jueves, 30 de agosto de 2018

Bogotá, he aquí a tu madre





Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana


“…Venid, pueblos todos, a visitar a la Virgen de la Peña, no reparéis en distancias, trabajos y de los caminos, que pues nada se quedará sin la retribución con ganancia…” Juan Agustín Matallana, 1815.


Nuestra Señora de la Peña, la primera dama del cielo bogotano, se se vistió de roca pura para soportar la indiferencia de sus amados hijos de Bacatá.

La historia de esta advocación, tan querida por los abuelos santafereños, asombró a las leyes de la física, el arte y la teología por el excesivo gesto de Dios. El Altísimo le donó un prodigio superior y exclusivo a la urbe de la santa fe, su ciudad predilecta.

El asombro misterioso, escrito sobre los renglones de los siglos XVII y XXI, sigue cuestionando la conciencia más escéptica y atea con un resultado idéntico en la percepción racional del fenómeno: estupor.

La estupefacción no deja espacio para verificarlo todo. El impacto visual es totalitario, es deslumbrante sin importar credo o duda. El alma tiembla reverente ante semejante prodigio, tallado en piedra como las Tablas de la Ley.

La realidad soberana pesa 300 arrobas de roca doblegada por el delicado trazo del artista divino que delineó las figuras del conjunto escultórico de la Sagrada Familia de la Peña en un instante de fuego.

Tremendo y radical esfuerzo costaría intentar narrar el acontecimiento de una escultura labrada sobre el filo de un abismo de 600 metros de profundidad.

A su primer historiador, Juan Agustín Matallana, le costó nueve años de indagaciones probar la certeza increíble del prodigio y al padre Ricardo Struve once, y las investigaciones posteriores del cronista llevan ya una década de fascinantes arrobamientos al intentar dar unos pasos, un poco más lejos que sus antecesores, entre los archivos, los acontecimientos y los escarpados filos donde el vértigo estremecedor agita a los vientos del oriente en cuyos ecos se escucha: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (Mateo 14, 31).

Quizás ese sea la raíz del olvido bogotano, la duda que impone su dictadura de indolencia. La vacilación pasa la cuenta de cobro porque es carísimo venerarla en su calidad de alteza real, maternidad divina. Solemne insistencia de la totalidad.

Si el alma del romero se permite ser tocada por Ella, el bendecido no podrá dejarla, virtud de la desazón. En esta devoción tan raizal y conturbadora existe un secreto, sin tregua y sin remedio. El amor de Cristo consume al individuo en un oficio sagrado, la Eucaristía. No en vano el príncipe de la milicia celestial, san Miguel arcángel, edecán pétreo de esta obra singular porta una custodia con la sagrada hostia.

¿Dónde, en este mundo, existe un portento igual?

La respuesta requiere conocer a la Virgen de la Peña para lo cual no basta con ejecutar la romería del turista disfrazado de peregrino dominical. Hay que convertirse en su hijo, más que en su devoto. Esto es una actitud imperativa en el ritmo de un sentir interno y fervoroso.

El llamamiento vivaz enciende esa búsqueda inclemente y anhelante que no se puede saciar con una fugaz visita. El maternal cariño de María Santísima ratifica un canto de protección: “…Como los montes rodean a Jerusalén, así el Señor rodea a su pueblo desde ahora y para siempre…” (Salmos 125, 2).

Queda pues el reto escrito de una invitación que subleva al encanto del reposo. Hay que subir la loma de Los Laches y escalar el arisco picacho del Aguanoso en una cruzada magnifica que reclama la embriaguez mística de una sencilla plegaria: avemaría.

El sustento de esta provocación queda documentada con algunos testimonios desarchivados de los silencios latientes que se cruzaron en las sendas andariegas que pasan por entre esas breñas esquivas.

