miércoles, 28 de abril de 2021

La recitación renovadora del rosario


 

 

Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

El Santuario Mariano Nacional de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá dejará escuchar su voz de pastor sobre la faz de la tierra. El salterio de María, con acento dominico, unirá las almas de los hombres en una plegaria de renovación.

 La Iglesia católica, iluminada por el faro del Evangelio, encenderá una esperanza inmortal en medio de la pandemia. El sonido de la misericordia, mandamiento del Mesías, llevará sus ecos redentores sin cortapisas sobre el reloj del tiempo en un imperativo ético contra las laxas latitudes de la malignidad.

 La gran cruzada de oración mundial será una formal protesta contra toda forma de pecado. Los misterios sagrados del salterio, precedidos por María de Chiquinquirá, volverán a tronar sobre las aflicciones estériles de una sociedad débil y acosada por el éxtasis irrefrenable de sus arrebatos de banalidad. La humanidad, con prisa angustiada, buscará la fuente de la vida en la verdad porque la ahogó el torrente hedonista vacilante de una cultura mediatizada por el error.

 El remedio celestial, entregado por la Esclava del Señor a Santo Domingo de Guzmán, viene a reclamar su espacio en la familia desconcertada por esa soledad manchada de ideologías perniciosas. El santo rosario retorna victorioso para invitar a una conversión dinámica en la acción caritativa con el prójimo. El bien no tiene fronteras ni necesita de revoluciones porque Dios es amor.

 El próximo 13 de mayo los católicos, con la camándula en la mano y el corazón en el cielo, recitarán la fórmula de la santidad, sin tregua y sin rubor, hasta que acabe el tiempo.

 

jueves, 22 de abril de 2021

“Che, pibe, trajiste a la Virgen de Chiquinquirá a Quebracho”




Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

“En aquellos días, María se puso en camino…” (Lc 1, 39)

 

La Provincia de Córdoba (Argentina) levantó, entre sus sierras pampeanas, la Capilla de Nuestra Señora del Rosario del Milagro del Quebracho que está situada a 6.313 kilómetros al sur de la Villa de los Milagros. El lejano templo guarda entre sus reliquias una humilde lámina de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá que fue donada por un foráneo, el 12 de febrero de 2021.

La historia de ese gesto devocional comenzó años atrás (2007) cuando la muy Argentina, profesora de geografía, Mónica Barroso descubrió los bellos escapularios de la Patrona. Eran piezas tejidas por las manos bondadosas de las carmelitas descalzas a los pies de Mamá Linda Renovada de Villa de Leiva y que el almacén Santafer vendía en Chiquinquirá, Boyacá.

Las sorpresas no terminaron con las encantadoras manufacturadas hechas por las religiosas. La fecha de coronación de la Reina coincidía con un momento sublime de su país, la Declaración de Independencia.

El Congreso de las Provincias Unidas del Río de la Plata, reunido en San Miguel de Tucumán, declaró rotos los sagrados vínculos telúricos y afectivos con el rey de España, don Fernando VII, el Deseado. El acto ocurrió el 9 de julio de 1816.

La rueca de las emociones y las coincidencias trazó un destino en el mapa de la historia familiar. El novio de Mónica, Jaime Alfonso Castaño Rueda, destapó sus cartas de amor idealizado. Los inmortales acordes de la Guabina Chiquinquireña gestaron el romance de una declaración indisoluble.

Los promeseros fueron bendecidos y despedidos por un dominico, fray José Enrique Cubillos, O.P., bajo la mirada maternal de la Inmaculada.

 

“Adiós casita blanca”

 

El retorno a Bogotá escribió la despedida. Los amartelados emprendieron su viaje como las aves, rumbo al Sur, hacia la Pampa. Ella con la valija repleta de ropas y un par de atados de escapularios. Él con su morral al hombro y varias docenas de estampas de la Virgen de Chiquinquirá.  El primero de abril de 2008 en la Parroquia Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, Diócesis de San Justo, en la Provincia de Buenos Aires, contrajeron el sagrado vinculo marital.

El apostolado incluyó, en sus tareas de catequistas, donar una estampa o el distintivo boyacense que literalmente chiflaba a los elegidos.  Los afortunados debían ser sometidos a una inspección de culto que incluía una charla histórica sobre la Rosa del Cielo y un examen de conducta religiosa, cuya rigurosidad escolar se imponía con aires de perfecto de disciplina. La familia, merecedora de uno de los objetos, se ganaba el derecho al curso de inducción sobre los prodigios de una advocación desconocida.

No fueron pocos los sin sabores para el colombiano. Su herencia cultural intentaba sembrar el legado de sus mayores en las tierras del tango y del mate a cambio de bambuco y guarapo.

La solución al tema de la mariología chiquinquireña llegó con la certeza de los hechos desconocidos. La Chinca tenía pasaporte argentino. “Pero ¿cómo? Eso no es posible. Vos estás loco…”, decían las voces de los gauchos. Las llamadas de larga distancia, vía sistema de computador, no dejaba demostrar la razón del veredicto: “La Basílica de Nuestra Señora de Luján guarda un cuadro de la Virgen Nacional”.

Muchas esperanzas, dudas y súplicas fundieron el periplo dentro de la expectativa. Los esposos emprendieron la peregrinación a Luján para visitar a la Virgen de Chiquinquirá.

La travesía anhelante se encontró con dos inconvenientes insuperables. La encargada de atender a los turistas negó tener conocimiento del lienzo buscado. A eso se sumó la tardanza de los trabajos de reparación en el monumental edificio, 2009.

La dupla protestó con su quilombo. Por poco generan un zafarrancho tipo Malvinas, 1982. La delicada diplomacia del arzobispo de la Diócesis de Mercedes, monseñor Roberto Radrizzane, flexibilizó normas y corrió andamios para que el matrimonio descendiera al denominado Templo de América, la cripta. Allá pudieron fotografiar la pintura del bogotano, Ignacio Cervantes Castillo, cuya obra, Nuestra Señora de Chiquinquirá, se entronizó el 8 de diciembre de 1980.

