jueves, 13 de enero de 2022

La romería, el instante de la promesa

 


Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

La Colombia católica se volcó, piadosa y anárquica, sobre las plazas y calles de Chiquinquirá sin importarle la dictadura de la peste y su variante ómicron. El empuje heroico de las muchedumbres, aferradas a una camándula, impuso su tradición sobre la prudencia.

La dinámica poderosa del gentío arrastró, en su riada de costumbres, el caos de la multitud. Sus fuerzas atávicas fueron desatadas por la chispa incendiaria de la fe. El torrente descomunal de las familias se unió a la corriente del río de la historia desbordada sobre la llamada íntima del retorno implacable del alma a lo maravilloso.

El afán descontrolado por la prisa reguló el choque de los cuerpos y los jotos, ritmo incansable del tumulto. Las masas orantes, engranajes de la romería, se movieron entre los retorcidos apretujones de los espacios colmados. Querían la totalidad de la urbe poseída por el imperio de sus voces, coplería del recuerdo, las oraciones fatigadas de esperanzas y sus quejas teñidas de dolor. La invasión brutal de los peregrinos era el diálogo tremendo de una patria indomable con un país huérfano de nacionalidad.

El campesino anónimo era el voceador de las carísimas usanzas de una cultura fundida en los trajinados linajes del mestizaje. Él traía el desasosiego del viajero sediento por saciar secretos insondables. El caminante de alpargate acudía humilde y urgido ante la dulce intercesión de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, la Rosa del Cielo. Al signarse de hinojos trazó el sendero de una bendición, herencia devocional de sus mayores. En un santiamén se alumbró el destello renovador de 1586. La fiesta predicó un milagro. La romería cumplió 435 años atenta al llamado del Verbo de Dios, palabra encarnada en el corazón de María Santísima.

26 de diciembre de 2021.