miércoles, 22 de septiembre de 2021

miércoles, 15 de septiembre de 2021

El rezandero contra el Verbo

 


Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

 

 “No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno”. Dt 4,2.

 

La palabrería se volvió la conducta de una costumbre sin mística cristiana. El vocablo de la heterodoxia orante se convirtió en moda, muletilla, jeringonza, denuesto y capricho.

La conducta repetitiva de los rezos sin criterio adaptada al mercantilismo religioso de la búsqueda del fenómeno, (escarcha, luces, sonidos, etc.), impone un espectacular acto de arte dramático o en su defecto un trastorno histriónico con gestos y gemidos dolorosos en la entonación del santo rosario.

El palabrero aprovecha el escenario: el templo. El Santísimo, expuesto o reservado, es sometido a una serie de súplicas sin coherencia ni tregua. La jerga empleada tiende a ser el conjuro superior que administra la justicia o la cólera divina al rogar por las almas condenadas.

Ese ejemplo, tan de boga en la vida parroquial, tiene tres espacios desoladores en el reglón de la práctica religiosa. Primero, la expresión “mamita María”. Esta se usa como distintivo del buen católico para llamar la atención sobre su exquisito conocimiento de la doctrina mariana. Y resulta ser un egocentrismo dictatorial en contravía del dogma. Rota la relación íntima del neuma con la Palabra viene el segundo tema sombrío. El feligrés recita la avemaría a su acomodo. La mutila y la rellena de frases insulsas cuyas añadiduras espontáneas dependen del estado emocional de quien preside. Principio del caos.

El tercer campo, donde desemboca esa riada de errores, es el salterio de María. La meditación de los misterios de la vida de Cristo queda seriamente condicionada a la necesidad del noticiero, el funeral familiar, la peste mundial, la urgencia del desempleo o el secreto tenebroso del adulterio.

El cuadro, escrito a pinceladas de asombro y protesta, es impuesto por el abuso del director de la asociación y sus consejeros. Ellos apoyan con genuflexiones el desastre llevado a la condición de logro radical. La retahíla, adiestrada sobre la Biblia, el magisterio de la Iglesia, la patrística y el olvidado catecismo es un hecho galopante en la confusión reinante de un mundo sin liderazgo.

¡Ay! de aquel que intente volver el rosario al estado natural establecido por la Iglesia. Si por milagro no es lapidado recibirá una andanada argumental repleta de comentarios extraídos de las redes sociales y su gestor la Internet, el oráculo del siglo digital.

La razón simple del consejo, la sana lógica dialéctica, la invitación a la lectio divina son rápidamente aplastadas por un torrente de vicios extraídos de los cultos cuyo ídolo omnipotente es la opinión, el ocaso de la posmodernidad.

El sectarismo fanático, tan criticado anteriormente, es la fuente nutricional del error elevado a la potencia de la vanidad. Basta un retiro de fin de semana para que el participante salga profundamente convencido de sus cualidades de hijo de Dios.

Por tanto, ese heredero prodigio, se convierte por la gracia santificante de su credo reformista en profeta del Apocalipsis, rey de la sacristía sanador de dolencias ocultas, apologista paulino y asesor de la Santísima Trinidad para asuntos teológicos.

En síntesis, sin María Inmaculada, la Madre del Verbo Encarnado, se trastoca el Evangelio, tarea de herejes.

martes, 7 de septiembre de 2021

La Legión de María, la esclava amada por Jesús


 

 

Por Julio Ricardo Castaño Rueda

Sociedad Mariológica Colombiana

Hagan lo que Él les diga”. (Juan 2,5).

Frank Duff en 100 minutos de oración gestó un siglo de virtud y valentía. Él alistó a los primeros legionarios de María en Myra House, Francis Street, Dublín (Irlanda). La reunión pionera se inició a las ocho de la noche del 7 de septiembre de 1921.

La fuerza extraordinaria del coraje, sometida a la estricta disciplina de la oración, formó un ejército de almas heroicas para servir a la Iglesia católica en un combate sagrado contra las fuerzas del mal. La dinámica de esa gesta es el espíritu del fiat, gracia de la Madre de Dios. Ella llamó a los apóstoles de los últimos tiempos. Así lo entendió el padre de Montfort en su obra el Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen.

“…56 Pero, ¿qué serán estos servidores, esclavos e hijos de María? Serán fuego encendido (Sal 104 [103],4; Heb 1,7), ministros del Señor que prenderán por todas partes el fuego del amor divino. Serán flechas agudas en la mano poderosa de María para atravesar a sus enemigos: como saetas en manos de un guerrero. (Sal 127 [126]”.

La misión para esa falange de misioneros, la generación del centenario, es vivir alimentados por el espíritu de María Inmaculada porque la mística del amor así lo indica. Afirma el manual: “El espíritu de la Legión de María es el de María misma. Y de manera particular anhela la Legión imitar su profunda humildad, su perfecta sumisión, su dulzura angelical, su continua oración, su absoluta mortificación, su inmaculada pureza, su heroica paciencia, su celestial sabiduría, su amor a Dios intrépido y sacrificado; pero, sobre todo, su fe…” para que terminada la lucha de la vida, nuestra legión se reúna sin pérdida alguna en el reino de tu amor y gloria.

La esperanza, de esa promesa final, se guardó en el corazón de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, la Reina de Colombia.