El apostolado entró en una fase sin tregua. Solo les faltaba recordar otra singular concomitancia. El señor alcalde de Bogotá, Ernesto Sanz de Santamaría Valenzuela, el 9 de julio de 1922 inauguró en el señorial Chapinero la “Plaza de la República Argentina”.  Esos terrenos pertenecieron a una antigua hacienda, propiedad de los frailes dominicos, donde la Doncella Morena tuvo su capilla a principios del siglo XIX, calle 60 con séptima.

La información se volvió ansiedad, el tiempo marcó su pasó. Estaban listos para volver a la Ciudad Promesa donde podrían llenar las mochilas con el anhelado material, pero se les interpuso la mortal pandemia. La peste les cambió el derrotero. Las nuevas coordenadas fueron: “Latitud: 32º 15’ 15.41’’S y Longitud: 64º 22’ 18.89” O” correspondientes a la Capilla de Nuestra Señora del Rosario del Milagro del Quebracho.

La edificación se debe al tesón de doña Dominga Peralta de Fernández que en 1877 ordenó, de forma testamentaria, la construcción de una capilla que nunca conoció porque falleció. En abril de 1885, el oratorio todavía estaba inconcluso según informe guardado en el archivo del obispado de Córdoba, pero al comenzar la nueva centuria la eucaristía y el santo rosario formaban parte de los oficios religiosos que celebraban con regocijo la fiesta del 7 de octubre.

Jaime, el buen devoto, envío un corto audio donde relató el cómo su oficio de andariego lo llevó a donar la última imagen del tríptico mariano, tesoro de su nacionalidad.

“Estuvimos en la Provincia de Córdoba en una ciudad que se llama Embalse. Allí hay una ermita dedicada a la Virgen del Rosario del Quebracho. Está abierta al turista porque es parte de un campo abierto, sobre una colina donde vive sola. Las gentes vecinas la conocen, los demás la ignoran. Y como fuimos con los arrendadores, que nos alquilaron la vivienda, pudimos visitarla. Es muy bonita y antigua.

Los lugareños refirieron sus costumbres. Ellos explicaron: “si al visitarla vos dejas algo o algún presente vas a volver”. Al ingresar nos percatamos de que había distintas representaciones como Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás y otras sin recuerdo…

Procedí a sacar de la billetera la única estampita de la Virgen de Chiquinquirá, la que siempre me acompañó, copia del lienzo original y la dejamos ahí, junto con las figuras de ese altar.

Entonces, los penitentes que visiten la iglesia van a encontrar a María de Chiquinquirá, en Quebracho. Esperamos verla en el sitio para cuando volvamos a rezarle. Hay una persona que se encarga de los cuidados del recinto. A ella le pedimos proteger a Nuestra Señora de los coleccionistas de reliquias ajenas.

Te pasaremos las fotos y los videos.  Debes aguardar porque hay que recopilar de los teléfonos las imágenes para que te quede constancia. Mónica elaborará un mapa para mayor claridad, que te enviaremos pronto…”

Cuando partieron escucharon sobre los ecos fraternos del hasta pronto: “Che, pibe, trajiste a la Virgen de Chiquinquirá a Quebracho”.

 


miércoles, 21 de abril de 2021

Chiquinquirá, el triduo del desagravio

Imagen del cuadro de la Virgen d
e Chiquinquirá acuchillado en Rionegro, Santander 1913. Tomada de Historia de la milagrosa imagen de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, de su
ciudad y su convento. Bogotá, 1919. Escuela Tipográfica Salesiana. Autores: Cornejo y
Mesanza, O.P.

 

 

 

Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

Los lazos afectivos que unen a Rionegro (Santander) con Chiquinquirá (Boyacá) tienen profundas raíces marianas. La tradición, de romería y de oración, cumplió 108 años desde la horrible noche del 20 de abril de 1913, tinieblas profanadoras.

Hoy, más allá del centenario, los devotos de la Patrona han diseñado un triduo para homenajear a la Rosa del Cielo, la esclava herida.

La idea nació de amigos con intereses comunes en la evangelización desde la escuela de María Santísima. Ellos quieren aportar un modo distinto al protocolo de la Fiesta del Desagravio. Es una pieza escrita sobre el sentimiento del tiempo histórico para entrar en comunión con la memoria nacional.

El camino para este encuentro se diseñó a través de las preces y del párroco de Rionegro. Las plegarias se oponen al olvido porque encienden la fe del corazón. Así, con la virtud de la mística juvenil, las hermanas, Jenny y Jeydy Alfonso de la Ciudad Promesa estudiaron con el devoto rionegrano, Óscar Cristancho, la forma de redactar un momento especial.

El texto, explicó Jeydy, “nació de la inquietud que teníamos por saber si existía un triduo en honor de la Reina de Colombia en el cual se presentara el desagravio. Acto que se le realizó al lienzo de la Virgen Peregrina, que se conserva en la parroquia de la Renovación, años atrás. Además, en este mes de abril se conmemora su aniversario”.

La Sociedad Mariológica Colombiana publica el documento por considerarlo de vital importancia para la historia de La Chinca.

 

Triduo a la Virgen del Rosario de Chiquinquirá en la fecha de su desagravio en Rionegro, Santander. 2021.

 (18 al 20 de abril)

DÍA 1

1.     Acto de contrición

 

2.     Oración de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá

 

 

Reina Madre del Rosario de Chiquinquirá

 

Reina Madre del Rosario de Chiquinquirá, bella flor de nuestra tierra, renovada en destellos de luz y de hermosura, luces radiante en tu imagen soberana los colores del patrio pabellón. Eres Tú nuestra gloria y el orgullo de nuestra raza, madre de Dios y madre nuestra. En rústico lienzo tu rostro se ilumina y renuevas tu imagen en celestial fulgor, dando a tus hijos la graciosa prenda de la luz inmortal de tu Hijo Salvador.