“…No cabe duda que esta ciudad de Santa Fe y Nuevo Reino de Granada goza de la especial protección y muy distinguido amparo de Jesús, María y José. Esta iglesia catedral la reconoce por titular en el misterio de la Purísima Concepción: casi no hay iglesia, ermita, convento, monasterio y cofradía que no esté dedicada a tan Sagrada Familia, en todas las provincias de la Nueva Granada. El pueblo de esta ciudad de Santa Fe lo demuestra con los ejercicios de devoción, especialmente el día 19 de cada mes.

Con este reconocimiento procedió el muy ilustre ayuntamiento, y se comprometió por unánime consentimiento de todo el cuerpo, en acta celebrada el día 6 de diciembre de 1814, ‘a celebrar una fiesta con asistencia y expensas propias, el domingo tercero de la Epifanía, en la iglesia catedral, en honor de Jesús, María y José, poniendo de nuevo a todo el pueblo bajo de tan soberano amparo’.

Con poco que se reflexione sobre lo que se halla escrito de la protección de Nuestra Señora en la América, se conoce con evidencia que es muy especial y singular para con los indios, gente pobre y sencilla, a quienes con frecuencia se les debe dar a conocer de todos modos, repartiéndoles el pan del mejor modo que lo pueda conocer y entender.

Esta es la obra más gloriosa y la ocupación más deliciosa que tenemos los sacerdotes, porque resulta en honor de Jesús, María, y José y en mucho bien de las almas, cuyo alimento espiritual es la palabra divina; con ella destierran su ignorancia, se hacen sabios y temerosos de Dios; con ella aprenden a sufrir con paciencia y llevar con gusto las penalidades que les resultan de los diversos climas, diferentes lugares, variedad de temperamentos e intemperie de los tiempos. Con tan santa ocupación son elevados los curas a lo sumo de la santidad como luceros resplandecientes en el cielo de la Iglesia; con ella se ganan la estimación de los pueblos, la abundancia de los bienes, la seguridad de sus conciencias, la tranquilidad en la muerte, la misericordia en el día del juicio, el cariño de Jesús, María y José y la salvación de sus almas…” (Cf. Juan Agustín Matallana. Historia metódica y compendiosa del origen, aparición y obras milagrosas de las imágenes de Jesús, María y José de la Peña que se veneran en su ermita extramuros de la ciudad de Santafé de Bogotá, Provincia de Cundinamarca en la Nueva Granada. Imprenta de C. B. Espinosa. Pág. 49). Documento Biblioteca Nacional de Colombia.

Y la posmodernidad con sus redes sociales no es ajena al escaso fenómeno del agradecimiento. En el facebook Santuario Nuestra Señora de la Peña Bogotá, del 18 de abril de 2018, dice:

“Cuando usted entra a esta página espiritual no sabe cuánto valor representa
1) no importa la enfermedad que padezca.
2) la mejor droga para su cuerpo está aquí
3) deposita su problema con fe
4) visitarla en su santuario.

Bueno ahora paso a contarles
mí historia. En diciembre de 1978, acudí al santuario a suplicar a la Virgen, me concediera una buena mujer para esposa. Al salir del santuario una voz me decía viajara a Venecia, Cundinamarca. Así lo hice busqué a la persona que esa voz angelical me decía. Encontrándola comenzamos a salir e irnos conociendo hasta llegar el día que le declaré mi amor y ella aceptando
al cabo de tres meses nos casamos. De esa unión tres hijas y un hijo.
Un hogar muy lindo y comprendido. 39 años ya de casados.
Primer milagro que recibí. Mira con fe os digo pedid lo que sea y se cumplirá seguiré contando los infinitos milagros...
Los relatos, separados por dos centurias, tienen en común la declaración profunda y sincera del testigo que vive la dinámica evangelizadora de predicar las maravillas del Señor.

La fulgurante juventud mariana del Nuevo Reino de Granada ha dado paso a la edad serena de la meditación vital. El resultado es el mismo de ayer. La hazaña de la luz regresa para iluminar a una ciudad que decidió ser grande, en su geometría dispersa. Su impulso tempestuoso no la deja escuchar la sentencia del lábaro en aquel salvaje risco de filos sublimes: “Bogotá, he aquí a tu madre”.


jueves, 23 de agosto de 2018

La Virgen de la Peña, ¿entre patriotas y chapetones?



Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

La pregunta del titular tuvo una respuesta equivocada porque fue redactada por la repugnancia propia de ciertos intereses banderizos, en un asunto de sofistas.

El Santuario de Nuestra Señora de la Peña resultó ser el escenario ideal para platicar de revolución e historia mariana. La razón es que por allá solo subía la plebe. La dualidad temática se incrementó entre 1810 y 1816 por causa de dos sacerdotes que aprovecharon la romería para arengarle al pueblo raso. 

El primero fue José Ignacio Álvarez, capellán de la ermita, que firmó el acta de la Independencia del 20 de julio y era amigo de Antonio Nariño.

El segundo fue Juan Agustín Matallana, primer historiador de las sagradas imágenes de la Sagrada Familia de la Peña, autor de novenas y de un trisagio en honor de Jesús, María y José de la Peña.

La dinámica del gentío sirvió para agrupar indígenas, esclavos y campesinos, los desheredados de la esperanza. La situación de la época aprovechó el abandono institucional para que la capilla albergara consignas subversivas contra el régimen colonial y una catequesis de doctrina mariana.

La revuelta de los criollos llegó y la masa de gentes, que bajó de la Peña, fue alebrestada por los demagogos de la plaza de mercado. Los peninsulares, víctimas de los atropellos de sus sirvientes, asociaron a la Virgen de la Peña al motín contra la causa colonial de España.

Guacherna y Peña. Carnestolendas y gleba. Levantamiento y devoción todo quedó metido entre el saco de los odios. Ese sentimiento de aversión contra la gente del común incluyó a la raizal Virgen de la Peña.  El bochinche, producto de las disputas   entre dos castas de tiranos, cuyo ideal más sublime era el bolsillo, puso en grave peligro de desaparición a la querida advocación.

El pacificador Morillo (1816) entregó una sentencia de cárcel para el padre Álvarez y una investigación de la Inquisición para Matallana. El templo fue cerrado y se cursó una petición formal de destruir a martillo las estatuas de la Virgen de la Peña…

La tirria contra los dos presbíteros criollos quedó plasmada en un documento, que por su condición de testigo, se convierte en una rareza bibliográfica. La pieza fue estudiada por el padre Struve en los años 50. El investigador destacó algunas frases que retratan, en su dimensión partidista, la tensión teológica entre los gamonales.

“…En la Biblioteca Nacional reposa un ejemplar de la Historia Metódica de Matallana, del año 1815, el cual está lleno de observaciones al margen, hechas por un ‘chapetón’ (sala 1ª. Nro, 4870). Ahí leemos notas como éstas, folio 27: ‘gracias a Dios Nro. Sr. y a M.a S.ma que volviesen los españoles y se restableciese el (gobierno) legítimo, que de no perece la religión, esa era el tiro al Trono, y al alto… Nos handen con rodeos y geringomas; al folio 50: ‘Yo quisiera saber cuáles fueron las utilidades  que nos vinieron con la trasformación política; pues no hemos visto más que guerras, muertes, injusticias, sacrilegios, y lo que es peor si susiste (sic) tal transformación, no quedan señales de religión y aún lloramos y lloraremos sus utilidades”; al folio  51: ‘El 16 de julio del año de 1813 fue cuando juraron su independencia que es decir, el día que (come ) tieron el más horrendo atentado, la infamidad mayor. Fue el día en que no solamente oc (upa) ron el trono, sino también la religión y nos quiere alucinar tal histo (iador) como mui contento y satisfecho, que ese día los quatro pendejos (‘sit venia verbo el autor’) que se reuni (ron) a jurar la independencia, le dieron o hicieron Patrona a Nra. Sra. en su concep (ción) no hai tal cosa, lo primero Nra. Sra. no es protectora de picardías, ni de infamias, lo segundo (Nra. Sra.) es Patrona no por cuatro sotes sino por un Rey tan piadoso y christiano como Car (los)…” (Cf. Ricardo Struve Haker. El Santuario de Nuestra Señora de la Peña. Imprenta Nacional de Colombia, Bogotá, 1955. Pág. 256).

