viernes, 22 de diciembre de 2023

Pesebre chiquinquireño


  Que por la gracia del misterio del nacimiento del Verbo encarnado se nos libre de la dualidad doctrinal. Foto y texto Julio Ricardo Castaño Rueda.

jueves, 14 de diciembre de 2023

El acervo de la Rosa del Cielo


 


Por Julio Ricardo Castaño Rueda                                                                                     

Sociedad Mariológica Colombiana

 

“Tus testimonios he tomado como herencia para siempre, porque son el gozo de mi corazón”. Sl. 119, 111

 

La historia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá es patrimonio cultural del Colombia.

Las páginas de esa crónica están escritas en la virtud andariega de los promeseros. Ellos, por espacio de 437 años, han depositados sus plegarias y sus lágrimas a los pies de la Patrona en la Villa de los Milagros.

El polvo de las trochas recorridas por la fidelidad de una veintena de generaciones trajo sus saberes ancestrales para enriquecer las manifestaciones folclóricas de la patria de María. El talento creativo del campesino inventó nuevas voces para significar su travesía por los ciclos culturales de un vibrante folclor. La coplería, picardía del encanto; la música, acordes del tiple; la bromatología, sabores de regiones exquisitas; la poesía, el romance del rubor; las artesanías, la sorpresa de la manualidad; la pintura, la estética del recuerdo y la arquitectura de un país construido sobre los cimientos de sus costumbres son el legado para asombrar al mundo.

La vida de las esperanzas colombianas converge sobre la ruta de esa necesidad intrínseca del alma de retornar al manantial de las promesas. La voz materna en la cuna arrulla con el rosario. El abuelo relata la aventura de la peregrinación en las épocas de sus mayores y las herencias de la oralidad se transforman en una realidad histórica que cobija a la nacionalidad de un pueblo devoto de su palabra. Los elementos trascendentales de esa razón quedan bajo el amparo colectivo de una Nación diseñada para realizar imposibles.  

jueves, 7 de diciembre de 2023

María, la barquera del Magdalena


 

 Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

“Subiendo a la barca, pasó a la otra orilla y vino a su ciudad”. (Mt 9,1).

                              

                                                                            Foto: Archivo Municipio de Beltrán.

                                                              

La historia de Nuestra Señora de la Canoa es un secreto de pescadores que sobrevivió a la mitología del Alto Magdalena.

La herencia de los ritos religiosos de las tribus panches dejó su carga genética adherida a las sangres de los ribereños. Ellos, durante la Colonia, domesticaron las orillas del Río Grande de la Magdalena. La margen derecha sería la encargada de alimentar y regar la trasformación del asentamiento, doctrina de indios, donde se fundó la segunda encomienda de Ambalema, la del capitán Francisco Félix Beltrán de Caycedo. Cundinamarca, 1670.

Los mestizos nacieron bajo el tórrido ambiente de un puerto improvisado por las necesidades comerciales del Virreinato de la Nueva Granada. El ritmo mercantil los obligó a la cacería de reptiles para salvaguardar la subsistencia del alevoso ataque de los yacarés a las embarcaciones menores, a las lavanderas, los niños y a los semovientes sedientos.

La lidia mortal, por civilizar la selva y las aguas, incluyó los conjuros y las plegarias para disputarle la pesca del bagre al mohán, una deidad demoniaca cuyas andanzas enigmáticas subsisten hasta el presente. Los aldeanos lo describen como un ser humanoide con larga cabellera, mirada penetrante, fumador de picadura, secuestrador de mujeres y enemigo de los costaneros.

La dinámica del esfuerzo les permitió sobrevivir en contra de una naturaleza exuberante en su barbarie y edificar una localidad. El sacrificio del sudor contó con un sólido premio, la edificación de un templo en 1676. En sus bancas, el catecismo, y en el altar la santa misa llevó la misericordia del Espíritu Santo a la soledad de las almas perseguidas por la brujería, legado de los esclavos africanos.

La capilla doctrinera, con la evolución de los tiempos, se convertiría en la Parroquia San Luis Beltrán en honor del fraile dominico Bertrán Eixarch que nunca pisó esas tierras de Dios, pues regresó de Tubará (Atlántico) a Sevilla (España) en 1569.

La naciente feligresía asumió el ritmo del orden litúrgico. Afuera el caótico ejercicio del mal seguía en su brutal lucha por someter a los fieles a la apostasía. Las didácticas lecciones del Evangelio contaron con un socorro celestial, la aparición de la Santísima Virgen María sobre las ondas de la caudalosa artería.

La crónica del acontecimiento entró a formar parte de la Enciclopedia Histórica de Cundinamarca, obra de Roberto Velandia.