 

Ciñe tus sienes la real diadema que corona tu hermosura y tu maternal bondad, símbolo fiel de nuestro entrañable afecto y de tus hijos el filial amor. A Ti te cantan celestiales voces que te aclaman por Reina de la Paz y el pueblo entero jubiloso te presenta el don de su fervor. En los difíciles tiempos de dolor y angustia Tú, que eres Madre de Misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; extiendes tu cetro soberano y cubres gloriosa con tu egregio manto a todos los que sufren la tribulación.

 

Hermosas flores mezcladas con tierra colombiana dieron a tu precioso lienzo celestial color; brote la tierra perfumadas flores que rindan culto a tu sagrada imagen, madre llena de gracia y virtud. Tu divina presencia renovada, Reina Madre, bendiga nuestra amada tierra y renueve a tus hijos en la luz de la verdad.

 

Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, inagotable fuente de gracia y de ternura; recibe complacida Madre y Señora, la humilde romería de nuestro inquieto corazón que llega peregrino a tu Santuario, casa del consuelo y la alegría, donde tú, Oh Madre Clemente y Pía, escuchas nuestros clamores. Amén.

 

(En el momento de la homilía se sugiere preferiblemente que se tenga en cuenta algunos datos de la historia del desagravio)

 

(Se sugiere este momento en las preces, después de la homilía se realice la petición del día)

 

3.     Petición del primer día:

 

Oh Rosa del Cielo bella flor de nuestra tierra colombiana, protégenos y acógenos en tu manto maternal, a todos los enfermos y a los que hacemos parte de este país para que encomendándonos a tu protección nos veamos reconfortados y sanados de toda enfermedad que nos agobia.

 

Signo: Anímate a ayudar al más necesitado con un mercado o realizando alguna obra de misericordia que creas pertinente.

 

4.     Oración final:

 

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE CHIQUINQUIRÁ

 

Santa Madre de Dios, Reina del Cielo y de Colombia, Virgen de Chiquinquirá que en tu gloriosa renovación demuestras una vez más hacia nosotros tu inmenso amor maternal, venimos hoy ante tu sagrada imagen para rendirte el sincero y profundo homenaje de desagravio por el sacrílego atentado de que fuiste inocente victima aquí en nuestro suelo. Nosotros, verdaderamente arrepentidos de nuestros pecados, venimos también a implorar tu poderoso auxilio en remedio de nuestras necesidades, Intercede por nosotros ante tu Hijo para que, realizando en nuestra vida la voluntad de Dios, crezcamos en la fe y logremos nuestro desarrollo por caminos de paz y de justicia. Madre Nuestra, Virgen de Chiquinquirá, ruega por nosotros. Amén

 

 

"Que María, estrella de la Evangelización, bendiga en abundancia nuestro querido Municipio de Rionegro".

 

 

 

 

Triduo a la Virgen del Rosario de Chiquinquirá en la fecha de su desagravio en Rionegro, Santander. 2021.

(18 al 20 de abril)

DÍA 2

1.     Acto de Contrición

 

2.     Oración de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá

 

 

Reina Madre del Rosario de Chiquinquirá

 

Reina Madre del Rosario de Chiquinquirá, bella flor de nuestra tierra, renovada en destellos de luz y de hermosura, luces radiante en tu imagen soberana los colores del patrio pabellón. Eres tú nuestra gloria y el orgullo de nuestra raza, madre de Dios y madre nuestra. En rústico lienzo tu rostro se ilumina y renuevas tu imagen en celestial fulgor, dando a tus hijos la graciosa prenda de la luz inmortal de tu Hijo Salvador.

 

Ciñe tus sienes la real diadema que corona tu hermosura y tu maternal bondad, símbolo fiel de nuestro entrañable afecto y de tus hijos el filial amor. A Ti te cantan celestiales voces que te aclaman por Reina de la paz y el pueblo entero jubiloso te presenta el don de su fervor. En los difíciles tiempos de dolor y angustia tú, que eres Madre de Misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; extiendes tu cetro soberano y cubres gloriosa con tu egregio manto a todos los que sufren la tribulación.

 

Hermosas flores mezcladas con tierra colombiana dieron a tu precioso lienzo celestial color; brote la tierra perfumadas flores que rindan culto a tu sagrada imagen, madre llena de gracia y virtud. Tu divina presencia renovada, Reina Madre, bendiga nuestra amada tierra y renueve a tus hijos en la luz de la verdad.

 

Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, inagotable fuente de gracia y de ternura; recibe complacida Madre y Señora, la humilde romería de nuestro inquieto corazón que llega peregrino a tu Santuario, casa del consuelo y la alegría, donde tú, Oh Madre Clemente y Pía, escuchas nuestros clamores. Amén.

 

(En el momento de la homilía se sugiere preferiblemente que se tenga en cuenta algunos datos de la historia del desagravio)

 

 

(Se sugiere este momento en las preces, después de la homilía se realice la petición del día)

 

3.     Petición del segundo día:

 

Bella reina de Colombia con tu fial amor enséñanos a perdonar como enseñaste a tu hijo amadísimo Jesucristo y ayúdanos a comprender el dolor que sufren las personas que han dejado sus tierras para buscar una vida mejor. 

 

Signo: En este día te invitamos a que perdones a aquella persona que te ha ofendido para ser ejemplo de restauración que se completa en el amor a Dios que vive y reina por los siglos de los siglos Amén.

 

4.     Oración final:

 

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE CHIQUINQUIRÁ

 

Santa Madre de Dios, Reina del Cielo y de Colombia, Virgen de Chiquinquirá que en tu gloriosa renovación demuestras una vez más hacia nosotros tu inmenso amor maternal, venimos hoy ante tu sagrada imagen para rendirte el sincero y profundo homenaje de desagravio por el sacrílego atentado de que fuiste inocente víctima aquí en nuestro suelo. Nosotros, verdaderamente arrepentidos de nuestros pecados, venimos también a implorar tu poderoso auxilio en remedio de nuestras necesidades, Intercede por nosotros ante tu Hijo para que, realizando en nuestra vida la voluntad de Dios, crezcamos en la fe y logremos nuestro desarrollo por caminos de paz y de justicia. Madre Nuestra, Virgen de Chiquinquirá, ruega por nosotros. Amén

 

 

"Que María, estrella de la Evangelización, bendiga en abundancia nuestro querido Municipio de Rionegro".