Al regresar al sendero, recorrido por Struve, se encuentra otras líneas que no fueron citadas y que ameritan un rescate por sus aportes al conocimiento de una línea de tiempo, tan maquillada por el embuste.

Lo primero es que el “chapetón”, como lo denominó Struve, debió ser un cura realista porque sus apuntes, en las márgenes de la novena de Matallana, (Historia metódica y compendiosa del origen, aparición y obras milagrosas de las imágenes de Jesús, María y José de la Peña que se veneran en su ermita extramuros de la ciudad de Santafé de Bogotá, Provincia de Cundinamarca en la Nueva Granada) requerían la fuerza de la autoridad moral y académica para atreverse a refutar a un sacerdote… Además, el anónimo contradictor, logró adelantarse a su tiempo al expresar un concepto muy válido sobre la mariofonía de la Peña. Veamos:

Pág. 1. Del descubrimiento fue por la llola.
Pág. 1. Capítulo I

Tachadas las palabras: “de la aparición” corregido “del descubrimiento”. La apostilla es correcta. No hubo aparición de la Virgen. El hecho prodigioso consistió en el hallazgo de un conjunto escultórico en piedra sobre la cima del cerro del Aguanoso por parte del platero de San Victorino Bernardino de León, 1685.

Esa aclaración confirma la tesis del redactor, el “chapetón” no era un vulgar pulpero de la calle real. Su oficio, de censor de los textos, continúa con un marcado acento de autoridad.

Pág. 2: “Véase la foja 28 en que desde luego vale lo que allí se dice, que Nuestra Señora con el viaje que se hizo de la peña vieja hasta el lugar donde hoy se halla del cansancio se asentó como hoy se halla”.

Pág. 4 Capítulo 2. “Santa fé y no nos recuerde el tiempo del paganismo, con su Cundinamarca”. Aquí retorna al elemento político con su protesta contra los criollos. El resto de notas son frases cortadas por el proceso de digitación. Lo que se puede leer rescata un debate donde el bogotanísimo Santuario de Nuestra Señora de la Peña pasó de ser un hecho histórico y mariológico a una disputa entre enemigos acérrimos.

“Pág. 26 borde derecho. “Viene bien unión con que cristianos a vivir odios y más mortal aunque ian a los les y las… y no se nos (lepra)… Cristo”.

*destinamos. Hizo Dios con un final la materia de la piedra de que es echa la piedra. Lo concedo. Hizo con el fiat las imágenes tales como se hallan, lo niego porque Nuestro Santo crio e hizo todas las cosas perfectas sin revisión ajenos por su poderío y… (Roto).

Pág. 28.

Es que también entendió en la oración que las imágenes estan en pie, esto es falso porque (la Virgen está asentada, como lo pude ver el que quiera y viere a la virgen en demasiada; luego… lo que más ha entendido esta alma es falso, prescindiendo de que en la jornada de que la peña… hasta donde se halla… (Incompleto).

Pág. 29.

R. Que poco favor le hace a Nuestra Señora en el Misterio de la Concepción que la quiera con... sin concibió de criaturas como lo fueron las imágenes de la peña, pues… que… Una mano en esta obra y después muchos otros como pintores va y así (cortado)… la revelación…

Pág. 31. No hay peñas que valga. Todo cristiano será feliz siendo verdadero devoto de la… en que no ofenda a su hijo santísimo. Ni vea contra la religión directa o indirectamente como con los patriotas, pues estos con todo su patriotismo al ing… y son devotos de nuestra Señora de boca, por odio y mata voluntad que confiesan a… (Incompleto).

Pág. 32. Borde izquierdo.

Mas eso loma o molla lo sabrá… eso elo a que ella era… que ella… Que como uno sabrá…
Borde inferior.
Mas esto a la monja t b contestando  a las monjas t preguntando a las monjas t…. últimamente pregunta la religiosa y porque  a quien le ha pregun… (Incompleto).