Cuentan las gentes que el 8 de septiembre de 1790 una esclava fue al río a traer agua, al sitio llamado Puerto de las Canoas, que luego se denominó El Cabezón, unos 500 metros abajo del actual poblado. De pronto, cuando sumergía la múcura, la deslumbró el reflejo de un relámpago y alzando la vista vio sobre las aguas una figura de mujer resplandeciente que caminando se le acercaba sonriente. Atónita y espantada, la negra dejó caer la vasija y corrió hacia el pueblo dando gritos. Al punto acudieron muchos a ver lo que ocurría y guiados por sus voces y señas corrieron a la orilla y alcanzaron a verla, todavía allí, de pies sobre una canoa, acompañada de dos ángeles.

Comprendiendo que se trataba de una aparición milagrosa, trataron de arrimársele y tocarla, pero la canoa se desamarró y velozmente se alejó río abajo. En otras canoas la persiguieron, mas no la alcanzaron, pues a medida que se alejaba se iba desvaneciendo en la lejanía su celestial figura, dejando el misterio de su presencia.

Para estos pescadores negros, mulatos y blancos no había duda que se trataba de una aparición y la bautizaron la Virgen de la Canoa”.

La Reina del Cielo fue acogida por los ancianos para cristianizar a los jóvenes remisos en el último tercio del período colonial, cuya dominación generó una demagogia insurrecta. La centuria decimonónica trajo la rebelión del alboroto para la ingenua Colombia, hedor nauseabundo de sus masacres partidistas. Las conflagraciones políticas obtuvieron como gran logro alejarse de Roma y democratizar el delito del sufragio. Los beltranenses aprendieron a vivir bajo el amparo de la Virgen de la Canoa cuando huían en sus chalupas de los patrióticos reclutamientos forzados.

Los ratos de paz les trajeron cambios administrativos. Los autoritarismos de los redactores de las cartas magnas dictaminaron que el Distrito de Beltrán fuera suprimido por cuenta de la Cámara Provincial de Mariquita, el 25 de septiembre de 1844. Posteriormente, el pueblo fue restablecido por la ordenanza número cinco del 12 de noviembre de 1853 a su antigua cabecera hasta 1857, año en que fue endosado a la indiferente Bogotá.

Y dentro de aquel ciclo turbulento de regencias llegó el auge del tabaco para su romántica vecina. La bellísima Ciudad de las Mil Columnas, Santa Lucía de Ambalema (Tolima). La pujante villa, con sus marcados trazos de urbe hispana, abrió su alma adolescente al empuje de la industria tabacalera, 1850-1875. La bonanza importó lujurias europeas que se injertaron en el atavismo de los labriegos. La masonería, defecto de la miseria decadente, tuvo su fortín en aquel próspero fondeadero. La avalancha de atractivas alucinaciones y taras sociales encontró su talanquera al cruzar el caudaloso raudal por el paso de Gramalotal.

La Virgen de la Canoa, patrona de la iglesia de Beltrán, resultó un escudo invencible para la vociferante tentación del hedonismo, dulce rumor de las hamacas sin tregua. La avemaría era la oración victoriosa, el terrible fuego del ejército en orden de batalla.

Aquella lucha del cristianismo ante el mercantilismo de ganga ocasional dejó rastros de una contienda feroz. Los amores prohibidos, los vicios del garito y el embrujo encantador de las seducciones con nombre de mujer idealizada oficiaron un envite sin retorno.

La reyerta jugada seguía su lance. Los versos de los bogadores y los adulterios sin absolución llevaron al opulento muelle el choque de los clanes. Los pleitos resultaron determinantes en la formación de fronteras. Los fervorosos marianos y los nigromantes trasmitieron a sus descendientes la necesidad de una enemista perenne, duelo tipo Malleus Maleficarum.

El diario de campo de este cronista consignó, en el año de 1997, la siguiente nota: “Los habitantes de Beltrán combinan la sal con la pólvora para que el cura de Cambao, Pedro Sáenz, les bendiga los cartuchos de las escopetas y puedan matar a las brujas de Ambalema. Las arpías se les meten por entre las rendijas de las puertas y les chupan la sangre”. El relato era conducta habitual de un conspicuo residente en el marco de la plaza, don Misael Guzmán.

La Virgen de la Canoa fue testigo del extraño ritual. Los viejos tejedores de las atarrayas no se embarcaban sin santificar los cartuchos por su intercesión. Ella los libraba de los artificios maléficos del Mohán y de las pérfidas hechiceras, hembras lujuriosas, vendaval de la hermosura mortal. Las desencadenadas fuerzas incorpóreas se agitaban en su combate de luces y sombras. El final del milenio no apaciguó las trifulcas del sortilegio contra la cruz.

Las noticias de esos acontecimientos, religiosos y esotéricos, se tornaron en un homenaje para la Inmaculada, el tesoro amado. Los lugareños acudieron a la virtud de la heráldica. Esta disciplina, como concepto de nobles linajes, ideó un escudo para el municipio. El cuadrante superior izquierdo fue asignado a la Virgen de la Canoa, 1998.  A ese logro agradecido de sus habitantes se sumó el himno que en su segunda estrofa canta:

“Una virgen que viene en canoa,

siempre cubre con su bendición.