 

 

 

 

Triduo a la Virgen del Rosario de Chiquinquirá en la fecha de su desagravio en Rionegro, Santander. 2021.

(18 al 20 de abril)

DÍA 3

1.     Acto de contrición

 

2.     Oración de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá

 

 

Reina Madre del Rosario de Chiquinquirá

 

Reina Madre del Rosario de Chiquinquirá, bella flor de nuestra tierra, renovada en destellos de luz y de hermosura, luces radiante en tu imagen soberana los colores del patrio pabellón. Eres Tú nuestra gloria y el orgullo de nuestra raza, Madre de Dios y madre nuestra. En rústico lienzo tu rostro se ilumina y renuevas tu imagen en celestial fulgor, dando a tus hijos la graciosa prenda de la luz inmortal de tu Hijo Salvador.

 

Ciñe tus sienes la real diadema que corona tu hermosura y tu maternal bondad, símbolo fiel de nuestro entrañable afecto y de tus hijos el filial amor. A Ti te cantan celestiales voces que te aclaman por Reina de la Paz y el pueblo entero jubiloso te presenta el don de su fervor. En los difíciles tiempos de dolor y angustia tú, que eres Madre de Misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; extiendes tu cetro soberano y cubres gloriosa con tu egregio manto a todos los que sufren la tribulación.

 

Hermosas flores mezcladas con tierra colombiana dieron a tu precioso lienzo celestial color; brote la tierra perfumadas flores que rindan culto a tu sagrada imagen, madre llena de gracia y virtud. Tu divina presencia renovada, Reina Madre, bendiga nuestra amada tierra y renueve a tus hijos en la luz de la verdad.

 

Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, inagotable fuente de gracia y de ternura; recibe complacida Madre y Señora, la humilde romería de nuestro inquieto corazón que llega peregrino a tu santuario, casa del consuelo y la alegría, donde tú, Oh Madre Clemente y Pía, escuchas nuestros clamores. Amén.

(En el momento de la homilía se sugiere preferiblemente que se tenga en cuenta algunos datos de la historia del desagravio)

 

 

(Se sugiere este momento en las preces, después de la homilía se realice la petición del día)

 

3.     Petición del tercer día:

 

Oh Madre Nuestra, nos acogemos a ti que nos amas tanto para pedirte por todas nuestras necesidades que vienen del corazón y entregarlas a tu Hijo amado Jesucristo, para que por tu intercesión el mundo logre salir de esta pandemia que ha afectado a muchas personas. Nos acogemos a tus ruegos, Oh Madre Clemente y Pía, escuchad nuestros clamores.

 

Signo: te invitamos a que en este día, con tus conocidos o familiares nos unamos en oración por el mundo entero por el fin de la pandemia y por todos aquellos que han fallecido.

 

4.     Oración final:

 

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE CHIQUINQUIRÁ

 

Santa Madre de Dios, Reina del Cielo y de Colombia, Virgen de Chiquinquirá que en tu Gloriosa Renovación demuestras una vez más hacia nosotros tu inmenso amor maternal, venimos hoy ante tu sagrada imagen para rendirte el sincero y profundo homenaje de desagravio por el sacrílego atentado de que fuiste inocente víctima aquí en nuestro suelo. Nosotros, verdaderamente arrepentidos de nuestros pecados, venimos también a implorar tu poderoso auxilio en remedio de nuestras necesidades, Intercede por nosotros ante tu Hijo para que, realizando en nuestra vida la voluntad de Dios, crezcamos en la fe y logremos nuestro desarrollo por caminos de paz y de justicia. Madre nuestra, Virgen de Chiquinquirá, ruega por nosotros. Amén

 

 

"Que María, Estrella de la Evangelización, bendiga en abundancia nuestro querido Municipio de Rionegro".

 

Parroquia Inmaculada Concepción de Rionegro, Santander: Presbítero Óscar Henry Vera Tammy.

 

Vicarios: Óscar M. Viviescas y Fernando Gamarra O.

 

Diácono transitorio: Neidder A. Pinilla.

 

Laicos comprometidos:

 

Jenny Alfonso

Jeydy Maylen Alfonso (Chiquinquirá)

Óscar Cristancho (Rionegro)




martes, 20 de abril de 2021

Rionegro, 108 años de la Fiesta del Desagravio


Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

La historia de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá fue rasgada por un puñal alevoso en Rionegro (Santander). La crucifixión lacerante del lienzo viajero marcó un episodio de dolor y gloria en esa larga trayectoria de horrores sufridos por la Virgen Nacional.

La noche del 20 de abril de 1913, la mano matricida de un fanático cortó la pintura con el criminal placer de los sicópatas. La incisión letal comenzó sobre la parte superior, detrás de la cruz de san Andrés. La línea del filo atravesó la figura con pulso tembloroso hasta la mano del apóstol. Ahí realizó una especie de giro en U se enderezó horizontalmente, y por debajo de la mano izquierda de la Patrona, siguió recto hasta el codo de san Antonio de Padua. Luego bajó con fuerza hasta el empeine. Cansado el trazo se inclinó a la derecha y salió feroz sobre los dedos del pie izquierdo del taumaturgo con lo cual la tela quedó partida en dos salvajes trozos.

El acto sacrílego, patrocinado por unos gamonales de tinte liberal, generó un escándalo nacional entre los estamentos gubernamentales de los departamentos de Boyacá y Santander. La onda brutal de la noticia fue doblegada por las rotativas capitalinas. El suceso de intolerancia religiosa fue un tema de provincia, cuyo hecho aislado no merecía más que la atención legal local. Las investigaciones, aturdidas por el proceso electoral, bajo un gobierno conservador, generaron un pronto silencio mediático.