Pág. 33.
No hay tal como que están asentadas.

Pág. 52. Índice. “Del descubrimiento porque no fue aparición”.

Esas fueron las frases escondidas que ilustran perfectamente las desavenencias entre los fieros antagonistas. En síntesis, el “chapetón” tuvo mucha razón cuando expresó: “Nra. Sra. no es protectora de picardías, ni de infamias”.


sábado, 18 de agosto de 2018

¿Chiquinquirá o Fátima?, marianismo sin identidad


Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

La Colombia de María se prepara para celebrar el centenario de la coronación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá con la imagen peregrina de la Virgen de Fátima.

No, no es un tema para el programa cuando sucede lo increíble.

Es la realidad de la desesperanza en una nación desarraigada de su memoria cultural. Por ejemplo, el pasado 28 de julio Nuestra Señora de Fátima se paseó por las empedradas calles de Villa de Leiva territorio ancestral de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Mama Linda Renovada (1836). La situación, radicalmente dolorosa, mostró un vacío de pertenencia nacional. Solo demagogia y un gentío sin rumbo ni patria.

Ante lo cual algunos lectores expusieron iracundos su argumento de Perogrullo: “Pero si es la misma Virgen”. Lamentablemente el alegato es tan peregrino como el de ciertas multitudes que posan ante las cámaras de televisión en sus procesiones callejeras.

Sí, es la misma Virgen Santísima, pero no es la misma historia, no es el mismo mensaje, no es la misma cultura, no es el mismo patrimonio, herencia raizal de los mayores a la cual se le debe la construcción de un país soberano.

Y para profundizar en la banalidad de la afirmación apodíctica basta con la memoria histórica. Portugal en 2017 se vistió de fervor para celebrar el centenario de las apariciones de Nuestra Señora en Cova da Iria.

Pregunta: ¿alguien vio a los frailes dominicos con nuestra Virgen Morena en romerías por las parroquias y calles de Lisboa?

La respuesta es un no gigante porque allá, en Portugal, crecieron educados por el respeto hacia los valores vernáculos y esa es una diferencia vital entre la civilización del Evangelio y la catequesis de las muchedumbres.

jueves, 16 de agosto de 2018

María Santísima de la Peña, entre dos aguas




Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

El padre Juan Agustín Matallana cometió un pecado gravísimo. En 1810 educó al pueblo en la devoción a la Sagrada Familia de la Peña. Y así la Inmaculada Virgen María pasó a ser un tema subversivo para el régimen peninsular porque la asociaron a la ojeriza popular contra España.  

El apóstol comenzó a predicar esa historia mariana cuando la sociedad del virreinato de la Nueva granada cayó en la trampa del discurso independentista. El presbítero, testigo de los extravíos de la aldea mestiza, decidió acudir al santo Evangelio porque presentía de la sensatez el fin.

Infortunadamente para el cura su disertación y sus novenas quedaron insertas en una acción banderiza. Los españoles acusaron de “patriota” a la Virgen de la Peña y olvidaron que el virrey Amar y Borbón fue de peregrino a las fiestas religiosas en la loma. El pueblo labrador subió a donde habitaba su patrona, la mujer vestida de piedra, a preguntarle: ¿cuál de los yugos pesaría menos?

El buen pastor tomó la pluma y destacó las misericordiosas e infinitas riquezas que habitaban en la catequesis de María, Madre de Jesús, luz de las naciones. Sus oficios de pregonero no fueren escuchados por las altezas serenísimas. Los amos de levita patrocinaron la mortandad e inauguraron las guerras civiles (1812). Y los hijos de los encomenderos, los de sangre limpia, aguardaron a que la benevolencia de Fernando VII regresara con los tercios españoles para edificar los patíbulos de su venganza (1815).