A los hombres que en el Magdalena,

forjarán patria con fe y tesón”.

Así, con el arte del terruño, la Consoladora de los Afligidos mantuvo su patronazgo en la comunidad de creyentes porque su lienzo original se perdió. Una réplica ocupó la santa morada que ya mostraba los rastros de una vejez desamparada. Las vigas centenarias crujían al pasar de las brisas calentanas o recibían los aleteos nocturnos de los chimbilás negros en sus virajes sobre los tejados rojizos.

La amenazaba de ruina, por fractura de los adobes, invitaba a la catástrofe. El remedio se elaboró con papel. El gobierno central publicó en el Diario Oficial (44.265) la resolución 1794 del 15 de diciembre de 2000: “por la cual se declara como Bien de Interés Cultural de Carácter Nacional la Iglesia de Nuestra Señora de la Canoa, localizada en el parque principal del municipio de Beltrán, Cundinamarca”.

La urgente medida de protección aceleró la desidia institucional por los valores autóctonos. Ocho años después, eltiempo.com tituló: “Se está cayendo la Iglesia de Nuestra Señora de la Canoa. Joya arquitectónica de Cundinamarca”, 28 de agosto de 2008.

La voz editorial se volvió la súplica de una colectividad. Los testigos de la petición vieron la pernicia de un Estado divorciado de su ancestro raizal. El templo de la Virgen fue restaurado por los años de 2015 a 2018. El milagro culminó con la reparación del atrio en diciembre de 2020.

La alegría de sus devotos se arropó de folclor y pudo celebrar, en el pasado mes de septiembre, la trigésima quinta versión del Festival Cultural y Artístico Virgen de la Canoa.

Los incondicionales, al final del festejo, recitaron la oración a la divina batelera.

“Madre nuestra resplandeciente que rodeaba su cuerpo y unos ángeles rodeaban su barquilla, en el río Magdalena, haz que esa luz brille en nuestras vidas. Bendecidnos Virgen de la Canoa con la riqueza de tu hijo para que no falten los peces, la comida, la paz y la alegría. Condúcenos al puerto de tu hijo, unión de varios hogares de Beltrán y de Colombia acoge la plegaría de quienes te visitamos y ayúdanos a disponer nuestros corazones para una verdadera conversión”.

 

martes, 28 de noviembre de 2023

Plegaria a Nuestra Señora de la Canoa

Madre nuestra resplandeciente que rodeaba su cuerpo y unos ángeles rodeaban su barquilla, en el río Magdalena,

haz que esa luz brille en nuestras vidas. Bendecidnos Virgen de la Canoa con la riqueza de tu hijo para que no falten los peces, la comida, la paz y la alegría. Condúcenos al puerto de tu hijo, unión de varios hogares de Beltrán y de Colombia. Acoge la plegaría de quienes te visitamos y ayúdanos a disponer nuestros corazones para una verdadera conversión.

 Virgen de la Canoa. Beltrán, Cundinamarca, 1996. Foto Julio Ricardo Castaño Rueda

jueves, 23 de noviembre de 2023

La Patrona, una historia para mil pueblos

 

 Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá conserva en Maracaibo (Venezuela) el gran centro cultural de la difusión de la mariología chiquinquireña, su basílica santuario.

Esa advocación, por obra del movimiento devocional del pueblo zuliano, ha sido reconocida por decenas de países donde las comunidades de maracaiberos celebran su tradicional fiesta, el 18 de noviembre. Desde Panamá hasta Qatar y desde Países Bajos hasta Chile la Sagrada Dama del Saladillo recibe el vasallaje de sus hijos.

Ese gesto de comunicación religiosa unido al festejo folclórico genera inmensos espacios editoriales en la prensa venezolana. Los directores de medios tienen las páginas abiertas para redactar sus prodigios, triunfo de su intercesión omnipotente.

El volumen informativo de los hechos, que honran a la Reina, a veces deja pasar ciertos gazapos. Esto obliga al llamado de atención porque la historia, de un plumazo, se trasforma en leyenda matizada de cuentería. El rumor de las circunstancias se acomoda a la prisa del cierre informativo.

Para la muestra, un encabezado:

El pasado 17 de noviembre, el periódico lanoticia.com tituló: “7 Curiosidades sobre la historia de ‘La Chinita’, Virgen del Rosario de Chiquinquirá”.

En el punto cinco consignó:

 “¿Colombia y Venezuela veneran a la misma Virgen de Chiquinquirá?

 Se cuenta que en el año 1750 en medio de una procesión a la virgen, había un sacerdote que reconoció la similitud con la advocación de la Chiquinquirá en Colombia. Esa es la razón por la que ambas llevan el mismo nombre”.

 La respuesta al cuestionamiento primario es un sí mayúsculo porque el misterio de la Virgen de Chiquinquirá comenzó el 26 de diciembre de 1586 en los aposentos de Catalina García de Irlos, viuda de encomendero Antonio de Santana.