El pueblo rionegrano levantó su voz católica contra la indiferencia de una prensa afásica. El párroco envió a Chiquinquirá placa dorada con el “Voto de Desagravio”. Anualmente, un festejo religioso de reparación pide perdón por la profanación.

La herida, testimonio centenario, sigue cicatrizando bajo el altar de la capilla de la Renovación en la Villa de los Milagros. 

jueves, 15 de abril de 2021

La Virgen de piedra, herencia sin ficción


 


Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

Los amantes de las viejas fotografías suelen mostrar su linaje romántico cuando encuentra una imagen del templo de Nuestra Señora de la Peña.  El encanto bucólico de aquel paisaje los induce, por lo general, a tildar de “leyenda” el milagro tricentenario del oriente de capitalino.

El término, bello en poesía junto a la chimenea, no se ajusta a la realidad. Las estatuas que guarda la ermita narran una historia distinta dentro de la mariología bogotana. Esta disciplina invita a desentrañar la semántica de la palabra “legenda”: “lo que ha de ser leído”.

La lectura de ese episodio requiere un tiempo superior al que donan las enciclopedias y portales de turismo distribuidos por la internet. El medio repite errores, mezcla opiniones con anécdotas de caminantes y preguntas sin respuestas.

El oficio de la rapidez contemporánea no deja espacio para contemplar las profundidades de la tradición. El vistazo pasajero a la fotografía del monumento y el gesto de sorpresa pronto se pierden en el anhelo de conocer la capilla. La prisa devora los planes y el olvido, patrimonio inmemorial de la nacionalidad, impone su doctrina de amnesia con un brillo triste de ausencia.

Colombia, cuando debe estudiar la grandeza cultural de su pasado, busca el refugio de los estudios foráneos porque allí tienen la ilustración de la civilización.

Aquí, en estos renglones, no se hablará de los muchos años de estudio de la Sociedad Mariológica Colombiana para demostrar que la crónica de la Virgen de la Peña es un milagro con memoria divina, sólida roca.

 

martes, 13 de abril de 2021

La Virgen de Chiquinquirá, historia multicultural


 


Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

Los frailes dominicos del Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá emiten por redes sociales (facebook) el programa Rosa del Cielo. Este espacio retoma la herencia de las oraciones de María Ramos para rescatar el legado evangelizador de la advocación nacional.

Fray Ariel Calixto Castellanos, O.P., apoyado por el prior del convento, Carlos Mario Alzate, O.P, y la Emisora Reina de Colombia, lanzó el primer capítulo, el 19 de febrero de 2020. Las críticas y los elogios fustigaron a los pioneros con las alegrías y las incertidumbres propias de un mundo en pandemia.

Varios elementos informativos, propios de las ciencias de la comunicación, no se ajustaban al formato de televisión. El grupo de colaboradores experimentó el rigor de las cámaras en una secuencia de luchas y motivaciones para narrar una historia desconocida. Hablar de la Virgen Santísima y sus hechos centenarios requería esfuerzos inauditos ante una audiencia exigente. La mayoría de libretistas, guionistas, luminotécnicos, presentadores y camarógrafos estaban formados en otras disciplinas del saber humano.

El esfuerzo, en los primeros meses, pasó de la quijotesco a lo heroico. El ensayo y el error dictaron su catedra de organización.  Los noveles comunicadores aprendieron del oficio a buscar mejores alternativas para su público, sobrevivieron al primer año. Aplauso de pie a la voluntad que narra cultura.

Hoy se trasmite los miércoles desde el altar de la Patrona Es una fantasía de sueños raizales. Los amigos chiquinquireños asumieron la misión de contarle al mundo una historia asombrosa: la teología de la renovación, historia multicultural colombiana.

jueves, 8 de abril de 2021

La senda de María, el camino ecuménico

 


Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana.

La unidad de los cristianos, esperanza del Redentor, está invitada a encontrar en la maternidad de María Santísima una senda indivisible hacia el corazón de la Divina Misericordia.

Ella es la criatura diseñada por la voluntad de la Trinidad Santa para ser parte consustancial del Verbo.  Allí, en su seno virginal, se gestó la verdad de un misterio asombroso:  Madre de Dios, celosa guardiana de su decálogo.

Sería entonces razonable concluir, bajo la precisión de las potencias del alma en el Espíritu Santo, que María es el aglutinante perfecto para restaurar los credos y sus razones ideológicas en la unicidad trinitaria del Cristo resucitado.

Los hijos huérfanos, separados por las tradiciones atávicas de la historia cultural de la religión, no están exentos de una fe buena en la confianza. Ellos pueden encontrar en la oración universal de María, “Hágase en mí según tu palabra”, la luz definitiva que ilumine sus preguntas con las respuestas de su Unigénito.

La Iglesia católica, maestra en salir al encuentro de las almas, tiene en su doctrina la esencia gigante de la rica biblioteca mariológica, argumento total para el encuentro.

El discípulo de Jesús hallará en María, Reina de la Familia, la dinámica del acto creador del Altísimo, la humildad. María, la escuela del cristianismo, convirtió la obediencia en el sagrario del Evangelio, aula universitaria del amor salvador.

El mandamiento de María, “Hagan lo que Él les diga”, debería ser el lema del ecumenismo.


lunes, 5 de abril de 2021

“Rezar en comunión con María”


 


Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana.

El santo padre Francisco entró en la historia de la Mariología contemporánea por la puerta grande de los conceptos diáfanos.

El pasado 24 de marzo, la lumínica claridad pontificia generó sombras y dudas en sus detractores. El ministerio petrino fue atacado por el denuesto formal del agravio. La verborrea mediática estalló feroz por un párrafo aclaratorio dentro de su catequético sermón mariano.

