miércoles, 17 de enero de 2018

El Carmelo chiquinquireño



Por Julio Ricardo Castaño Rueda
Sociedad Mariológica Colombiana

La tradición mariana en los valles de Sanquecipa y Chiquinquirá sigue unida por el cordón umbilical de la romería, herencia humilde de los abuelos de 1587.

La gente rural de la bellísima Villa de Leiva no olvida el compromiso de viajar a pagar la promesa adquirida por sus mayores en el siglo XVI, aunque fueron eximidos de ese deber por el concejo municipal de 1844. Los concejales decidieron cambiar los votos. La medida estuvo basada en la aprobación eclesial del hecho portentoso de la renovación del lienzo de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá en el convento de las carmelitas descalzas (1836).

Los raizales aprovecharon la norma que los liberaba de la caminata de ocho leguas por las ondulantes trochas que serpenteaban por las jorobas de las colinas. Además, les evitaba el gravoso pago del peaje en el Puente de la Balsa. La mayoría de la comunidad optó por venerar a la Reina del Cielo en su templo leivano.

La devoción casera, la del terruño carmelita, tuvo su tiempo de esplendor entre la segunda mitad de siglo XIX y la primera década del siglo XX. Luego la práctica piadosa cambió y se fue por otros rumbos no menos marianos. No se sabe con certeza que influyó en la conciencia colectiva para comenzar a dejar su mística joya en las manos piadosas de las carmelitas descalzas, hijas fieles de María Santísima.

Ellas y sus ayudantes seglares son la única institución que cuida ese patrimonio moral de la ciudad.

Durante muchos años, las monjas del claustro le hicieron una fiesta a Mamá Linda Renovada el 30 de diciembre. Ese festejo se cambió el primero de enero de 1972 para coincidir con el calendario litúrgico que celebra la solemnidad de la Madre de Dios.  El oficio se mantiene hasta la fecha (2018) precedido de un triduo que se ejecuta los días, 29, 30 y 31 de diciembre acompañado del ángelus, el rosario y la santa misa.

Durante el resto del año, los frailes carmelitas ofician una misa en honor de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Mamá Linda Renovada, todos los martes a las seis de la tarde.
Iglesia de Nuestra Señora de Chiquinquirá de Villa de Leiva.

Los esfuerzos no alcanzan para crear una cofradía que cuide a la Virgen de Chiquinquirá. A su efeméride, el primer día del año, solo asistieron unos pocos lugareños, algunos turistas curiosos y los laicos del Carmelo.

A ojo de buen cubero no participaron más 60 feligreses en el desfile triunfal de la Patrona por la plazoleta del Carmen. Ella viajó sobre los hombros de sus cargueros que se relevaron con regularidad.  La Virgen en su urna de plata, decorada  con flores por las religiosas del claustro, recibió la misa de once de la mañana. Al terminar la eucaristía se paseó triunfante por los pastizales de la pequeña plaza.

La mayoría de los habitantes de la señorial y cosmopolita Villa ni se dieron por enterados del singular suceso. La desmemoria tiene sus raíces en el desarraigo por lo propio.

La Virgen Morena terminó su recorrido entre cantos a capela de voces destempladas, nubes de incienso, oraciones del devocionario, pliego de peticiones y poco agradecimiento porque el olvido es parte de la identidad nacional, excepto por las carmelitas descalzas.


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