Matallana siguió insistiendo y dio la “última novena breve y compendiosa”, pero… Las cornetas del Pacificador sonaron en la Plaza Mayor de Santafé de Bogotá y sus ecos fueron a retumbar en la pobre ermita de Los Laches (mayo de 1816). El capellán de la Peña, José Ignacio Álvarez, fue puesto preso en el convento de San Francisco. El santuario cerrado y Matallana llamado a juicio por la Inquisición que le indagó sobre el contenido de sus obras. Las injusticias cometidas por el capellán mayor del Ejército Pacificador, Luis Villabrille, contra el sacerdote pasaron al expediente de la patria que por revolucionaria se quedó boba.

Pero en síntesis, ¿qué dijo el doctor Matallana que ameritara una cita urgente con el Tribunal del Santo Oficio de Cartagena de Indias? Juzgue el lector:

“…Cuando nació el Hijo de Dios hecho hombre en el Portal de Belén, fueron llamados los campesinos que pastoreaban, y cuidaban sus ganados a ver tan estupenda nueva maravilla; luego que llegaron, llenos de admiración encontraron a María, a José, y al niño recostado en su pesebre, envuelto en pañales lleno de resplandor, y acompañado de celestiales espíritus, que divinamente cantaban, y entonaban gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad. Así anuncio a vosotros pobres indios, labradores y gentes del campo, en esta novena la obra estupenda, nueva y maravillosa que descubrió Bernardino de León en las serranías inaccesibles inmediatas a esta ciudad de Santafé en 10 de agosto de 1685, para singular consuelo del pueblo bogotano.

Procurada ser muy devotos de esta divina señora guardando la ley de Dios, si queréis ser favorecidos y socorridos por Jesús, María y José, S. Gabriel, S. Miguel, S. Rafael y los demás espíritus del cielo en todos los trabajos que sufrís en vuestros oficios, negocios y viajes. Entonces vuestras tierras serán fertilizadas; vuestras cosechas abundantes, bien recompensados vuestros sudores y fatigas; se aumentaran vuestros bienes, vuestros ganados multiplicarán; recibirán salud vuestros cuerpos, consuelo vuestras almas, paciencia vuestros espíritus; serán felices vuestros estados, largas vuestras generaciones; y os lloverán abundantes, y copiosas gracias del cielo para asegurar vuestra eterna salvación. (Sal 118).

Los que impedidos no puedan subir al cerro, alaben, bendigan, y saluden a Jesús, María, y José desde sus chozas, campos, casas y caminos en medio de sus tareas, y ocupaciones, haciendo esta novena, o rezando el rosario, y los siete padrenuestros y avemaría en reverencia del misterio; de las siete veces que derramó Jesús su sangre y de los siete dolores, y gozos de nuestra señora, y señor san José todo los días.

El capellán que fuere os impondrá de la hermandad, e indulgencias que puedan ganar los hermanos. El tiempo de hacer esta novena es todo el año; y en especial los nueve días anteriores a la purificación el 2 de febrero; los anteriores al domingo de carnestolendas; y al 10 de agosto, confesando y comulgando un día, si es posible.

Procuren leer la historia que se imprimió el año de 1815, y quedarán más enamorados de Nuestra Señora de la Peña.

En la iglesia del monasterio de Nuestra Señora de la Concepción de esta ciudad de Santafé se venera un retrato lo más parecido en lo posible al original en su aparición; allí concurren los que no pueden subir a la capilla en el cerro; le encienden luces, mandan decir misas; ofrecen figuras de cera, y experimentan muchos favores, como es público.

Con tal devoción ninguno morirá en pecado mortal, porque Jesús, María y José, no desamparan jamás a sus devotos.

