martes, 22 de agosto de 2023

Benedicto XVI, papa Ángelus (22-08-2010)

 

Queridos hermanos y hermanas:

Ocho días después de la solemnidad de su Asunción al cielo, la liturgia nos invita a venerar a la santísima Virgen María con el título de «Reina». Contemplamos a la Madre de Cristo coronada por su Hijo, es decir, asociada a su realeza universal, tal como la representan muchos mosaicos y cuadros. También esta memoria cae este año en domingo, cobrando una luz mayor gracias a la Palabra de Dios y a la celebración de la Pascua semanal. En particular, el icono de la Virgen María Reina encuentra una confirmación significativa en el Evangelio de hoy, donde Jesús afirma: «Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos» (Lc 13, 30). Se trata de una típica expresión de Cristo, referida varias veces por los Evangelistas, con fórmulas parecidas, pues evidentemente refleja un tema muy arraigado en su predicación profética. La Virgen es el ejemplo perfecto de esta verdad evangélica, es decir, que Dios humilla a los soberbios y poderosos de este mundo y enaltece a los humildes (cf. Lc 1, 52).

La pequeña y sencilla muchacha de Nazaret se ha convertido en la Reina del mundo. Esta es una de las maravillas que revelan el corazón de Dios. Naturalmente la realeza de María depende totalmente de la de Cristo: él es el Señor, a quien, después de la humillación de la muerte en la cruz, el Padre ha exaltado por encima de toda criatura en los cielos, en la tierra y en los abismos (cf. Flp 2, 9-11). Por un designio de la gracia, la Madre Inmaculada ha sido plenamente asociada al misterio del Hijo: a su encarnación; a su vida terrena, primero oculta en Nazaret y después manifestada en el ministerio mesiánico; a su pasión y muerte; y por último a la gloria de la resurrección y ascensión al cielo. La Madre compartió con el Hijo no sólo los aspectos humanos de este misterio, sino también, por obra del Espíritu Santo en ella, la intención profunda, la voluntad divina, de manera que toda su existencia, pobre y humilde, fue elevada, transformada, glorificada, pasando a través de la «puerta estrecha» que es Jesús mismo (cf. Lc 13, 24). Sí, María es la primera que pasó por el «camino» abierto por Cristo para entrar en el reino de Dios, un camino accesible a los humildes, a quienes se fían de la Palabra de Dios y se comprometen a ponerla en práctica.

En la historia de las ciudades y de los pueblos evangelizados por el mensaje cristiano son innumerables los testimonios de veneración pública, en algunos casos incluso institucional, de la realeza de la Virgen María. Pero hoy queremos sobre todo renovar, como hijos de la Iglesia, nuestra devoción a Aquella que Jesús nos ha dejado como Madre y Reina. Encomendamos a su intercesión la oración diaria por la paz, especialmente allí donde más golpea la absurda lógica de la violencia, para que todos los hombres se persuadan de que en este mundo debemos ayudarnos unos a otros como hermanos para construir la civilización del amor. Maria, Regina pacis, ora pro nobis!


martes, 15 de agosto de 2023

La humilde Virgen es ascendida hasta el trono de gloria

  Foto Julio Ricardo Castaño Rueda


San Amadeo de Lausanne (1108-1159)                                                       

monje cisterciense, obispo
Homilía mariana VIII (SC 72, Huit homélies mariales, Cerf, Paris, 1960), 


Honoremos con homenaje asiduo a la Reina del Cielo, Madre de la vida, fuente de misericordia, que desborda de delicias y se apoya en su Bien-Amado. Alabémosla, aunque nuestra alabanza sea imperfecta. (…)



Elevada más alto que los árboles del Paraíso y exaltada más allá que las extremas cimas de las más grandes montañas, entra en los cielos con increíble majestad, sostenida por los coros de las jerarquías celestes y circundada con las danzas de vírgenes. (…) ¡Felices, Señor, los que habitan en tu casa! Te alabarán por los siglos de los siglos. En ti será alabada también, no Eva (…), sino María, que ha dado la vida, es madre y nodriza de todos, es vida de vivientes. En ti será alabada tu Madre.


