miércoles, 31 de enero de 2018

Chiquinquirá, el misterio trinitario de una pintura


Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

La riqueza espiritual expresada por El Creador en la manta tutelar de Chiquinquirá es un tema que muestra profundos conceptos dentro del ámbito de la Mariología Moderna.

La generosidad de la acción pneumatológica tiene una predilección en su actuar. La dinámica del milagro transcurre por el espacio temporal de las generaciones de fieles con un comportamiento irrepetible en su fenomenología.

La complejidad de lo simple ordena esbozar un esquema que permita expresar esa realidad cuya sustantividad se modifica dentro de tres mariofonías distintas. La trilogía es exclusiva de la tutelar Virgen Nacional. Ella y su mensaje teológico cruzan fronteras y redactan crónicas, entonan cantos y celebran con fechas propias.

El primer trazo de ese plan se ejecutó sobre su origen:

La Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo permitió que la Madre de Dios, bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, renovara y ampliara la historia del misterio mariano en la América Latina.

El portento de diciembre 1586 no acabó en la iluminación de la capilla de la encomienda de Catalina García de Irlos.

El arcano muestra unas características especiales, quizás únicas en el orbe mariológico. El enigma chiquinquireño se repite en el triduo de las mariofonías especiales: hallazgo, renovación y aparición. Así, la Virgen de Chiquinquirá se suma a la tradicional catequesis de las almas.

Los ejemplos breves ilustran el triduo de la prolongación del portento por otras latitudes y escenarios.

Hallazgo

Venezuela, 1615.

Los indígenas de Aregue Viejo encontraron en el sitio conocido como Dariguaco, entre la empalizada de una choza, un tubo de metal. Los nativos no se atrevieron a tocarlo. El cura misionero lo sacó y, al destaparlo, encontró enrollado un lienzo de Nuestra Señora de Chiquinquirá. La devoción creció y mantiene sus tradiciones sobre el andamiaje de una historia sólida.

El actual pueblo de Aregue está ubicado a ocho kilómetros de Carora, en el municipio Torres del estado Lara. La Virgen de Chiquinquira es la Patrona de la Diócesis de Carora.

Renovación

Las carmelitas descalzas del Real Monasterio de San José del Carmen de Villa de Leiva fueron testigos de la renovación maravillosa de un cuadro de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Lienzo que les entregó, en deplorable estado, el capellán Benedicto de la Borda en 1813. El suceso se desarrolló entre el 27 de diciembre de 1836 y el 5 de enero de 1837.

El convento de clausura cuida de la Virgen Morena, Patrona del Cantón Leivano. La Reina del Cielo tiene fiesta propia el primero de enero, precedida de un triduo los días 29, 30 y 31 de diciembre.  Además, hay misa en su honor todos los martes a las seis de la tarde

Aparición

El modelo le pertenece a Caraz en el Perú. Las tropas de los Restauradores (chilenos) y la Confederación Perú-Bolivia, se enfrentaron en la batalla de Pan de Azúcar en Yungay (Distrito del Norte del Perú, Departamento de Ancash), el 20 de enero de 1839. En el fragor del combate se les apareció una hermosa mujer con su niño en brazos para ayudar a los soldados  de la Restauración. Al día siguiente, los generales mandaron celebrar en la ciudad de Caraz (Ancash) una misa de agradecimiento por la victoria obtenida, y al ingresar a la Capilla de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, los oficiales reconocieron en el cuadro de la Virgen de Chiquinquirá a la señora que les dio la victoria en la batalla de Pan de Azúcar.

Entre ellos estaba el mariscal y ex presidente peruano, Agustín Gamarra, y el general Ramón Castilla quienes al llegar a Lima (Perú) enviaron sus preces a la milagrosa imagen. Gamarra ordenó que la fiesta de la Virgen de Chiquinquirá se celebrara el 20 de enero. (Antes de esos hechos la fiesta era el 26 de diciembre). (Cf.www.geocities.ws/carazdulzura2000/virgen.html).

Hasta este punto de la trayectoria se identifican tres países que cultivan con predilección esa devoción: Colombia, Venezuela y Perú. Son tres sucesos distintos y tres pinturas diferentes copiadas de una imagen que fue plasmada por el pincel de Alonso de Narváez en Tunja, 1562.

El movimiento devocional chiquinquireño predica el encanto de la maternidad que trae al Redentor. El entusiasmo de este acontecimiento memorable de evangelización mariana extiende su cátedra por los continentes al amparo de los forasteros.

La Colombia sin María se quedó atrás al venerar lo extranjero con gesto de moda pasajera. Mientras que su Patrona, Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, en su sublime silencio de obediencia renueva las identidades latinoamericanas en la rueca de la Inmaculada, la Esclava del Señor.





jueves, 25 de enero de 2018

La calle 14, interrumpida por un milagro


Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

El diseño urbanístico de Villa de Leiva tiene incrustado entre su empedrado el testimonio de un prodigio. El portento interpuso un santuario sobre la senda asombrada del peregrino decimonónico.

La maravilla tiene tres momentos definidos en la memoria de los hechos y los tiempos: El primero fue la renovación del deteriorado lienzo donde se plasmó la imagen de la Virgen de Chiquinquirá. El fenómeno se desarrolló entre el 27 de diciembre de 1836 y el 5 de enero de 1837.

El segundo lo realizó el reconocimiento institucional del pueblo villaleivano y la jerarquía eclesial en una época de gobiernos anticlericales.

La calle 14  fue interrumpida por un templo
El tercero es la construcción del templo en el callejón porque no había espacio en el Claustro del Carmen para edificar un monumento digno del divino suceso.