“…La Virgen que, como Madre a la cual Jesús nos ha encomendado, envuelve a todos nosotros; pero como Madre, no como diosa, no como corredentora: como Madre. Es verdad que la piedad cristiana siempre le da bonitos títulos, como un hijo a la madre: ¡cuántas cosas bonitas dice un hijo a la madre a la que quiere! Pero estemos atentos: las cosas bonitas que la Iglesia y a los Santos dicen de María no quita nada a la unicidad redentora de Cristo. Él es el único Redentor…”

Esas frases propedéuticas reafirmaron una verdad universal que el católico, primariamente formado, debería comprender: Sí, María Santísima no es diosa, es criatura. Y en esa misma línea de pensamiento Ella vive obediente a la realidad omnipotente del Creador. Su fiat aceptó la misión salvadora del Redentor dentro de su alma y su vientre. Su sangre testificó la eternidad omnímoda del Dios, Trino y Uno.

La feliz aclaración del Papa crea una cátedra renovada para abordar la teología mariana desde la perspectiva dogmática: María es la Madre del Redentor y por voluntad del Altísimo colaboró, asociada al dolor de su Unigénito, en la redención del género humano.

En síntesis, rezar en comunión con María es poseer la totalidad del corazón de la Divina Misericordia, causa vital de la redención.

sábado, 3 de abril de 2021

María Dolores de Chiquinquirá


 


Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 “Lc 2, 35”.

Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá tiene una colección de espadas de dolor incrustadas en el corazón de su historia. Los episodios de la esgrima sacrílega tuvieron el impulso oscuro del vicio refractario.

La lista tiene el oprobio del pecado disfrazado de caciquismo político, la gula del poder, la avaricia del hurto, la ira del incendio anónimo, el ataque a mano salva y una ojeriza impregnada de soberbia luciferina. Acción que avergüenza al decoro nacional cuando escucha a los docentes maquillar sus clases con tebeos escolares destinados para memorizar el olvido, tarea colombiana.

Al levantar el telón de los recuerdos chiquinquireños se escucha un sonido de rumores desdichados. La oralidad raizal, atada con mutismo y eufemismos, impone el silencio dictatorial de las ausencias, norma de alcance nacional.

Para no despertar el inconveniente de conjurar el peligro de la verdad, las siguientes notas solo resumirán algunos atentados cuyos aconteceres fueron tatuados en la tradición mariana de la patria con el filo del puñal.

Inventario del desastre

El primer relicario de turbación se abrió durante la llamada Peste de Santos Gil, 1633. El arzobispo Bernardino de Almanza impuso su autoridad sobre el padre Gabriel de Rivera Castellanos, guardián de un santuario rico en milagros, pero pobre en cuidados pastorales.

La salida de la Patrona para la señorial Tunja y luego para Santafé de Bogotá, la ciudad del Águila Negra, fue aprovechada por las autoridades virreinales para no devolver el santo lienzo a su morada boyacense. La victoriosa cruzada de sanidad liderada por la Madre de Dios, Salus Infirmorum, triunfó, pero Ella no volvía.

La burocracia colonial santafereña, con cierta tentativa de hurto, violó las normas estrictas establecidas para el regreso. Varios debates jurídicos lograron el retorno de la Virgen a su terruño, dos años y medio después de su sentida partida.  Los devotos muiscas festejaron el triunfo del retorno.

La lección fue aprendida por los lugareños: el poder no tiene reglas, excepto aquellas decretadas para favorecer a sus benefactores. La Santísima Virgen María vivió tranquila los siguientes 183 años hasta cuando la forzaron a salir bajo llave y de afán.

El estigma de las bayonetas

En 1816, el Pacificador, don Pablo Morillo, avanzaba por los feudos granadinos a paso de carga y cadalso. El conde de Cartagena quería ajustarle las cuarenta a las Altezas Serenísimas de Bogotá.

El contingente de Sebastián de la Calzada se encontró, en el páramo de Cachirí, con una mesnada de labriegos armados con garrotes. Los pobres bisoños fueron entrenados con peroratas de acento grecolatino humedecidas con chicha. Los tercios de Fernando VII, ante tan formidable fuerza agropecuaria, optaron por una retirada táctica. El líder de la recluta forzosa, José Custodio Cayetano García Rovira, doctor en teología y jefe por ausencia de mando, les ordenó atacar. La derrota para las armas de las Provincias Unidas de la Nueva Granda se transformó en una masacre cuyas consecuencias aún destilan el hedor de una incertidumbre inmarcesible.

Los impolutos héroes, sobrevivientes de la calamidad, huyeron a caballo con velocidades dignas de Eolo. El Señor de los Vientos los contempló correr con un asombro inquietante. Ellos, los valientes indomables, se detuvieron fatigados en Chiquinquirá.

Entre la soldadesca recogida, para carne de cañón, entre los villorrios y veredas llegó a las tierras de la Patrona el cabo Antonio Martínez, hermano de Pedrito Pascacio, el niño lancero. El suboficial se robó unas piedras preciosas de la Virgen. Fue apresado y sometido a un juicio de cantina. Su abogado, de apellido Serrano, inventó una comedia que lo liberó. Según el sindicado, la Virgen le donó sus preseas para el sustento familiar. El sainete jurídico ocurrió el 19 de abril de 1816.

El comandante del ladrón era un mercenario de nombre Manuel Serviez. Él expidió un decreto donde se prohibía recibir milagros de la Virgen María de Chiquinquirá. Además, aquel soldado de fortuna, elevado a general por los decretos del miedo, no tuvo inconveniente en profanar la casa de Dios, tomar la sagrada pintura, embalarla en una caja de madera y salir en desbandada para los Llanos.  El veterano de las retiradas, fue secundado por Francisco de Paula Santander cuyos hechos de cobardía los denunciaron, en su momento, Camilo Torres, José María Córdova, el héroe de Ayacucho y el negro Leonardo Infante, un centauro que ascendió a Teniente Coronel por los corajes de su lanza en las Queseras del Medio.

