Profesor Julián Orozco.
Si bien es cierto que conocemos -como católicos y los hermanos
protestantes- a la Madre del Señor bajo el nombre de María; cabe preguntarse
por qué dicho evangelista -Lucas- le describe con el verbo pretérito -era- que
va indicando que fue, es decir ¿ya no es? O ¿ya no se le puede nombrar así?
Ante tal composición gramatical y estructural del acercamiento de dicho
escritor sagrado a la realidad acaecida en Nazaret y que fue suministrada a él,
de acuerdo a los hechos narrados por la misma Madre del Señor -Lc 1, 1ss-,
hallamos cierta desviación del objeto y cierta contextualización del sujeto
dentro de la acción judía, para una mejor comprensión de lo que Yavé quería
trasmitir. El objeto es el ambiente en que se hallaba aquella Mujer -la Madre
del Señor-, y el sujeto es Ella misma -Evangelio de Bartolomé XX-. Podemos
hablar de una desviación -objeto- ya que el lugar expuesto es una aldea y
dentro de la misma, una sencilla casa con un receptáculo, en donde habitaba una
familia; esta familia tenía algo muy particular, no era como las otras,
dedicada a múltiples oficios que si bien desarrollaban con perfección, la mayor
perfección era el trabajo que se realizaba para la gloria de Yavé -la oración-,
y como fruto de este trabajo para la gloria de Yavé se llevaban a cabo las
demás tareas encomendadas -aseo de la casa, tejer, cuidar las ovejas, lavar la
ropa, etc-. De aquí que se pueda entender la desviación del objeto -ambiente-,
puesto que no era un palacio, ni una hacienda, ni un castillo; una sencilla
casa de una aldea.
Ahora bien, la contextualización del sujeto es donde se debe hacer
hincapié, ya que, pese a que el objeto no es un castillo, ni un palacio, ni una
hacienda, ni nada lujoso, si es el sujeto en sí misma, representa la perfección
de Yavé en sí mismo y en Ella misma. De esta forma el enviado de Yavé
-Gabriel-, quien en su estructura nominativa -hebraica- está demostrando la
fuerza venida de Dios, una fuerza que trasforma y una fuerza que libera, actúa
determinativamente en Ella misma -sujeto- trasformada y liberada desde toda la
eternidad, es decir reconoce la Omnipotencia de Yavé -el ángel- en Ella.
La fuerza -Omnipotencia- trasformadora de Yavé actúa en Ella -el sujeto-,
con el único fin de trasformar todo lo creado, de llevarlo de bueno a perfecto
-Gn 1, 31-. En el relato del autor sagrado -Lucas- vamos encontrando -texto
original- elementos valiosos que nos permiten esclarecer la dinámica perfecta
de Yavé, tan así es la dinámica -de Yavé-, que enuncia el nombre del sujeto
-María- pero que a su vez es toda la gracia de Yavé, en otras palabras; es todo
Yavé contenido en Ella.
De lo anteriormente expresado, se vislumbra la acción del sujeto -María-
trasformada por la misma acción de Yavé -Dios-, pareciese como si fuesen dos
acciones conjugadas en una sola, que en un primer momento la acción de Yavé se
une en totalidad a la acción del sujeto -María-; el evangelista accede a este
gran misterio donde se funden dos acciones -dos voluntades-, tanto la divina
como la humana, centrándose el mismo autor sagrado -Lucas- en la voluntad
humana que refleja la voluntad divina. En 1, 28e Lucas demuestra lo que Yavé
-Dios- es con aquella que fue (era) -Lc. 1, 27d-, pero que siempre es en un
eterno presente con Dios.
De este modo la interacción directa entre el ángel y el sujeto -María-, en
conformidad como está escrito desde la concepción de Lucas -como le fue
contado-, revela algo sorprendente -maravilloso- que permite entender mejor lo
que antes era y que ahora no, pero que siempre ha sido así sin ser lo que era,
sino lo que es: María - κεχαριτωµένη (llena de gracia).
Es muy fácil remitirse a María, por ser el nombre de la Madre del Señor, pero
es más difícil comprender quien es Ella -κεχαριτωµένη- para Dios. Desde épocas
inmemoriales, el nombre de María se ha utilizado en por mayor para con las
niñas de diversas culturas -Pseudo-Mateo XIII, I-, sin embargo, desde la
cultura judía este nombre alcanzaba su máxima expresión en cuanto a la
referencia que en sí mismo tenía; los progenitores esperaban que fuese -su
hija- la Madre del Mesías. En un sentido lato significa la hija predilecta del
padre.
Referirse a la Madre del Señor como Él -Dios- la entiende, queda inconclusa
cualquier apreciación que se haga o se trate de ejercer buscando una
explicación; como Dios lo expresa a través del angel -κεχαριτωµένη- es más que
una totalidad -llena-, puede ser similar a contener lo incontenible o represar
lo que se rebosa, que en sí misma está pero que a su vez sigue estando y
continuamente se renueva, se rebosa pero se contiene; nada se sale de Ella.
Todo lo que es Dios está en Ella y todo lo que es Ella es de Dios. Se puede
observar según la gramática de Lucas, que Ella es la manifestación más sublime
de la creación y que todo lo que ha sido creado tiene razón de ser en Yavé
-Dios- desde la acción creadora en Ella, es el punto más alto, más perfecto de
la creación.
En efecto, el nombre de María es y seguirá siendo usado por millones de católicos
en el mundo, así como por los hermanos protestantes y toda persona que tenga
referencia por la Madre del Señor; sin embargo, no se puede olvidar que María
en su nominativo es así: María. Pero en el lenguaje divino es κεχαριτωµένη,
donde rebosa toda la acción de Dios para con la humanidad -desde donde se nos
comunican todas las gracias-; -XIX Oda de Salomón-.