La devoción partió del Nuevo Reino de Granada hacia las tierras de las provincias españolas de Maracaibo, Caracas, Cumaná y Guayana. En esas tierras la milagrosa imagen, plasmada en un tríptico, encontró a sus devotos. Los aborígenes de Aregue Viejo (Estado Lara, 1615), la reconocieron por su nombre original.

Noventa y cuatro años después se presentó el fenómeno de la renovación de una pintura de la Virgen neogranadina en La Ciudad del Sol Amado, 1709.

Para esa época la devoción de La Chinca ya estaba perfectamente documentada, reconocida e injertada en las costumbres sociales de las gentes venezolanas y de la América Hispana.

Los promeseros escribieron la crónica de la Rosa del Cielo. El relato ocupa varios estantes en las bibliotecas de los investigadores. Ellos cuidan ese legado celestial que llegó a las aguas del lago para escribir el secreto de un milagro.

Sobra, pues, el texto confuso de inventar un bulo que narra una falacia ocurrida en 1750. El sacerdote anónimo olvidó que el 7 de diciembre de 1732 Maracaibo inició la celebración de la Fiesta de la Aurora en honor de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, sin dudas ni similitudes.

miércoles, 15 de noviembre de 2023

jueves, 9 de noviembre de 2023

La Virgen y una incógnita peregrina


 Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

La parroquia de la Renovación participó en la ceremonia del descenso del lienzo de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, La Peregrina. El acto religioso entró en la historia del olvido al celebrar el tardío aniversario de fundación del curato.

El maravilloso escenario mariano encendió sorpresas, aplausos y una serie de preguntas, entre propios y extraños, cuyas respuestas no coinciden con la línea de tiempo.

La entidad eclesiástica recibió su bendición de erección canónica el 10 de abril de 1588 por el arzobispo de Santafé de Bogotá, Luis Zapata de Cárdenas. Entonces, por qué un festejo el 3 de noviembre, fecha tan luctuosa para la memoria de la Patria por la separación de Panamá, la felonía en el istmo.

Y el gentío cuestionó: ¿cuántas veces ha bajado y por qué razones?  La contestación es simple. La vida de esta pintura conserva dos descendimientos que marcaron un derrotero especifico en los devenires del apostolado dominicano. El primero, el 10 de abril de 1912 la Virgen fue sacada en hombros para emprender una gira por la diócesis de Tunja. Más tarde, pasaría a los departamentos de Santander donde fue brutalmente atacada. Y la segunda, el 8 de septiembre de 2013 para navegar el río Magdalena. “Peregrina por la reconciliación y la paz de Colombia”.

La nota triste del cuestionamiento quedó rubricada por la amnesia. Varios chiquinquireños preguntaron por qué el rostro de la Virgen está lacerado. Es tiempo de que la historia de la Patrona baje al corazón de un pueblo guardián.

 

miércoles, 1 de noviembre de 2023

Los santos, infatigables buscadores de Dios


 Beato Columba Marmion (1858-1923)


Los santos son el cortejo de Cristo (…). Cuando alabamos sus virtudes y cantamos sus méritos, lo exaltamos y celebramos a Él que, siendo su jefe, es ahora también su corona (…).

Existe una gran variedad de santos, según su vocación y “en la medida que Cristo la ha distribuido” (cf. Ef 4,7), reproduce uno de los aspectos de la plenitud de la perfección del Hombre-Dios. Un mismo Espíritu, dice san Pablo (cf. 1 Cor 12,4) ha dado a cada uno una gracia especial que, injertándose sobre la naturaleza, hace resplandecer a cada elegido con su resplandor particular. En algunos predomina la fuerza, en otros la prudencia o el celo por la gloria de Dios, la fe o la pureza. Ya sean apóstoles, mártires o pontífices, o sean vírgenes o confesores. Un carácter común se encuentra en todos. ¿Cuál es este carácter? La estabilidad en la búsqueda y el amor de Dios. En cualquier circunstancia, las tentaciones por las que pasan, las dificultades que encontraron, las seducciones que los rodearon, los santos permanecieron estables y fieles. Esto es una gran virtud, ya que la inconstancia es uno de los peligros más temidos que amenazan al hombre.

Los santos han buscado a Dios infatigablemente, cualquiera fuese la aridez del camino, la sequedad del cielo, las luchas a sostener. Por eso, el día de su entrada en el Reino eterno, Dios los ha coronado de gloria y embriagado de alegría. (…) Los santos, ya que no se dejaron desviar en la búsqueda del Bien único, llegaron al término glorioso.

jueves, 26 de octubre de 2023

«Vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús»

 

«Vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús»

 

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy, bien entrados en el llamado “mes del Rosario”, celebramos a la Virgen bajo la advocación del Rosario. ¿Qué mejor manera de honrar a nuestra Madre que rezar el Rosario? ¡Tantas veces Ella misma se ha aparecido con “rosario en mano”! ¡A Ella le gusta! ¿Por qué? La razón es la siguiente: aunque pueda parecer que el rezo del Rosario es una manifestación de piedad mariana (desde luego, ¡lo es!), sin embargo su fundamento es cristológico, Jesús mismo. Dicho llanamente: el protagonista del Santo Rosario es Jesucristo, el Hijo de Dios nacido de María Santísima.