Serviez, el cuartelero, cortó las cabuyas de la tarabita sobre el Río Negro en el alto de Sáname, (Cáqueza, Cundinamarca). Los paladines abandonaron a sus infantes para poder ejecutar otra hazaña homérica, la defensa estratégica de la guerra patriótica: la huida relámpago. La matanza de los rústicos engordó los buches de los cóndores andinos.

Los dominicos regresaron con la Rosa del Cielo a Santafé. La Virgen fue escoltada por los carabineros de la caballería castellana, el alto clero y una muchedumbre de damas agradecidas con los invasores. Los Húsares de Fernando VII salvaron al milagroso cuadro de la rapiña mezquina de los egregios irreverentes. Hasta este reglón, no sabe el redactor si sentir o padecer porque la mística épica de la Patria Boba no coincide con la Historia.

El rastro de las raposas

La siguiente década, la de la tiranía de los libertarios, volvió a escandalizar a la Villa de los Milagros. La noche del 12 de enero de 1826 vio a Ignacio Gutiérrez robarse unas alhajas de Nuestra Señora de Chiquinquirá y fugarse por la misma trocha de herradura seguida por Serviez.

Los sabuesos, enviados por la autoridad competente, aprendieron al maleante en la Villa de San Diego de Ubaté. El pleito y su escándalo generaron las suspicacias propias de las reseñas boquigráficas de las aldeas granadinas.

La restitución de la honra dominica pasó por la prensa. A finales de marzo de 1826, en la bogotana plazuela de San Francisco, la imprenta de F. M. Stokes publicó el folleto titulado:  Vindicación del padre fray Casimiro Ant. Landínez prior del convento de Chiquinquirá por atribuirle complicidad en el robo de las joyas de la Virgen perpetrado por Ignacio Gutiérrez.

La tinta remplazó a la saliva y el suceso cambió de escenario en el tiempo, pero no de sujeto legal. El señor Francisco de Paula en su ley de fuga, y veinte años después, era el presidente de la República de la Nueva Granada. El mandatario ordenó que los bienes del convento dominicano se repartieran entre los colegios de Vélez y Chiquinquirá. Ese fue el culmen del agradecimiento a la Madre Morena, que le cubrió la espalda en Cáqueza. El almanaque marcó el 9 de julio de 1836.

Detrás de la convención para legalizar el fraude, por un gesto dictatorial del rábula, estaban los codiciosos. Los áulicos del funcionario amaban los destellos de unas piedras brillantes.

El periódico La Bandera Nacional (17 de marzo de 1838) dejó consignadas las delicadas acciones de la Cámara de Representantes sobre el asunto. (7 de marzo).

 “Pasó a una comisión el proyecto de decreto sobre adjudicación de las alhajas de la Iglesia de Chiquinquirá”.

Ante el ejemplo de honestidad procera de los prohombres, dedicado a cuidar los valores religiosos de su etnia, se cierra ese capítulo turbulento para leer las andanzas de sus herederos.

El notablato de las vulpejas del valle del Saravita planeó y ejecutó el robo de una corona y dos ángeles de la Virgen de Chiquinquirá. De aquella fechoría siniestra quedó la fecha: 1868, y más gastos para los dominicos. Fray Buenaventura García, O.P., mandó a los obreros de la forja libre diseñar fuertes rejas para instalar en las ventanas del templo. La idea era evitar más jornadas sacrílegas patrocinados por los racionalistas. Las crónicas de aquella época narran la eterna esencia de la colombianidad: “parte del tesoro se recuperó, pero el ladrón se escapó” … porque era muy conocido.

Los ventanales quedaron resguardados, pero la seguridad fue seducida. Pasados los festejos de la promesa grande, en la sabatina noche del dos de enero de 1886, el dentista, Joaquín Gómez, decidió mejorar el prontuario de sus antecesores. Él se robó las gemas de la Patrona, pero no pudo volver a salir del sacro recinto.

Fray Buenaventura, ducho en esos menesteres, denunció el pillaje desde el púlpito con su voz patriarcal de pastor ofendido. Los fieles de la misa dominical convulsionaron. Los parroquianos envalentonados montaron en cólera y diseñaron un elitista bloque de búsqueda. El alcalde, a la cabeza de sus agentes, encontró al fulano escondido en las bóvedas de una de las torres. La caterva sedienta por colgar al culpable del pescuezo desencadenó el horror, justicia punitiva. Gómez se descerrajó un tiro en la sien derecha con tan buena fortuna que su agonía, de tres horas, le alcanzó para el auxilio sacerdotal. La tarde se empleó en un sentido desagravio por tan execrable fatalidad, hurto y suicidio a los pies de la Virgen. Las piezas del tesoro se recuperaron de varios rincones.

 Esta vez la pluma liberal registró el hecho en un intento de crónica roja. Don José David Guarín redactó El cinturón de la Virgen de Chiquinquirá. La Imprenta El Artista de Bogotá lo publicó en 1908.

 Llamaradas sectarias

El siguiente acaecimiento tiene el ardor de los pirómanos. El 12 de agosto de 1896, la Patrona tuvo una afrenta encendida en calores voraces. Afortunadamente, tres alegres compadres paseaban por la Plaza de la Libertad, cerca de la media noche con aires de tufo y serenata. Los señores Elías Páez, Estanislao García y Luis Felipe Salazar dieron la alarma urgente a la ciudad dormida y nadie despertó porque no escucharon la voz del campanario. Fueron al cuartel militar y por poco los meten presos por bochincheros. Ante la irremediable adversidad del infortunio cruel, Paez desenfundó su revólver y echó plomo al aire con pasión de sicótico energúmeno. La singular medida fue apoyada por el jefe de la fuerza pública. La plomacera sacudió a la población de los brazos del soñoliento Morfeo.

 El sacristán tocó a rebato las campanas con la fuerza del calor enloquecido. Las llamas avanzaban incontenibles por la sacristía, el colegio y el tejado.