Os ofrezco este pequeño trabajo aunque en lo sustancial muy grande, deseoso de vuestro mejor bien; espero lo recibirás con buena voluntad, y cumpláis mis deseos, si alguno no los recibe bien, o no le gustare deje a los demás, que hagan lo que les parezca en honor de Jesús, María, y José de la Peña. Enero 10 de 1816. J.A.M. (Cf. Novena en honor de Jesús, María y José en su advocación de la Peña, que se venera en su ermita extramuros de la ciudad de Santafé de Bogotá. Para que los indios, labradores, gente pobre y del campo gocen de tan importante y provechosa devoción.  A devoción de su capellán presbítero Juan G. Caldas). La edición fue reimpresa en Bogotá por N. Gómez. 1849.






miércoles, 15 de agosto de 2018

Primer sermón sobre la Asunción



San Bernardo (1091-1153)



Hoy, la Virgen María, sube gloriosa al cielo. Colma completamente el gozo de los ángeles y de los santos. En efecto, es ella quien, con la simple palabra de salutación, hizo exultar al niño todavía encerrado en el seno materno (Lc 1,41). ¡Cuál ha debido de ser la exultación de los ángeles y de los santos cuando han podido escuchar su voz, ver su rostro, y gozar de su bendita presencia! ¡Y para nosotros, amados hermanos, qué fiesta en su gloriosa Asunción, qué causa de alegría y qué fuente de gozo el día de hoy! La presencia de María ilumina el mundo entero tal como el cielo resplandece por la irradiación esplendorosa de la santísima Virgen. Es, pues, con todo derecho, que en los cielos resuena la acción de gracias y la alabanza.  

Pero nosotros..., en la misma medida que el cielo exulta de gozo por la presencia de María ¿no es razonable que nuestro mundo de aquí abajo llore su ausencia? Pero no nos lamentamos porque no tenemos aquí abajo la ciudad permanente (Hb 13,14) sino que buscamos aquella a donde la Virgen María ha llegado hoy. Si estamos ya inscritos en el número de los habitantes de esta ciudad, es conveniente que hoy nos acordemos de ella..., compartamos su gozo, participemos de la misma alegría que goza hoy la ciudad de Dios, y que hoy cae como rocío sobre nuestra tierra. Sí, ella nos ha precedido, nuestra reina nos ha precedido y ha sido recibida con tanta gloria que nosotros, sus humildes siervos, podemos seguir a nuestra soberana con toda confianza gritando [con la Esposa del Cantar de los Cantares]: «Llévame en pos de ti: ¡Correremos tras el olor de tus perfumes!» (Ct 1,3-4). Viajeros todavía en la tierra, hemos enviado por delante a nuestra abogada..., madre de misericordia, para defender eficazmente nuestra salvación.  

viernes, 10 de agosto de 2018

Los tiempos de María en Bogotá




Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

La pétrea advocación de Nuestra Señora de la Peña ha tenido, entre algunos de sus queridos hijos, una desconocida acción dedicada a preservar su legado Cristocéntrico para la posteridad.

Los esfuerzos por conservar la memoria de esa tradición se pueden resumir en cuatro grandes espacios de tiempo plenamente identificados. Este cuarteto de temporalidades es desatendido por la mayoría del pueblo capitalino.

El primero fue la Cofradía de Nuestra Señora de la Peña que recibió la aprobación eclesiástica, el 17 de enero de 1717 y, al día siguiente, se fundó la Santa Hermandad de los Cofrades de la Santísima Virgen de la Peña. La entidad funcionó con cierta regularidad hasta la segunda mitad del siglo XX.

El segundo gran momento lo ejecutó su primer historiador, el presbítero Juan Agustín Matallana, (1765-1825) que se encargó de redactar para los santafereños, a principio del siglo XIX, unos anales.

El tercero es la obra de restauración emprendida por el sacerdote alemán, Ricardo Struve Haker, en el santuario de la Alteza Real de Bogotá. Su función, ya ampliamente comentada, abarcó el período 1944-1968. 

Actualmente, se viene gestando un cuarto movimiento de recuperación. Este período abarca desde el año 2009 hasta la fecha e incluye obras como la inauguración de la Parroquia Nuestra Señora de la Peña en el barrio Los Laches (2015), una serie de ponencias académicas entre las que se destacan el Mensaje teológico de Nuestra Señora de la Peña y la recuperación de la fachada del templo-santuario (2017). Además, de la creación del Centro de Atención al Peregrino (antiguo Centro Mariano Nacional de Colombia) (2018). Tareas realizadas por la Arquidiócesis de Bogotá, el Camino Neocatecumenal y la Sociedad Mariológica Colombiana.