 

En efecto, los diversos misterios del Rosario —gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos— son como “fotografías” de momentos emblemáticos de la vida de Jesús vistos desde la mirada de María. Por ejemplo: hoy contemplamos la Anunciación del arcángel San Gabriel a la Virgen María. Es muy importante el diálogo entre el divino mensajero y María; más importante es su “sí” («hágase en mí según tu palabra»: Lc 1,38). Pero ahí lo totalmente decisivo es la Encarnación del Hijo de Dios. El protagonista es Jesucristo; María actúa como un instrumento (junto con el “sí”, le presta su vientre).

 

Si ascendemos por el segundo misterio de gozo, la Visitación de María a su prima santa Isabel, puede parecer otra vez que la protagonista de la escena es Santa María, teniendo como co-protagonista a Isabel. Sin embargo no es así: el protagonista —como siempre— es Jesús (con apenas unos pocos días de existencia humana) y el co-protagonista es Juan Bautista (también en el vientre de su madre, ya de seis meses). Ellas dos son instrumentos para el primer acto profético del Nuevo Testamento: Juan señala al Mesías ya presente en este mundo.

 

Y así transcurre el rezo de toda esa devoción: los misterios son misterios de Cristo. Con razón, el beato papa Pablo VI dijo del Rosario que «es un compendio del Evangelio». Además, el “Avemaría” —reiterada alrededor de cada uno de esos misterios— contiene en su mismo corazón el nombre de Jesús. María es bendita entre todas las mujeres porque es bendito el fruto de su vientre: ¡Jesús!

jueves, 19 de octubre de 2023

El rosario, plegaria, arma y herramienta

 

                        Camándula donada a la Virgen de Chiquinquirá por el papa Francisco, 2017.



Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

“La práctica del Santo Rosario es grande, sublime y divina. El Cielo nos la ha dado para convertir a los pecadores más endurecidos y a los herejes más obstinados”.  San Luis María Grignion de Montfort.

 

El salterio de María necesita almas con capacidades extraordinarias para comprender la fuerza evangelizadora de su voz apostólica.

La razón de la urgente obligación es el avance del pecado sobre un mundo industrializado en el arte mediocre de su propia criminalidad, conducta de relapsos.

La religiosidad de la posmodernidad, de tórridas turbulencias espirituales y conceptuales, clama por el adecuado uso de la camándula. El relativismo moral, propio de aquellos que abandonaron su alma a la deriva de sus yerros quiere adaptar la Sagrada Escritura a la dictadura de sus vicios. El remedio contra esa manía del error socializado, disfrazado de misericordia, sigue vigente en las manos de la Iglesia fiel a su unigénito fundador. La medicina celeste se llama el Santísimo Rosario, oración de súplica interminable para diseñar un taller de santos.

Y su legado se extiende dentro de la más perfecta versatilidad del combate místico. Usa la contemplación para vencer las conspiraciones del traidor al cielo, el ángel caído al abismo de su miseria, soberbia egolátrica. Ese armamento, blasón y misterio, somete a Belcebú a la humillante derrota de escuchar la historia del Dios humanado narrada por el Corazón Inmaculado de María. La rogativa de sus cuentas tiene el poder de la herramienta de la evangelización para restaurarle al hombre su origen divino, a imagen de su Creador.


viernes, 13 de octubre de 2023

María, madre de Cristo, madre de la Iglesia

 


San Agustín (354-430)


Sobre la santa virginidad,5


Aquel que es fruto de las entrañas de una única Virgen es la gloria y el honor de todas las demás vírgenes santas, porque ellas son también, como María, madres de Cristo si cumplen la voluntad de su Padre. La gloria y la dicha de ser la madre de Jesucristo resaltan en las palabras del Señor: “Quien cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12,50).

Así indica el parentesco espiritual que los incluye en el pueblo que ha sido rescatado. Sus hermanos y sus hermanas son los hombres y las mujeres santos que participan con él en la herencia celestial. Su madre es la Iglesia entera, porque ella, por la gracia de Dios, engendra los miembros de Cristo, es decir, a los que le son fieles. Su madre es también cada alma santa que cumple la voluntad de su Padre y cuya caridad fecunda se manifiesta en aquellos que ella engendra para él, hasta que Cristo quede formado en ellos. (cf Gal 4,19)...

María es, ciertamente, la madre de los miembros del Cuerpo de Cristo, de todos nosotros, porque por su caridad ella ha cooperado en la generación de los fieles en la Iglesia, que son miembros de la cabeza divina, Cristo, de manera que ella es verdaderamente mi madre según la carne.