 La desesperación se convirtió en un heroísmo disciplinado por las circunstancias. La feligresía se arrojó dentro del edificio a salvar el tesoro de la nacionalidad con implacable serenidad de titanes porque la Señorita estaba en peligro de ser incinerada.  Mardoqueo Z. Rincón escribió la noticia titulada: Incendio del colegio y parte del templo de Chiquinquirá- Narración descriptiva de tan espantosa catástrofe. Chiquinquirá. Imprenta de Fajardo, 1896.

 Entre los héroes anónimos de aquella jornada estaba el general Hipólito Castaño Ramírez, el único sobreviviente de la histórica degollina de Salamina (Caldas), 22 de marzo de 1879. El oficial se radicó en la Ciudad Promesa porque ese día, escondido en unos cornizones de la parte alta del improvisado cuartel, le rogó a la Virgen de Chiquinquirá que le salvara la vida. La carnicería de zaguán, liderada por Valentín Deaza, dejó decenas de conscriptos decapitados con el cuchillo de la ira asesina.

 Para 1896 Castaño era uno de los alcaldes de la localidad, testigo de una angustia infernal, a la que enfrentó con el liderazgo de una deuda de fe, hombre de honor y guerra.  Su tataranieto, que redacta estas líneas, le agradece su devoción a la Chinca, tradición que injertó en la genética familiar. Ese acervo pasa ya por seis generaciones de peregrinos que rezaron el rosario a través de los siglos.

 Los baldes de agua, llevados por la comunidad, salvaron el baldaquino de un siniestro imperdonable. ¿Y quiénes fueron los responsables del atentado? La respuesta la tiene guardada la investigación exhaustiva cuyo fallo inapelable es la amnesia.

 La humareda se disipó, pero los fuegos volverían en forma de banderas y tedeum. La guerra de los Mil Días trajo su furor homicida hasta el santuario de María.  

 El 16 de agosto de 1900, el generalísimo Próspero Pinzón entró, bajo arcos de triunfo, a la iglesia y dejó a los pies de la Virgen de Chiquinquirá su espada vencedora en Palonegro. Venía a pagarle la promesa por la victoria que salvó a Colombia de los planes tenebrosos de los cachiporros, gentuza libertina.

Según los cortesanos del Palacio de San Carlos, Pinzón derrotó al tridente de herejes contumaces cuyos apellidos eran motivo de espanto para las monjas: Uribe, Herrera y Vargas Santos. Sus cómplices siguieron la refriega. El 12 de enero de 1901, Benito Ulloa llevó a sus huestes liberales para disparar fusiles Grass contra el convento y el templo.

El motivo de la acción bélica era vengarse, en el atrio de la Patria, de la devoción conservadora por el Redentor. Allí, monjes y gobernantes, defendían el catolicismo de la Regeneración pilar de la república cristiana ideada por los venerables estadistas, Núñez y Caro.

Como la contienda fratricida tenía ocupados a los grandes estrategas, en cuidar sus haciendas, lejos del frente, le tocó empuñar el sable a un jovenzuelo para defender a su Reina.  El valiente, Jesús Vargas Fajardo, lideró un combate defensivo hasta ser reforzado con tropas del Gobierno el día 13. Los colorados se retiraron luego de azotar a unas mujeres y quemar varias casas donde habitaban los godos.

Esa generación, la que salvó de la hoguera y del encono político el altar, cometió un crimen de Lesa Majestad Divina. El acto asombró a los relapsos por su malicia resabiada de turbamulta salvaje. El detonante de la pendencia fue el decreto del obispo de Tunja, Eduardo Maldonado Calvo, que ordenó el traslado hacia Bogotá del lienzo de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá para su coronación durante el Congreso Mariano de 1919.

El alcalde, Campo Elías Pinzón Tolosa, dictó una norma que instaba a desobedecer la prudente medida del prelado. El tumulto se rindió al oficio de la barbarie. Muy pronto, en los mentideros de la plaza de la Constitución, la del poeta Julio Flórez, se reunieron los servidores del desastre en una amangualada camaradería de sectarios. Los izquierdistas zalameros se confabularon con la insidia en aras de calumniar a los frailes.

El contubernio, entre rufianes y gamonales, lanzó su proclama de falacias a la voracidad verbo lingüística de las marchantas. La consigna hizo estremecer de rabia al motín. La gente murmuraba: “los dominicos se robaron el cuadro de la Virgen y lo van a vender en Bogotá”.  Los tunjanos, por el correo de las brujas, alertaron a los pobladores sobre la voluntad de monseñor Maldonado de colocar en entredicho a la Ciudad de la Virgen.

La voracidad desenvainada de la hablilla incendió la sangre del tumulto. Los ideólogos de la demagogia insertaron el desorden social en la barriada. El alarido de la desesperación anuló a la cordura. El puñal y la pistola se apoyaron en el bordón y este, en el machete. La revuelta apóstata, cuya soberanía era la locura, se lanzó al abismo del suicidio histórico sin más patíbulo que su procesión trágica.

Las tinieblas del 21 de junio de 1918 se vistieron de bajeza. Cuadrillas de forajidos iniciaron la marcha del perjurio. Ellos atacaron con hachas las puertas del templo tutelar, rompieron los goznes y mancillaron el ara con su pestilente presencia de ebrios iracundos. Golpearon a los padres con alevosía. La degradación cayó en el averno de su propia inmundicia. La democracia de los vándalos y las verduleras optó por secuestrar el lienzo. Lo llevaron para la capilla de la Renovación. El infame escándalo llegó a los linotipos del periódico El Tiempo. La Colombia católica cayó de hinojos avergonzada. Los albañiles, de escuadra y mandil, vociferaban satisfechos su derecho a la anarquía.

La diplomacia de Marco Fidel Suárez puso en orden a la villa y a sus matronas. Ellas sacaron en hombros a la Virgen para iniciar su recorrido hasta Bogotá donde tuvo su apoteosis real, 1919. Los hijos de la iniquidad recibieron como premio legal el extravío del expediente de sus delitos.

Las entrañas vivas de la tela guardan otras heridas entre el tintero de este relato diseñado para recordar olvidos.