El segundo movimiento de esta sinfonía dedicada a la mariología bogotana es el menos escuchado por los piadosos lectores. Entonces, dejemos que sea el doctor Matallana el que describa esa, su intensa labor de propagador del misterio mariano de Cristo en una sociedad monarquista decimonónica.

“…Desde el año de 1810, por el mes de marzo, comencé, oh pueblos de Bogotá, a excitar la devoción a la sagrada familia de la Peña. Di el año de 1812, para ello, una novena muy buena con relación de la historia, meditaciones muy piadosas sobre ello, concluyendo con una oración general por los Estados, empleos, títulos, oficios y ocupaciones, por lo que no faltaron quienes se burlasen de ello, porque ignoraban el motivo y fin y la gran tormenta de trabajos que ya les caían encima, como lo han experimentado con dolor. No satisfecho con esto os di una devoción cuotidiana insertando en ella la historia. Después os repartí un semanario para niños y gentes del campo; después, el año de 1814, se reformó y reimprimió la Novena. Todavía aún no contento con ello, formé la historia general que se publicó, aprobada por el Gobierno, el año de 1815. Sin embargo, en el año de 1816 compuse y di la última novena breve y compendiosa, pero devota y fácil; igualmente os puse en las manos el gran Trisagio, dado y enseñado por Dios, de los corazones sagrados, como remedio para de algún modo evitar tantos trabajos que han sobrevenido a todas las gentes…” (Cf. Ricardo Struve Haker. El Santuario de Nuestra Señora de la Peña, Imprenta Nacional de Colombia, Bogotá, 1955. Pág. 255).

En síntesis, la crónica de la Virgen de la Peña recuerda las palabras del profeta: “…Por eso dice el Señor Yahvé: ‘He aquí que he puesto en Sión por fundamento una piedra, piedra probada, piedra angular, de precio, sólidamente asentada; el que en ella se apoye no titubeará’…” (Isaías 28, 16).

jueves, 2 de agosto de 2018

La heredad de los bogotanos



Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

El rolo, el cachaco, el reinoso tienen una invitación escrita en roca pura. El texto histórico tiene en sus letras una caligrafía mariana cuya lectura resulta inaplazable para un buen raizal, devoto de la Madre de Dios. La reseña simbólica dice: “Peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de la Peña, Patrona de la ciudad de la Inmaculada Concepción”.

El llamado llegó a los 333 años de espera y bendición. La gracia del Altísimo permanece aferrada a la esperanza de María Santísima. Ella acoge presurosa las súplicas de su pueblo consentido que aún lee en las Santas Escrituras la ruta salvífica de la promesa mesiánica.

“…Que tus ojos estén abiertos noche y día hacia esta casa, hacia el lugar del cual has dicho: ``Mi nombre estará allí, para que oigas la oración que tu siervo haga hacia este lugar…” (1 Reyes 8, 29).

Pero el silencio, hijo a ratos del olvido, sentó sus reales dominios sobre el camino empedrado que tapó el kikuyo y sobre las ventiscas paramunas que empaparon el templo. Las huellas de los romeros no callaron y el quejido del barro señala el llamado del retorno. El eco de los pasos dejó atado a la camándula el rumbo sobre una escarpada calle de tránsito colonial.

La piedra aún late por los valientes devotos, que entre recelosos y porfiados, dedican un domingo para recibir el inmenso caudal de gracias que el Cristo Eucarístico ha donado con exceso a esta morada santa. Humilde hogar donde su sagrada familia se nacionalizó bogotana.

Vuelve, amigo lector, tus ojos hacia los senderos marianos de los cerros orientales donde alumbra un ofrecimiento: “Entonces el Señor dijo: ‘He aquí, hay un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña’…” (Éxodo 33, 21).