 

jueves, 5 de octubre de 2023

Nuestra Señora del Campo, ¿un objeto de culto?


 

Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana


Rechaza, en cambio, las fábulas profanas y los cuentos de viejas. Ejercítate en la piedad”. (1Tim 4,7).

La Virgen del Campo es una advocación bogotana archivada en la memoria de la capital. Su bagaje mariológico lo compone una serie de procesos documentados, tradición y cultura.

Su participación en las costumbres de un pueblo recién bautizado marcó el derrotero de la construcción de su esencia didáctica. El peso argumental de los milagros y sus testimonios, quehacer misericordioso del Altisimo, motivó el asombro intelectual.

La enjertación de Dios, Trino y Uno, en la formación teológica de una naciente sociedad católica invitó a la evolución del neuma hacia el magnífico logro de buscar la verdad sin la fragilidad de la opinión.

Así, la evidencia del portento original perduró por un espacio superior a las cuatro centurias.  Allí, en esa resolución de ciclos y personas, se trazó una línea de tiempo cuya lectura crítica puede ser estudiada por los ojos de la fe o sin ellos, ceguera del relativismo.

La realidad contundente, exacta y veraz, del prodigio fue examinada por las disciplinas liberales de la incredulidad y el interrogante. El veredicto, solución y sentencia, anotó: era la voluntad del Creador.

La potestad del Verbo, el logos, en sus variados matices semánticos estableció una relación intrínseca con la belleza del Ser. “El hágase” se tradujo en la gestación de la vida inmortal sobre la nada.

En síntesis, la estatua del templo de San Diego es la representación tangible de un principio metafísico, la bondad de Nuestro Salvador. Cualidad donde no caben los ídolos, objetos de culto degradados por su condición abominable.

 

 

jueves, 28 de septiembre de 2023

Zipaquirá, tierra mil veces dichosa


 

 

Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

. «¡Así pues, está Dios en este lugar y yo no lo sabía!» (Gn. 28, 16)

 

Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá culminó su peregrinación (María en el corazón de Colombia) en la Villa de la Sal acompañada de sus guardianes, los frailes dominicos, el pasado 23 de septiembre.

La muchedumbre se aglomeró infinita al paso de la Rosa del Cielo que estrenó el papamóvil de su Santidad Francisco en su regreso a la capital salinera.

El veredicto del gentío fue abundante en las manifestaciones de un amor agradecido. Eucaristías en los templos parroquiales, banderas de colores, pólvora, altares, flores, lluvia de pétalos y en ese vórtice de homenajes la manifestación estalló gigante en el triduo del promesero:  alegría delirante, súplica humilde y llanto delicado.

La multitud imploraba, entre las filas interminables, un instante frente al lienzo, réplica del original. La aglomeración densa buscó con furor el contacto contra el cristal protector del cuadro. Rozar el testimonio de un milagro interminable movía el interior de las almas en un secreto de voluntades. El misterio de María Medianera se desbordó con su torrente de gracias. El tropel, que asediaba al séquito, recordó las palabras de Jacob: “Esto no es otra cosa sino la casa de Dios y la puerta del cielo” (Gn. 28, 17).

El paroxismo místico de la concurrencia llegó a su cumbre con al acto de palpar el marco de la pintura. Así, María de Chiquinquirá guardaba a sus hijos en el Corazón de Jesús, el Redentor. ·La caravana se decía para sí: “Con sólo tocar su manto, me salvaré”. (Mt. 9, 21).

 

 

jueves, 21 de septiembre de 2023

¿Y esta advocación tan bella por qué nadie la conoce?


 


 

Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

“Tú los traerás y los plantarás en el monte de tu heredad, el lugar que has hecho para tu morada, oh Señor, el santuario, oh Señor, que tus manos han establecido”. (Éx. 15,17).

 

La pregunta del título la formuló la Legión de María, Praesidium la Anunciación de la Parroquia la Inmaculada de Zipaquirá, en su primera visita a la desconocida morada de Nuestra Señora de la Peña, 17 de septiembre de 2023.

La contestación al interrogante resulta extensa y dolorosa porque abarca épocas y circunstancias cuyas trágicas sevicias forjaron un muro de indiferencias sociales.

El primer pecado que separó a Santafé de Bogotá de su Reina Inmaculada fue el carnaval, la fiesta del domingo de quincuagésima. Las carnestolendas, aprobadas por la arquidiócesis en 1686, surgieron como la gran trampa para la usanza enseñada por la aristocracia de la capital de un virreinato. Las ingenuas gentes de las veredas aprendieron los acordes del romance hedonista del tiple y la chicha cuya mezcla relajaba los bajos instintos. Y esas pasiones desbocadas por aquellos parajes desolados bien pronto formaron, junto al lugar sacro, un sitio de jarana.

El siguiente episodio, enganchado al primero, tuvo como protagonistas a los capellanes, los patronos y los mayordomos de fábrica.