La idea, utópica en su concepción de usurpar el espacio público, tuvo los contratiempos administrativos de rigor. Los funcionarios liberales hicieron brillar el gen del estorbo en la aplicación de la ley contra los débiles. La razón expuesta era que la calle 14 pertenecía al municipio y no se podía privatizar para beneficio del culto católico.

Los viandantes resolvieron el inconveniente. El pueblo campesino, acostumbrado al sacro-oficio, decidió apropiarse de lo suyo con la fuerza de la identidad y modificó para siempre el trazado castellano en la parte oriental del Valle de Sanquecipa.


La priora, María Josefa del Carmen, y el maestro alarife Ciriaco Chávez firmaron el acuerdo laboral para la cimentación del inmueble, después de sortear mil dificultades. La obra callejera quedó contratada el 22 de junio de 1847. Ese día, los restos humeantes de la Guerra de los Conventos o de los Supremos (1839-1842) aún hablaban de miseria en la patria de los liberticidas. Los libertadores, de pata al suelo, trajeron grande rocas, donaciones de dinero, útiles de labranza y una cuota extraordinaria de sudor y coraje para elevar sobre la vía la certeza de una certificación. El 30 de diciembre de 1850, Mamá Linda Renovada tenía su morada.

Imposible no verla, pero fácil cambiarle el nombre por el entorno carmelitano. Al Occidente la puerta principal por donde ingresan los curas carmelitas a oficiar la santa misa. Al Oriente, la sacristía. Al Norte  las carmelitas descalzas y al sur la Plazuela del Carmen. Son ellas las fronteras institucionales del Carmelo mariano.

Sin embargo, la Historia reclama, con la humildad de la documentación, que la edificación fue erigida y bautizada por los  frailes dominicos. Se trata de la Iglesia de Nuestra Señora de Chiquinquirá anexa al Monasterio del Carmen. Esa pieza, construida sobre la calle 14, custodia a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Mamá Linda Renovada, Patrona de Villa de Leiva (1844).

El templo es chiquinquireño por devoción, esencia y testimonio de las monjas carmelitas descalzas, desde los cimientos hasta la espadaña. Se edificó bajo el empuje económico de la Orden de Predicadores y la dirección de fray José Joaquín Páez Murcia, el capellán dominico de las monjas de clausura.

¿Y entonces dónde está la capilla del Carmen?, pues dentro del convento adherida a la casa de la Virgen de Chiquinquirá. A la entrada, a mano izquierda, se unen los dos templos en el vértice de la devoción católica: María Santísima, la Madre de Dios.


miércoles, 17 de enero de 2018

El Carmelo chiquinquireño



Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

La tradición mariana en los valles de Sanquecipa y Chiquinquirá sigue unida por el cordón umbilical de la romería, herencia humilde de los abuelos de 1587.

La gente rural de la bellísima Villa de Leiva no olvida el compromiso de viajar a pagar la promesa adquirida por sus mayores en el siglo XVI, aunque fueron eximidos de ese deber por el concejo municipal de 1844. Los concejales decidieron cambiar los votos. La medida estuvo basada en la aprobación eclesial del hecho portentoso de la renovación del lienzo de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá en el convento de las carmelitas descalzas (1836).

Los raizales aprovecharon la norma que los liberaba de la caminata de ocho leguas por las ondulantes trochas que serpenteaban por las jorobas de las colinas. Además, les evitaba el gravoso pago del peaje en el Puente de la Balsa. La mayoría de la comunidad optó por venerar a la Reina del Cielo en su templo leivano.

La devoción casera, la del terruño carmelita, tuvo su tiempo de esplendor entre la segunda mitad de siglo XIX y la primera década del siglo XX. Luego la práctica piadosa cambió y se fue por otros rumbos no menos marianos. No se sabe con certeza que influyó en la conciencia colectiva para comenzar a dejar su mística joya en las manos piadosas de las carmelitas descalzas, hijas fieles de María Santísima.

Ellas y sus ayudantes seglares son la única institución que cuida ese patrimonio moral de la ciudad.

Durante muchos años, las monjas del claustro le hicieron una fiesta a Mamá Linda Renovada el 30 de diciembre. Ese festejo se cambió el primero de enero de 1972 para coincidir con el calendario litúrgico que celebra la solemnidad de la Madre de Dios.  El oficio se mantiene hasta la fecha (2018) precedido de un triduo que se ejecuta los días, 29, 30 y 31 de diciembre acompañado del ángelus, el rosario y la santa misa.

Durante el resto del año, los frailes carmelitas ofician una misa en honor de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Mamá Linda Renovada, todos los martes a las seis de la tarde.
Iglesia de Nuestra Señora de Chiquinquirá de Villa de Leiva.

Los esfuerzos no alcanzan para crear una cofradía que cuide a la Virgen de Chiquinquirá. A su efeméride, el primer día del año, solo asistieron unos pocos lugareños, algunos turistas curiosos y los laicos del Carmelo.

A ojo de buen cubero no participaron más 60 feligreses en el desfile triunfal de la Patrona por la plazoleta del Carmen. Ella viajó sobre los hombros de sus cargueros que se relevaron con regularidad.  La Virgen en su urna de plata, decorada  con flores por las religiosas del claustro, recibió la misa de once de la mañana. Al terminar la eucaristía se paseó triunfante por los pastizales de la pequeña plaza.

La mayoría de los habitantes de la señorial y cosmopolita Villa ni se dieron por enterados del singular suceso. La desmemoria tiene sus raíces en el desarraigo por lo propio.

La Virgen Morena terminó su recorrido entre cantos a capela de voces destempladas, nubes de incienso, oraciones del devocionario, pliego de peticiones y poco agradecimiento porque el olvido es parte de la identidad nacional, excepto por las carmelitas descalzas.