Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana
¿Quién es Ésta, que va subiendo cual aurora
naciente, bella como la luna, brillante como el sol, terrible como un ejército
formado en batalla? (Cant. 6, 10).
La Legión de María celebra el 25
de marzo la fiesta de acies. La ceremonia renueva el espíritu de sus socios para
vivir la constante esclavitud de amor a la Madre de Jesús.
El acies, explica el manual, es
una voz latina que significa un ejército en orden de batalla. “Designa con propiedad la ceremonia en que se reúnen
los legionarios de María para renovar su homenaje a la Reina de la Legión, y
para recibir de Ella fuerza y bendición para otro año más de lucha contra las
fuerzas del mal”.
El duelo, decidido y constante,
es la antítesis del mundo, el demonio y la carne. No ahorra sacrificios en su
acometida heroica porque la sentencia edénica ordenó: “la mujer aplastará la cabeza de la serpiente”.
(Cf. Gen 3,15). Así, el soldado mariano
construye en su praesidium un taller de santos. Él no alberga negociaciones
retóricas con la infamia y su falacia. El objetivo de esa misión es la
santidad. Y allí, en el cenáculo, ofrenda su neuma para una eternidad gloriosa.
La Legión marcha a paso de carga
con sus hermanos consagrados, pretorianos y adjutores, hacia la defensa
irrevocable de la doctrina cristiana. El pecado, disfrazado de perniciosas
ideologías, será extirpado del alma porque esta fue creada a imagen y semejanza
del Altísimo. Entonces este apostolado, forjador
de virtudes, machaca al padre de la mentira hasta aniquilarlo con la fuerza de
la humildad. El exterminio de la perversidad lo continuó el primer acies
nacional, acto de moralidad contra el vicio. Los praesidia formaron bajo la
mirada tutelar de Nuestra Señora de la Peña. Bogotá, 1947 … Y sobre aquella loma oriental se escuchó: “Legionario,
manténgase firme”.