Esa trilogía, cuyos oficios estaban enfocados en mantener el culto y la capilla en condiciones ideales de funcionamiento evangélico, fracasó. Los intereses económicos entre los dueños de la capellanía, herederos y sacerdotes gestaron querellas de jurisprudencias inacabables y sentencias agotadoras para el orden de la moral cristiana.

El ejemplo quedó escrito en el litigio entre el capellán interino Juan José Agudelo y el legítimo sucesor del bachiller Tomás Pérez de Vargas, su sobrino Francisco Antonio Garay. El pleito se prolongó en los despachos judiciales, en su primera fase, de 1768 a 1774.

El siglo XVIII soportó varias ruinas de la ermita mientras sus encargados saldaban deudas e intentaban predicar un evangelio de pobreza entre los mendigos del poder.

Y para colmo de desdichas, en la siguiente centuria, a los señoritos de del barrio de la Catedral les dio por inventar una juerga de mayordomos. Ellos inauguraron el teatro de la independencia, el 20 de julio de 1810. A ese proscenio criollo fue invitado el notablato para ratificar, con la Constitución de Cundinamarca, su noble lealtad de fieles vasallos a Su Majestad el Rey, don Fernando VII, el Deseado.

A los egregios prohombres les pareció bien, en su profunda adicción monarquista, armar un singular conflicto bélico. Los banderizos trazaron líneas jurídicas definitivas, opuestas e irreconciliables. La lucha entre el Congreso, liderado por Camilo Torres, contra el presidente de Cundinamarca, Antonio Nariño culminó con la Batalla de San Victorino, el 9 de enero de 1813. El festejo de las armas victoriosas fue llevado hasta el Santuario de Nuestra Señora de la Peña.

A Ella se le adjudicó el éxito de la milagrosa defensa de la sitiada urbe y se le otorgaron títulos propios de la euforia de unos ciudadanos salvados de la degollina.

El inconveniente, de ese sainete de elogios, lo pagó la Virgen de la Peña cuando el primer Conde de Cartagena, don Pablo Morillo, puso preso a su capellán, padre José Ignacio Álvarez del Basto, (1816) y planeó demoler con almádana las tutelares estatuas. La Patrona había sido acusada de republicana.

La escultura se salvó del sacrílego mazo del Pacificador, pero su nombre fue marcado como un elemento sedicioso.

La rebelión neogranadina chocó contra la dictadura de los libertadores cuyo legado liberticida incrementó las matanzas civiles. Los conflictos se cebaron con los lugareños de la loma. La muerte tejió en las laderas orientales un cinturón de infamia. Las viudas, los huérfanos, los inválidos, los desertores se unieron a los chircaleños y la degradación de la inopia separó al insipiente núcleo urbano del atrio de su Patrona. Prohibido subir por allá en épocas de mascaradas y el resto del año la prudencia ordenó evitar esa senda de escándalos y conspiraciones.

La prohibición marcó las diferencias entre los cachacos, los bohemios, los aventureros y los menesterosos del infortunado arrabal,

La tragedia decimonónica avanzó sobre las fosas comunes de la Confederación Granadina. La revolución de 1860, liderada por Tomás Cipriano de Mosquera, logró colocar el estandarte del Escuadrón Calaveras en la plaza mayor de un Bogotá asediado por el infortunio militar de su clase dirigente.

El triunfo del general masón abrió el despacho de la venganza contra la Iglesia católica. La expedición de leyes inicuas lo selló el decreto de desamortización de bienes de manos muertas. La norma se encargó de expropiar los terrenos donados a la Virgen de la Peña por sus devotos. El desplazamiento de lugareños y la privación de recursos pecuniarios para el sostenimiento de los oficios religiosos generó una crisis en la fuerza de sus verbenas tradicionales. A ellos se sumaron los hurtos legalizados por el Estado y una serie de males administrativos, el calvario de los presbíteros.

La única temporada de homenajes que sobrevivió, con fidelidad a la juerga sin tregua, fueron las carnestolendas. El régimen liberal permitió los excesos sin control policivo. Las reyertas montañeras dejaron a muchos beodos muertos o heridos por causa de los líos con faldas y mantillas.

La mala fama, como los arbustos del rastrojo, alejó de sus trochas a muchos peregrinos. Así la ermita de la Peña fue sometida al abandono institucional de un país descuartizado por la Guerra de los Mil Días.

El vicepresidente encargado del poder ejecutivo, José Manuel Marroquín, subió al templo para colocar la bandera de la patria a los pies de la Virgen de la Peña. El funcionario pidió la paz, la obtuvo y no regresó para darle las gracias a la Bienaventurada Señora porque la iglesia del Voto Nacional le ahorró el ascenso.

