Santa Hildegarda de
Bingen (1098-1179)
abadesa benedictina y doctora de la Iglesia
¡Salve, Hija Generosa, Gloriosa,
Inmaculada!
¡Pupila de castidad, sustancia de
santidad, Placer de Dios!
En ti se derramó la efusión celeste
Con la que el Verbo soberano
revistió la carne, en ti.
Lis resplandeciente que Dios
admiraba más que a otra criatura,
Tú, la más bella y dulce, tú, en la
que Dios encontró su complacencia
Cuando puso en ti todo el ardor de
su calor
Para que, de ti, Su Hijo gustara la
leche materna.
Tu seno fue entonces pleno de
alegría,
Toda la sinfonía celeste resonó en
ti.
Virgen, tú portabas al Hijo de Dios
y tu pureza fue magnificada en Dios.
Tus entrañas se regocijaron
Como hierba inundada de rocío,
recibiendo de él su verdor.
¡Así advino en tu seno, Madre de
toda alegría!
¡Que la Iglesia resplandezca de
alegría y resuene en armonía
Cantando a la tan dulce Virgen,
Madre admirable, la Madre de Dios! Amén.