¡Qué escuchen los mansos y se alegren! (…) La humilde Virgen sube, coronada, hasta el trono de gloria. ¡Qué escuchen los humildes y se alegren! Se derrumba el que se elevó presumiendo de sí mismo. María se hace ofrenda, librándose entera a la plenitud de la gracia. La bienaventurada Virgen, con su inigualable mérito, se tiene presencia del Creador, intercediendo en nuestro favor con su poderosísima oración. (…)Resplandecerá en todo su esplendor, la que desde su seno virginal, puerta sellada, iluminó al mundo con Dios, Rey degloria. 


 

jueves, 10 de agosto de 2023

La Peña, el monte de Dios


 

Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

“Porque durante el día la Nube de Yahveh estaba sobre la Morada”. (Ex 40, 38)

 

Las ruinas de la ermita de la Peña Vieja perviven bajo el amparo delicado de las nieblas y nubes del páramo de El Verjón.  El ritmo del vértigo sobre ese punto escabroso, de amnesia y portento, es una remembranza latente de la alianza del Altísimo con el pueblo bogotano.

 El cerro El Aguanoso fue convertido en el guardián de la historia de un prodigio tallado en roca, el 10 de agosto de 1685. En esa fecha el orive, Bernardino de León, encontró la escultura de Nuestra Señora de la Peña, su unigénito, su esposo, el san José neogranadino y una corte de ángeles edecanes.

 El milagro del monumento, diseñado para predicar el poder misericordioso del Omnipotente, lo esculpió el ardor de su amor redentor. Lo cinceló el estallido de su gracia, instante irrepetible de la bondad grabada a fuego. La perspectiva de su trazo divino es una bendición infinita, signo de arte y tradición. Ese episodio celestial, instalado sobre un peligroso risco de la cordillera oriental, le recordó a los santafereños de antaño como la majestad del Señor copaba el altar que acompañaba a las tribus de Israel en el desierto. 

 Hoy ese sagrario, que descendió de las rústicas alturas de una salvaje orografía, guía los destinos de la urbe capitalina. El templo es un santuario mariano que piadoso fundó su esperanza en Jesús, María y José para llamar a la conversión a un Bogotá díscolo por la intercesión de María Santísima, pues la Nube cubrió entonces la Tienda del Encuentro y la gloria de Yahveh llenó la Morada”. (Ex 40, 34).

  Foto archivo particular. Pintura Gonzalo Arango.

jueves, 3 de agosto de 2023

María, la Señora de la Gracias

 

Redacción (Gaudium Press)


Después de crear el cielo, / los ángeles y el firmamento, / Dijo Dios: “Que sea hecha la gracia, / y se cubran con mi aliento”.

“Es para los racionales, / los hombres, también los ángeles; / que esas meras criaturas, / se aviven en mi sangre”.

La gracia es sublime misterio, / que inyecta la savia divina. / Es como si un bello día, / volviese a la vista un ciego.

La gracia es la sangre azul, / que corre por venas divinas; / misteriosa transfusión, / que fecunda nuestras vidas.

La gracia a la lámina de acero, / impregna de un rojo destello, / la enciende, abrasa y calienta, / haciéndola espada de fuego.

La gracia es el pasaporte, / que abre las puertas celestes; / en las murallas del fuerte, / convence a angélicas huestes.

Cristo adquirió la gracia, / gimiendo en el alto Madero, / bañándolo de carmesí, / con la Virgen en pleno duelo.

La crea su Administradora, / para que regale a toda hora; /Inmaculada Tesorera, / María la Corredentora.

Reina de la espléndida Gracia, / de las fábulas y el Universo, / con la gracia riges la Historia, / para hacer de la Tierra un Sueño.

Es solo que la pidamos, / para alcanzar el consuelo, / para triunfar del pecado, / para morar en su seno.