La capellanía volvió a ser arrullada por las frías ventiscas del páramo y abrigada por las misiones pastorales de unas comunidades que intentaron cambiar el delictivo caos de la miseria. Los frailes capuchinos predicaron de 1906 a 1933. Los relevó la Orden del Cister, que permaneció hasta 1935. Vinieron luego las Misioneras de la Inmaculada que duraron poco y trasladaron su tarea a las Siervas de la Sagrada Familia (1936). La deserción eclesial continuó por causa de la incertidumbre producto del próximo atraco. La Capellanía de la Peña quedó bajo la autoridad de su vecina, la Parroquia de Egipto, entidad sin medicamentos para curarla del bogotanísimo descuido.

La rehabilitación del santuario tuvo su época de restauración con el empuje alemán del padre Ricardo Struve, párroco de 1944 a 1968.  Su partida cortó el resurgimiento de la Historia y la Mariología dentro de aquel edificio cuyo letrero rezaba:  Centro Mariano Nacional de Colombia.

Los vecinos de la capilla, liberados de la talanquera impuesta por la catequesis teutona, optaron por las costumbres añejas. Las telarañas del secularismo, acompañadas del fruto líquido del lúpulo, inundaron con sus pecados los logros del evangelizador.

El siglo XX finalizó con la orfandad del recinto y su relegación. La esperanza de una promesa de renovación surgió con el Camino Neocatecumenal y su Seminario Redemptoris Mater (2005). Los 22 sacerdotes ordenados bajo el amparo de Virgen de la Peña se encargarán de encender nuevamente el esplendor de la luz de Cristo en la montaña de María.

jueves, 14 de septiembre de 2023

Colombia = Tierra de María


“¡Colombia, tierra de la Virgen;

Colombia, jardín mariano!”

(SS. Pío XII, en su radiomensaje para la clausura

del Congreso Mariano de Colombia, 16 de julio de 1946)

                                                                                                                      Virgen de la Paloma Madrid,España

Por José Luis Ortiz-del-Valle Valdivieso

Bogotá, 8 de septiembre de 2023 AD

 

Después de explicar con muy sólidos argumentos los dos primeros nombres de María Santísima el R. P. Uldarico Urrutia, S.J., en su magnífica obra “Los Nombres de María” (Instituto de Propaganda Católica, Barcelona, 2ª Ed., 1932), se refiere a Ella con su “Nombre de Paloma”, para hacer explícitos los significados que éste comporta:

“a) Su pureza inmaculada, inmune del pecado original, de todo pecado actual y aun del fuego de la concupiscencia.

b) Su sencillez, que se colora únicamente de verdad y bondad.

c) Su fecundidad, que dio a luz a un Dios, quedando virgen, y que fecundó en lo exterior al Espíritu Santo.”

Su Santidad Pío XII, al referirse a nuestra patria como “Tierra de la Virgen”, aunque no aludía necesariamente a la etimología de la palabra “Colombia”, sí quería destacar que en nuestra tierra había y hay (muy a pesar del enemigo de siempre), una especialísima filiación de sus habitantes con Nuestra Señora, bajo sus numerosas advocaciones (“Jardín mariano”), que van desde las regiones costeras hasta los páramos y picos nevados que adornan su geografía y lo mismo en sabios y eruditos como en el pueblo todo, acogido a Su maternal auxilio.

El nombre mismo de María se identifica claramente con el de Paloma, si tenemos en cuenta que Nuestra Madre del Cielo y de la tierra, fue la predestinada por el Padre, cuando:

“(…) llegada la plenitud de los tiempos, envió del cielo una mística Paloma, que trajo al hombre, no ya la oliva, símbolo de la paz, sino la Paz misma y el tierno Pimpollo de una nueva y exuberante vida.

¡ Qué semejanza tan admirable hay entre la paloma que ofrece en su pico a Noé el ramo de oliva, y María que presenta en sus brazos el Niño-Dios al anciano Simeón, en quien se figuraba el mundo caduco y envejecido por la culpa !  Cual si la viese entrar entonces por la puerta oriental del templo, la saluda San Germán, diciendo: ‘Salve, Paloma, que nos traes el fruto de la oliva y nos anuncias al Salvador y el puerto de nuestra salud.’

Paloma fidelísima, le dice San Buenaventura, que hiciste oficio de mediadora entre el Sumo Noé y el mundo anegado en espiritual diluvio.” (ib.)

Es así como el nombre de María se asocia necesariamente con el nombre de Paloma y por lo mismo con el nombre de Colombia, porque la misma etimología de este último vocablo nos indica que viene de Colón, que en latín es Columbus, es decir paloma. Si tenemos que Colombia significa literalmente “tierra de Colón”, como lo citamos en una estrofa de nuestra himno nacional, mas allá de esa significación carnal o secular, Colombia, en la visión sobrenatural o real quiere decir “tierra de la Paloma”, es decir “Tierra de María”. No en vano Ella ha prodigado tantos y tan altos favores a esta tierra colombiana y es por Ella y por sus alas de Paloma Inmaculada, que podremos seguir en pie en medio del actual diluvio, si la invocamos y la honramos, sobre todo, a través de la devoción que más le agrada y que nos ha pedido con insistencia: el Santo Rosario.

¡ Ave Paloma Purísima !